Costa Rica es famosa en el mundo por su “pura vida”, una expresión que encierra lengua, cultura e identidad y que se ha convertido en una marca país. Esas dos palabras sirven para saludar, para despedirse, para comunicar un estado de ánimo, para describir la calidad de algo y para muchas cosas más.
Al “pura vida” lo suelen acompañar otros términos que también son parte del ser costarricense. Entre ellos, “mae”, “tuanis”, “solo bueno” y “mop”. Y pueden convivir sin ningún problema con el “acharita”, el “idiay”, el “brete”, el “chante” y la “jama”.
Compilar en un solo diccionario todas las palabras que se usan solo en Costa Rica o que en el país se les otorga un significado único fue la misión que abrazó Víctor Sánchez Corrales, profesor emérito de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura, en 1991, cuando inscribió el proyecto para desarrollar un programa de lexicografía que acuerpara esta tarea.
Aunque algunas personas consideraron que el proyecto era una “cabezonada”, al final, la perseverancia y el compromiso rindieron sus frutos y, 32 años después, la obra fue concluida y, hoy, el país cuenta con el Diccionario del Español de Costa Rica, dividido en tres tomos: el primero abarca de la A hasta la M, el segundo va de la N a la Z, y el tercero agrupa fitónimos y zoónimos (plantas y animales) y el valor que les da la lengua.
El primer tomo ya está publicado y se hizo merecedor del Premio Nacional de Investigación Cultural Luis Ferrero Acosta 2024 de manera compartida. Esta parte del Diccionario cuenta con cerca de 6450 palabras de uso cotidiano, otras que se empezaron a utilizar recientemente y aquellas heredadas de viejas generaciones que ya se usan con menos frecuencia.
Su autor, para nada “fachento”, desea que el diccionario no quede a nombre de una persona, sino que se convierta en una obra institucional para garantizar su actualización permanente. De esta manera, evitará caer en la obsolescencia en la que han caído esfuerzos similares, como el Diccionario de Costarriqueñismos, de Carlos Gagini, en 1919.
Jurado del Premio Nacional de Investigación Cultural Luis Ferrero Acosta 2024
A continuación, Víctor Sánchez Corrales explica cómo fue el proceso de elaboración del diccionario, cuáles características lo hacen único en su especie y la importancia de abrazar ideales a largo plazo para que las cosas queden “a cachete” en medio de una sociedad de la inmediatez y la “chambonada”.
¿Con qué palabra del Diccionario calificaría todo el trabajo que conllevó su construcción?
VSC: “Pura vida”, nada más que está en la segunda parte. “Pura vida” es un elemento lingüístico marca país y se usa como saludo optimista, para señalar que estamos bien de salud y para señalar la calidad de excelencia de algo. Un diccionario pura vida.
¿Qué hace diferente a este diccionario de un diccionario de costarriqueñismos?
VSC: En primer lugar, la metodología. Los diccionarios tienen la entrada o lema, luego se dice si se trata de un verbo, de un sustantivo o de un adjetivo, por ejemplo. Luego, si es de uso coloquial y, finalmente, la definición. La diferencia es lo amigable de la presentación para quien consulta el diccionario.
La estructura de cada artículo está formulada siguiendo una metodología muy rigurosa, lo mismo que la redacción y la ejemplificación. Esta metodología rigurosa está en toda la obra.
La diferencia también radica en la formación de un equipo. Gracias a la creación del Programa de Estudios de Lexicografía fuimos organizando coloquios con especialistas de primera línea sobre teoría de diccionarios y hacer diccionarios. Después fui a Alemania a formarme con un lexicógrafo muy bueno. También se constituyó una biblioteca especializada y, después, incorporamos estudiantes y los formamos. Muchas de sus tesis se publicaron al amparo de ese programa.
Dirigí alrededor de 60 tesis sobre el tema de la lexicografía. Varios de mis alumnos se convirtieron en grandes profesores y también dirigieron tesis vinculadas con el Programa. La idea es que el alumno supere al maestro.
Eso es lo que hace distinto a este diccionario. Primero, un equipo formado y que está al día en lexicografía, en la práctica de hacer diccionarios, y en la teoría de diccionarios, en metalexicografía, con una biblioteca muy buena que sustenta eso y una serie de coloquios donde hubo diálogo académico con grandes especialistas.
Agradezco el apoyo institucional, porque una obra como esta necesita apoyo de la Universidad y, en diferentes momentos, los distintos vicerrectores me apoyaron. Les agradezco que creyeron en mí y en mi trabajo. También directores de la Escuela de Filología y los directores de INIL que, en su mayoría, apoyaron el trabajo.
El primer tomo del Diccionario del Español de Costa Rica ya está a la venta en la Librería Universitaria.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.¿Cuánto duró construyéndose este diccionario?
VSC: El Programa fue inscrito en 1991 y se prolongó hasta inicios del 2023. Se publicó hasta ahora por atrasos en el proceso de impresión. Son 32 años. El Programa comprendía toda una serie de proyectos que se desprendían de él. Entonces, durante ese tiempo aparecieron otros libros: uno sobre el léxico del ambiente civil electoral en Costa Rica y otro sobre el léxico básico escolar costarricense, entre otros. La obra por excelencia es el Diccionario del Español de Costa Rica.
Durante ese tiempo fui director de Escuela y del Instituto de Investigaciones Lingüísticas, dirigí la revista Káñina y estuve en el Consejo Universitario. Tuve muchas actividades docentes y administrativas que no me permitieron dedicarle todo el tiempo que quería al diccionario. En principio yo le estaba dedicando medio tiempo, pero un director de Escuela redujo el tiempo a un cuarto. Con ese cuarto de tiempo yo tenía que dirigir Káñina, dirigir el Programa de Lexicografía y hacer investigación. Eso mermó la capacidad de trabajo.
Tuve que formar al personal que, en su momento, eran muchachos jóvenes. Uno empieza a trabajar con estudiantes asistentes de Filología que hay que capacitar. Se les da una bibliografía básica, ellos la leen y se les pone a hacer práctica. De esa manera se fue formando el equipo. Luego, algunos hicieron su tesis ahí y se especializaron, como Sergio Cordero Monge, que salió a hacer su doctorado y se convirtió en especialista en metalexicografía y lexicografía.
Ahora hay un equipo bueno. Lo digo para que la Universidad se sienta orgullosa, porque somos la única institución en Centroamérica y el Caribe que tiene un equipo de lexicografía trabajando.
El ideal mío es que el Diccionario del Español de Costa Rica quede a nombre de la Universidad de Costa Rica, que sea una obra institucional. Adentro pueden venir los créditos, quienes hemos trabajado, pero que sea obra institucional, así como está el DELE de la Real Academia Española. Es decir, nosotros nos podemos morir, pero la Institución no. Eso seguiría de por vida. Sería el gran aporte que le da la Universidad al país, un repertorio de palabras que encarnan la identidad costarricense y esa identidad es histórica y dinámica. Esa identidad va cambiando, entonces el diccionario recoge todos esos cambios también.
A través de los años, esta obra representa la identidad costarricense de esta época. Pensemos en cien años después. El lector podrá ver cómo eran los ticos de esta época.
¿Cómo se recopilaron todas esas palabras y llegaron al diccionario?
VSC: Hay trabajo de campo, hay encuesta. Yo recorrí el país con la doctora Murillo e hicimos muchas encuestas. En ese momento trabajamos primaria y secundaria. Hay un material de base. Por otro lado, cazamos palabras mediante lecturas. Entonces, hay que leer novelas, poesías y usted va marcando. De ahí va elaborando un repertorio.
Víctor Sánchez Corrales, ganador del Premio Nacional de Investigación Cultural Luis Ferrero Acosta de forma compartida
¿Cómo se vive con una obra a tan largo plazo, tomando en cuenta que vio la luz más allá de su jubilación?
VSC: Desde el punto de vista académico, yo no sé qué es jubilarse. Antes me pagaban por trabajar, ahora pago para trabajar. Es la verdad.
Yo me jubilé en el 2010, pero sigo trabajando. Dejo la oficina mía en el 2016 porque siempre he creído en el reemplazo generacional. Sergio Cordero regresa con su doctorado de la Universidad de Barcelona y lo mismo Antonio Leoni. Entonces Antonio Leoni dirige Káñina, que yo la había dirigido por veinte años y pico.
En una visión futurista de don Ramiro Barrantes, en ese momento vicerrector de Docencia, le dio a la Escuela dos becas, una de esas para que alguien estudiara lingüística computacional. Esa fue la de Antonio Leoni. Cuando él vino, se hizo cargo de Káñina y yo me separé. Pero uno sigue trabajando de alguna manera.
Seguí desarrollando mi trabajo académico en la Academia de la Lengua. Creo que ingresé en el 2013 y ahí sigo. Entonces, desde el punto de vista académico, uno se jubila hasta que las luces no le den. Pero, desde el punto de vista laboral, ya no hay relación patronal.
En el prólogo de la obra se habla de la triada lengua, cultura e identidad. ¿En qué consiste esa triada?
VSC: Esa triada ha sido un criterio epistemológico que sustenta esto, lengua cultura e identidad. Toda comunidad, todo ser humano, usted, yo, en el seno de la familia, en el seno del trabajo, en el seno de la comunidad, le damos nombre a todo aquello que es importante para nosotros.
Empecemos con la palabra “monte”. Uno sale al jardín y dice: “hay mucho monte”. Pero, si hay alguno que tiene alguna importancia para algo más que monte, usted le da un nombre específico. Así nació la palabra “escobilla”. También es monte, pero ¿por qué se le dice escobilla? Porque tiene un significado, algo importante para mí. Efectivamente, ese monte se usó en su momento para hacer escobas, para barrer la casa. Se hacían escobas de la escobilla. Por eso se le dio ese nombre, porque es importante.
La experiencia de vida, que no es otra cosa que la cultura, la palabra, que es lengua. Eso va estableciendo diferencias respecto del otro y de mí mismo. Eso es identidad. Detrás del diccionario está eso. Por ejemplo, “pura vida”. “Pura vida” es lengua, “pura vida” es cultura, “pura vida” es identidad. Esa es la razón de por qué hablamos de esa triada que uno puede encontrar en este diccionario.
Como parte de la lengua, la cultura y la identidad, el fútbol no podía estar ausente del Diccionario del Español de Costa Rica, donde se incluyen a los “cartagos”, “heredianos”, “liguistas” y “morados”.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.Al ser un proyecto a tan largo plazo, ¿qué pasa con las palabras que ya caen en desuso o las que van surgiendo de camino?
VSC: Para eso hay marcas. La palabra que va cayendo en desuso uno le pone una marquita que se llama “obsol”, que está en obsolescencia, que se está perdiendo. Y en el caso de palabras nuevas, toda palabra en algún momento fue nueva, uno le pone “neologismo”, le pone esa marquita.
Gagini, 1892, refiriéndose a la palabra “corrongo”, dice: “palabra reciente entre nosotros”. Eso sería un neologismo. “Usado especialmente entre la gente culta”. Eso es el nivel social. “Usado frecuentemente” hace referencia a la frecuencia de uso. Y, luego, su significado: algo bello, bonito. Entonces, a esa palabra, bajo la metodología actual, uno le pondría “neol”, porque es un neologismo.
La “llave maya” en algún momento fue un neologismo. Ya no. Pero cuando empieza a usarse se le pone la marca de “neologismo”. Cuando se consolida se le quita esa marca en la segunda o tercera edición del diccionario. Por eso la obra es permanente.
Y lo mismo pasaría, en el caso contrario, con las palabras que van cayendo en desuso. Por ejemplo, como forma de tratamiento, en algún momento dado, estaba la palabra “maje”, ahora, entre los jóvenes, es “mae”. En el caso de ese grupo social, “maje” está experimentando una obsolescencia y, en su lugar, es “mae”.
En cuanto a la frecuencia existe una metodología para establecer el índice de uso. Uno toma textos, identifica la palabra, la frecuencia de la palabra, cuántas veces aparece y luego la dispersión, en qué contextos distintos, para ver la vitalidad de una palabra. Una palabra como “acharita” va cayendo en cierta obsolescencia. Entonces, uno le pone la marca. El diccionario es como una fotografía, en ese sentido. Tiene que marcar lo nuevo, lo que no tiene marca y lo que se está perdiendo.
¿Hay algún término del diccionario que le haya sorprendido de forma particular?
VSC: La verdad es que, en principio, todas las palabras causan sorpresa o asombro en los términos griegos. El origen de la sabiduría es la admiración. Entonces, toda palabra… “¡uy!, ¿qué significará esto?, ¡uy!, ¿para qué se usa?”. Toda palabra causa eso y la sometemos a la visión de la triada: lengua, cultura e identidad.
Por ejemplo: camión. Masculino, coloquial. Vehículo automotor dedicado al transporte público de ruta fija y para muchos pasajeros. “Ya pasa el camión”. El bus, en el presente. Y antes y en obsolescencia: cazadora.
Carrucha. ¡Viera lo que cuesta definir una carrucha! “Cilindro hueco, a veces con salientes en los bordes, que se usa para tener arrollado un cuerpo flexible, largo y, generalmente, delgado, como un hilo, alambre o cinta”. ¡Se las trae esta definición! Y le cuento que, a veces, una definición se lleva toda una mañana. Una vez lista, se consulta con el equipo. Eso es lo bello, que es un trabajo consensuado.
En el Diccionario del Español de Costa Rica ningún término está restringido por razones morales o de otra índole. Es así como se registran las “malas palabras” con todas sus acepciones.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.¿Para cuándo estarían listos los siguientes dos tomos?
VSC: Para final de año estaría publicado el segundo tomo. Ya está listo. Estoy haciendo la última revisión y voy por la letra P. El tomo de fitónimos y zoónimos estaría publicado el próximo año.
No he querido que se haga una versión digital. Primero, yo soy de la generación del papel. Después, hay estudios de neurociencia que nos dicen que en el papel se fija más la enseñanza-aprendizaje. Mi esposa es especialista en eso. Incluso, hay países nórdicos que están volviendo al lápiz y al cuaderno. Y, por otro lado, la Universidad ha invertido mucho dinero. Entonces, que la Universidad recupere algo, aunque sea una Institución sin fines de lucro.
Se está estudiando la posibilidad de que esté en línea, pero no como un documento de PDF, sino como un sistema de búsqueda de palabras, similar al del Diccionario de la Real Academia Española.
¿Qué significa para usted haber recibido el Premio Nacional?
VSC: En primer lugar, yo me siento muy agradecido con toda la gente que creyó en el proyecto y también con la gente que no creyó, porque alguna gente pensaba que el proyecto consistía en soplar y hacer diccionarios. Hoy en día ya se han dado cuenta de que había que esperar. Agradecido con todos aquellos que creyeron en la obra, con todo el equipo que trabajó conmigo, desde asistentes, que hoy son grandes profesionales.
Nosotros empezamos muy austeros. Lexicografía se fundó habiendo ido yo a la Aduana a recoger muebles que dejaban otras oficinas de Gobierno, escritorios que dejaba el Poder Judicial, por ejemplo. Fui al INVU Las Cañas y ahí yo recogí todo eso para fundar Lexicografía.
En su momento, las fichas las hacíamos en las fórmulas continuas que se usaban para hacer las planillas de la U. Como era un desecho del Centro de Informática, nosotros lo tomábamos, lo partíamos y le dábamos el tamaño de una tarjeta y ahí trabajábamos. Era una economía circular, como hoy dicen.
Era un trabajo porque creíamos en eso. Luego se logró el aporte institucional y el aporte de mis recursos, de mi salario. De mi bolsillo se compraron muchas cosas y se le daba el paseo a las personas que se traían al país para un congreso. Hay mucho de creer en eso y de aportar también.
Un agradecimiento a todos esos muchos alumnos que de alguna manera han estado colaborando. Y a mi familia, que uno la sacrifica mucho.
Muy contento porque detrás hay toda una empresa, detrás hay un gran número de personas que hemos trabajado y una institución grande que nos ha apoyado. Por eso yo quiero hacer la presentación del diccionario en la Universidad e invitar a autoridades distintas que creyeron en esto, yo quisiera que esté don Gabriel Macaya, doña Yamileth, que me apoyaron en su momento, don Henning, don Carlos Araya nos apoyó cuando fue vicerrector de Administración, y directores de Filología y del INIL. Creo que es un banquete para celebrar a lo grande esto y vender la idea de que yo quiero que sea una obra institucional.
Si usted ve, Gagini, su diccionario excelente en su momento, 1892. Se murió Gagini y no más. Don Arturo Agüero, si no me equivoco, el Consejo Universitario lo nombró para hacer el diccionario en 1956 y aparece en 1996 publicado por la Asamblea Legislativa. Murió don Arturo y se acabó. En cambio, si es una obra institucional, sigue. Esa es la idea.
El tomo I del Diccionario del Español de Costa Rica puede adquirirse en la Librería Universitaria haciendo clic en este enlace y pronto estará disponible para consulta en el Sistema de Bibliotecas, Documentación e Información (Sibdi).