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50.° aniversario de la Facultad de Letras

La diferencia que marcó un pantalón

Jeanina Umaña Aguiar, exdirectora de la Escuela de Lenguas Modernas, impulsó el uso de la tecnología en la enseñanza de los idiomas hace más de tres décadas
7 oct 2024Artes y Letras
Jeanina Umaña Aguiar sentada en un sillón en la sala de su casa.

Jeanina Umaña Aguiar es profesora emérita de la Escuela de Lenguas Modernas y sigue contribuyendo con el desarrollo de la enseñanza superior y su proyección social desde la Fundación de la Universidad de Costa Rica.

Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

Entre los recuerdos más vivos que tiene Jeanina Umaña Aguiar de su época como estudiante y docente de la Universidad de Costa Rica, destaca el día en que las profesoras Sonia Picado Sotela y Rose Marie Karpinsky Dodero, de Derecho y Estudios Generales, respectivamente, se pusieron pantalones por primera vez para impartir lecciones.

Eso fue lindísimo porque, entonces, todas nos pusimos pantalones y, hasta la fecha, no me los he quitado. Yo no soy las enaguas de la casa, yo llevo los pantalones de la casa. Eso fue muy bonito porque fue un cierto empoderamiento en algo muy sutil, pero significativo al final de cuentas”, reflexionó esta profesora emérita de la Escuela de Lenguas Modernas.

Este cambio en la vestimenta pudo haber pasado desapercibido por muchos, pero marcó un antes y un después para muchas mujeres que supieron leer un mensaje más allá de un atuendo, aquellas que se abrieron camino en la docencia, en la investigación y en la acción social de la Universidad, así como en cargos gubernamentales y en la empresa privada, con la consigna en su mente de “yo también puedo, y lo puedo hacer mejor”.

Una de ellas fue Umaña, quien decidió ir mucho más allá de las cuatro paredes de su aula, de su escuela y de su facultad para explorar el universo maravilloso de la Universidad. Así fue como su curiosidad innata la llevó a trabajar en comisiones institucionales que transformaron la vida universitaria. Una de ellas fue la de equipamiento, con la que se dio a la tarea de visitar todas las escuelas de Artes, Letras y Estudios Generales para determinar sus necesidades.

“No le puedo explicar la escasez con la que trabajábamos a principios de los setenta en la Universidad. Uno compraba su propia tiza y su propio borrador, sus propios pilots cuando después aparecieron las pizarras acrílicas. No nos daban nada. Había que comprar los esténciles, o los estarcidos, para hacer los exámenes en el polígrafo. Todo así, muy básico”, rememoró la lingüista.

Como parte de la comisión de equipamiento, Umaña luchó para que la Universidad invirtiera en las áreas de las Artes y las Letras, así como lo hacía para las Ciencias y las Ingenierías. Fue así como logró la adquisición de los primeros recursos tecnológicos para la enseñanza de los idiomas: grabadoras de voz y proyectores.

Similar al giro que provocaron los pantalones en las mujeres universitarias de su época, el uso de tecnología básica en las aulas de la Escuela de Lenguas Modernas desencadenó un proceso que no se detendría y llevó a esta unidad académica a ser la primera en tener conexión a Internet, a impartir un curso en conjunto con la Universidad de Kansas utilizando la Internet en el temprano 1991 y a convertirla hoy en un referente a nivel mundial de la evaluación estandarizada de idiomas mediante pruebas adaptativas con inteligencia artificial.

Una vez como directora, hacia finales de la década de los ochenta, Umaña entendió la importancia del vínculo entre la Universidad y el sector externo para transferir el conocimiento a la sociedad. Con este principio en mente, vendió la primera capacitación formal a la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) para un grupo de estudiantes becados que viajarían a los Estados Unidos. Ese fue el inicio de la venta de servicios de cursos de la Escuela de Lenguas Modernas. Con esos primeros ingresos se logró equipar con computadoras a todo el personal docente.

“Muchos se horrorizaron y muchos duraron años sin tocar la máquina, muchos dijeron que estábamos “chunchificando” la educación. ¡Vaya a ver ahora! La Escuela de Lenguas Modernas es impensable sin computadoras, impensable sin lo que se hace con inteligencia artificial para evaluar a todo mundo y para ir afuera de Costa Rica a evaluar y hacer exámenes como Dios manda”, sopesó la académica.

Entender el carácter de la Escuela de Lenguas Modernas como parte de la Universidad y de la sociedad fue su principal desafío a la cabeza de esta unidad académica. En esta tarea recibió el apoyo de gente joven y de avanzada, convencida de que se podían hacer cosas en beneficio de la ciudadanía y para elevar el nivel del profesorado de idiomas en el país.

Sin embargo, la consecución de ese objetivo mediante la venta de cursos de idiomas le impuso un nuevo reto: conseguir que la Facultad no etiquetara a la Escuela de Lenguas Modernas como la generadora de dinero, idea que ya circulaba con cierta fuerza en sus pasillos. Poco tiempo después, la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura inició con su oferta de cursos de español para personas extranjeras. Esto contribuyó a la comprensión de una Facultad integrada a la Universidad y con una fuerte proyección hacia afuera mediante contribuciones puntuales y estratégicas para el desarrollo del país.

“Yo entiendo, con toda claridad, que sea más sencillo generar recurso externo para la Escuela de Lenguas Modernas que para la Escuela de Filosofía, por ejemplo. Pero tan importante es lo que hace la Escuela de Filosofía que lo que hace la Escuela de Lenguas Modernas. Entonces, que Lenguas contribuya a la Facultad beneficia a las otras escuelas. Eso es un poco el espíritu solidario que debe prevalecer dentro de una escuela y dentro de una facultad, que el que puede ayuda al que, por su naturaleza indispensable también, contribuye de otra forma”, sostuvo Umaña.

Jeanina Umaña Aguiar sentada en un sillón en la sala de su casa.

La jubilación no ha sido obstáculo para que Jeanina Umaña Aguiar mantenga frescos los vínculos con algunos de sus colegas. Una reunión semanal es el oxígeno que sostiene la amistad que han forjado por décadas.

Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

Hija de la educación pública

Con orgullo, resalta haber nacido y crecido en Grecia de Alajuela y ser producto de la educación pública. De ella, recuerda con enorme aprecio y admiración a sus maestras de primaria María Julia Riggioni y Ana María Riggioni porque, más docentes, eran modelos de vida que no solo le enseñaron las materias básicas, sino que le transmitieron lo más valioso que ha logrado mantener a lo largo de su vida: el gusto por aprender.

“Atesoro la libertad que teníamos los niños en esa época. Todos caminábamos a la escuela pública. […] Íbamos chiquillos de todas las clases sociales porque no había nada privado. La escuela Eulogia Ruiz era la única escuela para niñas y la Simón Bolívar era la única escuela para varones. Era como es la Universidad de Costa Rica, donde vamos todos. Entonces, uno salió de la escuela con un espíritu democrático muy importante”, añoró Umaña.

Su vocación por las lenguas modernas y la lingüística la forjó desde muy pequeña, gracias a que creció escuchando a su papá hablar inglés. Tan pronto aprendió a leer, se enamoró de un diccionario Webster de inglés que había en su casa, fascinación que conserva hasta el día de hoy. En su paso por la secundaria, consiguió una beca del programa American Field Service (AFS) con la que cursó un año en un colegio de California, Estados Unidos.

“Una cosa importante es que me estimularon la lectura desde muy jovencita. Claro, era la época en la que las opciones eran jugar escondido, quedó, muñecas o leer. Si llovía mucho, y en Grecia ¡llueve con ganas!, había que leer. Entonces siempre fui buena lectora. Yo creo que eso contribuyó también al asunto de las lenguas”, reveló.

Su estadía en California durante la secundaria le sirvió para afianzar su dominio del inglés y para despertar su interés de enseñarle español a quienes solo hablaban inglés. Sin embargo, al regresar al país, mantuvo su idea de estudiar economía por sus habilidades matemáticas y gusto por la administración. Y así lo hizo. Ingresó a la carrera de Economía en 1965, pero no pudo avanzar en ella porque las clases se impartían solo de día y ella tuvo que empezar a trabajar como docente de inglés en un colegio privado.

Dadas las circunstancias, replanteó su proyecto de estudio y se inclinó por cursar el Bachillerato en Inglés, aprovechando el conocimiento que ya tenía del idioma y que la carrera que se impartía en horario nocturno. Las limitaciones de estudiar de noche y trabajar de día no fueron obstáculo para que Umaña siguiera desarrollando el gusto por aprender que le inculcaron sus maestras de primaria. Fue así como Umaña también llevó cursos de la naciente Ciencias del Hombre (hoy Antropología) y de Filología.

“Estudiar una lengua es estudiar todo un universo. Esas eran épocas en que, si uno estudiaba inglés, tenía que llevar dos años de otra lengua. Entonces, yo estudié alemán y hebreo moderno. Ahí me fue entrando esa curiosidad y esa emoción por las lenguas, al punto de que cuando tuve niños me propuse que aprendieran tres lenguas y yo fui la única profesora de inglés que puso a sus hijos en el colegio francés, porque pensé que el inglés en algún momento lo podían aprender conmigo”, relató la profesora emérita de la Escuela de Lenguas Modernas.

Su paso por Estudios Generales lo considera como una experiencia inolvidable porque la recibió un trío de lujo: Rose Marie Karpinsky Dodero, en Historia de la Cultura, Roberto Murillo Zamora, en Filosofía, y un profesor español en Castellano que, aunque no recuerda su nombre, su abordaje del idioma era singular y muy atractivo. De esas tres materias, Umaña se enamoró tanto de la Filosofía que valoró estudiar la carrera, y lo hubiera hecho si su profesor no se hubiera ido a mitad de año a sacar su doctorado a Francia.

Jack Wilson, Elsa Orozco, Rosa de Bonilla, Jezer González, Ronald Ross y Dorothy Stark, entre muchos otros, figuran en su galería de docentes que marcaron su vida y su desarrollo académico. En particular, a la profesora Stark le agradece que haya entendido que, si bien le gustaba la literatura, no se iba a dedicar a ella, que bastaba con aprender a ser un lector crítico y a disfrutar de la buena lectura. Por su parte, Elsa Orozco fue quien le abrió los ojos al mundo de la lingüística, lo cual le ayudó a encontrar su camino académico.

“La literatura es un disfrute, por eso no se puede obligar a nadie a leer, hay que aprender a disfrutarla”.

Jeanina Umaña Aguiar, exdirectora de la Escuela de Lenguas Modernas

 

“Como estudiante, casi todos los cursos eran en el edificio de Estudios Generales porque éramos tan poquitos que ahí se podía dar todo. Era la época en que tertuliábamos con los profesores en la soda Guevara, sobre todo quienes estudiábamos de noche y teníamos que comprar algo para comer en los recreos. Ya empezaba a sentirse la efervescencia que explotó en el mundo en los setenta: las sandalias, los ponchos, las minifaldas y toda la revolución musical nos llegó como un eco. No como ahora que todo se da en tiempo real. Todo ese caldo de cultivo estalló con la Revolución Estudiantil en Francia en el 68 y aquí vivimos sus efectos en la década de los setenta. Por eso digo que quienes estuvimos en la Universidad de Costa Rica en la época de los setenta fuimos privilegiados porque vivimos una época de muchísima actividad”, rememoró.

Como parte de esa generación, Umaña vivió de cerca las manifestaciones estudiantiles contra el establecimiento de la empresa Aluminium Company of America (Alcoa) en 1970, de las que guarda, orgullosamente, una cicatriz en su espalda, porque fue un acontecimiento histórico que reveló el carácter crítico de la comunidad estudiantil universitaria y colegial de aquel entonces, un espíritu de defender lo nacional que desea ver en las generaciones actuales.

Al culminar sus estudios, se incorporó de inmediato a trabajar en la Escuela de Lenguas Modernas, gracias a la invitación que le hizo la directora de esa unidad académica, Virginia Zúñiga Tristán, así como los profesores Elsa Orozco Carrillo y Danilo Hidalgo Esquivel. Eso le permitió conocer la Universidad de día… Completamente otro mundo.

“Eso me caló muy profundo. Saber lo que es la Universidad de los que pueden darse el lujo de estudiar tiempo completo habiendo tenido la experiencia de una Universidad que yo hice trabajando tiempo completo. Son dos poblaciones bastante diferentes y eso me sensibilizó mucho”, reconoció.

Como docente, tuvo la experiencia de impartir lecciones antes y después del Tercer Congreso Universitario. Bajo el antiguo esquema, el Departamento de Lenguas Modernas dependía directamente de la Facultad de Ciencias y Letras, un conglomerado muy amplio de carreras que le permitió interactuar con docentes de diversas disciplinas. Luego del Congreso, esta Facultad desapareció y dio paso a nuevas facultades, una de ellas fue la Facultad de Letras, donde se concentraron las escuelas de Filosofía, Lenguas Modernas y Filología, Lingüística y Literatura.

Sin embargo, el nacimiento de la nueva Facultad no significó nuevas instalaciones. Por lo menos, no de forma inmediata. Tendrían que pasar casi dos décadas para que estas tres escuelas tuvieran su propio espacio. Durante 18 años impartieron clases por todo el campus y ocuparon algunas oficinas en los cubículos que se encuentran detrás del edificio de aulas (antiguo Ciencias Sociales).

“Ahí nos dieron unas cuantas oficinas que compartíamos tres, cuatro y hasta cinco profesores por oficina, nos turnábamos las horas para estar dos o tres a lo más, porque físicamente era imposible. Pero esto también fue muy bonito porque uno llegaba al cubículo C y ahí en la primera oficinita estaba Constantino Láscaris. Entonces ya uno se quedaba hablando con don Constan. Allá, al final, estaba don Pierre Thomas Claudet, el psicólogo. A la par de la oficina nuestra estaba doña María Eugenia Bozzoli, por allá estaba don Héctor Pérez. Es decir, seguíamos en esa convivencia tan bonita”, recordó Umaña.

A pesar de la camaradería y del buen ambiente que se vivía, el cuerpo docente y el estudiantado empezaron a resentir la ausencia de un lugar donde pudieran confluir y generar un sentido de unidad. Fue ahí cuando Roberto Murillo Zamora, como decano de la Facultad de Letras, lideró un movimiento que logró dotar a la Facultad de su propio edificio en 1982. Umaña recuerda con mucho afecto y agradecimiento su decanatura.

“El doctor Murillo organizó una marcha. Desfilamos con pancartas desde Estudios Generales hasta donde está ahora el edificio de Letras, exigiendo que la Universidad comprara ese terreno para construir ahí el edificio de Letras. Finalmente, el edificio se inauguró bajo la rectoría de don Fernando Durán Ayanegui. La decana era Cristina Brenes, que en paz descanse, quien también era de Lenguas Modernas. Eso nos volvió a integrar. ¡Qué importantes son los espacios físicos!”, celebró de nuevo Umaña.

Primer plano de Jeanina Umaña Aguiar en la sala de su casa

Uno de los recuerdos más gratos de Umaña cuando fue directora de la Escuela de Lenguas Modernas es la elaboración del mural que se encuentra en el vestíbulo de la Facultad de Letras impulsado por la entonces decana, Emilia Macaya Trejos, y diseñado por Eduardo Torijano.

Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

Una Facultad con todas las Letras

Para Umaña, la Facultad de Letras ha hecho aportes muy significativos a la sociedad costarricense. La mayoría de ellos son de carne y hueso, personas que han contribuido desde un aula en la formación integral de nuevas generaciones, pero también aquellas que han descollado con su reflexiones en la academia y en esfera pública.

“En la Facultad de Letras hay pensamiento y esta es una sociedad que, en medio del tumulto de la vida acelerada que vivimos, necesita pensar. Si usted pone sobre la mesa lo que es la razón de ser de una escuela de filosofía, la razón de ser de una escuela que estudia literaturas y su lengua materna, la razón de ser de una escuela que estudia lenguas extranjeras que son, cada una, una ventana al mundo, cada lengua extranjera nos abre un ventana a una visión de mundo, eso es pensamiento. Y el país ha sido lo que es porque hemos generado pensamiento desde la Universidad. Los de ciencia haciendo ciencia, los de letras haciendo pensamiento, los de arte poniendo arte”, enumeró la exdirectora de la Escuela de Lenguas Modernas.

“La forma del edificio de la Facultad de Letras nos dice “aquí estamos todos”. Hay un centro muy lindo con la escultura de una niña flaquita que le decíamos Sofía y que, claramente, no es de los privilegiados […] Creo que esa escultura no está ahí por casualidad, tiene un simbolismo. A mí me recuerda que el verdadero privilegio ha sido poder estudiar en el sistema público, poder haber ido incluso a estudiar afuera apoyada por el sistema público y poder haber dado los mejores años de mi vida al sistema público. Soy ferviente creyente de la universidad pública”.

Jeanina Umaña Aguiar, exdirectora de la Escuela de Lenguas Modernas

 

A futuro, Umaña visualiza una Facultad mucho más robusta. Por un lado, una Escuela de Lenguas Modernas con una matrícula creciente interesada ya no solo en el inglés, sino también en otras lenguas, porque el mundo se enrumba con mucha fuerza hacia el multilingüismo. En este sentido, considera que varios idiomas que hoy solo se ofrecen como cursos de servicio se transformarán en carreras completas. Además, cree firmemente que el Programa de Evaluación de Lenguas Extranjeras (Pelex) se convertirá en un instituto de investigación y se proyectará muchísimo más a la comunidad nacional e internacional y, junto con él, ve surgir otro centro de investigación en estudios literarios en otras lenguas.

En cuanto a la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura, celebra el hecho de que haya iniciado su proceso de autoevaluación, porque contribuirá con su fortalecimiento y con la atracción de más estudiantes. También considera que la fortaleza de sus procesos de investigación pueden colaborar mucho más con el Ministerio de Educación Pública en la enseñanza del español.

De la Escuela de Filosofía no le cabe duda que seguirá siendo un centro rector del pensamiento y que continuará resistiendo cualquier ataque de los sectores que no creen en ella, gracias a la fortaleza de sus cimientos. Con profunda certeza, asegura que la filosofía no puede dejar de ser.

“Es muy hermoso ver que muchos de los profesores que están ahora fueron mis estudiantes, son como los hijos académicos de uno. Es muy lindo ver la semilla que uno ayudó a poner ahí, verlos florecer y verlos contribuir y participar, ser personas que aportan a la sociedad. Muy lindo”.

Jeanina Umaña Aguiar, exdirectora de la Escuela de Lenguas Modernas

 

Ante la crisis de la educación primaria y secundaria que experimenta el país, Umaña considera que la Facultad de Letras tiene la oportunidad de incrementar aún más la contribución que ya está dando al país, mediante la capacitación permanente de los docentes que ya están laborando en escuelas y colegios, ya sea para actualizar sus conocimientos y metodologías o para completar su formación.

“Para eso se necesita voluntad política de parte del Ministerio de Educación, porque la Universidad siempre ha donado, la Universidad es generosa, la Universidad de Costa Rica es una universidad generosa, pero se necesita voluntad de quienes están a cargo del tema”, advirtió la académica.

Para Umaña, la meta país de que la población sea bilingüe para el año 2040 solo se logrará modificando sustancialmente los planes de estudio de primaria y secundaria para que el estudiantado esté expuesto al inglés al menos dos horas por día.

“Si usted no vive la inmersión de irse a un país donde se habla esa lengua, usted necesita una o dos horas todos los días. Es así como los países donde la gente es bilingüe lo logra: una hora diaria, una hora y media, dos horas. Es un lujo, yo sé. Pero que no hablen de esas metas si no dan las condiciones para que eso sea. Y las condiciones son: tiempo en el plan de estudios y profesores capacitados. Si esas dos condiciones no se dan, seguiremos ahí renqueando, la gente aprendiendo inglés por sus medios, pero no necesariamente como debería ser: en la educación pública”, aseveró la exdirectora de la Escuela de Lenguas Modernas.

“Me gustaría pensar que cuando me recuerden en la Facultad piensen en alguien, primero que todo, convencida de lo que hizo, convencida de que la Facultad puede ser ese ente rector del pensamiento que yo creo que es. Que me recuerden como una persona que disfrutó la vida universitaria como nadie, y la sigo disfrutando porque todavía me siento muy conectada. Que me recuerden como alguien que quiso la Escuela, que luchó por la Escuela, que hizo lo que siempre creyó que era lo mejor, que no guardo rencor con nadie, que me siento orgullosísima de ser UCR y de ser Lenguas Modernas”.

Jeanina Umaña Aguiar, exdirectora de la Escuela de Lenguas Modernas

Fernando Montero Bolaños
Fernando Montero Bolaños
Periodista, Oficina de Comunicación Institucional
fernando.moimvhnterobolanos  @ucrcntf.ac.cr

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