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Premio Nacional de Teatro Ricardo Fernández Guardia 2023 en la categoría de dirección

Karina Mora Castro: ''Ganar un premio nacional con una obra que no se ve, sino que se siente, es pensar que van cambiando paradigmas, que hay futuro para otra población en el arte''

Mora es docente de las escuelas de Artes Dramáticas y de Ciencias de la Comunicación Colectiva
23 feb 2024Artes y Letras
Foto de Karina Mora

Karina Mora Castro obtuvo el Premio Nacional de Teatro Ricardo Fernández Guardia 2023, en la categoría de dirección por su trabajo en la obra Des conectados.

Desde hace más de diez años, Karina Mora Castro se ha interesado en explorar el teatro sensorial, con el propósito de que todas las personas puedan disfrutar de sus obras y del arte en igualdad de condiciones. 

Como parte del proyecto interdisciplinario 2023 de la Facultad de Artes, se presentó la obra de teatro sensorial Des conectados, una propuesta dirigida por Mora, en la que el público experimentó una puesta en escena de manera no convencional, y fue gracias a este trabajo que obtuvo el Premio Nacional de Teatro 2023 Ricardo Fernández Guardia en la categoría de dirección. 

Des conectados fue una historia que las personas pudieron percibir por medio de los sentidos, menos el de la vista, ya que utilizaron un dispositivo que les impedía ver y, además, había movimiento y recorrían distintos espacios y circuitos. Por lo tanto, cada vivencia de la obra fue única e irrepetible, pues varió según la percepción de cada individuo. 

Mora destacó que el tema de la obra nació a partir de cómo las personas cada vez más hacen conexiones a través de la tecnología y se pierde la humanización de las relaciones sociales, de lo que piensan y de hacia dónde quieren ir, así como de la relación con uno mismo. 

El jurado, que estuvo compuesto por Andrea Mata Benavides, Edgardo Castillo Mora y José Montero Peña, otorgó el premio “por la innovadora manera de vincular a las personas espectadoras con una teatralidad que invita a percibir multiplicidad de sensaciones, mediante estímulos sensoriales (diversos) articulados para promover una vivencia teatral y personal, diseñada para construir una experiencia totalmente interactiva. Cabe destacar el alto valor poético y particularidad intima que ofrece esta experiencia”. 

Resaltó también que la dirección “consigue generar un espacio teatral inclusivo en donde tanto personas ciegas como personas con visión, consiguen igualdad de condiciones para disfrutar un espectáculo sin reducir la calidad de su experiencia, es decir, se genera un espacio de inclusión en torno al hecho escénico; asunto de gran relevancia para nuestro contexto cultural y social. 

También sobresale la complejidad de la producción del espectáculo ya que vincula artistas de múltiples disciplinas, así como empleo de diferentes recursos técnicos y espacios físicos.”.  

A continuación, Mora conversa sobre sus inicios, la obra y sus retos y aprendizajes y proyectos a futuro.  

-¿Cómo empezaste en el teatro? 

Karina Mora Castro (KMC): Fue muy interesante porque en el colegio yo era de estas personas que siempre le gustaba estar haciendo como presentaciones, obras de teatro. Cualquier oportunidad que se diera de estar en un escenario, la tomaba porque naturalmente creo que se me daba. Cuando estaba en cuarto año, trajeron un profesor de teatro, entonces fue como mi primer acercamiento. Luego ya se fue este profesor, y fue muy interesante porque yo no sabía que existía la carrera de Artes Dramáticas en la U, entonces mi profesor de matemáticas me dijo: ¿No ha pensado hacer la prueba? -Y yo: ¿Qué, eso existe? Yo estaba pensando estudiar o Medicina o para ser maestra.  Y llego y le digo a mi mamá: “Mami, quiero ser actriz”. Entonces averigüé con este profesor y que siempre agradezco que haya personas que vean en uno algo y que lo puedan guiar, más a esa edad en la que uno está. Entonces vine, hice la prueba y me llamaron que me habían aceptado. Luego hice el examen de la U y digamos que previo a eso nunca tuve ningún estudio formal, pero creo que es como cuando uno siente que encontró el lugar donde pertenecía y fueron años muy valiosos para mí. Ya en mi segundo año llevé además la carrera de Comunicación, el énfasis que escogí fue el de Producción Audiovisual y eso me permitió mantener las dos carreras y tener un mayor bagaje del mundo del entretenimiento. 

-¿Cómo te interesaste en el teatro sensorial? 

KMC: Hace como 10 años estaba con una obra que se llamaba “Mi tía Panchita en luz negra”, que fue una obra en luz negra de tres cuentos de Carmen Lyra. Hicimos una gira, nos fue muy bien. En la técnica de luz negra, hay una luz especial que solo las cosas fosforescentes o de color blanco brillan, entonces es muy mágica.  

Fuimos a dar una función al Hospital de Niños. Luego de que terminó la función, un niño se acercó y hasta que tocó el títere reconoció que era tío Conejo. Ya después, teniendo más contacto con el niño, me doy cuenta de que es un niño ciego. Y en ese momento, para mí fue un punto de quiebre en mi formación como artista, porque hasta en ese momento, sinceramente, me puse a pensar qué significaba el teatro para las personas ciegas. Y empecé a ver que el teatro, al igual que muchas artes, se apoyan mucho en lo visual, las luces, el casting de los actores, como el vestuario puede dar información. Muchas, muchas cosas, sino es que la mayoría. Entonces empecé a pensar cómo podríamos hacer ese teatro para otras poblaciones.  

Y mandamos a Proartes, que es un fondo del Ministerio de Cultura y Juventud para las artes, un proyecto que fuera de uno de esos cuentos, de mi tía Panchita, pero para población de niños y niñas ciegos, sordos, con síndrome de Down, en camillas de hospital, que no se pudieran mover, en sillas de ruedas. Y nosotros estábamos buscando la inclusión, pero nos dimos cuenta de que más bien estábamos segregando y haciendo una obra para un público específico.  

Sin embargo, esto nos permitió una gran formación a mí y a mi equipo de trabajo, porque claro, fue la misma obra diversificando el lenguaje. Y cuando nos dimos cuenta que no era inclusión, entonces volvemos al inicio y fue pensar cómo hacer para que la misma obra la puedan disfrutar, desde sus capacidades, todas las personas.  

Entonces empecé a buscar sobre el teatro sensorial, porque lo había escuchado, pero nunca había ido a alguna obra. Justo paralelo a esto, realizo un viaje a México y conozco al Grupo Sensorama, que es un grupo que lleva más de 25 años haciendo teatro sensorial y voy a varios de sus espectáculos y digo: ¡Esto es!  

En ese momento estaba dirigiendo mi primer montaje de teatro sensorial, pero era muy a partir de lo que creía que era el teatro sensorial y lo que leía, pero no había tenido experiencia. Esto me ayudó a entender más la técnica y tuvimos el primer montaje que se llamó “Cuando las pestañas se besan”.  

En algunos montajes de teatros sensoriales alrededor del mundo, las personas llegan a las butacas, se sientan y desde ahí reciben los estímulos sensoriales. En mi caso, opté porque las personas siempre tengan una condición activa dentro de la obra. Estén caminando, se puedan sentar, puedan moverse, puedan tocar otras cosas. Y fue una experiencia muy interesante.  

Seguimos con la investigación y Juan Carlos Calderón, que es el decano de la Facultad de Artes, me ofreció el año pasado, trabajar en el proyecto interdisciplinario. Yo le propuse que fuera sensorial y él aceptó porque va con la línea de acercar a otros públicos y claro, la plataforma que da la Universidad de Costa Rica, en especial con la Vicerrectoría de Acción Social y la Facultad de Artes con el concurso de interdisciplinario, me dio la oportunidad de tener a mano personas que creyeran en el proyecto, los de música, los de artes plásticas, con la escenografía, los actores y actrices, y llegar más allá de la investigación y generar más gestión de público. Este no es un proyecto pensado para personas ciegas, si no teatro donde las personas vienen, pero si usted es una persona ciega va a disfrutar en igualdad de condiciones porque todos se tienen que poner dispositivo en los ojos para no ver nada. 

-¿Cómo se concibió Des conectados? 

KMC: Fue muy interesante porque a había que pensar en una temática que pudiera atraer al público, pero también a la comunidad universitaria, que es también nuestro primer público. Yo soy locutora también, entonces he estado mucho informándome sobre la inteligencia artificial. Y empecé a pensar cómo las personas nos estamos desconectando humanamente y nos conectamos a redes sociales donde sabemos cómo están las personas. Tal vez llevo cinco años de no verte, pero ya sé que tu hijo ha ido creciendo, que tenés otro trabajo, que te divorciaste.  

A la hora de hablar de Des conectados hablamos de ¿Cómo me desconecto de algo para conectarme a otra cosa?, pero ¿De qué me estoy desconectando?  

Lo que queríamos era que la experiencia que vivieran con la obra los conectara a sí mismos. A dejar de ver alrededor para conectarse con las emociones que le producían los estímulos sensoriales que les dábamos. Las personas que vemos, tenemos muchas distracciones y muchas cosas que ver, pero en el momento que nos cierran los ojos sí o sí, empiezo a conectar, a hablarme, y cuando estoy escuchando algo que pasa con la obra, me dan algo para oler, para comer, hay una parte importante en ese tipo de teatro, que es la percepción y es lo que hace que se le dé continuidad a la obra.  

Es decir, yo como directora sé lo que hay en la obra, pero si te doy a vos una tacita de café o un gallito de queso, vos podrías decir: “Ay, mi infancia”, otra persona: “Ay, esto nunca lo había probado, pero me genera paz”, o alguien dice: “Uy, yo soy intolerante al queso y me lo recordó”. Entonces, la percepción es importante para que cada persona del público vaya con la línea de la obra, pero al final crea su propia versión de la obra. 

-¿Cuál fue la reacción que tuvo el público ante la obra? 

KMC: Fue muy impactante. Como en cada obra de teatro, el equipo creativo monta una obra y llega el momento donde uno está pendiente de las reacciones de la gente en las partes cómicas o dramáticas. 

En el teatro sensorial hay tantas sensaciones como el público que venga.  A pesar de que nosotros guiemos un poco a que toquen algo que es suave, o que prueben algo que sea salado o dulce, la percepción de cada uno va a ser muy personal, entonces estábamos muy a la expectativa de qué iban a entender o a generar, y el público reaccionó de formas inimaginables.  

No pensé que fuera a llegar a ese nivel. Al final dábamos un espacio en la obra por si las personas querían decir algo, todo mundo siempre hablaba y los jóvenes principalmente, decían que estaban en momentos donde les daba pereza vivir, sentían que el mundo cada vez iba peor o están cansados de la vida y es muy triste, pero es muy real y con la obra habían reconectado que están vivos. Porque a veces uno dice: “Ay, qué pereza la vida”, pero cuando decís: “estoy vivo, tengo mis sentidos, tengo razones para vivir”, cambia completamente.  

Las personas ciegas se sentían súper parte del teatro. Ya que nos decían que les encanta ir al teatro, pero dejaron de ir porque a veces la gente se reía viendo una obra y ellos al no ver qué pasaba, estaban perdidos, no entendían, no había audio descripciones.  

Las personas que acompañaban a las personas ciegas generaban conciencia al tener una experiencia de participar en una obra de teatro sin el sentido de la vista. Con la obra conectaban desde ahí y creo que principalmente fue ver cómo el objetivo inicial de la obra se daba al conectar con las personas.  

Creo que cuando nosotros dejamos el exterior y conectamos con nosotros mismos y nos enfrentamos a una experiencia muy personal, siento que un actor o una actriz me está acompañando, me está guiando, me está cuidando, es maravilloso como volver al principio de los tiempos y sentirse humanos, humanas, creo que es lo más valioso en una propuesta como ésta, apelar a la humanidad en un mundo que cada vez nos conecta más desde la tecnología. 

-¿Cuáles fueron los principales retos y aprendizajes que tuvo el montaje? 

KMC: Entre los retos puedo decir que tuve un equipo de trabajo mayor al que he tenido en toda mi vida. Eran 18 personas entre estudiantes y profesionales.  

Creo que el reto de representar una dirección para personas desde diferentes áreas era importante y transmitir la importancia de una obra de teatro que no es convencional. Luego tratar de hacer un idioma común, porque tenía personas de música, de artes plásticas, actores, entonces era importante la humildad para decirles lo que quería y que ellos me indicaran cuál era la mejor forma de transmitirlo, que hubiera esa comunicación.  Ubicarme en el lenguaje de cada artista y que cada artista se metiera de lleno también en su propuesta y no solo colaborara en la parte que le correspondía, si no en otros aspectos en los que fuera necesario.  

Otro de los retos principales es llevar a cabo una obra de teatro fuera de lo que la academia tal vez nos ha enseñado.  La academia nos invita a investigar, pero normalmente, por ejemplo, en el caso de los actores y actrices, estamos acostumbrados a actuar para un público que nos viene a ver, y aquí es al revés. El actor y la actriz o los intérpretes ven al público, lo cuidan, hay una cuestión de dejar el ego de lado, porque nadie me viene a ver a mí, sino a sentir lo que puedo transmitir. Y eso es una experiencia que no cualquier artista está dispuesto a vivir o experimentar. El casting que se eligió iba de la mano con personas que tuvieran cierta sensibilidad, para que en el proceso pudieran llevar a cabo ese acompañamiento necesario.  

Creo que el último reto fue que incluimos el Bus de las Artes de la Vicerrectoría de Acción Social, que es un proyecto que maneja la Escuela de Artes Dramáticas y que se convirtió en un escenario rodante. Entonces en algún momento, mientras las personas caminaban por el teatro de Artes, tenían que salir y subirse al bus, que además es diferente. Se suben desde la parte de atrás, pasan por un cajón y llegan hasta el asiento. Además, el público no sabía que esto iba a pasar. Se hace un circuito por la U, un viaje, además dentro del bus había actores, músicos, hay paradas, hay cosas que suceden, y se llega nuevamente al teatro para terminar la obra. Es la primera vez que dirijo en un escenario sobre ruedas y era algo que queríamos proponer y hacer, y creo que salió muy bien. 

-Después de esta experiencia, ¿Creés que el público está preparado o quiere experimentar este tipo de teatro? 

KMC: Claro que sí, estoy completamente segura. Nos quedó una lista de espera de más de 200 personas en esa temporada. Todavía hay personas que nos siguen llamando.  

Por ejemplo, la institución Helen Keller se comunicó con nosotros porque estaba interesada en recibir la obra, pero quedó para una siguiente etapa, en caso de que se pueda remontar. Tuvimos un acercamiento para enseñarles el afiche sensorial que se elaboró para divulgar la obra, que tuvo sonido, braille y texturas que se tocaran y olieran. Compartimos el afiche con ellos para que nos dieran sus apreciaciones, y solo eso fue súper importante.  

También estuvimos trabajando con Henry Martínez, que es un antropólogo de la UCR y que es una persona ciega. Con él también pudimos contemplar cosas importantes, a la hora de recibir a esta población en la obra. 

Ahora que se anunció lo del premio, más personas me preguntan cuándo va a haber algo, qué va a pasar. A pesar de que se tuvo esta colaboración con la universidad, como artista independiente, he ido trabajando desde hace 10 años en esta técnica y lo que puedo decir es que vienen proyectos que me llenan de mucha ilusión entre ellos una beca que me gané con ProArtes para ir a estudiar teatro sensorial en México. Eso me va a permitir profesionalizarme.  

Estamos en espera de que pueda salir un proyecto que incluye un nuevo montaje de teatro sensorial para giras. Y personalmente, quiero alcanzar dos metas a mediano plazo, que es un montaje de teatro sensorial con la temática de Navidad, que me parecería lindísimo explorar desde ese lugar, y un concierto sensorial. 

Llevar este tipo de obras a más personas es lo que yo quisiera y encontrar patrocinadores o personas que puedan creer en el proyecto para poder hacerlo una realidad, porque sí son proyectos que requieren de dinero, si son necesarias las contrapartes. Ahí nos estamos moviendo. 

-¿Cuál es la importancia de crear dentro de la universidad, ante una situación en el sector cultural que no es la óptima?  

KMC: Es súper importante porque, primero creo que le permite a la misma población de estudiantes universitarios ver el valor de una investigación y que se animen a que con lo que se les da en la academia, puedan ellos buscar nuevos lenguajes o cosas que aportar socialmente, y cuando se dan este tipo de obras, que no son convencionales, es como una invitación a que otras personas puedan o conozcan lo que otros artistas hacen, que no sea tan conocido.  

La Universidad de Costa Rica le da a uno un apoyo con respecto a las instituciones y escuelas que forman parte de la U, desde una visión social y desde una visión cultural que puede permitir que haya más sensibilidad a la hora de hablar de estos temas y a la hora de tener un respaldo para invitar a ciertos públicos.  

Me parece muy importante, además, que estos espacios de investigación escénica se sigan dando y si se dan en un espacio seguro como es la Universidad, pueden llevar un respaldo, que proviene de personas que nos hemos preparado en las escuelas mismas de la UCR, que tenemos una visión social, pero que además podemos aportar desde lo que la U nos ha dado, es una forma de retribuir. Y que la comunidad en general, que Costa Rica se entere de lo que sale de la universidad y como estas propuestas son apoyadas por la universidad.  

Proponer proyectos es de suma importancia y que los y las estudiantes participen en ellos, es una escuela que no necesariamente se vive en las aulas. Entonces me parece súper importante, además que opten por temas que van hacia la inclusión.  

Yo estoy inmensamente feliz porque ganar un premio nacional con una obra que no se ve, sino que se siente, es pensar que van cambiando paradigmas y que hay un futuro y una cabida para otra población en el arte. Me cuesta incluso explicarlo, porque es algo muy emocional y luego ver que también Danza Universitaria se gana otro premio con una propuesta en la que participan personas sordas, me hace sentir muy feliz. 

Siento que, si cada persona desde su profesión hace algo para incluir a más personas de la sociedad en lo que ofrecemos, este mundo sería muy diferente. Y no lo digo sólo como artista, lo digo como comunicadores, como ingenieros, cada carrera puede aportar algo para hacer un mundo mejor.  

-¿Qué significa este premio a nivel profesional y a nivel personal? 

KMC: Significa gratitud y esperanza.  

Gratitud, porque este premio, a pesar de que es de dirección, lleva el nombre de todas las personas del equipo, que han creído en una propuesta que he ido haciendo poco a poco, desde los actores y actrices que me acompañan desde hace 10 años, hasta las personas que se vienen incorporando y quieren seguir vinculadas con otras propuestas mías. Siento mucha gratitud por el equipo de personas que participó en la propuesta y las personas que han ido creyendo en mí y en el proceso. 

Y esperanza, porque como artista independiente, a pesar de que a veces uno va por caminos que son más personales, como esto de la inclusión que es un tema para mí muy importante, de pronto empieza a tomar importancia o valor para otras personas con las que uno se va juntando y me da la esperanza de que cada vez se abran más espacios para hacer arte más inclusivo.  

Personalmente es algo que no me esperaba, fue una alegría que me llegó, como un subidón, muy sorpresivo y algo que acepto con mucha humildad, porque sé que representa algo muy importante a nivel nacional e internacional.  

Y como profesional, me genera un impulso, una seguridad para seguir creando, porque de pronto veo que hay más personas interesadas en apoyar. Siento que es momento de crear, crear, crear. Siento esa llama encendida de la creación y de buscar formas para llegar a más públicos. 

Andrea Marín Castro
Andrea Marín Castro
Periodista Oficina de Comunicación Institucional
Áreas de cobertura: administración universitaria y artes
andrea.mabjevrincastro  @ucrroep.ac.cr