Fotografía cortesía del Archivo Universitario Rafael Obregón Loría.
Un día como hoy, pero hace 53 años, unas 30 000 personas - la mayoría de ellas estudiantes universitarias y colegiales - plantaron cara en los alrededores de la Asamblea Legislativa a la explotación de bauxita para beneficiar a la empresa Aluminum Company of America (Alcoa), de capital estadounidense, que pretendía su exportación y su eventual transformación en aluminio.
Aquella jornada de violencia y represión marcó la historia reciente del país. Fue nuestro “Mayo del 68 a la tica”, el despertar de una generación universitaria que, hasta ese momento, se preocupaba casi exclusivamente de sus becas y de temas internos de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Vamos desde el inicio. Todo empezó con un proyecto de ley que creó el gobierno de José Joaquín Trejos Fernández (1966 – 1970, quien, por cierto, venía de ser profesor de la Facultad de Ciencias Económicas en la UCR), con el que se pretendía autorizar la explotación de bauxita en Pérez Zeledón por parte de Alcoa.
Esta solicitud no solo tenía una característica minera y comercial de enfoque transnacional. Iba más allá. En aquellos años de Guerra Fría entre el bloque capitalista liderado por los Estados Unidos y el bloque comunista, bajo la tutela de la hoy extinta Unión Soviética, la elaboración de aluminio era vital para la producción de aviones ligeros y bombas nucleares. Y Costa Rica, así como el resto del tercer mundo, era vista como un lugar de extracción de materias primas en medio del ajedrez planetario.
Así lo explica el docente de la Escuela de Historia, Randall Chaves Zamora, quien también es investigador en el Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC) de la UCR:
El tema empezó a caldear los ánimos del estudiantado de la UCR, en aquel 1968 donde, sin duda, las protestas de sus colegas en París, Francia; y la posterior masacre de Tlatelolco, en México, influenciaron su preocupación por los temas nacionales que trascendían la realidad del campus universitario.
Fue así como la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica (FEUCR) y las asociaciones estudiantiles realizaron el Congreso de Estudiantes Universitarios. En aquel mitin destacó la ponencia de Iris Navarrete Murillo, entonces alumna de la Facultad de Derecho, quien había investigado bastante el caso ALCOA y convenció a su auditorio de oponerse a la ley que le daría los derechos de extracción de bauxita a la empresa estadounidense.
Este hecho resalta sobremanera, no solo porque se trató de una mujer con voz fuerte en una sociedad aún marcadamente machista, sino porque, durante mucho tiempo, el nombre de Iris quedó bajo el velo del anonimato, sin que se le diera la importancia que hoy adquiere. Chaves Zamora amplía:
Aquel congreso estudiantil motivó al alumnado de la UCR a dejar las aulas y tomar las calles - sobre todo las que rodean de Cuesta de Moras - cuando comenzó la discusión legislativa, en agosto de 1968. Como resultado, la opinión pública del país se empezó a dividir en torno a la conveniencia o el perjuicio de aprobar la ley de ALCOA. Los medios de comunicación, a su vez, informaban todos los días de las novedades que seguía esta pugna.
Además, el movimiento estudiantil logró crear comités y asociaciones donde se informaba y se discutía de este tema. Contó además con el respaldo de diputados de izquierda y de algunos (pocos) provenientes del entonces opositor Partido Liberación Nacional (PLN).
Al regresar de las vacaciones del fin de 1968 y el inicio de 1969, el estudiantado retomó la lucha. Se hicieron frecuentes los campamentos de protestas en las calles (algo que se ha repetido muy poco hasta la fecha), los cuales fueron replicados un año después pese a la constante represión policial, justo antes de la aprobación de la ley.
Durante todo este nuevo año, las manifestaciones contra ALCOA fueron ganando adeptos y siendo cada vez más frecuentes. La timidez política estudiantil fue mermando y hubo conciencia en un amplio sector del alumnado sobre la importancia de esta causa, como lo amplía el historiador del CIHAC.
Con la llegada de aquel año, llegó también la recta final del gobierno de Trejos Fernández, quien puso “toda la carne en el asador” para asegurarse de que el proyecto fuera aprobado antes de entregar su banda presidencial, el 8 de mayo.
En aquel contexto también destacó el cierre de la campaña política, donde el debate de ALCOA estuvo muy presente. El candidato favorito para ganar las elecciones era ya un viejo conocido en el país: se trataba de José Figueres Ferrer, el caudillo y fundador del PLN, quien había ya sido presidente en dos ocasiones anteriores.
Durante su campaña, Figueres había sido claro en que apoyaría el proyecto para permitir la extracción de bauxita. Incluso llegó a decir que no tendría problema en vender los recursos naturales del país, lo que tampoco traía buenas noticias para el movimiento de resistencia.
Mientras tanto, al comenzar abril, ya el estudiantado no estaba solo en esta protesta. Se le habían unido sectores sindicales, gremiales y otros grupos que agrandaron las manifestaciones.
No obstante, la verdadera multitud del movimiento social la produjo la huelga del sector educación: maestras y profesores decidieron ausentarse de las aulas en protesta, por lo que miles de estudiantes de colegios optaron por unirse a la causa contra ALCOA y acudieron a la Asamblea Legislativa para seguir de cerca el desenlace, bajo la mirada atenta de la policía que acordonaba el viejo edificio del Congreso.
Según cuenta Chaves Zamora, unas 30 000 personas se congregaron el 24 de abril frente al edificio legislativo. Todas seguían atentas la narración del debate entre los diputados, que les transmitían en directo los organizadores del movimiento desde el Plenario por medio de un megáfono. Las intervenciones a favor del proyecto eran abucheadas, mientras las contrarias eran vitoreadas, como si se tratara de la transmisión de un partido de fútbol o de un streaming político analógico.
Al final, solo 11 de 41 diputados presentes (cinco estuvieron ausentes) votaron en contra del proyecto. Y, como si se tratara de un relámpago, en la noche de ese mismo día y a 100 metros de distancia (Casa Presidencial quedaba donde hoy se encuentra el edificio del Tribunal Supremo de Elecciones), Trejos Fernández firmaba la ley para su aplicación.
Esta insólita celeridad terminó de provocar la ira de la gente que se manifestaba y la turba se descontroló, lo que sumado a la acción policial terminó por provocar el evento estudiantil más violento en la segunda mitad del siglo XX hasta esa fecha. El resultado: alrededor de 200 estudiantes detenidos (una buena parte, menores de edad). De hecho, al amanecer y tras la gresca, en la Comisaría de San José se podían ver largas filas de padres y madres de familia reclamando a sus descendientes encarcelados.
Pese a que la huelga universitaria para derogar la ley de ALCOA no se detuvo sino hasta el 30 de abril, desde el Gobierno ya no hubo marcha atrás. En todo caso, pese a que el proyecto fue aprobado, el efecto de las protestas sentó un precedente: el movimiento estudiantil universitario se había hecho más evidente que nunca y su efeméride sería el 24 de abril. Así lo comenta el historiador del CIHAC:
Desde entonces, esta fecha se ha venido celebrando sin interrupciones y, como si fuera un lugar de culto, este dio nombre a la plaza que está frente a la antigua Facultad de Ciencias Sociales, hoy Edificio de Aulas.
Y sobre los objetivos de ALCOA, pues… pese a los fuertes intereses políticos y económicos, la empresa nunca logró extraer bauxita de Pérez Zeledón. El historiador señala que el país no contaba con puertos ni carreteras adecuadas para transportar el mineral, así como tampoco tenía la capacidad eléctrica para su procesamiento logístico.
Al final y como anécdota, cinco años después, el Gobierno de Daniel Oduber Quirós derogó la ley, un hecho que pasó sin pena ni gloria (incluso para el estudiantado universitario), pero que da cuenta de que la importancia de aquella fecha fue la beligerancia y la reacción juvenil, aunque no tanto el objetivo político.
Mucho se puede decir de lo que provocaron las protestas contra ALCOA y de los eventos del 24 de abril en el imaginario social, pero Chaves Zamora lo resume así: aquella movilización fue el mito fundacional de las protestas sociales en Costa Rica, y destaca aún más que fuese el estudiantado universitario el que lo promovió y lideró.
Varios fueron los efectos directos de aquella generación: en los 70, el país redujo la edad para acceder a la ciudadanía de los 21 a los 18 años, como una política de Estado para garantizar su participación democrática tras obtener el bachillerato y, de paso, reducir su hambre efervescente de protagonismo social.
Además, se integra a la juventud dentro del Ministerio de Cultura, con lo que su temática adquiere importancia para el Estado. Por otra parte, a lo interno de la UCR se empezó a crear conciencia de la fuerza que tenía la voz del estudiantado.
La doctora en filosofía Marielos Giralt Bermúdez, quien también fue la primera secretaria del Sindicato de Empleados de la UCR, ofrece un discurso durante la celebración del décimo aniversario de la lucha contra ALCOA, en 1980. Foto cortesía de la Fototeca Histórica UCR. Colección de fotografías del Semanario Universidad / AUROL.
En resumen, los movimientos sociales a gran escala que han ocurrido después (huelga magisterial de 1995, protestas contra el Combo, oposición al TLC, entre otros) son herederos de la organización contra ALCOA, que sentó un antes y un después en la conciencia de la resistencia social en el país y que, sin duda, es un referente para el fortalecimiento de la democracia para las generaciones actuales y futuras.
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