La iniciativa que empezó funcionando en una pequeña oficina en la Facultad de Letras hace 30 años, celebró su aniversario en el recinto más grande que posee la Universidad: el Aula Magna.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.El final de los años ochenta fue testigo del surgimiento de un grupo inquieto de docentes y estudiantes en la Facultad de Letras de la UCR al que le preocupaba el tema de las identidades nacionales y regionales frente al embate de la globalización. Pronto, esas conversaciones informales de aulas y pasillos se transformaron en el Programa de Identidad Cultural Latinoamericana (Piicla), el cual evolucionó, en 1994, en el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla).
Treinta años después, este Centro tiene claro que la mejor forma de celebrar su aniversario es honrando el esfuerzo y compromiso de quienes lo engendraron y le dieron forma, con el propósito de continuar la tarea y seguir siendo uno de las instancias de investigación inter, trans y multidisciplinaria más importantes de la región centroamericana, la cual ha desarrollado más de 40 proyectos en los últimos cinco años y, actualmente, mantiene 21 proyectos activos.
Durante el acto de celebración del aniversario, Ivannia Barboza Leitón, directora del Ciicla, rememoró los principales acontecimientos sociales, políticos y económicos que experimentó Costa Rica, Centroamérica, Latinoamérica y el mundo entero a finales de los años ochenta, los cuales alimentaron la reflexión, el análisis y las propuestas de solución de aquel puñado de docentes y estudiantes, quienes pusieron las bases de lo que hoy es una de las unidades de investigación más prolíficas de la Universidad de Costa Rica.
“Reafirmo la idea de que siguen estando vigentes las preocupaciones de aquel grupo inquieto que le dio origen al Ciicla. […] En el camino agradezcamos lo que hemos sido como Centro, lo que personas críticas y comprometidas hicieron para darle sustento. A nosotros nos corresponde, en analogía con ellas, reflexionar sobre el mundo, procurar mejoras inmediatas y concretas de la región latinoamericana, centroamericana y costarricense, y, sobre todo, sobre nosotros mismos, nuestras identidades y humanidades”, enfatizó Barboza.
Por su parte, Francisco Guevara Quiel, decano de la Facultad de Letras, señaló la necesidad apremiante de “rehumanizar las Humanidades” en el contexto actual de menosprecio y desvalorización de la cultura y las Humanidades por parte de algunos sectores políticos y económicos, los cuales consideran que esas expresiones humanas son prescindibles o decorativas y, por lo tanto, un gasto inútil.
En este sentido, manifestó que es de vital importancia que el Ciicla y toda la Universidad siga reflexionando sobre su quehacer y su responsabilidad como parte de la sociedad. Para ello se requiere una “militancia, resistencia y servicio conscientes” de parte de docentes y estudiantes que vayan más allá de las aulas y los libros para contribuir en la construcción de una sociedad más equitativa y justa, porque “la vida universitaria está fuera del claustro”.
En esa misma línea, María Laura Arias Echandi, vicerrectora de Investigación, destacó el carácter inter, trans y multidisciplinario que ha tenido el trabajo el Ciicla desde su fundación, particularidad cada día más demandada en el mundo. Esa marca contribuyó a que la investigación en la Universidad dejara de ser exclusiva de un laboratorio y se comenzaran a compartir conocimientos, lo cual redundó en nuevos descubrimientos y perspectivas novedosas alrededor de viejos problemas.
“El Ciicla ha jugado un importante papel en el impulso y desarrollo de investigaciones alternativas que, por diversas circunstancias, no pueden ser llevadas a cabo desde otros centros o institutos, y, desde este punto de vista, realmente es un semillero de ideas y de productos que han beneficiado a la Universidad, al país y a la región también”, mencionó Arias.
El momento más emotivo del acto de celebración fue cuando se proyectó un video con una entrevista que se le realizó recientemente a Gastón Gaínza Álvarez, profesor jubilado y uno de los promotores del Ciicla, quien recordó cómo las múltiples inquietudes en torno a la identidad nacional, centroamericana y latinoamericana frente al mundo de aquel entonces desembocaron en el surgimiento del Seminario de Identidad y Destino, el cual se convirtió paulatinamente en el Ciicla.
En el conversatorio de celebración participaron Mauricio Meljívar Ochoa, María Salvadora Ortiz Ortiz, Rocío Alfaro Molina y Francisco Rodríguez Cascante, en el orden habitual.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.En estricto apego a su tradición y a su génesis, el Ciicla celebró sus 30 años con un conversatorio entre cuatro personas que participaron en su constitución y desarrollo. La primera de ellas fue María Salvadora Ortiz Ortiz, primera directora del Ciicla y quien fue parte esencial de las iniciativas que precedieron a su creación. Junto a ella, estuvieron Mauricio Meljívar Ochoa, de la Escuela de Estudios Generales, Rocío Alfaro Molina, diputada de la República, y Francisco Rodríguez Cascante, de la Sede de Occidente.
De acuerdo con Ortiz, las inquietudes que dieron origen al Ciicla aún están vigentes porque las identidades de un colectivo, de un país y de una región están en constante construcción y no tienen respuestas definitivas ni absolutas. De ahí la importancia de seguir manteniendo un espacio nutrido de libros y publicaciones, dedicado a investigar sobre las identidades y las culturas, y que amplíe sus fuentes de información de acuerdo con el devenir de la sociedad. Como ejemplo, menciona que hoy, además de recurrir a las fuentes tradicionales de información, debe estudiarse el mundo de la imagen en todos sus formatos: cine, televisión y redes sociales, entre otros.
Para la exdirectora del Ciicla, si bien en los últimos 30 años el mundo ha mostrado avances en algunas materias, lo cierto es que sigue arrastrando los mismos problemas y algunos se han agravado. La única diferencia es que antes se daba cuenta de los hechos mediante los periódicos, mientras que hoy la información se da en tiempo real desde cualquier lugar del mundo.
“Muchos de estos problemas de inequidad, genocidio, dominio hegemónico de ciertas potencias, aún las tenemos en el radar 30 años después. Es decir, cuando pensábamos América Latina en aquel contexto, estábamos bajo la influencia de todas las dinámicas mundiales que no nos eran ajenas ni tan lejanas. Actualmente estamos inmersos en un mundo con dinámicas cambiantes, movimientos, migraciones, cambios en la economía, precariedades y luchas. Esto, con la diferencia de que los canales de comunicación y difusión de información nos permiten darnos cuenta de los acontecimientos en el instante”, reflexionó Ortiz.
La exdirectora del Ciicla subrayó la necesidad de hacer frente a la erosión de la democracia a partir de la generación de políticas públicas que combatan la informalidad laboral, la cual alcanza ya a más de la mitad de la población trabajadora de América Latina. En su criterio, no existe modo alguno de tener sistemas universales de salud, educación y protección social sin un trabajo justo.
De acuerdo con el académico, el rasgo distintivo que le imprimieron el Piicla y, posteriormente, el Ciicla a estas investigaciones fue el carácter interdisciplinario frente a las especializaciones excesivas, además del interés profundo por el tema de las identidades y la cultura. Su análisis sobre la trayectoria de este Centro de Investigación lo resumió en los siguientes puntos:
1. El Ciicla y sus antecedentes pusieron en relieve en el contexto de la Universidad de Costa Rica las problemáticas de la identidad y la cultura en perspectiva regional.
2. Si bien hay más peso en la investigación sobre Costa Rica, existe un esfuerzo significativo en términos cuantitativos por abordar particularmente a Centroamérica y tratar de proyectarse a América Latina.
3. Ha sabido integrar múltiples miradas disciplinarias que han enriquecido su labor y que en muchas ocasiones ha concluido en una interdisciplinariedad.
4. El Ciicla tiene ante sí una ventana de oportunidad para redoblar sus esfuerzos en materia de investigación comparativa que le permita salir aún más de Costa Rica.
5. En tiempos de serias limitaciones presupuestarias como las que enfrenta nuestro país, me parece una oportunidad interesantísima realizar conexiones más sólidas con instancias académicas fuera de la UCR, como la del Idela, que tienen gran afinidad con las preocupaciones que tiene el Ciicla.
6. En un contexto neoliberal y neoconservador, la existencia del Ciicla representa un baluarte de la comprensión de las identidades y las culturas de los países de la región.
Mientras tanto, Alfaro recordó su paso por el Ciicla, donde empezó como asistente de investigación. Para la actual diputada, la riqueza de este Centro de Investigación radica en la inter, trasn y multidisciplinariedad que ella pudo vivir no solo desde la formalidad de los estudios, sino en la interacción cotidiana con personas de distintas generaciones y con formaciones muy disímiles, con quienes compartió historias, discusiones, trabajo y profundas reflexiones sobre infinidad de temas universitarios, nacionales, regionales y mundiales.
“En momentos en los que las utopías eran cuestionadas, ahí construíamos utopía, nuestra utopía de lo que debía ser la Universidad, nuestra utopía de lo que debía ser investigar de forma comprometida, de cómo las investigaciones no se quedaran estancadas, convirtiéndose exclusivamente en puntos para régimen académico, sino que fueran investigaciones que tuvieran vida, que interactuaran, que fueran llevadas y traídas a las distintas sedes”, rememoró Alfaro.
En opinión de la actual legisladora, la UCR en general, y el Ciicla en particular, tienen las herramientas y la autoridad moral para opinar sobre las realidades y los retos que enfrenta el país para seguir aportando sus sueños, su rebeldía, su creatividad, su capacidad para dialogar con unos y otros, su capacidad de problematizar a profundidad lo que es Costa Rica, sin quedarse en el regodeo de los discursos y sin caer en la trampa de convertirse en una universidad en función de los intereses neoliberales.
“Había una oficina minúscula, donde apenas cabía el escritorio de doña María Salvadora, pero de ahí salía el mundo, de ahí se movía el mundo, porque lo que teníamos era una mesa de trabajo llena de libros, pero también una mesa de trabajo llena de visitantes. Ahí encontraba profesores de, prácticamente, todas las instancias universitarias, así como visitantes de toda América Latina. Ahí también se establecían espacios de diálogo académico, pero también diálogo de otras instancias, más de orden familiar, personal, de todo ese tipo de preocupaciones”, recordó Rodríguez.
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