Aunque dejó de impartir clases hace 8 años, Arnoldo Mora Rodríguez sigue dirigiendo tesis doctorales y de maestría. Además, es asesor del suplemento Forja del Semanario Universidad y escribe ensayos y reseñas de libros con regularidad y participa en foros culturales y políticos.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.En un mundo lleno de respuestas, pero vacío de preguntas, la vida carece de sentido, la existencia se limita a un paso fugaz por el planeta para repetir lo que los demás hacen, sin posibilidad de cuestionar el estado de las cosas, mucho menos de proponer nuevas rutas o definir ideales alternativos. Es cuando la vida se reduce a un engrane más de una gran maquinaria que debe continuar funcionando, aunque nadie sepa su razón de ser ni su propósito.
Al ser un recurso escaso, la pregunta precisa, oportuna y, por lo general, incómoda, ha sido sumamente valiosa en la historia de la humanidad, ya sea para definir el rumbo de un país, para clarificar el objetivo de una organización o para orientar a una sola persona al pleno desarrollo de sus capacidades.
Esas interrogantes son las que han movido la vida de Arnoldo Mora Rodríguez, exdecano de la Facultad de Letras y exdirector de la Escuela de Filosofía, quien también ha utilizado la pregunta como recurso pedagógico y en la elaboración del pensamiento que ha habido detrás de movimientos universitarios y nacionales.
Las preguntas acuciantes, trascendentales y significativas empezaron a rondar su cabeza desde muy niño, en parte estimulado por su padre, quien le leía libros de filosofía política e historia desde muy pequeño. En contraposición, su madre le leía cuentos infantiles que a él le resultaban aterradores. Cuando su mamá le explicaba que tan solo era una narración fantasiosa, él interpretó aquella literatura como una mentira. A partir de ahí, decidió que no iba a gastar su tiempo leyendo mentiras, sino cosas verdaderas, que desafiaran su mente y le explicaran el mundo que enfrentaría. Fue así como leyó su primer libro: La guerra del Peloponeso de Tucídides.
Para sus ocho años ya leía de corrido y se convirtió en el usuario más asiduo de la biblioteca que recién se inauguraba en Palmares de Alajuela, su pueblo natal. El primer premio que recibió en su vida fue justamente por ser el visitante más frecuente de aquel lugar. Desde ese momento, asegura que ya tenía plena claridad de que era un intelectual y que su vida estaría marcada por el pensamiento, la reflexión y la docencia.
Arnoldo Mora Rodríguez, exdecano de la Facultad de Letras
“Pude haber complementado mis estudios en filosofía con estudios en derecho u otra disciplina. La filosofía exige muchísimo estudio. Quienes estudian filosofía lo hacen por vocación de vida”, afirmó Mora.
Como compañeros de camino, los libros han iluminado su senda y le han planteado interrogantes, lo han consolado y también lo han incomodado. Pero todo ha servido para su crecimiento y para enriquecer a otras personas con sus aprendizajes. Muchos de sus amigos de papel aún lo acompañan en el estudio de su casa, donde las paredes están forradas de extremo a extremo y de arriba abajo con repisas llenas de libros. Los únicos espacios que no lo están, tienen una exquisita colección de música clásica y los principales reconocimientos, premios y condecoraciones que Mora ha recibido a lo largo de su vida.
Luego de terminar su educación primaria en la Escuela Central de Palmares a mediados del siglo XX, se trasladó al Seminario, en San José, para cursar sus estudios secundarios junto con la carrera eclesiástica. Sin embargo, antes de concluir su formación religiosa viajó con una beca a Lovaina, Bélgica. Ahí sacó su licenciatura y doctorado en el Instituto Superior de Filosofía.
A su regreso a Costa Rica desarrolló actividades docentes en el Seminario y en la Universidad de Costa Rica, donde fue llamado como profesor visitante por la Escuela de Lenguas Modernas para impartir un seminario a la población estudiantil que estaba próxima a graduarse. Ese primer contacto con la Universidad le abrió las puertas en la Escuela de Filosofía (para ese momento denominada Departamento de Filosofía) y en la Escuela de Estudios Generales, donde Constantino Láscaris lo nombró asistente personal de la cátedra de Filosofía.
Arnoldo Mora Rodríguez, exdecano de la Facultad de Letras
Para 1970, Mora dejó su trabajo en el Seminario y se concentró plenamente en su labor docente en la Universidad de Costa Rica. Poco tiempo después ganó un concurso para ejercer como profesor de Filosofía en Estudios Generales y, en 1972, ya lo hacía en el Departamento de Filosofía de la entonces Facultad de Ciencias y Letras. Al año siguiente fue invitado a ejercer la subdirección de ese Departamento, tan solo como antesala para asumir la dirección de esa unidad académica entre 1973 y 1976, justo cuando se transformó en Escuela de Filosofía bajo el amparo de la naciente Facultad de Letras.
“Esa es una época muy importante porque fue cuando se fundó la Facultad de Letras. La Facultad de Letras es producto de la gran reforma universitaria, la tercera gran reforma universitaria que se hizo. La primera fue la fundación de la Universidad, la segunda fue del 57 de Rodrigo Facio y la tercera es la del año 73 y yo participé muy activamente. Teníamos un grupo intelectual, un tanque de pensamiento, dicen en inglés, que nos reuníamos aquí en mi barrio. Aquí al lado vivía Daniel Camacho. En su casa nos reuníamos con Fernando Leal, Elena Morúa y Francisco Ramírez, entre otros. Fernando redactó lo que es la primera parte del Estatuto Orgánico actual: los fines y objetivos, la naturaleza de la Universidad, es una pieza maravillosa. Él lo escribió después como un ensayo y ese año fue Premio Nacional de Ensayo Aquileo J. Echeverría”, recordó Mora.
Según detalla el filósofo, esa Reforma Universitaria no fue una casualidad, sino que se enmarca en el gran movimiento de la juventud universitaria a nivel mundial, el cual vio sus orígenes en 1968 en París, Francia, como apoyo a la juventud estadounidense opuesta a la Guerra de Vietnam. Fue una coyuntura en la que las nuevas generaciones se atrevieron a plantear esas preguntas incómodas al orden de las cosas, generaron una concepción filosófica que inspiró levantamientos en muchos países del orbe y modificó sustancialmente la formación universitaria. En Costa Rica, esto se tradujo en las manifestaciones contra la explotación del aluminio por parte de la compañía Alcoa, en 1970, y en la Reforma Universitaria de 1973.
“Aquí nos llegan los ecos de las revueltas mundiales un poquito tarde, con una gran ventaja: de que nosotros tenemos más tiempo para pensar, de ver las cosas a nuestra manera. Eso pasa en Costa Rica. Mayo del 68 en el mundo es el abril del 70 en Costa Rica”, resumió Mora.
El pensamiento crítico de la comunidad estudiantil y académica de entonces logró movilizar a diversos sectores sociales para manifestarse en contra de la decisión gubernamental de abrirle las puertas a una empresa extranjera que explotaría un mineral en suelo costarricense sin mayores beneficios para el país. Las preguntas incómodas para el sistema se fueron incrementando año con año, sobre todo en la búsqueda de mayor presupuesto para la educación, porque ha sido el instrumento de movilidad social más efectivo que ha tenido el país.
Arnoldo Mora Rodríguez, exdecano de la Facultad de Letras
“El hombre no es solo la capacidad de crear, el hombre es también la capacidad de destruir. Es el filósofo el que hace estas preguntas. La humanidad está feliz haciendo y haciendo cosas, pero el filósofo debe preguntarle por las consecuencias de lo que está haciendo”.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.Los grupos más intelectuales y de izquierda ganaron terreno dentro de la Universidad al punto de ganar las elecciones estudiantiles. Esa nueva realidad obligó a la institucionalidad a ponerse al día y a dar respuestas satisfactorias a las demandas de la comunidad universitaria. Esa presión desembocó en una nueva concepción de Universidad que se plasmó en el nuevo Estatuto Orgánico y en el Tercer Congreso Universitario.
“No era simplemente una reforma administrativa, era un cambio cualitativo, un cambio revolucionario. Una revolución que hacíamos e introducíamos los intelectuales de izquierda. En todos los ámbitos teníamos una concepción diferente, pero era fundamentalmente porque el mundo había cambiado. El mundo había cambiado, por eso nuestra mente tenía que cambiar y por eso la Institución tenía que cambiar”, recalcó Mora.
Producto de la Tercera Reforma Universitaria, se creó la Facultad de Letras, la cual cobija a las Escuelas de Filología, Lingüística y Literatura, de Lenguas Modernas y de Filosofía.
Arnoldo Mora Rodríguez, exdecano de la Facultad de Letras
Sobre Víctor Arroyo Soto, primer decano de la Facultad de Letras, Mora resalta la huella que dejó en torno a la investigación y sistematización lingüística de las lenguas indígenas costarricenses.
“El doctor Víctor Arroyo fue un hombre extraordinario. Demostró ser un maestro e investigador absolutamente brillante. Él era maestro y pertenecía al Partido Comunista. En el 48 viene la Junta de Gobierno, que era terriblemente represora, y lo mandaron de maestro a Los Chiles y a Upala. En esa época, aquello era la selva virgen. Se tardaba varios días a caballo para llegar a esos lugares. Y allá se fue de maestro y entonces se dedicó a estudiar las lenguas de Guatuso y comenzó a escribir y a mandar reportes de su investigación al Instituto de Antropología de México, que tiene los mayores estudios sobre lenguas indígenas. Lo encontraron tan brillante que le dieron una beca y se fue a México, allá se doctoró y regresó a Costa Rica. Él es uno de los fundadores de la lingüística, sobre todo de la lingüística indígena en este país. Llegó a ser una persona absolutamente brillante. Ya con una Universidad que no tenía prejuicios y en donde la izquierda era muy fuerte, resultó muy natural que a Víctor lo nombraran decano y a mí me nombraran vicedecano mientras también fungía como director de la Escuela de Filosofía”, rememoró.
Pero Mora no solo contribuyó a forjar el carácter de lo que sería la Universidad de Costa Rica a partir del Tercer Congreso Universitario, sino también puso las bases ideológicas de la naciente Universidad Nacional, convocado por el padre Benjamín Núñez. De esta manera, las intenciones del grupo gobernante de crear una universidad plegada a sus intereses y que neutralizara el pensamiento de izquierda de la Universidad de Costa Rica resultaron en todo lo contrario.
Dos décadas después de haber contribuido con la transformación de la UCR y la creación de la UNA fue llamado a servir como ministro de Cultura, Juventud y Deportes, durante el gobierno de José María Figueres Olsen, cargo desde el que promovió el concepto de zonas culturales para visibilizar la riqueza del Caribe, de Guanacaste, de la Zona Norte, de la Zona Sur y del Valle Central, porque, según explica, las culturas no son nacionales, sino regionales. De esta manera, una nación es el mosaico o el arcoíris de sus regiones.
De acuerdo con Mora, sacrificar la filosofía en el altar de las carreras de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) es una falacia y es desconocer por completo el origen de todas estas disciplinas, porque fueron los filósofos griegos los que crearon la ciencia y transformaron el mundo. Posteriormente, la revolución científico-técnica vino de la mano con el Renacimiento y con figuras como Galileo y DaVinci.
“Observar sin datos no es ciencia. Observar es recopilar datos y recopilar datos es lo que hace una persona que le gusta tener una afición. Lo que le da el fundamento son las matemáticas y quien crea las matemáticas modernas son los filósofos, crean la geometría analítica, que es la unión de la tradición griega de la geometría con la tradición oriental, que es el álgebra. Álgebra y geometría, la geometría analítica”, señaló el académico.
Al igual que los antiguos griegos, Leibniz con el cálculo, Cantor con la teoría de conjuntos, Hegel con su libro sobre la ciencia y la lógica, Einstein con su teoría de la relatividad y Max Planck con su teoría de los quanta, entre muchísimos otros, fueron movidos por las preguntas, por esas preguntas que buscaban explicar el mundo, por el pensamiento filosófico que hoy valoran tanto los gobiernos con capacidad de prospección y las grandes empresas transnacionales en sus procesos de creación, producción y transformación.
Arnoldo Mora Rodríguez, exdecano de la Facultad de Letras
“Cuando la gente o el político dice que hay que hacer algo, el filósofo pregunta por qué, cuáles son las consecuencias. Toda acción humana tiene sus consecuencias positivas o negativas. Las positivas se agotan mientras que las negativas perduran, pero lo importante es que algunas las podemos prever. Al final, el ser humano hace ciencia no porque quiere saber, sino porque quiere prevenir. La obsesión por el futuro nos lleva a explicar las cosas del presente para ver cómo nos desenvolvemos en un futuro previsible”, añadió el filósofo.
En un contexto donde la tecnología avanza a pasos agigantados, Mora advierte que el pensamiento es absolutamente indispensable para que la humanidad no termine siendo dominada por los aparatos, así como fue dominada por la naturaleza en su momento, cuando había que adorar a los volcanes y hacerles sacrificios humanos para evitar su enojo.
“Permanentemente tenemos que preguntarnos ¿qué es el ser humano?, sobre todo ahora, no tanto producto de la naturaleza, sino producto de las acciones mismas del hombre. El poder que tiene el hombre, si ese poder se abandona, lo destruye”, agregó Mora.
“Yo soy muy hegeliano. Hegel decía que, mientras los hombres hacen la historia, los filósofos la piensan. O sea, usted hace cosas y el filósofo pregunta: “¿Por qué usted hace eso?”.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.Mora carga con una preocupación desde su paso como decano de la Facultad de Letras hasta el día de hoy: la necesidad de contar con una biblioteca mucho más grande para el área de Letras, Artes y Estudios Generales. “Es como si una religión no tuviera un gran templo”, ilustró.
Su propuesta de contar con mayores recursos bibliográficos la conecta con la urgencia de que la Facultad de Letras no solo enseñe lenguas, literatura y lingüística, sino que piense en el papel de la lengua en el futuro de la humanidad ante el surgimiento del lenguaje informático y su desarrollo vertiginoso de la mano con la física cuántica y la inteligencia artificial.
“Pienso que la revolución más grande que he visto en los últimos 70 años es que ya no existen solo las lenguas naturales. Hoy en día se han creado las lenguas que permiten a los robots comunicarse y se están creando lenguas porque la mente humana fue hecha producto de la evolución de este mundo. Entonces, ¿cómo vamos a explorar el infinito universo con solo la lógica, las matemáticas y la gramática que tenemos?”, reflexionó Mora.
Arnoldo Mora Rodríguez, exdecano de la Facultad de Letras
La principal inquietud de este pensador es ¿cuál será la humanidad que surgirá a partir de la revolución cuántica y de la posibilidad de poblar otros espacios fuera de la Tierra? En este sentido, señala que una transformación de la realidad también implica cambios en los individuos y en sus relaciones.
“En la Facultad de Letras, la filosofía tiene que convertirse en la vanguardia. […] La filosofía tiene la tarea de pensar el futuro porque el homo sapiens es la única especie en la evolución a la cual el futuro no le es dado. Es cierto que somos, en un tercio, producto de la genética, en otro tercio, producto del medio social, pero un tercio es producto de sus decisiones, es lo que llamamos el libre albedrío”, apuntó el exdirector de la Escuela de Filosofía.
En este sentido, Mora sostiene que es imperativo que la humanidad se piense constantemente, porque, entre mayor sea su poder, las posibilidades de autodestruirse se incrementan, no solo por el placer de causarle daño al otro, sino por el solo hecho de no hacer nada, lo cual también acarrea grandes perjuicios. De ahí, la urgencia de que toda la humanidad, y particularmente las universidades, no abandonen el ejercicio de pensarse.
Arnoldo Mora Rodríguez, exdecano de la Facultad de Letras
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