De acuerdo con diversos estudios de la UCR, en el caso de tumores malignos de mama o próstata, el acceso a un tamizaje facilita su detección temprana y reduce su letalidad, algo que suele ocurrir en zonas con mejores condiciones económicas. (Imagen con fines ilustrativos).
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.“Decime dónde y cómo vivís y te diré cuántas posibilidades tenés de contraer, diagnosticar o superar el cáncer y otras enfermedades”. El parafraseo de este conocido refrán sirve para ilustrar las conclusiones de una serie de estudios hecho en la Universidad de Costa Rica (UCR) sobre las expectativas de tener una larga vida sin padecer enfermedades que pueden ser letales, según el lugar donde usted viva o su condición socioeconómica.
Este es el resultado de varios análisis, realizados por un grupo interdisciplinar conformado por Romain Fantin, del Centro Centroamericano de Población (CCP); Carolina Santamaría Ulloa, funcionaria de la sección de Genética Humana del Instituto de Investigaciones en Salud (Inisa); Cristina Barboza Solís, epidemióloga y docente de la Facultad de Odontología de la UCR y Cyrille Delpierre, investigador asociado externo del Centro de Epidemiología de Investigación en Salud de las Poblaciones (Cerpop) en Francia.
Todos estos artículos fueron recopilados en el posteo “Inequidades geográficas en cáncer: ¿Un patrón diferente al de otras enfermedades?” del Blog Estadísticas Públicas del CCP.
En concreto, las investigaciones muestran varias tendencias. Una muy reveladora es que los recursos socioeconómicos no aseguran vivir una vida más larga, al menos en el caso de los hombres.
Donde sí hay más posibilidades masculinas de llegar a una esperanza de vida prolongada es entre los costarricenses que viven en zonas rurales o mixtas (entre rurales y urbanas), quienes cuentan con más opciones de conseguir este objetivo que aquellos habitantes de lugares que destacan por su desarrollo socioeconómico.
El caso de las mujeres es muy diferente. Las habitantes de distritos urbanos más ricos sí suelen tener una mayor esperanza de vida. De hecho, entre el género femenino esa diferencia socioeconómica es mucho más marcada que entre los hombres.
La epidemióloga Cristina Barboza Solís comentó que el género masculino en el país suele tener peores hábitos de salud que las mujeres, lo que desemboca en más probabilidades de sufrir cierto tipo de enfermedades.
Según estas mismas investigaciones realizadas entre el 2011 y el 2019, el diagnóstico y la muerte por cáncer en general (y para la mayoría de los lugares del cuerpo donde surge el tumor) se da en zonas urbanas, que también poseen en promedio más ingresos socioeconómicos.
En específico y de acuerdo con Barboza, los tumores malignos de mama, próstata, colon y tiroides son más comunes de detectar entre los cantones con mayor desarrollo económico. Específicamente en los dos primeros, al existir el tamizaje, esto facilita su detección temprana y, por lo tanto, reduce la letalidad en estas zonas específicas.
Como excepción, el cáncer de cérvix suele diagnosticarse más y cobrar un mayor número de víctimas en los sitios donde abunda la pobreza. Algo similar pasa con los tumores malignos gástricos o pulmonares, que se suelen encontrar con más normalidad en este tipo de zonas en riesgo social, aunque su mortalidad es parecida a la que se percibe en clases sociales acomodadas.
No obstante, y en términos generales, el vivir en cantones de alto desarrollo económico parece ser un diferencial importante a la hora de saber cuántas posibilidades de supervivencia tiene una persona diagnosticada con cáncer.
De acuerdo con la investigadora, el análisis interdisciplinario demostró que en este tipo de lugares la letalidad por esta enfermedad es más baja que en lugares donde predomina la pobreza, posiblemente debido al acceso a un diagnóstico temprano y oportuno.
Si es por regiones rurales o urbanas, también hay diferencias entre los diferentes tipos de cáncer. Por ejemplo, una posible mayor exposición al sol y el eventual poco de uso de protector solar produce más casos de cáncer de piel en zonas rurales. En cambio, los tumores malignos de cérvix, útero y pulmón son más frecuentes en zonas urbanas.
En el caso de las defunciones por zonas urbanas o rurales, el cáncer gástrico es más representativo en el campo (aunque se detectan casos por igual que en la ciudad), mientras que la letalidad del cáncer de pulmón y de mama es mayor en las áreas citadinas.
Con respecto a los territorios indígenas versus el resto del país, las investigaciones señalan que no existen diferencias en la mortalidad masculina, aunque sí hay una ligera mayor letalidad en el caso de las mujeres en estas comunidades autóctonas.
Siempre dentro de las zonas indígenas, las tasas de muertes por diversas enfermedades son mayores entre personas jóvenes que en el resto del país, aunque son menores si se considera la población mayor de 70 años que habita en estas zonas.
Otro dato revelador es que estas poblaciones presentan menos casos de muerte por enfermedades cardiovasculares (como hipertensión o infartos), tumores o enfermedades endocrinas (como la diabetes mellitus). No obstante, son más propensas a defunciones por males ligados al sistema respiratorio.
En general, los análisis demuestran que la gente que vive en el campo o en sitios donde se combinan realidades urbanas y rurales tiene una vida más sana. La razón: sus pobladores parecen haber adquirido mejores hábitos saludables que sus contrapartes de las ciudades, como una mejor alimentación o ejercicio físico. La misma explicación aplica para la buena salud que tienen los sectores indígenas en contraposición con los no indígenas.
Si se trata de algunos factores asociados al cáncer y sectores socioeconómicos, los lugares con mayores recursos tienden a consumir más alcohol que en las zonas más empobrecidas. El fenómeno del fumado, en cambio, ha ido mutando, ya que en el pasado era una práctica más común en zonas adineradas del país, pero recientemente se ha desplazado a lugares con mayores índices de pobreza, lo que explica que no haya diferencias en la mortalidad por cáncer pulmonar, pero sí en su diagnóstico, que está siendo más común en estos segundos territorios.
Finalmente, las investigaciones concluyen que el aumento en la letalidad por cáncer, una vez que ya fue diagnosticado en cantones más pobres podría sugerir que los servicios de salud públicos provistos por la Caja Costarricense de Seguro Social no están siendo lo suficientemente efectivos a la hora de prevenir, diagnosticar precozmente y tratar oportunamente los tumores malignos, un factor que incide en la letalidad de esta enfermedad, aunque no es el único.
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