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Verónica Jerez Brenes

Por: Verónica Jerez Brenes

Voz experta: La importancia de una formación humanista en un país multiétnico y pluricultural

11 may 2023Artes y Letras

Cuando las personas visitan la página de la Escuela de Estudios Generales se encuentran con las siguientes frases: “Los Estudios Generales son el conjunto de cursos que fundamentan la formación universitaria, basados en perspectivas humanistas y en el desarrollo de pensamiento crítico. El Humanismo es la reflexión sobre el ser humano y su condición en el mundo. Su fin es buscar de manera permanente y libre, la verdad, la justicia, la belleza, el respeto a las diferencias, la solidaridad, la eficacia y la eficiencia.” Esto lo vivimos día a día en las aulas, las personas matriculadas en los cursos de Humanidades rompen su burbuja, muchos salen de sus comunidades para enfrentarse a nuevos retos, uno de ellos, es tomar conciencia de que Costa Rica es multiétnica y pluricultural. Tendrán compañeros y compañeras que vienen no solo de distintas localidades, sino que se han enfrentado también a situaciones producto de su condición de género y etnia.

La historia de un país es algo vivo y en constante cambio. Tradicionalmente, en Costa Rica, se implementó de manera exitosa esa visión de los liberales del siglo XIX en la que, se nos decía que los costarricenses provenimos de un grupo homogéneo desde el punto de vista étnico. Nada más alejado de la realidad pues basta con revisar las Genealogías de Cartago, de Monseñor Sanabria,  o los libros de parroquia de las distintas iglesias en los cuales se registraba la presencia de población de distintas etnias, esto fruto del pasado colonial: mulatos, mestizos y muchos otros grupos nacidos del proceso de mestizaje, muy a pesar de la intención inicial de las autoridades españolas para que esto no ocurriera.

Como se ha mencionado, ese proyecto de los liberales del siglo XIX había mirado hacia dentro del Valle Central, con una interpretación del ser costarricense que negó la presencia de grupos indígenas y afro, a pesar de sus menciones en crónicas coloniales. Estos grupos han estado presentes a lo largo de la historia,  han tenido participación y relevancia en el devenir histórico nacional. Se parte del principio de igualdad ante la ley garantizado por la legislación nacional y por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, disfrutamos y defendemos los derechos de primera generación, pero bajo esto muchas veces persisten practicas sociales excluyentes, se pasa por alto la importancia de preservar los elementos distintivos de cada pueblo: formas de vestir, peinarse o preparar platillos nos hablan nuestra propia historia o, mejor dicho, de muchas historias.

Contrario a esos mitos que nos hablan de la homogeneidad étnica nos encontramos con los pueblos originarios que aún reclaman su derecho a la tierra y la visibilización de sus luchas. Si bien estamos conscientes de que durante el periodo colonial se produjo una disminución de la población originaria debido a múltiples factores como la muerte por las enfermedades provenientes de Europa y el mismo proceso de mestizaje, sería erróneo decir que desaparecieron por completo; y algunos de los grupos que permanecieron se vieron obligados a trasladarse, especialmente con la fundación de los llamados pueblos de indios fuera del Valle Central.

Ya lo había mencionado Miguel Rojas Mix en su texto de 1991 cuando nos hablaba de los “cuatro abuelos” o para ser más claros podríamos decir abuelos y abuelas -esto como una forma de reconocer el aporte de las mujeres a lo largo de historia- tomando en cuenta que provenían de los pueblos originarios, de los peninsulares, las personas en condición de esclavitud traídas al continente y, ya desde mediados del siglo XIX y la primera mitad del XX: los inmigrantes. Estos llegaron con la construcción del ferrocarril y las plantaciones bananeras, fueron italianos, chinos, jamaiquinos y antillanos, solo por mencionar algunos. Esto nos pone en evidencia que, de alguna manera, los grupos indígenas y afrocoloniales fueron de alguna manera asimilados o invisibilizados posterior al proceso de Independencia buscando, como bien lo indica Diana Senior:  “la homogenización sociocultural que dichos representantes políticos, desde sus propias perspectivas, habían entendido como necesarias para limar (aunque parcial y artificialmente), las discrepancias que pudiesen surgir durante los procesos de construcción de las respectivas Repúblicas en Centroamérica” (Senior, 2018, p 194).

Con las nuevas olas migratorias a inicios del XX y asociada con la ideología del progreso, resurge el tema de la población diversa étnicamente debido al tipo de trabajadores que llegan a Costa Rica, estas personas vienen en una condición distinta, es mano de obra libre y se ubica en la zona del Caribe. Son personas que traen otro idioma, religión y prácticas culturales distintas y que los consideran como extranjeros. Los estados ven en el pasado colonial “el atraso” nuevamente hacen eco de las diferencias étnicas como parte de sus discursos con miras al “blanqueamiento” de su población, unas veces de forma tácita como la negación de la diversidad y de su presencia como el caso de los grupos indígenas en Costa Rica, y otras en manifestaciones concretas al emitir directrices acerca de la negativa de recibir a determinados grupos de población migrante como mano de obra.

En este sentido, los procesos educativos escolares fueron exitosos al promover el mito de la blanquitud y el pacifismo, especialmente con una enseñanza de la historia nacional centrada en las efemérides y que reconocía esa “diversidad” si acaso unos cuantos días al año y que está pensada en una perspectiva vallecentralina. En el 2016 un estudio de Campos, Raventós y Barrantes, sobre la composición genética de los costarricenses nos revela como una sociedad multiétnica y que varía su composición étnica en las distintas regiones del país, mostrando desde otra disciplinar que somos una sociedad multiétnica.

Por eso la reflexión en las aulas debe estar acompañada por la capacidad que ofrece la investigación y la docencia, y por medio del intercambio de información para conocer sobre otras culturas ya sea dentro o fuera del país; los cursos de Humanidades se abren como espacios que nos posibilitan reconocer el valor de la diversidad en un sentido amplio. A través de una formación humanista tendiente al diálogo y al pensamiento crítico podremos sobrepasar esas fronteras invisibles que nos dicen que dependiendo de cómo nos vemos o nos ven pertenecemos a cierta parte del territorio nacional, casi como negando la posibilidad de trasladarnos libremente por el país y de practicar libremente las expresiones culturales propias, cayendo en un juego que nos dice que debemos abandonarlas para “encajar”, donde más bien, estamos en un momento en el que el rescate de lo que nos hace ser costarricenses  debe estar basado en los aportes de las distintas culturas y etnias que conviven en el territorio nacional.

 


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Prof. Verónica Jerez Brenes
Profesora Escuela de Estudios Generales. Universidad de Costa Rica
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