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180 años de la Facultad de Derecho

De tanto dar ejemplos, se convirtió en uno

María Eugenia Vargas Solera, la abogada más longeva del país
7 jun 2023Sociedad

María Eugenia Vargas Solera, abogada más longeva de Costa Rica

Como docente del Colegio Superior de Señoritas y de la Facultad de Derecho, María Eugenia Vargas Solera acudió constantemente a los ejemplos, a los estudios de casos y al contacto con la realidad nacional para que sus estudiantes accedieran más fácilmente al conocimiento.

Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

Entre los miles de estudiantes y docentes que han pasado por las aulas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, destaca una que se convirtió en un referente para todas las mujeres que anhelaban estudiar una carrera universitaria y desarrollar una vida profesional en medio de una sociedad que consideraba que solo los hombres tenían el derecho de tener y cumplir esos sueños. Se trata de María Eugenia Vargas Solera, cuarta mujer en la historia de Costa Rica en obtener el título de abogada y la segunda en convertirse en notaria. Además, fue la primera mujer en ostentar el cargo de jueza de la República.

Vargas Solera es la abogada más longeva del país, con casi 101 años, y es la única persona que puede contar las principales transiciones que ha tenido la Facultad de Derecho de la UCR, inclusive desde antes de su fundación. Ella perteneció a la última generación que se matriculó en la Escuela de Derecho, en 1940, cuando aún estaba bajo la tutela del Colegio de Abogados, a falta de un centro universitario que la acogiera. Un año después, pasó a formar parte de la flamante Universidad de Costa Rica.

Además de esa coyuntura, la centenaria jurista también fue testigo de la transformación de la Escuela en Facultad y vivió su traslado del Potrero de los Gallegos (nombre popular con el que se conoció al Barrio González Lahmann) al Campus de San Pedro de Montes de Oca, inicialmente a aulas prestadas por la Escuela de Ciencias Económicas y Sociales; y, en 1977, le correspondió ser parte del profesorado que estrenó las instalaciones del icónico edificio que se encuentra en la entrada principal de la UCR. Ahí regresó el año pasado para un homenaje que le ofreció la Facultad de Derecho y pudo conocer la remodelación y ampliación que experimentaron sus instalaciones recientemente.

Gracias al apoyo incondicional de su padre y de su madre, María Eugenia ingresó a estudiar Derecho inmediatamente después de egresarse del Colegio Superior de Señoritas, decisión que tenía muy clara y que nunca puso en tela de duda. Al igual que su primer día en la escuela primaria y en su educación secundaria, su padre la acompañó a matricularse en la Escuela de Derecho y todo lo demás, corrió por su cuenta.

“En casa, dos o tres pasos que di como persona, como estudiante, como mujer, me lo hizo papá. Por ejemplo, nosotros vivíamos a la par de la escuela República Argentina. Entonces, papá cruzó, me fue a matricular y punto, ahí seguí yo sola porque era muy fácil, cruzar la calle nada más. Después, cuando quise ir al Colegio de Señoritas, me llevó, me matriculó y me dejó. Solo me indicó por dónde me iba. Igual cuando yo quise estudiar Derecho. Él llegó, me matriculó y yo seguí sola”, enumeró Vargas Solera con un profundo aprecio por su progenitor.

Para asistir a las lecciones, la todavía adolescente caminaba de su casa en Barrio México hasta la parada del tranvía en calle 12, transporte que la dejaba a escasos 300 metros de la Escuela de Derecho, donde hoy se ubica la Plaza de la Justicia en el Primer Circuito Judicial de San José y en la que se mantiene en pie, a manera de monumento, la esquina noreste del edificio que albergó dicha Escuela.

De ese lugar, Vargas Solera recuerda que había dos edificios gemelos, uno utilizado por la Escuela de Derecho y el otro por la Escuela de Farmacia. Ambos eran cuadrados y con un gran patio enzacatado en el centro, lugar de encuentro para todo el estudiantado y donde, de acuerdo con María Eugenia, se formó más de un noviazgo a la sombra de la única palmera que se elevaba más allá de la edificación.

En el ala derecha del inmueble se ubicaban las oficinas de la presidencia y de los profesores, mientras que a la izquierda y hacia el fondo se encontraban las aulas, la biblioteca, un espacio para que los estudiantes realizan sus trabajos y los servicios sanitarios.

María Eugenia Vargas Solera, abogada más longeva de Costa Rica 1

Al ritmo de un delicioso fresco de pitahaya, cultivada por su hija Felicia, María Eugenia Vargas Solera recordó que para el inicio de clases en la década de los años cuarenta, la Universidad realizaba un desfile por el Paseo Colón y la avenida central, en el que cada escuela decoraba su propia carroza y los estudiantes llevaban mensajes escritos.

Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.
“A mí se me ocurre entrar en la Escuela de Derecho. Me criticaron los muchachos. Yo iba de 18 años, muy jovencita. En esa época yo era habitante de Costa Rica, pero no era ciudadana. Yo no podía votar. Recuerdo que una vez, yo ya estaba estudiando Derecho y tenía que hacer un examen y estaba a las dos de la madrugada estudiando, cuando en eso papá oye un ruido, se levanta con un revólver para ver lo que pasaba y, detrás de papá, mamá. Y se dio cuenta de que era yo”, rememora Vargas Solera.

A pesar de que la Escuela de Derecho estaba bajo la tutela del Colegio de Abogados, María Eugenia asegura que quien “mandaba ahí era la Corte Suprema de Justicia”, ente que garantizaba la calidad de los docentes, entre los que destaca a “Piquín”, como cariñosamente le decían a su director, y al “Toro” Baudrit, un profesor sumamente exigente y severo, quien, años después, se convertiría en su esposo y fungiría como presidente de la Corte, rector de la UCR y diputado constituyente.

“Entre el edificio gemelo de Derecho y el gemelo de Farmacia había como una cosa un poquito inclinada. Ahí era la Escuela de Bellas Artes, donde se trabajaba, básicamente, el desnudo. Había dos muchachas muy conocidas en la sociedad con un cuerpo muy bonito que se prestaron a ser modelos. Creo que eso fue muy importante porque nos adelantamos, sin ninguna malicia. Recuerdo que un día, ya casada con Fernando Baudrit, nos encontramos a una de esas muchachas por la Catedral y en esos días yo andaba muy celosa, porque fue un saludo como muy amistoso. Claro, Fernando la conocía como modelo. Pero, viera que todavía tengo celos”, confesó la exjueza.

Tras cinco años de estudio, logró obtener su título como bachiller en Leyes y, en plena Guerra Civil de 1948, se graduó como abogada al defender su tesis sobre la legislación en la Edad Media, cuando las fincas se vendían junto con los siervos y esclavos que ahí laboraban. Ese mismo año se recibió como notaria. Luego, desarrolló su práctica profesional en Derecho, de la cual recuerda un caso por pensión alimenticia, en el que logró la reconciliación de la pareja.

La defensa que hizo de una mujer para lograr que su hijo menor viviera con ella en Estados Unidos le abrió puertas en todo el continente. Esta mujer, una costarricense sin mayores estudios, fundó la Comisión Interamericana de Mujeres, organización que realizó varios encuentros femeninos en diversos países del hemisferio, a los cuales acudió Vargas Solera como una voz experta en materia legal. Gracias a esta exposición internacional, fue invitada a conformar la delegación costarricense ante la décima Asamblea General de las Naciones Unidas, entidad que le otorgó una beca para especializarse en educación, capacitación laboral y delincuencia de la juventud en el Instituto Interamericano del Niño.

Su regreso a Costa Rica coincidió con el momento en el que se nombraría al primer juez penal y tutelar de menores. Sin dudarlo, postuló su nombre para el cargo y lo obtuvo por un voto de diferencia. Según recuerda, el resto de participantes se pusieron furiosos porque ella no tenía experiencia como alcalde, un cargo judicial de esa época que no tiene relación alguna con el que hoy se ejerce en las municipalidades.

María Eugenia Vargas Solera, abogada más longeva de Costa Rica 2

"Es que son 100 años… O me cuido o me cuido, pero los Solera somos muy longevos" mencionó María Eugenia Vargas Solera luego de hacer una demostración de sus ejercicios a la hora de caminar.

Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.

Paralelo a su desempeño como jueza, siguió ejerciendo la docencia en la Facultad de Derecho y le tocó vivir su traslado, en 1960, del “Potrero de los Gallegos” al Campus de San Pedro de Montes de Oca. Para ese entonces, ya el tranvía no circulaba, pero María Eugenia conducía su propio vehículo. Eso le permitió desplazarse más rápido que los estudiantes, quienes se quejaban de lo lejano de las nuevas instalaciones y de que la Facultad no contaba con su propia infraestructura, sino que debía estar “arrimada” a la Escuela de Ciencias Económicas y Sociales.

“Llegar ahí no era tan fácil como llegar al Potrero de los Gallegos. Recuerdo que llegué a dar unas clases y me encuentro una gran cantidad de libros de la biblioteca de la Escuela de Derecho amontonados en una bodega. Yo me quedé asustada de que lo que más apreciábamos nosotros, que eran los libros, estuvieran ahí metidos”, se lamentó Vargas Solera.

Luego de un descanso como docente y habiendo terminado su función como jueza, María Eugenia regresó a impartir clases a la Facultad de Derecho en 1977, año en el que se estrenó el edificio que se ubica en la entrada principal de la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio. Si bien la edificación contaba con espacios adecuados y suficientes para aulas y biblioteca, la jurista lamenta que muchas cosas valiosas se perdieron en las mudanzas de San José a San Pedro y de la Escuela de Ciencias Económicas y Sociales a las nuevas instalaciones.

De su tiempo como docente, recuerda su insistencia en dar ejemplos y en asignar estudios de casos, con el fin de que sus estudiantes asimilaran mejor los contenidos y los aplicaran más fácilmente al ejercicio de la profesión. Su empeño fue reconocido el año pasado por una exestudiante, quien la llamó para felicitarla por su cumpleaños número 100 y para reconocerla como “la mejor profesora que tuvo en la carrera”.

Tan agradecida está María Eugenia con la Facultad de Derecho de la UCR como con la herencia intangible que le dejó su papá. De él destaca su formación como médico osteópata y quien la enseñó a tomar avena reposada en agua y en ayunas, receta que considera esencial en su dieta y que le ha permitido llegar a la centuria de edad, junto con los ejercicios antes de levantarse de la cama y a la hora de caminar.

 

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Su vida con “El toro”

A pesar de que la entrevista no incluía ninguna pregunta sobre su segundo esposo, a María Eugenia le resulta imposible no hablar de él cada vez que tiene oportunidad. Según cuenta, conoció a Fernando Baudrit Solera como profesor en la Escuela de Derecho, donde lo apodaron “El Toro” por su carácter “furioso y exigente”. Sin embargo, para esa época, Baudrit ya estaba casado con una hermosa mujer de Desamparados que, al decir de Vargas Solera, no tenía mayor preparación académica.

Casi 3 décadas después y luego de la muerte de la esposa de Baudrit, María Eugenia recibió un telegrama del presidente de la Corte Suprema de Justicia, quien la convocó a una reunión en su despacho.

“Ese día yo había salido con enagua, buenas piernas, aretes, perfume. Ya había habido una cosa como algo así… Yo trabajaba como juez frente a un garaje y simplemente cruzo la calle, cojo el ascensor, subo y ahí estaba Fernando Baudrit esperando. Entro, me sienta en un sillón y me pregunta que si yo tengo algún compromiso sentimental. Le dije que no, que tengo 14 años de divorciada y que tengo mucha paz. Entonces, él me contó que estaba viudo, que nosotros nos conocíamos muy bien, pero que él quería que conversáramos más, que nos apreciáramos y que nos casáramos. Así fue”, recordó Vargas Solera.

Una vez casados, Baudrit nunca se cansó de decirle “debimos habernos casado desde el principio”, como en un intento por volver el tiempo atrás, reajustar el nacimiento de ambos y hacerlos coincidir nuevamente, pero en una realidad diferente que les hubiera permitido hacer una vida juntos desde el inicio.

Fernando Montero Bolaños
Fernando Montero Bolaños
Periodista, Oficina de Comunicación Institucional
fernando.moxujnnterobolanos  @ucrwdqf.ac.cr

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