Su nombre es Katherine Solís Cordero, tiene 35 años y hoy esta ejemplar costarricense, y enfermera de la Universidad de Costa Rica (UCR), ostenta uno de los reconocimientos académicos más prestigiosos y exclusivos que otorga Brasil, únicamente, a los mejores trabajos de finalización de doctorado: el premio de tesis CAPES 2023.
Este premio, creado en el 2005 y dado por primera vez en el 2006, reconoce los trabajos desarrollados en programas de posgrado brasileños que sobresalen en términos de originalidad y pertinencia para el desarrollo científico, tecnológico, cultural, social y de innovación.
En todos esos aspectos Katherine destacó de manera excepcional y fue la única estudiante de todo Brasil, así la primera mujer costarricense, que logró el premio correspondiente para el área de Enfermería 2023. En total, 1 469 tesis compitieron por la distinción y solamente 49 —una por cada área del conocimiento como Medicina, Ingeniería, etc— fueron elogiadas con el galardón CAPES, entre ellas la costarricense.
La tesis que le permitió brillar lleva por título: “Intervenciones remotas de promoción de la parentalidad y su efecto en la interacción cuidador-niño y en el desarrollo infantil” y la desarrolló en la Universidad de São Paulo (USP), Brasil, institución que actualmente se coloca entre las 71 mejores casas de estudios superiores del mundo, según Webometrics.
“El haber recibido este premio para mí representa un honor y un orgullo como mujer, enfermera, costarricense y, por supuesto, como parte de la Universidad de Costa Rica. Además, esta fue la primera vez que el programa de posgrado de estudios en Enfermería de la USP lo recibió, lo cual demuestra las bases sólidas que recibí en la UCR. Sin duda, agradezco a la Universidad de Costa Rica el haberme permitido desarrollar este sueño personal, profesional. Por eso, siempre llevo ese estandarte a favor de la educación pública”, aseguró Katherine.
La excelencia de esta joven enfermera es de admirar. Ella combina la constancia, la resiliencia y un incalculable amor por la Enfermería, lo cual le permitió jamás dejarse avasallar por los retos, incluso, cuando llegó la pandemia y ella estaba en Brasil sin su círculo de apoyo más preciado: la familia.
El objetivo de Katherine estaba claro y en cada desafío ella vio una oportunidad que la llevó a entregarse, sobresalir y dar lo mejor en todo momento fuera de las fronteras y hasta a vincularse con una institución que para muchos es la mejor del mundo: la Universidad de Harvard. Elizabeth Fujimori, profesora asociada de la Escuela de Enfermería de la USP, así lo confirma.
“Katherine es estudiosa, determinada y responsable. Estudiosa, porque siempre quiere aprender. Ella tuvo que estudiar mucho ya que no tenía conocimientos sobre ensayos clínicos. Sin embargo, fue tras ello y estudió a fondo para dar lo mejor. Determinada, porque es persistente para conseguir lo que quiere y alcanzar sus objetivos. Estudió mucho portugués antes de contactarme para que fuera su orientadora, ya que estaba decidida a hacer su doctorado aquí en Brasil. Dejó a su familia, amigos y permaneció aquí durante cuatro años, pasando por las penurias de la pandemia, pero completó su doctorado y escribió su tesis en portugués. Finalmente, es responsable porque cumplió con todas sus obligaciones y tareas pasara lo que pasara”, afirmó la experta brasileña.
En lo mismo coincide el Dr. Noé Ramírez Elizondo, director de la Escuela de Enfermería de la UCR. Para él, Katherine es un ejemplo de una enfermera pionera, a nivel nacional e internacional, que deja muy en alto a Costa Rica, a la UCR y a la Enfermería nacional en un país sudamericano como Brasil que tiene un importante desarrollo investigativo y reconocidos doctores en Enfermería.
“La Dra. Katherine ha demostrado una gran habilidad de comunicación, sensibilidad y esfuerzo científico formal. Aparte de eso, ella también tiene una gran cualidad y se llama humildad. Sin duda alguna, el potencial que Katherine tiene a futuro es muy grande. A tan solo un año y medio de haber culminado su doctorado, ella ya ha tenido grandes éxitos y nos ha representado tan bien a nivel internacional que, en un unos años, estoy seguro de que será una líder a nivel de salud infantil y, sobre todo, en neurodesarrollo”, destacó el Dr. Ramírez.
A una profesional tan destacada, que dejó tan en alto el talento de la Enfermería costarricense fuera de las fronteras, no se le podía dejar ir fácilmente. Con un carisma indudable y un entusiasmo que pone en evidencia su pasión por esta carrera dedicada al cuido en los momentos de mayor vulnerabilidad humana, Katherine comentó todo sobre investigación y por qué decidió realizarla en los lugares más pobres de Brasil conocidos como favelas.
También, platicó sobre los retos y los temores que tuvo que afrontar en medio de la pandemia para consolidar lo que pocas mujeres costarricenses de la Enfermería han logrado: un premio de alcance internacional.
Entrevista interactiva
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—Katherine, vos recibiste el premio CAPES 2023. Sos la primera del área de Enfermería que logra este reconocimiento para la USP en Brasil y la primera costarricense en recibirlo. ¡Todo un honor nacional! ¿Qué significa para vos, como hija de la educación superior pública, el haber recibido esta mención?
—Katherine Solís Cordero (KSC): “Significa un gran honor y un orgullo. Tengo la total certeza de que mis papás jamás hubiesen podido hacer frente a una educación superior privada. Entonces, estoy eternamente agradecida con la UCR. Realmente, me declaro una amante de la Universidad de Costa Rica por haberme dado esta oportunidad de formarme no solo en grado, sino que también en posgrado y luego becarme para ir a Brasil. Todavía recuerdo que llegué a Enfermería por cosas de la vida. Pero, a lo largo de la formación, fui descubriendo una carrera maravillosa que iba más allá de la de la imagen social que se tiene de la enfermería o la que está llena de todos esos estereotipos como la sumisión. Saber que la enfermería era más que eso me hizo enamorarme más de la carrera y que me quedara ahí”.
—Cuando vos hablás que Enfermería es más que esos estereotipos, tu visión se plasma, precisamente, en tu tesis de doctorado en Brasil que rompe con lo usual. Vos investigás la población infantil y su desarrollo, algo poco común en el campo. ¿Cuándo y por qué te inclinaste por este tema?
—KSC: “Me incliné por esa área desde que hice mi tesis de licenciatura. Ahí tuve el primer acercamiento con el tema de desarrollo infantil, específicamente, con pruebas de evaluación de desarrollo infantil. Ya cuando pensé en hacer una maestría, que en ese momento estaba trabajando para la Escuela de Enfermería como docente para el Programa de Asistentes Técnicos de Atención Primaria (ATAPs), descubrí que tenía mucho amor e interés por la salud pública. Así, tomé la decisión de hacer esa maestría en salud pública y, posteriormente, la UCR me brindó la oportunidad de ser becaria y de desarrollar mis estudios de doctorado en el exterior. Y pues bueno, con esa beca me pude ir.
Cuando fui a Brasil, y a raíz de mi licenciatura, yo ya iba con esa espinita de desarrollo infantil y primera infancia. Sin embargo, cuando llegué allá me encontré con un mundo gigantesco. En São Paulo están produciendo mucha investigación en este tema. Hay variedad de programas de promoción de la parentalidad, desarrollo infantil y primera infancia, tanto, que hasta tienen una fundación específica que invierte sus recursos en investigación para los temas de primera infancia. Además, hay programas de parentalidad en políticas públicas de atención a la niñez. Esto me abrió una visión hacia cosas bastantes importantes que tal vez no sabía o conocía. Logré ver otras cosas, y bueno, decidí encaminar mi doctorado por esa parte de la parentalidad”.
—Y, de todos los países del mundo, ¿por qué escogiste Brasil?
—KSC: “Porque durante toda mi vida me gustó la cultura brasileña y su lengua. Desde mis 15 años siempre fue mi sueño vivir en Brasil algún día. Ese era el foco que yo tenía. Incluso, decidí que en vez de hacer los cursos de inglés haría los de portugués en la Escuela de Lenguas Modernas, porque sabía que algún día los necesitaría y así fue. La experiencia en Brasil fue maravillosa, con todo y retos. La Universidad de São Paulo es la mejor de América Latina y también lo es en la enfermería brasileña por su alto nivel de formación e investigación. Por lo tanto, logré unir mis dos grandes sueños.
Algo que yo siempre cuento es que yo creo que la Universidad de São Paulo vino por mí, porque todo el proceso se dio sin problema y sin trabas. El contacto empezó gracias a una persona que hoy es una amiga muy querida. Mi amiga, justamente, estaba haciendo su doctorado en la Universidad de São Paulo. Ella vino a Costa Rica en el 2014 a participar de un Congreso de Salud Pública. Ahí la conocí y gracias a ella tuve ese acercamiento con la USP y hasta conocí a quien sería mi futura orientadora. El proceso selectivo fue muy fluido, se dió rápido y empecé el doctorado en febrero del 2018”.
—¿Al llegar experimentaste algún choque cultural?
—KSC: “Lo que me molestó de sobremanera, porque me pareció increíble que estando en América Latina nadie supiera, era que la gente desconocía dónde estaba Costa Rica. También, hubo algo muy retador a nivel cultural y es que la gente en Brasil a nivel académico vive para ser productiva, no para vivir o disfrutar la vida. Las personas se obsesionan mucho con ser los mejores.
A mediados del 2019 me percaté de que no estaba viviendo, solamente haciendo el doctorado, no comía y me estaba enfermando. En ese momento yo me dije: sí, el doctorado lo pedí, lo anhelé, pero si vine aquí fue a vivir. Por primera vez empecé a ir a una psicóloga. Ahí comencé a vivir un mundo nuevo y a dedicarle más tiempo a las personas que estaban conmigo allá, así como hacer pilates e ir a salas de lectura. Esto fue muy importante. En Brasil hay investigaciones que indican que hacer un posgrado es un factor de riesgo para depresión y suicidio”.
La Dra. Katherine Solís Cordero desarrolló su estudio durante los momentos más álgidos de la pandemia del COVID-19, realizó las adaptaciones correspondientes y no necesitó solicitar tiempo extra para concluir su estudio. ¡Todo un ejemplo de resiliencia!
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.—Si bien vos ya manifestate ese interés por la población infantil, quiero saber por qué. ¿Hubo alguna situación personal que te moviera a estudiar este grupo que, a su vez, es uno de los más vulnerables e indefensos del mundo?
—KSC: “Sí y empezó por algo muy personal. Tengo mucha familia y mis primas mayores ya tienen hijos. Por lo tanto, siempre estuve rodeada por muchas niñas y niños. Ya eso me empezó a capturar y después, cuando entro a la Maestría de Salud Pública, me empiezo a dar cuenta sobre cómo la evidencia científica demostraba que invertir en la niña o el niño favorece romper los ciclos intergeneracionales de pobreza y de inequidad. Y no, no estoy hablando desde un punto capitalista, sino de invertir tiempo, trabajo, atención y cuidado a la población más pequeña.
Si las niñas y niños pueden desarrollarse de la mejor manera, así como adquirir habilidades y capacidades en relación con su desarrollo infantil, es más probable que se puedan convertir en personas adultas con una mejor salud mental, con un mejor manejo de emociones, con mejores relaciones interpersonales y con menos conductas de riesgo relacionados con delincuencia o uso de drogas”.
—¿Justo por esa misma razón te inclinaste por hacer tus estudios en las favelas, parte de los lugares con mayor pobreza de todo Brasil? Estas zonas son el equivalente a visitar áras de importante vulnerabilidad social y económica como la Carpio.
—KSC: “Totalmente. Las niñas y los niños de las favelas viven en ambientes donde sus cerebros corren más riesgo de no alcanzar su mejor desarrollo o de tener una buena salud mental. Esto es igual, incluso, hasta para las mismas personas adultas que cuidan de ellas y de ellos. Por lo tanto, se les hace muy retador cuidar mejor a las y los niños, porque las mismas personas adultas tienen limitaciones de recursos económicos, educativos, emocionales y personales.
Así que el trabajo lo enfoqué directamente con las personas cuidadoras (con padres y madres) y no directamente con los niños. Si las personas que cuidan de ellos saben cómo cuidarlos y acompañarlos mejor, pues eso va a tener un impacto directo sobre la niña o el niño, en comparación a si llegamos y trabajamos directamente con la población menor de edad.
Y bueno, ahora que fui a ver la película “Sound of Freedom”, verdaderamente se reafirmó más mi motivo de seguir trabajando con esas poblaciones tan vulnerables que están expuestas a situaciones de violencia. Creo que poder acompañar más de cerca a las familias para que puedan cuidar mejor de sus niñas y niños seguirá siendo mi estandarte”.
—Katherine, ¿y con cuál realidad te encontraste en Brasil? ¿Es muy diferente a lo que viviste en Costa Rica cuando trabajaste ese mismo tema para tu licenciatura?
—KSC: “No. La verdad, somos similares. Puedo decirte que las realidades de inequidad y pobreza entre las favelas de Brasil y de Costa Rica no son tan diferentes. Cuando empezamos a ver a dónde reclutábamos a las familias, se seleccionó la zona sur de São Paulo, que es de muchísima pobreza e inequidad. Imagina que en una cuadra está la favela y cuando das la vuelta al salir tenés un edificio tipo penthouse o mansiones gigantescas. Algo parecido a lo que se ve en nuestro país y te lo puedo decir porque, cuando trabajé con los ATAPs aquí en Costa Rica, visité muchas comunidades en riesgo social. Hacíamos visitas domiciliarias en diferentes zonas de riesgo y eso me preparó para el día que tuve que entrar a una favela”.
—¿Qué emoción predominó en vos cuando tuviste que entrar a la favela por primera?
—KSC: “Nunca tuve miedo. Mi único temor era que me escucharan hablando, supieran que era extranjera y se generara algún rechazo o quisieran aprovecharse, pero no. Todo transcurrió bien. Jamás pensé que me iba a morir o me iban a matar. Eso sí, tampoco te voy a negar que evidentemente buscaba ir acompañada para hacer las visitas domiciliares y recolectar los datos”.
—Katherine, ¿qué fue lo más retador de tu estudio?
—KSC: “Muchas cosas. Primero, el no tener una generación de compañeros. Por la mañana yo llevaba una clase y tenía un grupo de compañeros, en la tarde tenía otro grupo y al día siguiente otro. Entonces, no tenía un grupo de generación. Afortunadamente, esto se compensó con el tiempo.
Luego, para finales del 2018 yo ya estaba muy estresada porque no había logrado consolidar en su totalidad mi tema de la tesis. Las profesoras me fueron cuestionando y parecía que el proyecto no iba a ser viable. Pero yo me decía: ‘algo tiene que poder hacerse en desarrollo infantil desde la enfermería’. Tomé la decisión de empezar a leer como loca y algo increíble pasó.
Se abrió un concurso para ganarse un grant (premio) en investigación y un grupo de dos comunicadoras especialistas en juegos —que tienen un blog en Brasil sobre cómo jugar con los hijos para incentivar su desarrollo— ganaron ese premio, pero les faltaba alguien que les ayudara a investigar, porque el grant era de investigación.
Yo llego, le muestro mi propuesta a mi orientadora y ella me cuenta sobre esas dos comunicadoras que están buscando a una doctoranda que les aportara en la investigación. Para acortar la historia, nos reunimos y nos dimos cuenta de que la idea de ellas era igual a la mía. ¡Fue increíble! Yo estaba que me moría llorando, porque hasta tenía poca plata para investigar. La UCR me dio menos de 2 000 dólares estadounidenses para desarrollo de la tesis.
Así, hicimos match y nos convertimos en un matrimonio. Por esta alianza puedo decir que mi tesis es parte de un proyecto más grande. Además, que todo se fue acomodando, porque hasta trabajar con una población vulnerable era uno de los criterios que la persona o personas que ganaran el grant debían cumplir”.
—Tengo aquí escrito que al final ustedes trabajaron con 129 familias que tuvieran niñas y niños entre los 12 y los 23 meses de edad. ¿Cómo seleccionaron esa muestra?
—KSC: “Se decidió trabajar con entidades que son tipo guarderías del PANI, por dar un ejemplo. Son espacios financiados por el gobierno brasileño para que cuiden a los niños. En esas guarderías, ubicadas en la zona de vulnerabilidad, tuvimos reuniones con la directora y les presentamos el proyecto. Después, en cada una de las guarderías participamos en las reuniones de padres o planeábamos reuniones específicas para presentarles a las personas cuidadoras de las niñas y niños el proyecto y reclutarlos. Con las familias reclutadas, ya teníamos que ir a sus casas para hacer las visitas y recolectar los datos”.
—Muy bien. Logran conseguir esas 129 familias y luego, ¿cómo lográs relacionarte con cada una de ellas?
—KSC: “Bueno, fue difícil. Las familias vulnerables, al tener otras prioridades como traer el pan a la casa o buscar qué va a comer su hijo para que no se acueste con la pancita vacía, hace que a veces ellos no reconozcan la importancia del desarrollo infantil, jugar o la interacción con la persona menor de edad.
Entonces, fue muy complicado que las familias entendieran la importancia de esto y también fue difícil hacer toda la parte de traducción para explicarles el porqué el desarrollo infantil es importante y qué significa participar en una investigación.
Al final, se logró alcanzar la muestra de 129 familias porque llegó la pandemia y ya no podíamos reclutar más. Gracias al grant que ganaron las comunicadoras pudimos contratar personas para la recolección de datos que yo seleccioné, capacité, supervisé y acompañé como parte del doctorado.
Básicamente, la entrevista empezaba con preguntar datos sociodemográficos, conocer quién era esa familia, el ingreso, cuántas personas vivían en la casa, quiénes vivían con el niño, si tenía hermanos, etcétera. El siguiente punto era saber antecedentes de nacimiento del niño, semanas de gestación, si hubo control prenatal, lactancia materna, entre otros, para ver si había sucedido algo que podría estar afectando su desarrollo.
Finalmente, utilizamos diferentes escalas. Yo usé dos porque, como te decía, mi investigación era parte de un proyecto más grande que medía otros parámetros. Esas dos escalas mías eran: la interacción entre el niño y la mamá y, la segunda, la evaluación del desarrollo infantil.
En la primera grabamos videos de cinco minutos de la mamá interactuando con el bebé en una situación de juego libre. Con ese video analizamos 48 categorías que van desde cómo la mamá tocó al niño, si lo tocó con calidez o lo jaló, cómo se da el intercambio de miradas o el tono de voz usado.
Para evaluar el desarrollo infantil se contempló diferentes áreas como la motora gruesa, fina, lenguaje de solución de problemas y socioemocional. Las visitas duraban una hora u hora y media. Con los datos recolectados y procesados en la escala, luego hacíamos la intervención y al final se volvía a evaluar para conocer si hubo algún cambio o mejora en esas dos escalas”.
—Tengo entendido que esa cifra de 129 familias se dividió en dos: un grupo de control (66) y otro que fue intervenido (63). ¿Qué buscabas con eso?
—KSC: “Un ensayo clínico randomizado; es decir, para ver el efecto que tiene una intervención. Para poder decir que hubo un cambio producto de una intervención se debe tener el grupo que recibe la intervención y otro que no la reciba. Ambos grupos deben ser lo más homogéneos posible y solo así se puede concluir si hubo algún cambio y si fue, o no, por la intervención.
El grupo de control no recibió ninguna intervención y el otro, el de 63, recibió la intervención por ocho semanas. Después de que terminamos esas ocho semanas, ambos grupos de nuevo pasaron por el proceso de recolección de datos”.
—¿En qué consistió esa intervención?
—KSC: “En un curso. La intervención era un programa llamado BEM en portugués que es Brincar Ensina Mudar. En español significa: “jugar enseña el cambio”. El programa consta de ocho semanas de aprendizaje para personas cuidadoras, en su mayoría mujeres, del menor de edad entre los 12 a 23 meses. En ese tiempo se les enseñaba a incorporar los juegos en la rutina del día a día en los quehaceres. Básicamente, cómo puede mejorar la interacción con su hijo por medio del juego mientras lava la ropa, cuando limpia, cuando lo está cuidando o cuando está cocinando. Toda la información la enviamos por WhatsApp y por eso esta intervención fue tan innovadora.
Utilizamos Whatsapp para enviar todos los mensajes y todos los contenidos antes de la pandemia, como videos tutoriales, audios o textos con diferentes consejos. Ahora todo se hace virtual, pero en ese momento no era lo normal. Tradicionalmente, las intervenciones de promoción de la parentalidad del desarrollo infantil se hacían por medio de visita domiciliar y se entregaba la intervención presencialmente. Hacerlo por Whatsapp resultó siendo muy diferente de lo usual.
Por otro lado, en la intervención le decíamos a la mamá que entendíamos que ella tenía demasiado que hacer como limpiar la casa o cuidar de sus hijos, pero eso no impedía el poder interactuar con su hijo y, al mismo tiempo, estimular su desarrollo con cosas simples. Por ejemplo, si le decíamos que si estaba alimentando a su hijo, al mismo tiempo podía jugar con él, contarle una historia o hacerle cosquillas. O, si está lavando, le podía enseñar a su hijo a tirar las prensas al balde porque esto les ayuda a estimular la motora fina. Así solo tenía que vigilarlo mientras terminaba de lavar ropa. No se requiere que la madre detenga las tareas. Mientras su hijo juega se le puede recordar lo inteligente y lo valioso que es”.
—Increíble. Con elementos tan simples, como usted misma los describe, se puede generar un efecto positivo en el desarrollo de la niña o el niño.
—KSC: “Exacto. No es comprar el juguete más caro, una tablet o cosas demasiado sofisticadas para promover el desarrollo del cerebro del niño. La evidencia hoy nos dice que el factor protector es la interacción de la persona menor de edad con su cuidador, especialmente, para poblaciones vulnerables que están expuestas a un infinito número de condiciones adversas como violencia, hambre o drogas.
Una interacción sensible, y que responda a la necesidad del menor, va a proteger su cerebro y le va permitir desarrollarse de mejor manera en comparación a si está en condiciones adversas y no tiene un cuidador capacitado.
Si yo tengo una mamá o un papá que tiene conocimiento, que sabe qué hacer, cómo estimular a su hijo y cómo mejorar la interacción, esto va a hacer que su desarrollo mejore exponencialmente. Ahora bien, ¿qué es lo que pasa? Que muchas mamás, papás o cuidadores no tienen ese conocimiento por estar en condición de vulnerabilidad, y como te decía, a veces ni los mismos adultos poseen recursos emocionales, psicológicos, económicos ni educativos para dedicarse a estas cosas”.
“Hasta el día de hoy sigo siendo muy cuestionada del por qué una enfermera decidió investigar este tema. Y sigo muy firme en mi posición de que cuidar a la población infantil es vital para garantizar que puedan alcanzar su máximo desarrollo y la Enfermería puede aportar muchísimo. Mi estudio ayudó a romper el estigma”.
Dra. Katherine Solís Cordero.
—Eso que mencionás lo comprobaron con el grupo de control.
—KSC: “Exactamente. Vimos que los chicos que participaron de la intervención tuvieron mejor desarrollo del lenguaje que los chicos del grupo control. Además, las mamás del grupo de intervención tuvieron una mejor interacción con sus hijos que la mamá del grupo control. Esto quiere decir que el contenido de la intervención sí les ayudó a tener una mejor interacción. El parámetro con mejores resultados fue el de lenguaje y esto se debió a que mucho del contenido generado estuvo orientado a actividades para estimular más el lenguaje que las otras áreas”.
—¿De alguna manera ese nuevo conocimiento adquirido podría beneficiar a Costa Rica?
—KSC: “La evidencia nos demuestra que las familias mejor capacitadas sobre cómo cuidar a sus hijos son las que van a lograr que estos tengan un mejor desarrollo infantil y en Costa Rica se podría lograr mediante política pública. Es decir, mediante programas de promoción de la parentalidad y de desarrollo infantil que permitan acompañar a las familias.
Con mi investigación se abren las puertas a investigar este mismo tema en Costa Rica, a fin de desarrollar intervenciones y programas en las zonas vulnerables de San José, zonas fronterizas, indígenas y áreas rurales. Necesitamos primero saber qué funciona con esas familias en específico, porque algo que aprendimos mucho en Brasil es que las familias con más niños eran las menos interesadas en participar. ¿Por qué? Porque son las más ocupadas, tienen menos tiempo o, como ya las mamás tienen más niños, creen que no deben aprender nada más.
Por lo tanto, tenemos que empezar por ver también qué es lo que funciona en Costa Rica. ¿Será que aquí también todo el mundo tiene WhatsApp? ¿Será que en Costa Rica la forma de llegar a estas familias es por medio de una visita a domicilio o haciendo grupos en los Ebáis? Son preguntas que habría que investigar. Por ahí me gustaría empezar”.
—¿Ya tenés alguna forma para lograrlo?
—KSC: “En estos momentos estoy con mis estudiantes de Enfermería yendo al módulo Materno Infantil del Vilma Curling (el Buen Pastor). Estamos trabajando con las mamás y con los chicos que están ahí. Eventualmente me gustaría inscribir un proyecto de investigación para empezar con ese grupo tan pequeño y ver de qué forma con ellas se podría hacer un programa que ayude la interacción con sus niños y se fomente el desarrollo infantil.
Como Universidad tenemos una gran oportunidad y sería recabar evidencia para que se motive la generación de políticas públicas en un futuro y esos programas puedan llegar.
También, en Brasil el grupo sigue trabajando. Ahorita estamos escribiendo otro nuevo proyecto para concursar por otros grants, seguir investigando, hacer alianzas y mantener la internacionalización. La idea es ampliar el grupo de edad, ampliar con papás porque ahorita la intervención fue exclusivamente para mamá y ver la parte del contenido”.
—Y ya para cerrar, si tuvieras que agradecer algo de esta experiencia, ¿qué sería?
—KSC: “Le agradezco enormemente a la UCR por darme la posibilidad de cumplir un sueño que no sabía cómo iba a lograr. Desde que entré a la U y llevé los cursos de portugués en la Escuela de Lenguas Modernas, yo sabía que en algún momento los iba a necesitar e iría a Brasil. Sabía que el sueño iba a llegar. La UCR no solo me permitió alcanzar un sueño personal sino que también crecer muchísimo profesionalmente.
Otra de las cosas es que dentro de las instituciones que tenía el Núcleo de Ciencia de la Primera Infancia (NCPI) está el Centro de Desarrollo Infantil de Harvard, que participaba dándonos mentoría a la investigación más grande durante todo el proceso. Por medio de este centro yo pude contactar a la profesora Dana McCoy, profesora de la Facultad de Educación de Harvard, y hacer con ella mi pasantía doctoral en el 2020.
Cuando llega la pandemia ya no podía ir, Harvard cierra las puertas y la profesora me dijo que podríamos hacer la pasantía virtual para que tuviera la oportunidad. Así, yo estuve haciendo la pasantía virtual en Harvard de febrero del 2020 a diciembre del 2021. Ahí hice cursos, participé de proyectos de investigación, de reuniones, todo lo que la virtualidad me permitió. Esto también lo agradezco: pasé de la mejor universidad del país a la mejor universidad de América Latina y, luego, a una de las mejores del mundo: Harvard. Todo empezó desde que decidí hacer el examen de admisión de la UCR y siempre llevo ese estandarte a favor de la educación pública”.
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