Eugenia Rodríguez Sáenz, docente de la Escuela de la Escuela de Historia e investigadora del Centro de Investigaciones en Identidad y Cultura Latinoamericanas
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.El 10 de septiembre de 1933, el semanario Trabajo –órgano oficial del Partido Comunista de Costa Rica (PCCR)–, publicó el resumen de un discurso que Luisa González había pronunciado en la estación de radio Alma Tica. En esa ocasión, González indicó que hablaba “en nombre de la organización de mujeres trabajadoras”, y añadió: “Es este un grupo de trabajadoras de todos los gremios, que, unidas desde hace algunas semanas con propósitos de lucha social, ha hecho esta noche su primera salida a la calle”.
De seguido, González explicó cuál era el propósito de esa manifestación femenina: “Allí, en el Templo de la Música, codo a codo con sus compañeros de vida, están en estos momentos alzando la voz unánime de su protesta contra los acaparadores, contra los salarios de hambre, contra el desempleo y uniendo su palabra y su acción a la de los obreros y campesinos que exigen de la sociedad mejoras en su salario y trabajo para sus brazos”.
Sin duda, estas declaraciones de González son importantes pues la mención de la participación femenina en manifestaciones públicas era esporádica en la prensa de la época.
Entre las principales referencias conocidas se encuentran las consignadas en los estudios de Virginia Mora, en los cuales se identifica la presencia de mujeres trabajadoras en algunas protestas hechas durante las décadas de 1910 y 1920. En tales manifestaciones se demandaban mejores salarios y condiciones laborales en igualdad de condiciones con los obreros. También hubo mujeres en las manifestaciones de 1922 que exigían aprobar la ley del inquilinato.
Posteriormente, durante la campaña electoral de 1923, el Partido Reformista innovó al promover por vez primera la incorporación activa de las mujeres.
No obstante, como lo demuestra el discurso de González, el Partido Comunista fue la primera organización de su tipo que tuvo claro el importante potencial político asociado con la organización de las mujeres y su participación sistemática en diversas manifestaciones y actividades planeadas por los comunistas.
El activismo femenino fue de particular relevancia en los llamados “mítines” semanales, cuyo propósito era protestar contra el acaparamiento y la especulación de los productos de subsistencia. Los mítines también se expresaban a favor de la aprobación de cambios legales que regulasen los salarios y el alquiler de las viviendas, y que sancionaran a los especuladores de los productos básicos.Asimismo, dichos mítines estaban dirigidos a apoyar las actividades electorales de los comunistas. En el decenio de 1940, de tales reuniones surgió un fuerte respaldo para las reformas sociales de entonces.
Un factor clave en el desarrollo de los mítines fueron las difíciles condiciones económicas que experimentó Costa Rica, primero debido a la crisis económica que siguió al colapso de la Bolsa de Nueva York en 1929, y luego a causa del inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
De acuerdo con los datos disponibles, un 27 % de los mítines fueron llevados a cabo en el decenio de 1930, y un 73 % en el de 1940. Se realizaron en todas las provincias, pero la ciudad de San José concentró la mayoría de tales actividades, para cuya adecuada promoción los comunistas se valieron de anuncios en la prensa, en la radio y en hojas volantes.
Muy importante fue el trabajo propagandístico realizado por los militantes comunistas de ambos sexos, ya fuera en talleres y fábricas, o puerta a puerta en los barrios populares.
Una clasificación por tipo de protesta indica que más de la mitad de las manifestaciones iban dirigidas contra la carestía y la especulación. El resto de las movilizaciones se distribuía entre las organizadas contra las altas tarifas de la electricidad, los bajos salarios, el desempleo, el elevado costo de los alquileres y las malas condiciones de las viviendas.
Así, la lucha para asegurar la subsistencia se convirtió en un medio fundamental para que las mujeres se sumaran a experiencias políticas que iban más allá de las prácticas electorales. Recuérdese que las mujeres costarricenses solamente pudieron votar a partir de 1949.
Desde un inicio, la movilización femenina supuso un desafío para la concepción predominante, según la cual el lugar de la mujer de clase trabajadora únicamente era el hogar, y sus responsabilidades debían reducirse a las labores domésticas. Ya en su discurso de 1933, Luisa González señalaba:
“Esa gente que imagina cumplido el papel social de la mujer cuando la ve atizando el fuego o haciendo milagros para estirar el sueldo raquítico del marido, critica esta actitud decidida que hemos asumido las mujeres trabajadoras de Costa Rica. Es que no quieren darse cuenta esos señores, que califican nuestras actividades como vagabundería, de un hecho muy simple: de que somos las mujeres las que directamente afrontamos las congojas del hogar”.
Pese a la ruptura cultural que implicó la organización y la movilización de las mujeres, estos procesos también apelaron, desde otra perspectiva, a los valores tradicionales, igualmente enfatizados por la Liga Feminista y el Partido Reformista. En efecto, en las protestas contra la carestía y la especulación se invocaba con frecuencia al “maternalismo social”, con lo cual se reforzaba la construcción identitaria de la mujer-madre, cuyo deber prioritario era luchar contra la miseria y el hambre de sus familias.
En una línea similar, en un artículo publicado en febrero de 1932, la educadora y escritora Carmen Lyra ya había insistido en que la incorporación de las mujeres a las luchas sociales contribuía a “ennoblecer la maternidad”.
Ahora bien, entre la adhesión a los valores maternalistas y la ruptura que suponía la movilización de las mujeres, esta última fue, desde un inicio, el factor decisivo, como lo acentuó Luisa González en su discurso de 1933:
“Como esposas, como hermanas, como madres, sabemos cómo suele [sic: duele] ver a los chiquillos de la casa mal alimentados, desnutridos, enfermizos […]. Sentimos la necesidad de luchar, de luchar a brazo partido unidas a los hombres cuando les vemos resueltos al combate, solas cuando les observemos flaqueando ante los peligros de la lucha”.
En la primera parte de la cita es claro el predominio de los valores asociados con la maternidad, pero, al final, lo que González enfatizó fue que las mujeres se organizarían y saldrían a luchar al lado de los hombres o sin ellos. Para que no quedase duda, González añadió:
“Las mujeres de Costa Rica pensamos en esta forma, ya no nos limitamos a comprar menos arroz y aumentar la desnutrición de nuestras familias, cuando el acaparamiento de los especuladores aumenta el precio de ese cereal; sino que acudimos a la prensa, a la radio, a la tribuna pública, a señalar de frente a quienes especulan y se enriquecen a costa del hambre del pueblo”.
Al hacer un balance de las movilizaciones contra la carestía y la especulación, puede concluirse que su principal logro fue la creación, en 1943, de la Junta Central de Abastos, la primera entidad encargada de la regulación y la fijación de los precios de los productos de primera necesidad.
Dicha Junta fue sustituida por la Junta de Defensa Económica en 1944. Adicionalmente, las protestas también contribuyeron a que el Poder Ejecutivo promoviera, mediante diversos decretos, la intensificación de la producción agrícola para abastecer el mercado interno.
De esa manera, la creciente y activa participación de las mujeres en aquellas movilizaciones contribuyó a redefinir su papel en las luchas sociales y en el ámbito político, años antes de la aprobación del voto femenino en 1949.
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