En los últimos tres años, Costa Rica ha estado bajo la influencia de La Niña, con condiciones muy lluviosas en el Pacífico y en el Valle Central y más secas en el Caribe. Foto: archivo OCI.
Exceso de lluvia o intensa sequía son las dos caras del patrón meteorológico que llamamos El Niño y La Niña, acerca del cual la población que no es especialista en la materia conoce poco o nada sobre su origen, cómo se forma y cómo llega a nuestras costas.
El Niño y La Niña son un evento oceánico que ocurre en el Pacífico ecuatorial cada cierto número de años, entre dos y siete años en promedio, con efectos en todo el planeta. Tiene relación estrecha con otro evento de carácter atmosférico (de la presión atmosférica en la superficie) denominado la Oscilación del Sur. A ambos se les conoce con las siglas ENOS o ENSO (por sus iniciales en inglés).
Al respecto, el Dr. Eric Alfaro Martínez, investigador del Centro de Investigaciones Geofísicas (Cigefi) de la Universidad de Costa Rica (UCR), explica que “la Oscilación del Sur y la corriente El Niño son parte de un mismo fenómeno climático que involucra interacciones entre la atmósfera y el océano Pacífico ecuatorial. Por esto, se ha combinado el nombre en ENOS: "El Niño-Oscilación del Sur”.
El nombre de “El Niño” proviene de los pescadores de las costas peruanas y ecuatorianas. Cada año, cerca de la Navidad, aparece una corriente cálida en las costas de Perú, a la cual ellos llamaron la corriente de El Niño, en alusión al Niño Jesús del catolicismo, debido a que durante esos episodios podía haber lluvias en esta región desértica. Es decir, era como un regalo que les traía El Niño.
Por su lado, el nombre de la “La Niña” se utiliza más recientemente como antónimo para describir las condiciones climáticas opuestas a las de El Niño.
Hay evidencias históricas de que este patrón climático sucedía en las costas de América Central desde el siglo XVI, lo que significa que nuestros pueblos originarios conocieron El Niño. También se han usado registros paleoclimáticos o proxys (como los anillos de los árboles, corales, polen o núcleos de hielo) para estudiar la aparición de El Niño o de La Niña en el océano Pacífico, mucho antes de que se emplearan instrumentos.
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Otras fuentes para su estudio antes de la existencia de los instrumentos son los documentos históricos generados desde el período de la Conquista del continente.
Este fenómeno no se presenta de forma periódica, es más bien un patrón no cíclico, que puede abarcar varias escalas de tiempo. Ejemplo de esto fue la actividad de El Niño durante las décadas de los años ochenta y noventa del siglo pasado, la cual se caracterizó por ser más intensa que en décadas anteriores.
El Dr. Alfaro define al océano Pacífico como “un recipiente gigante lleno de líquido, cuyas enormes masas de aguas frías y cálidas se pueden mover hacia otras zonas”.
En los últimos 50 años, el ciclo de estas aguas ha creado las condiciones propias de El Niño en un 24 % de las veces y de La Niña en un 34 %, detalla.
Pero ¿cómo surgen El Niño y La Niña? Debemos situarnos en la zona del Pacífico ecuatorial, que se caracteriza por la presencia de los vientos alisios convergentes del hemisferio sur y norte, con dirección este-oeste. Cuando estos confluyen, se produce un desequilibrio energético en el océano, con una acumulación de agua más caliente en el lado oeste, cerca de Indonesia. O sea, el nivel del mar en el oeste es algunos centímetros mayor que en el este.
Si estos vientos en el ecuador se debilitan o, incluso, llegan a cambiar la dirección hacia el este, las aguas cálidas del Pacífico ecuatorial se pueden expandir del oeste al este (hacia las aguas normalmente más frías de América del Sur), provocando unas ondas en el océano llamadas Kelvin.
Con La Niña sucede lo contrario, más bien hay un reforzamiento de las condiciones normales en el área del Pacífico ecuatorial, los vientos soplan con más fuerza y aparecen aguas más frías de lo normal, por un efecto que se llama surgencia o afloramiento al este del océano Pacífico ecuatorial y en la costa de América del Sur.
Estas aguas de capas más profundas son más frías y traen nutrientes a la superficie, lo cual hace que las pesquerías en esta región oceánica sean muy abundantes.
Es decir, durante El Niño y La Niña se presentan condiciones anómalas en la temperatura del océano en el Pacífico tropical central y del este, con una variación de dos o más grados Celsius (respecto a la temperatura normal) en los casos más extremos.
Según amplía Alfaro, “para la región conocida como Niño 3.4 (la que normalmente se usa en América Central para definir la condición de El Niño o La Niña), El Niño o La Niña corresponde al estado climático en el que la temperatura de la superficie del mar está 0.5 °C o más por encima o debajo de la media del período de comparación 1991-2020, por al menos durante cinco a seis meses consecutivos”.
Pero esta definición no es homogénea a nivel mundial. En Costa Rica, algunas veces se utilizan otros criterios para monitorear los posibles impactos de los eventos. Además, el Gobierno convoca, cuando es necesario, a la Comisión Técnica Nacional del Fenómeno ENOS (Coenos), una instancia interinstitucional consultiva. Para el evento del presente año, esta Comisión ya fue constituida.
Los datos para el monitoreo del ENOS se recogen principalmente por medio de boyas oceanográficas colocadas a lo largo del Pacífico ecuatorial, las cuales miden las condiciones oceánicas, como la temperatura, no solo en la superficie del mar, sino también debajo de este.
Según los expertos, en Costa Rica los efectos de El Niño provocan lluvia en el Caribe y disminución de las lluvias en el Pacífico.
Foto: Anel Kenjekeeva.Para el monitoreo de esta región del Pacífico también se usan boyas a la deriva, barcos, satélites, drones y estaciones costeras, o sea, una red compleja de plataformas de medición.
En Costa Rica, El Niño es un importante modulador del clima, aunque no el único. Además, este impacta de diferente manera a la vertiente pacífica y a la del Caribe.
El M. Sc. Álvaro Brenes Vargas, meteorólogo del Instituto de Investigaciones Agrícolas (IIA) de la UCR, afirma que “cuando hay un Niño, el viento alisio que predomina en América Central viene del Caribe al Pacífico buscando la zona caliente y, como arrastra mucha humedad, esta provoca lluvia en el Caribe y disminución de las lluvias en el Pacífico. Mientras tanto, cuando ocurre una Niña y hay aguas frías, el viento busca el Caribe, donde está más caliente, razón por la que llueve más en el Pacífico y el Caribe se seca, debido principalmente a que se debilitan los vientos alisios”.
En los últimos tres años ha prevalecido La Niña, con condiciones secas en el Caribe y abundante precipitación en el Pacífico, agrega.
El especialista destacó la importancia del uso de información científica para prepararse ante los fenómenos climáticos. “Costa Rica se encuentra en el trópico y en estas regiones la variabilidad del clima es bastante alta. Entonces tenemos años muy secos y años muy lluviosos”, asevera.
Por su parte, Alfaro destaca que “el ENOS no es la única causa de la variabilidad climática, ya que a pesar de que es uno de los más dramáticos y quizás uno de los más estudiados, muchas fluctuaciones no inducidas por éste son capaces de provocar alteraciones de los regímenes de lluvia y de temperatura con importantes impactos” en el territorio nacional.
Según sus investigaciones, “los efectos de El Niño sobre América Central se ven reforzados si, además, las aguas en el Atlántico tropical norte y el mar Caribe están más frías de lo normal, al formarse una especie de dipolo con aguas más cálidas y frías al oeste y este del istmo”.
Otro reforzamiento de las condiciones de El Niño y La Niña se puede dar si otro fenómeno que existe en el océano Pacífico norte, conocido como la Oscilación Decadal del Pacífico, está en su fase positiva, es decir, si las aguas cerca de la costa de América del Norte están más cálidas al compararlas con las del centro de dicho océano en esas latitudes.
Por el contrario, los efectos de los eventos de La Niña se pueden ver reforzados si las aguas en el Atlántico tropical norte y el mar Caribe están más cálidas de lo normal y si la Oscilación Decadal del Pacífico está en su fase negativa.
El científico advierte que, si existe un conocimiento escaso del clima, su variabilidad e incluso su cambio futuro, la preparación ante posibles eventos puede ser baja e inadecuada. Esto muchas veces conduce a resultados con un alto costo social y económico.
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