En próximos días estará a disposición del público el libro: Del Dicho al hecho: las políticas culturales y el discurso sobre la cultura en el Estado Costarricense (1998-2018). Esta obra es producto de una investigación, la cual arroja datos y explicaciones muy claras sobre la realidad que circunda el campo de la cultura en nuestro país, evidenciando la relación entre el contexto histórico, político y económico, con la puesta en práctica de políticas culturales. Además, provee respuestas y entendimiento en torno a los cambios que ha tenido que afrontar esta importante área de nuestra sociedad.
El catedrático y subdirector de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, Jairol Núñez Moya, es el autor del libro, y nos señala lo oportuno de su publicación en estos momentos en que el sector cultura del país está en la mira. El autor expone que durante los primeros 25 años del Ministerio de Cultura se logra mantener un interés por la cultura, pero esto cambia de manera abrupta con el fin del siglo XX y a principio del siglo XXI.
La creación del Ministerio de Cultura (1971) supuso la institucionalización del campo cultural en el país. A través de dicho campo se plantearon políticas que, en ese tiempo, se vieron guiadas por un interés de cambio y de desarrollo social, en un afán de llevar la educación al pueblo y con ello la cultura. Este inicio presentó a la cultura como sustento de la formación de la ciudadanía y colaboró con la modelación de un proyecto político que afianza el Estado Social de Derecho, asegura Núñez.
El libro del profesor Núñez muestra cómo “las necesidades culturales sentidas por los tomadores de decisiones en aquel entonces, fueron compartidas por las diversas tendencias políticas de la época y se sustentaron en el impulso de los productores de cultura, por medio del patrocinio de proyectos y la creación de espacios en diversas instituciones. Incluso con las críticas que pueden hacerse a la visión que se detenta desde un proyecto político como el socialdemócrata, el arte y la cultura llegaron al pueblo y marcaron una época de oro”.
Sin embargo, en la década de 1980 la dinámica cambia, sobreviene una reestructuración estatal que modifica la gestión de la política pública, para lo cual se impulsan una serie de transformaciones puestas de manifiesto con la descentralización y el rediseño de la política social. La investigación llevada a cabo permite afirmar, según indica Núñez en su libro, “que la cultura no se articula de la misma manera que en los años de 1970, y va quedando progresivamente lo que podría concebirse como una política cultural, a expensas de otras entidades que vienen a asumir algunas de esas labores, entre ellas los medios de comunicación del Estado, las universidades, los museos, y con la preponderancia que toma el turismo como motor económico, el Instituto Costarricense de Turismo y la empresa privada”.
El autor escarba más profundo y encuentra que el progresivo auge de lo privado redefine hacia los años de la década de 1990 patrones en términos de espectáculos y se esboza una nueva política cultural marcada por el interés en actividades puntuales: “Las políticas de sostenimiento y financiamiento artístico no logran subsistir y la globalización entra en el escenario, no siendo efectivos los esfuerzos de rescate, promoción y difusión de la cultura; el añorado presupuesto del 1 % para el Ministerio cae a menos del 0,5 %”.
Ciento cincuenta Estados adoptaron por unanimidad una ambiciosa Declaración por la Cultura, al término de una conferencia de tres días convocada por la UNESCO. El texto afirma que la cultura es un “bien público mundial” y marca una hoja de ruta común para reforzar las políticas públicas en este ámbito. Imagen archivo UNESCO 2022.
Como resultado de todo esto se llevan a cabo acciones que muestran esos cambios, asegura Núñez. Por ejemplo, la descentralización de la cultura delega algunas acciones a las municipalidades, la incidencia de la empresa privada pone énfasis en la realización y promoción de actividades y la implementación de modelos de autogestión empresarial, promueve las capacitaciones, los financiamientos y los emprendimientos. Se instala un enfoque de corte más económico, cuya definición de la cultura es la de un recurso capitalizable, es decir, el uso de esta para conseguir ingresos, lo cual deja de lado la riqueza cultural y la posibilidad de que el Estado incida positivamente en la población, enfatiza Núñez.
Mag. Jairol Nùñez Moya. Autor del libro Del dicho al hecho: las polìticas culturales y el discurso sobre la cultura en el estado costarricense 1998-2018
El libro desnuda que con el nuevo milenio han sido cada vez más frecuentes las políticas que le restan la capacidad rectora de la cultura al Ministerio, lo cual minimiza su capacidad de acción ante los nuevos requerimientos políticos de reducción del aparato estatal. El autor nos da dos ejemplos de recientes memorias: “los problemas presupuestarios del Festival de las Artes en el 2015, que plantearon la discusión sobre la concentración de la inversión estatal en la contratación privada y los recortes radicales propuestos por la Asamblea Legislativa para el presupuesto de 2021, que alertaron sobre la posible paralización de las actividades ministeriales”.
Respecto a esos antecedentes, el autor agrega que hoy acudimos a otra arremetida contra la cultura cuyo foco es un nuevo recorte presupuestario. “Esto no es de sorprender, y se suma a una serie de medidas que desde hace al menos 15 años han venido debilitando aún más el quehacer del Ministerio. La gestión de la cultura ha pasado, con motivo de los recortes, a una administración de la cultura, lo cual le resta efectividad a los aportes que otrora el Ministerio proveyó al desarrollo social y económico del país. Esto es lamentable, ya que no se presta atención a que las decisiones tienen relevancia para el bienestar de la población”.
Para Núñez la cultura está fuera del proyecto político, y con ella el mensaje es que “los portadores de cultura, los grupos culturales y los artistas también están fuera de él. En un nuevo proyecto, marcado por lo económico, la cultura y las artes logran estar solo si son capaces de generar ganancias, y no porque signifique algo para la identidad, la sensibilidad o la dignidad humana”.
Ante la coyuntura que en mayo del 2023 está enfrentando el sector cultural del país, Núñez agrega que el señalar, tal y como lo han hecho las actuales autoridades del país, que el Ministerio no ejecuta su presupuesto y dejarlo en cierre técnico “es muestra de un profundo desconocimiento de lo que ha significado para nuestro país, desconocimiento de las discusiones y acuerdos de la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales (Mondiacult 2022) celebrada el año pasado en Ciudad de México, se minimizan los acuerdos enmarcados en el aporte de la cultura al desarrollo sostenible y el llamado a su uso para la recuperación post-pandemia. La atención a la cultura es urgente así como la inversión en el ramo. Una política cultural sensible a la población es una política de vida, ¿será que acaso esa no es la ruta de nuestra cultura?”.
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