El diccionario es un puente entre el conocimiento ancestral del pueblo malecu y las nuevas generaciones.
Foto: Raquel Fonseca Marín.Por su naturaleza, un diccionario no posee personajes, ni puntos de giro, ni conflictos, ni desenlace como los cuentos y las novelas, pero la historia del diccionario malecu-español, español-malecu elaborado por Adolfo Constenla Umaña, Carlos Sánchez Avendaño y Raquel Fonseca Marín sí que tiene todos esos elementos, empezando por el hecho de que la investigación estuvo a punto de quedar inconclusa con la muerte de Constenla en el año 2013.
Cuatro décadas atrás de ese momento, este investigador ya había hecho trillo entre la Universidad de Costa Rica y el territorio indígena malecu en la zona norte de país para acercarse a esta cultura originaria y dejar registro de su lengua, ya para entonces en un proceso acelerado de desplazamiento. En esas visitas conversaba ampliamente con miembros de la comunidad para aprender su idioma, reconocer sus características lingüísticas y ponerlas por escrito.
Dos de aquellos vecinos eran don Felix y doña Águeda, quienes, para ese entonces, tenían a Raquel, una pequeña niña que creció dominando el malecu y el español. Cinco décadas después, ella sería una de las personas encargadas de finalizar la obra de Constenla.
“Cuando Constela inició con este trabajo yo estaba recién nacida, yo estaba apenas naciendo cuando él entró por acá. Casi como diez años después comprendí lo que él estaba haciendo. Él se reía de mí cuando me contaba que me recordaba cuando yo andaba en calzones cuando él llegó por Palenque. Jamás en la vida me imaginé que un día iba a ser parte de este diccionario”, recordó Fonseca.
En cuanto a Sánchez, el otro autor de diccionario, para principios de la década de los setenta aún no había nacido, pero terminó enamorándose del estudio de las lenguas indígenas al conocer el trabajo de Constenla durante sus estudios de lingüística hacia finales del siglo XX, sin sospechar que sería el encargado de terminar la obra de su maestro.
“Yo calculo que él empezó el diccionario en 1969, cuando inició su trabajo en territorio malecu. Entró por primera vez para su tesis de licenciatura, la cual defendió en 1975. Esa es la primera recopilación que él hace de vocabulario de la lengua malecu. Desde 1969 hasta el 2013, cuando murió, él siguió trabajando con la lengua, recopilando la tradición oral con descripción de la lengua y siguió aumentando ese vocabulario que iba recogiendo. Él llegaba a la casa de Raquel y preguntaba por una palabra o ella misma decía una palabra y él la apuntaba. Entonces, él siguió recopilando el vocabulario durante todas esas décadas”, detalló Sánchez.
Sin embargo, por sus múltiples ocupaciones, Constenla postergó la sistematización de todo ese vocabulario hasta que su discípulo Sánchez lo entusiasmó a que retomara el proyecto del diccionario. Fue así como, en el año 2010, Constenla empezó a elaborar los artículos lexicográficos de cada letra y a darle forma de diccionario a un cúmulo de palabras recopiladas en diferentes archivos, tarea que no logró culminar por una enfermedad mortal que le sobrevino en el año 2013. A partir de ahí, el material esperó en archivos digitales por tres años, hasta que Soley Sánchez Navarro, viuda de Constenla, se lo entregó a Sánchez para que él continuara con el trabajo.
“Cuando a mí me lo dio doña Soley, yo tenía muy claro que eso no podía quedarse en una gaveta, bueno, ni siquiera en una gaveta, en un archivo electrónico. Era el trabajo de toda una vida. Pensando en Constenla como maestro, no podía perderse ese trabajo de toda la vida de él y, además, pensando en comunidad, no era posible que tuviéramos que empezar desde cero a armar un diccionario de esta naturaleza cuando está ese trabajo que, además, ya no podíamos replicar de ningún punto de vista porque ya no están los hablantes, empezando por ahí”, señaló Sánchez.
El desafío para este investigador fue mayúsculo porque tuvo que empezar por revisar lo que había, descifrar los códigos que Constenla utilizaba y comprender el orden que le estaba dando al diccionario. En pocas palabras: meterse en la cabeza del investigador original. En ese proceso, Sánchez comprendió que debía asumir la obra como coautor y que, en ese sentido, tenía la libertad poner, quitar y cambiar lo que consideraba pertinente, siempre en absoluto respeto por la obra de su maestro, al punto de explicar en la introducción del diccionario cuáles fueron las decisiones que tomó y sus razones.
“Lo primero que hice fue estudiar qué hizo y empezar a sistematizar, de forma tal que todos los artículos quedaran exactamente de la misma manera. Eso me llevó los primeros cuatro años. Cuando llegué a las letras que no estaban redactadas, yo ya había entendido todo lo que él había hecho en el proceso y empecé a redactar las últimas cuatro letras que faltaban. Pero faltaban los ejemplos de las palabras usadas en oraciones de esas cuatro letras. Ahí es donde interviene Raquel. Ahí es donde empecé a crear los ejemplos con Raquel para que siguiera una misma línea y a resolver con ella y otros hablantes de la lengua dudas que Constenla dejó y tratar de completar toda la información que faltaba”, relató el investigador.
Una vez terminada la parte malecu-español, Sánchez se abocó a redactar la sección español-malecu desde cero, la introducción, las indicaciones de uso y una breve reseña de cómo se construyó el diccionario. Por su parte, Fonseca, además de ser la hablante de malecu con quien se logró terminar la obra, tuvo a su cargo todas las ilustraciones de la publicación, las cuales guardan una estrecha relación con expresiones culturales de su comunidad.
Para Sánchez, el diccionario es muy completo y profundo en la descripción. Subraya que, gracias al trabajo continuo de muchas décadas, la obra recoge vocabulario que ya se ha perdido en el habla cotidiana, palabras que los hablantes de mayor edad apenas recuerdan y que las nuevas generaciones desconocen por completo.
“Aunque le pusimos diccionario por una cuestión de facilidad para que todo el mundo pudiera referirse a él, en realidad, si queremos decir todo lo que es, es un diccionario lingüístico etnográfico de la lengua malecu, porque no se limita a presentar una palabra en malecu y su posible equivalente en español y el ejemplo, sino que tiene un montón de información cultural, etnográfica, es riquísimo en información etnográfica, sobre alimentos, sobre objetos de la cultura tradicional, sobre personajes de la tradición oral, nombres de dioses y nombres de demonios, la interpretación de los sueños, el simbolismo de si me sueño con algo o si me encuentro con un animal muerto o herido, todo ese tipo de asociaciones entre cultura y simbolismo están recogidas en el diccionario también. De verdad que constituye una enciclopedia de la cultura malecu”, detalló Sánchez.
Para ambos autores, esta descripción tan amplia y detallada del vocabulario malecu contribuirá al proceso de aprendizaje y enseñanza de la lengua, tanto entre las generaciones en formación escolar como entre personas adultas que desean utilizar la lengua originaria de su comunidad, pero que nunca la llegaron a dominar. Entre ellas, destacan quienes se dedican a la artesanía y necesitan escribir palabras o frases en malecu en las obras que confeccionan.
“Lo más importante es que las palabras ya quedaron plasmadas en ese diccionario. Hay mucha gente que supera los 50 años o más y que dicen que apenas saben un poquito malecu. Inclusive, personas de 65 años me han pedido que les dé clases para aprender malecu. Este diccionario va a ser una herramienta importante para todos en la población malecu que quieren aprender la lengua. Es una herramienta muy importante para la cultura”, aseguró Fonseca.
Paralelo a la publicación de este diccionario profesional, el equipo investigador comenzó a desarrollar una versión en línea con un enfoque más didáctico que, además de tener traducciones y ejemplos de uso, tenga ilustraciones, imágenes y el audio de cada palabra con sus respectivas variaciones. La plataforma de esta herramienta digital ya está diseñada, solo falta alimentarla con toda la información.
De acuerdo con los últimos censos de población, unas 600 personas se autodefinen como malecus. Sin embargo, son muy pocas las que tienen un dominio pleno del idioma. Hay otras que logran comprender una conversación, pero no se sienten en la capacidad de hablar la lengua, mientras que la mayoría apenas conoce algunas palabras.
Al respecto, Fonseca señala la necesidad de fortalecer la enseñanza de la lengua en la educación primaria y extenderla a la educación secundaria. Actualmente, las escuelas dentro del territorio malecu tienen lecciones de lengua y cultura, pero hay muchas cosas por mejorar, como los recursos didácticos, la capacitación de los docentes para enseñar idiomas, resolver algunos conflictos por diferencias de pronunciación entre los distintos palenques y, sobre todo, motivar a los niños a que creen sus propias oraciones en malecu, en lugar de limitarse a enseñar palabras sueltas.
En este sentido, Sánchez señala que el problema más evidente es que, si bien los maestros de lengua malecu sí son hablantes, nunca han recibido una formación específica en didáctica de cómo enseñar una segunda lengua a una población de siete a doce años. De ahí que las clases se desarrollan de manera muy intuitiva y empírica y se limitan a memorizar palabras y frases hechas que rápidamente olvidarán, sobre todo porque no existe un colegio dentro del territorio indígena que continúe con el aprendizaje de la lengua.
Este diccionario fue reconocido con una mención de honor del Premio Nacional de Investigación Cultural Luis Ferrero Acosta de los Premios Nacionales de Cultura 2023. Al respecto, Sánchez manifestó lo siguiente:
“Para mí es un reconocimiento del valor cultural que tiene el diccionario. Y ya, a nivel muy personal, un reconocimiento a un trabajo que fue bastante arduo porque el diccionario nunca fue inscrito como un proyecto de investigación, ni de acción social, ni de ningún tipo. Básicamente, yo lo trabajé en mis vacaciones, en Semana Santa, fines de semana, era en mi tiempo libre que yo tenía que dedicarle al diccionario porque estaba fuera totalmente de mis labores. Ahí hay un reconocimiento de ese tiempo invertido en que la obra viera la luz, pero para mí era muy importante.”
Por su parte, Fonseca mencionó que:
“Para mí fue una mezcla de todo, de alegría y, a la vez, sentimientos. Saber que hoy no están todos los que aportaron a ese diccionario, que haya salido a la luz y que nos hayan dado esa mención de honor, para mí es más que honor y cuánto más para mis malecus que ya no están aquí. Le dedico este reconocimiento a mis malecus que ya no están. Recibí ese reconocimiento en nombre de ellos porque ellos son los que más se lo merecen. Para mí fue algo inesperado y de mucho valor. Mi hermano Eustaquio Castro Castro, que en paz descanse, también contribuyó bastante en ese libro. Yo aprendí mucho de él. Por culpa de él yo empecé a trabajar con Carlos, si no, no lo hubiera conocido.”
Con esta obra, la cultura malecu se pone al mismo nivel que las culturas bribri, cabécar, térraba y brunca, las cuales también tienen su propio diccionario gracias a los proyectos de investigación y acción social que ha desarrollado la UCR entre comunidades indígenas desde finales de los sesenta.
Foto: Cortesía de Carlos Sánchez Avendaño.© 2024 Universidad de Costa Rica - Tel. 2511-4000. Aviso Legal. Última actualización: diciembre, 2024