Para Carlos Sánchez Avendaño, profesor de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura, es necesario utilizar más el español como lengua de comunicación científica para combatir al idea errónea de que "si no está en inglés, no existe".
Foto: Anel Kenjekeeva.Como investigador de lenguas autóctonas, Carlos Sánchez Avendaño, profesor de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura, analiza el desplazamiento lingüístico que hace el inglés en varios niveles. El primero de ellos lo comparte con otros idiomas internacionalmente poderosos, como el español, el francés y el portugués. Todos ellos han desplazado lenguas autóctonas en los lugares donde llegaron los procesos de conquista. Así es como el español y el portugués desplazaron a gran cantidad de lenguas indígenas en el continente americano, lo mismo que el inglés en la costa del Caribe nicaragüense.
Sin embargo, el inglés también ha logrado desplazar a lenguas como el español, el francés y el portugués en ciertos ambientes, aunque, en términos generales, se trata de una relación de subordinación. Esto lo ha convertido en un idioma hegemónico, como lo fueron el latín o el griego en su momento, con la única y gran diferencia de que el inglés ha logrado llevar al extremo esa hegemonía gracias al fenómeno de la globalización. En este sentido, Sánchez prefiere referirse al inglés como idioma hipercentral, de acuerdo al modelo gravitacional de las lenguas propuesto por el sociolingüista Jean Calvet.
“Él dice que, en términos lingüísticos, lo que podemos ver en este momento es que hay una lengua que él llama la lengua hipercentral, que es el inglés, y alrededor del inglés gravitan unas doce lenguas supercentrales: el español, el francés, el alemán, esas lenguas que también tienen un gran poder, incluso un poder demográfico. Alrededor de esas lenguas supercentrales gravitan unas veinte lenguas centrales, que son lenguas que ya no tienen esa hegemonía internacional, pero que, localmente, sí la tienen. Por ejemplo, en ciertos países africanos el yoruba se comporta como una lengua central, es decir, una lengua demográficamente con muchos hablantes, y está por encima de otras lenguas de comunidades pequeñas. Y, alrededor de esas 200 lenguas centrales, hay unas 6 000, 7 000 lenguas periféricas y ahí se ubicarían las lenguas indoamericanas”, explicó Sánchez.
Carlos Sánchez Avendaño, docente de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura e investigador del Instituto de Investigaciones Lingüísticas
A pesar de su posición privilegiada, el inglés no tiene una relación de desplazamiento con respecto a las lenguas supercentrales, sino solo de subordinación en ciertos ámbitos como el científico y el de la comunicación internacional. Pero con las lenguas centrales y periféricas sí ejerce un poder de desplazamiento. Esto se ve claramente en las comunidades indígenas cuando los adolescentes deben escoger entre aprender su lengua ancestral o el inglés. La mayoría de ellos se inclina por el inglés porque lo consideran un idioma de prestigio internacional y “más útil” para conseguir trabajo.
Esta asociación entre el aprendizaje del inglés y una vida de éxito es recurrente en la publicidad de institutos y academias, sin embargo, Sánchez piensa que cada vez es menos cierta, porque este idioma se ha convertido en una herramienta más, al igual que cierto dominio de paquetes informáticos y que ya no es suficiente para el mercado laboral.
“Es falsa en otros sentidos también. Hablando nuevamente de comunidades indígenas, el turismo representa un ingreso más, pero ¿los ha sacado de la pobreza? ¡En lo absoluto! ¿Los ha puesto a competir en igualdad de condiciones con el resto de la sociedad ¡En lo absoluto! Nuevamente, se ha convertido en una herramienta que hay que tener, pero para sobrevivir, ni siquiera para ascender, sino para sobrevivir”, señaló el investigador.
Como investigador, Sánchez no ha sentido presión por publicar en inglés porque sus temas tienen que ver más con el contexto costarricense. Sin embargo, menciona que algunos lingüistas extranjeros opinan que sus publicaciones no son para un público internacional solo por el hecho de estar en español. Según manifiesta, este criterio se torna mucho más fuerte en ámbitos como la Química y la Física, en los cuales es obligatorio publicar en inglés para que los trabajos tengan visibilidad en el mundo.
“¡Qué triste! ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto: que una lengua supercentral, como el español, no te posiciona al mismo nivel del inglés? Ya te convierte en academia regional o local. […] Si alguien quiere ser algo en ciencia, quiere tener cierta reputación (que me parece terrible), tiene que publicar en inglés, si no, no tiene el mismo prestigio, no tiene el mismo nivel”, se lamentó el académico.
Para Sánchez, esta posición hegemónica del inglés está llevando a discriminar lingüística y culturalmente a grandes sectores de la población, sobre todo en los ámbitos del comercio internacional, la academia y la ciencia. En este sentido, señala que hay quienes sostienen que el inglés sí está desplazando a otras lenguas supercentrales en ciertos contextos de la comunicación.
Carlos Sánchez Avendaño, docente de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura e investigador del Instituto de Investigaciones Lingüísticas
“El desplazamiento se da por factores macroestructurales y socioeconómicos, no es una carencia de la lengua. Entonces, si el inglés desplaza al español en los ámbitos de comunicación científica, tiene que ver con el prestigio que tiene el inglés, que ya se da por sentado que es la lengua de comunicación que toda persona tiene que manejar, independientemente de cuál sea su lengua materna”, explicó el lingüista.
Según Sánchez, el gran problema de la homogenización lingüística es que sea impuesta por un grupo que habla la lengua del poder y que elimine la especificidad de los demás grupos lingüísticos, inclusive cuando estos últimos escriben en inglés. Esto sucede frecuentemente en la academia, donde se exige el nivel de un científico nativo del inglés y se desdeñan estilos de redacción propios de otras culturas, aunque esté perfectamente escrito en inglés.
“Sería muy interesante si la Academia Anglófona tomara eso en cuenta y dijera “bienvenido ese artículo que no sigue un estilo discursivo del inglés, pero que se entiende perfectamente, pero que delata la lengua materna de la persona que lo mandó”. Pero no. Eso está totalmente eliminado. Y estoy hablando de ámbitos de gente que trabaja en diversidad lingüística. Es tan paradójico que te pongan a escribir según un estándar. Yo no me quiero imaginar cómo será en Química y en Física, donde esa diversidad lingüística no forma parte ni siquiera de las consideraciones”, reflexionó el investigador.
Según Sánchez, esta situación se repite en otros ámbitos con mucha mayor intensidad y puede llegar a disminuir la diversidad de posibilidades de lo que se expresa con un idioma, en vista de que una lengua recoge las prioridades, la historia y las necesidades de una sociedad. Entonces, cuando una lengua es sustituida con otra, solo queda el rastro de esas prioridades, historia y necesidades. Esta pérdida puede llegar a ser más grande si el desplazamiento lingüístico va acompañado con el desplazamiento cultural.
Carlos Sánchez Avendaño, docente de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura e investigador del Instituto de Investigaciones Lingüísticas
“La hegemonía del inglés es tan compleja y está tan bien situada que pensar que eso se vaya a cambiar es un poquito ingenuo. Pero, ¿qué podríamos nosotros hacer para evitar situaciones como estos chicos que andan usando el inglés como si fuera la gran cosa, la comunicación fuera de los call centers? Que la población tenga un buen nivel de inglés y entienda que ese inglés es una herramienta más para ciertos ámbitos, pero no es ni garantía de éxito económico, ni me hace mejor persona, ni me hace más “caché”, ni me hace nada. Es una herramienta más, al igual que todo el mundo tuvo que aprender a usar la computadora”, recomendó Sánchez.
Por otro lado, defiende una posición de resistencia ante el inglés y seguir utilizando el español como idioma de comunicación científica, no como una competencia, sino para cambiar la mentalidad de que si no está en inglés, no existe. En esta línea, considera que la Universidad debe hacer más patente su compromiso con la diversidad en todas sus manifestaciones, incluyendo la lingüística y la cultural.
“La semillita del cambio ya la tiene la Universidad. Ese aprecio por la diversidad ahí está. Tal vez no se logra concretar de la manera más perfecta en todos los ámbitos, pero ahí está”, concluyó Sánchez.