Recientemente, el presidente Rodrigo Chaves se sumó a las voces del pensamiento hegemónico que ataca a los movimientos sociales y organizaciones de trabajadores bajo la consigna de “todos son comunistas”. Esta ofensiva contra las agrupaciones que defienden conquistas sociales y derechos laborales acusándolas de comunistas es una estrategia de dominación política y persuasión ideológica de larga data en Costa Rica y el mundo, y obedece a los intereses de las clases más privilegiadas por confundir a la opinión pública y favorecer una campaña de terror contra todo movimiento político que sea disidente de las directrices centrales del Gobierno y sus más cercanos aliados en el poder.
Las clases dominantes de nuestros país, a sabiendas de las limitaciones culturales y educativas de las poblaciones más excluidas y empobrecidas de la sociedad costarricense, con poco acceso y posibilidad a la educación universitaria y la formación académica (y dentro de esta la formación política), han utilizado la herramienta del anticomunismo como forma de guerra psicológica para atacar al adversario político, para difamar a partidos políticos y actores sociales que organizan la lucha social por reivindicar y defender los derechos sociales.
La misma izquierda costarricense, históricamente, lejos de asumir posiciones radicales en favor de la lucha violenta armada contra el sistema, la eliminación de la propiedad privada o de la religión católica, desde sus inicios partidistas mantuvo muy arraigado el respeto por la institucionalidad establecida y las tradiciones del país. Así lo demuestran las investigaciones sobre el Partido Comunista de 1931 en adelante. Luego de muchos congresos y discusiones desde 1935 hasta 1948 (cuando es proscrito) sus líderes dejaron claro su tendencia de reformismo a través de la democracia.
Durante el periodo de 1945 a 1991, una vez acabada y derrotada la amenaza nazi fascista, el orden mundial es disputado entre el Estados Unidos capitalista y la Unión Soviética comunista. En este periodo es donde más se refuerza la estrategia de odio y lucha contra el comunismo, es decir contra toda iniciativa de lucha por reformas sociales para hacer más justo y equilibrado el sistema, ya que se le asocia con la amenaza extranjera del comunismo ruso. Entonces ¿quiénes eran esos comunistas? La batalla muy bien organizada se dirigía contra toda aquella agencia o agente de protesta social (Goran Therborn). Cualquier movimiento social de resistencia contra el orden establecido, la dictadura, las élites o el Gobierno era llamado “comunista”. Iban aquí incluidos intelectuales universitarios, movimiento estudiantil, agrupaciones ecologistas, sindicatos, gremios, partidos de izquierdas, movimientos feministas, población LGTBI, grupos indigenistas, campesinos organizados, afrodescendientes, cooperativas, artistas críticos y disidentes, religiosos progresistas (una gran cantidad de teólogos de la liberación y cristianos lectores de esta tradición) y en general cualquiera que se opusiera al statu quo y su clase gobernante. Todos acusados de violentos, peligrosos y en el peor de los casos de terroristas (hay ya publicadas investigaciones de alto nivel al respecto, como los trabajos de Iván Molina, Mercedes Muñoz, David Díaz y Alexia Ugalde).
Debido a la Guerra Civil de 1948, los movimientos de izquierdas y los sindicatos combativos son destruidos e ilegalizados. Eso explica aún mucho del presente políticamente conservador y prejuiciado que cierto sector del electorado nacional tiene frente a los movimientos alternativos de izquierdas, a lo que se le suma el papel de los medios de difusión masiva para atacar cualquier posición crítica y disidente.
El anti comunismo es un fenómeno político en donde las discursivas contra los movimientos de izquierdas, partidos políticos socialistas y sindicatos varían en función de cuestiones coyunturales como lo pueden ser la revolución cubana de 1959, el movimiento de ALCOA en 1970, el golpe de Estado en Chile en 1973 o la revolución sandinista de 1979. Esto sumado a la caída de la URSS en 1991, eventos que en su momento facilitaron el incremento de mensajes anti comunistas con una carga importante de violencia simbólica, por ejemplo la propaganda del Movimiento Costa Rica Libre. Para el historiador Victor Hugo Acuña la guerra contra el comunismo fue una guerra contra la población civil y contra los derechos humanos, en otras palabras, un tipo de terrorismo de Estado legitimado con la noción de “enemigo interno”. Algunos países declararon enemigos relativos a los izquierdistas, de manera tal que el ataque era verbal, mientras en otros se declaró a estos enemigos absolutos y debían ser aniquilados físicamente.
Si bien es cierto en nuestra nación no se llevó a cabo el ultra violento método Yakarta de aniquilación sistemática de izquierdistas a partir de 1960 (Vicent Bevins), tal y como sí se aplicó en el resto de América Latina, nuestro país también vivió una fuerte violencia política contra todo aquello que sonara a reformas sociales en pro de la justicia social. La manera más sencilla de deslegitimar estas ideas políticas era acusarlas de ser “comunistas”. El comunismo entonces se veía como una enfermedad mental contagiosa, una escoria social muy peligrosa llena de ateísmo, odio contra otras clases, revolución armada y violenta, entre otras cosas, características todas estas ajenas a las buenas tradiciones y costumbres de los costarricenses cristianos, civilistas, democráticos pacíficos e igualitarios.
Hay que desmenuzar estas estrategias de persuasión ideológica para comprender mejor cómo opera el fenómeno de control político electoral en un país donde la izquierda política sigue siendo débil y debe sobrepasar una gran cantidad de obstáculos de limitaciones económicas, ataques de los medios de difusión masiva, enfrentarse a partidos históricos muy poderosos y combatir los mismos problemas internos de sectarismos y divisiones. Detrás de ese amplio insulto que es el ser acusado de comunista en realidad existen una gran cantidad de movimientos sociales organizados.
La izquierda es una categoría política de análisis de gran diversidad ideológica y programática. Tenemos agrupaciones que van desde los movimientos anarquistas más radicales hasta las agrupaciones progresistas socialdemócratas, pasando por grupos anarco sindicalistas, feministas revolucionarias, partidos socialistas, etc. Acusar a muchas de estas agrupaciones de forma simplista como “peligrosos comunistas” muestra un profundo desconocimiento sobre el tema o una intencionalidad cínica por confundir.
En las condiciones actuales de crisis socio económica que vive el país, algunos gobernantes y políticos neoconservadores han acusado a las izquierdas de ser las culpables de llevar a esta nación a una situación muy crítica de sus finanzas y de su convivencia social. Hay que recordarles que ninguna agrupación de izquierdas ha gobernado nunca este país. La raíz de la violencia social y el crimen organizado que vivimos está en la obscena e irracional exclusión social, la falta de crecimiento educativo y cultural de nuestros habitantes y principalmente en la pésima redistribución de recursos, riquezas y oportunidades que se deben brindar a las diversas poblaciones de este país.
Lejos de la representación social distorsionada con que se presentan a los grupos de izquierdas como “peligrosos comunistas” que pretenden instaurar una dictadura militar en el país, abolir la propiedad privada y eliminar el cristianismo, dentro de la diversidad de agrupaciones de izquierdas de nuestro país lo que caracteriza a estos movimientos es la lucha por la defensa de las instituciones del Estado, una mejor repartición de la riqueza, la protección del medio ambiente, la equidad de género, y el respeto a los derechos humanos para combatir el problema de la xenofobia, el racismo, el violento patriarcado, la homofobia y la profunda desigualdad social que vive este país.
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