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Carlos Villalobos Villalobos, ganador del Premio Nacional de Literatura en la categoría de novela 2024 de forma compartida

Una novela hecha de trizas de gente

“Donde Nadie” expone la trágica historia del envenenamiento de comunidades enteras por el uso de un nematicida en las plantaciones de banano en Costa Rica
25 mar 2025Artes y Letras
Carlos Villalobos

Carlos Villalobos Villalobos, ganador del Premio Nacional de Literatura en la categoría de novela 2024 de forma compartida.

Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

Costa Rica se promociona en el mundo como el país del “pura vida” y amante de la naturaleza. Lo que no se dice en esa publicidad es que, contradictoriamente, es la nación que utiliza más plaguicidas por hectárea en todo el mundo, en una proporción de casi 24 kilogramos por hectárea cultivada.

De estas sustancias, un 90 % califican como altamente peligrosas para la salud humana, de acuerdo con los más recientes estudios del Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET) de la Universidad Nacional. De hecho, el uso de la mayoría de ellas ha sido prohibido por la Unión Europea y los Estados Unidos.

El uso intensivo de la tierra para monocultivos y la aplicación indiscriminada de plaguicidas para obtener más y mejores productos ha sido la apuesta del país desde el siglo XIX, lo cual lo llevó, en su momento, a ser uno de los mayores productores de café, banano y de piña. De hecho, actualmente Costa Rica produce la misma cantidad de piña que se producía en todo el mundo en la década de los setenta.

Pero ¿a quién le importa la vida de miles de jornaleros y sus familias que no tienen cama donde caer muertos frente a las ganancias millonarias que reporta la exportación de productos agrícolas? ¡A nadie! A nadie porque son vistos como nadie.

Por eso, Carlos Villalobos Villalobos, docente de la Escuela de Literatura, Lingüística y Literatura, decidió mostrar dónde vive nadie o, en el caso de muchas personas, dónde vivían, porque las enfermedades que contrajeron por su exposición al agroquímico conocido como Nemagón acabó con sus sueños y con sus vidas, lenta y dolorasamente.

Durante más de 10 años estuvo recogiendo las astillas de esta historia de destrucción y ruina que llevó a la tumba a miles de personas por diversas enfermedades, que dejó en estado de incapacidad a muchas otras y que cegó el sueño de cientos de parejas de conformar una familia. Una historia hecha a partir de trizas de vida solo puede contarse con trizas. De ahí, la forma que eligió el autor para narrarla.

“CATEGORÍA NOVELA: Se otorga el premio compartido a […] y a Carlos Villalobos por la obra “Dónde nadie”. Representa una problemática nacional que es necesario visibilizar en temas como monocultivos, la crisis ecológica, explotación laboral, complicidad y negligencia del Estado ante las actividades del capitalismo extractivo.”

Jurado del Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría en la categoría de novela 2024

A continuación, Carlos Villalobos Villalobos, ganador del Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría en la categoría de novela 2024, comparte algunos detalles de su obra y subraya a importancia de que las muertes ocasionadas por la aplicación del Nemagón no sean en vano, sobre todo porque el veneno sigue enterrado en muchos lugares y atenta con seguir enfermando a poblaciones enteras por los próximos 200 años.

¿Por qué el título de la novela?

CVV: La novela trabaja una situación histórica que yo llamo de lesa humanidad. Plantea el caso de muchas personas que fueron envenenadas literalmente por un nematicida. Estamos hablando de casi 50 000 personas que, desde el siglo pasado, iniciaron una serie de peticiones para que se les indemnice por sus afectaciones en la salud, sus afectaciones económicas y sus afectaciones psicológicas, pero en todo momento se les ha tratado como si no existieran.

Ese silencio que ha habido nos lleva a plantear que se trata de una comunidad que muchos quisieran que no exista. Entonces, la novela plantea esto, como si fueran alguien que no tuviera condición, por eso es Donde Nadie. La idea es llamar la atención precisamente sobre ese aspecto de olvido en el que ha estado este grupo social que, sin embargo, deberíamos tenerlo como uno de los casos más terribles de afectación social en este país y en otros lados, porque no es un asunto solo de Costa Rica. Entonces, el título Donde Nadie es para llamar la atención de que existe un grupo social que ha sido tratado como si no existiera.

¿Qué dice la forma de la novela en cuanto a su contenido?

CVV: Originalmente pensé que podía tratarse de un ensayo o un reportaje periodístico. Luego pensé que podría ser una novela y empecé a trabajarla siguiendo el orden lógico y cronológico de una historia que tiene un principio, que desarrolla un tema, una secuencia y tiene una conclusión concreta. Pero me di cuenta de que, si bien podía trabajar unos personajes, y efectivamente hay unos personajes que tienen una historia, lo que se está contando, lo que quiero contar, en realidad es la historia de una destrucción en todo sentido: una destrucción social, destrucción psicológica, destrucción moral, destrucción física, destrucción ecológica, etc.

Entonces, tal nivel de ruina pensé que se podía contar mejor con la destrucción también de la narrativa. Es decir, contar la destrucción con la destrucción misma. La novela está hecha de astillas, está hecha de pedazos, es una novela despedazada porque está tratando un tema que también, en la realidad, está hecho de esquirlas, está hecho de trozos. Es decir, las personas que han vivido estas experiencias literalmente han quedado destrozadas. Por eso la estructura de la novela también trabaja la ruina. Es decir, contar la historia de la ruina con una historia en ruinas.

 

Trizas

Me hubiera gustado narrar estas historias como se arma un edificio: ladrillo a ladrillo, con un plano que guíe cada pared y cada espacio, pero unas vidas hechas trizas no se pueden contar así. Es necesario mostrar el destrozo con el destrozo mismo. Las palabras se quebrantan, como se atrofia el ánimo, el futuro o la salud.”

Donde nadie, página 30

¿Por qué se hace necesario literaturizar estos temas en vez de exponerlos como una noticia?

 

CVV: Era una posibilidad, pero me encontré con que hay algunos reportajes que se han hecho. En Nicaragua hay un libro entero que se escribió, un trabajo muy minucioso que cito en la novela porque es uno de los documentos en los que me basé. Pero yo tenía una pila de informaciones, no solamente de noticias, que me suministraron las mismas personas afectadas.

La impronta del periodismo es mucho más inmediata. Es un discurso que busca más la inmediatez, mientras que la literatura suele tener una posibilidad más allá de la inmediatez. Si uno consigue crear una historia, esa historia tiene una doble posibilidad: es un género que entretiene, que tiene esa condición de la fascinación que puede generar la imaginación, pero, al mismo tiempo, la literatura permite la reflexión, permite el conocimiento.

Esa doble posibilidad que tiene el discurso literario me parece que resultaba más estratégico si la intención era dejar un documento que tuviera alguna oportunidad de ser más histórico, mucho más trascendental que un reportaje periodístico. No digo que un buen reportaje periodístico no lo logre, pero me pareció que era más estratégico la novela.

Por otro lado, la literatura costarricense no se había ocupado de este tema. Había una obra de teatro que en algún momento trabajó este asunto. La obra de teatro se llamaba precisamente Nemagón, estuvo en cartelera algún tiempo, pero luego dejó de presentarse, tuvo su intento de hacer consciencia, pero no había un trabajo ni en cuento, ni en novela, es decir, en narrativa, que trabajara este asunto. Entonces, los escritores teníamos una deuda con este tema y, de alguna manera, me propuse saldarla.

¿Cómo se dio tu acercamiento y tu interés por el tema que aborda la novela?

CVV: Precisamente, fue a través del periodismo. Yo había estado trabajando con el Instituto Nacional de Seguros en una asesoría. El trabajo consistía en hacerles una propuesta de análisis de discurso periodístico. Ellos me daban los textos que durante cada mes habían circulado con noticias que tenían que ver con el Instituto Nacional de Seguros y uno de los temas más recurrentes, justamente, era el asunto del Nemagón.

Me llamó mucho la atención porque no tenía tanta información sobre este asunto. Había escuchado, pero no tenía conciencia de que era tan grave lo que había pasado en este país. No me imaginaba que lo que había sucedido en Costa Rica y en otros países del mundo tenía una magnitud de afectación humana terrible.

Cuando empecé a ver noticias de que miles de personas habían perdido su fertilidad, que no podían tener hijos, me pareció muy grave. Pero, además, me di cuenta de que no era la única consecuencia que tenía este nematicida, que afectaba físicamente a las personas en una variedad amplísima de patologías y a esta altura han muerto miles por cánceres asociados al Nemagón, entre otras enfermedades.

Empecé a ver historias de personas que estaban solicitando indemnizaciones y que la compañía bananera responsable de estas fumigaciones se lavó las manos y se fue del país y nunca indemnizó a nadie. Luego, también supe que las acciones que se intentaron hacer en Estados Unidos fueron infructíferas. Es decir, no se pudo jurídicamente lograr nada en Estados Unidos, amén de que hubo una traición de un abogado acá.

¿Qué les quedó a estas personas? Recurrir al Estado costarricense. Pero ¿por qué el Estado costarricense si esto fue una transnacional? Es que esta transnacional operó en Costa Rica con el visto bueno, con la anuencia, con la irresponsabilidad de las autoridades costarricenses que no hicieron nada para impedir que estas compañías fumigaran estos productos que estaban prohibidísimos en otros lados y que aquí se utilizaron sin ninguna responsabilidad. Entonces sí, el Estado costarricense también tiene responsabilidad.

¿Y a qué instancia se estaría encargando de indemnizar a estas personas? Pues al Instituto Nacional de Seguros, que tampoco tenía responsabilidad, pero finalmente era una de las opciones que se encontró para intentar apoyar a estas personas de alguna manera.

Todo esto me pareció terrible. Fue cuando empecé a investigar más a fondo. Terminé la asesoría que estaba haciendo con el Instituto Nacional de Seguros y seguí con esta investigación por más o menos unos diez años. Durante ese tiempo sistemáticamente empecé a buscar información, a hacer borradores de la novela y, finalmente, se concretó el libro que ahora está circulando en las librerías.

¿Vivimos en un país que se contradice, que por un lado decimos “pura vida” y por otro sembramos muerte?

CVV: Eso lo digo yo en la novela. Nosotros nos vendemos como un país ecológico, vendemos al mundo que somos un país que protege la biodiversidad y que tenemos un porcentaje alto de reservas biológicas. Eso está muy bien, pero, por otro lado, somos uno de los países que, todavía hoy, sigue vertiendo productos químicos letales en plantaciones que tienen una afectación para los seres humanos y para el ambiente. Somos uno de los países que más envenena el ambiente gracias a estos químicos que están prohibidos en otros lados y que aquí se siguen utilizando. Se utilizaron en el siglo pasado, se utilizaron en las plantaciones y se siguen utilizando en las piñeras en este momento con el altísimo riesgo de todas las consecuencias que esto tiene.

En las investigaciones que he estado haciendo hay documentos científicos que muestran que estos químicos se han encargado de dañar seriamente los mantos acuíferos. En los riachuelos de estas zonas antes se encontraban una gran variedad de peces y animales que formaban parte de la biodiversidad que crecía alrededor de las aguas y que hoy ya no se ve.

La afectación sobre la biodiversidad es medible científicamente. Por ejemplo, las compañías enterraban estañones de Nemagón en algún momento, ya sea porque les sobraba o porque querían esconder la evidencia cuando las investigaban. Los expertos calculan que las aguas que están alrededor de donde están estos estañones enterrados estarán contaminadas por unos 200 años aproximadamente. Es decir, 200 años en que aquella persona que se le ocurra beber de estas aguas, sin darse cuenta, se estará tomando un veneno que va a tener consecuencias exactamente iguales a las consecuencias que tuvieron estas 50 000 personas que fueron envenenadas de manera directa y hablamos de más de 200 000 personas de manera indirecta, porque estas personas tienen su familia. Las consecuencias de todo esto son terribles y siguen siéndolo.

 

Portada de la novela donde destaca la silueta de unos vástagos de banano.

¿La prensa sigue callando estos temas?

 

CVV: Bastante, bastante. Frente a una tragedia humana tan terrible uno no encuentra reportajes de profundidad. Los únicos que he encontrado son los que ha publicado el Semanario Universidad. Aparte de este medio, es muy poco lo que uno encuentra.

¿Estamos condenados como sociedad a repetir una y otra vez la misma historia?

CVV: Lamentablemente, en sociedades de consumo donde impera la lógica del capitalismo, mientras sigamos con esta inconciencia de aprovechamiento de la naturaleza sin medir las consecuencias vamos a seguir por esta vía. Ya tenemos claro cuáles son las devoluciones de la naturaleza en relación con todo esto.

¿Qué estamos sembrando? Ya tenemos las primeras consecuencias de esto. ¿Qué estamos sembrando en cierto plazo en nuestras sociedades? ¿Estamos sembrando agricultura o estamos sembrando muerte? Cuando uno siembra muerte, finalmente recoge muerte. Es decir, las consecuencias de esto, las irresponsabilidades de los gobiernos actualmente van a tener consecuencias a futuro. Esta es una verdad científica.

Entonces, puede ser que hoy algunas empresas lucren, algunas empresas se hagan de mucho dinero, como las que ya vimos en el siglo pasado. Las compañías bananeras aquí sacaron mucha ganancia, pero nos dejaron pobreza y nos dejaron muerte. ¿Es eso lo que realmente queremos?, ¿ese es el camino que realmente queremos?

A veces falta levantar la voz y plantear que esto es grave. Lo que intenta esta novela es llamar la atención. Pensemos lo que estamos haciendo. Esa es mi intención al escribir esta novela.

Ante esta trágica realidad, ¿seguimos como sociedad comprando jorobados azules cada cuatro años?

CVV: El jorobado azul es una metáfora de otra estafa. En la novela no quise hablar de discursos religiosos porque no era el tema, pero la idea de que hay una especie de gurú que le promete salvación a las personas a través de unos talismanes de la buena suerte forma parte de otra gran estafa. Es decir, tras de cuernos, palos. Algunas personas creen que su desgracia se puede remediar con talismanes de la buena suerte, a través de unas creencias y de unos discursos de fe que nos venden.

Este tema es bastante sensible en sociedades donde se ha perdido la esperanza y muchas personas le apuestan a una creencia que, dependiendo de cómo se gestiona esa fe, a veces es otra manera de estafa. Ese es otro tema que no quise trabajarlo. Entonces, utilicé una metáfora de un vendedor de talismanes, de jorobados azules o jorobados de la buena suerte que, por cierto, no es una ficción, existen los jorobados de la buena suerte y se venden. Hay personas que compran estos jorobados de la buena suerte creyendo que con eso se les va a resolver todo, que el jorobado de la buena suerte va a dar salud, dinero y amor, pero sabemos que es otra estafa.

Al jorobado lo encontré escuchando radio, cuando sintonicé un programa de una persona que estaba vendiendo jorobados de la buena suerte. Esto tiene una larga historia, nació en Francia con el famoso jorobado de Notre Dame y la idea de que los jorobados pueden dar suerte y que tocarle la joroba a un deforme puede darnos suerte. No sé cómo se concreta esto y finalmente hay toda una industria de que los jorobados pueden ser talismanes. Me parece interesantísima esta idea y me pareció muy oportuna para meterla como algo medio jocoso dentro de la historia.

¿Visualizás que esta historia pueda llegar a tener un “final feliz”?

CVV: No lo sé, no lo sé. Yo no busco que haya un final. Es decir, no pienso que la historia tenga un final ni feliz ni no feliz, sino que mi trabajo es mostrar lo que está pasando. No puedo saber cuál podría ser el final. Obvio que a mí me encantaría que esto tuviera un final esperanzador. Temo que no es tan sencillo y menos cuando la historia se está repitiendo en otras plantaciones.

A principios del siglo XX la novela de las bananeras se desarrolló en toda América Latina en los países llamados Repúblicas Bananeras. Estamos hablando de Ecuador, Colombia, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Filipinas, incluso. Son muchos países los que participaron de la industria del banano.

En algunos países como Colombia, Guatemala, Costa Rica, se produjeron situaciones históricas asociadas con protestas. Incluso en algunos países se dieron masacres para acallarlas. En todo lugar hubo huelgas. Es decir, fue un movimiento social. Las bananeras desataron movimientos sociales que, de alguna manera, también incidieron en la constitución de la conciencia socialista. Por ejemplo, los partidos comunistas estuvieron muy ligados a la historia de las bananeras, a la defensa de la manera como las compañías bananeras explotaban a las y los trabajadores.

A finales del siglo XX pensábamos que la historia de la novela bananera era un asunto de la novela realista de principios del siglo XX, pero cuando yo encuentro que las compañías bananeras tenían un nuevo capítulo que no se había contado, había que contar este nuevo capítulo. Incluso, a veces me resulta curioso que yo haya tenido que contribuir con la historia de la novela bananera en Costa Rica cuando yo mismo creí que eso era un capítulo ya cerrado, ya saldado en la historia de la novela bananera en Costa Rica.

Es decir, este libro, Donde Nadie, es solo un capítulo más de una larga historia que empezó a principios del siglo XX y que se continúa en el siglo XXI con esta novela. Casi 100 años después hay otra novela bananera que está contando un capítulo como el que ya contó Calos Luis Fallas, o como el que ya contó Joaquín Gutiérrez Mangel, o el que contó Carmen Lyra. Hay una nueva novela bananera porque hay una historia que se sigue repitiendo.

Entonces, yo creo y temo que lo que sigue no se ha contado. Es decir, el final de esta historia no lo hemos contado todavía. No sé si será un final feliz o no, pero lo que sí sé es que todavía no hemos contado el final de esta historia. La historia de la narrativa bananera está abierta para que alguien más venga luego con otra novela, con otro texto y termine, quizá, o le agregue un nuevo capítulo a este largo cuento.

Donde Nadie, de Carlos Villalobos Villalobos, está disponible para préstamo en el Sistema de Bibliotecas, Documentación e Información (Sibdi).

Fernando Montero Bolaños
Fernando Montero Bolaños
Periodista, Oficina de Comunicación Institucional
fernando.mothiinterobolanos  @ucrwqnh.ac.cr

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