Las luchas por la justicia ambiental tienen rostros femeninos, aunque en la gestión organizacional su participación no es paritaria. Según la ONU, en todo el mundo, las mujeres y las niñas son las responsables de abastecer de agua a sus familias en el 80% de los hogares sin acceso a agua corriente.. En la foto aparece la líder costarricense Zaida Sáenz, directiva de la Asada La Argentina, en Pocora, Guácimo. Foto Alberto Arce.
El agua está presente en cada forma de vida. Cada organismo se compone de entre 70 % y 9 0% de esa molécula esencial, y aunque la humanidad poco lo reconozca, su propia supervivencia está íntimamente vinculada a que otros seres sigan existiendo, por eso es urgente un cambio del timón planetario hacia la protección de los ecosistemas que sustentan la vida global.
Este 22 marzo, Día Mundial del Agua, el mundo nuevamente hace un llamado para que cada país emprenda acciones en la protección del agua. El problema es real, su magnitud afecta cada océano, mar, lago, río, agua subterránea y casquetes polares.La Organización de Naciones Unidas (ONU)estima que para el año 2050 el 25 % de la población global no tendrá acceso a fuentes de agua. Y en el ámbito regional, América Central sufre estrés hídrico, debido a la deficiente infraestructura de distribución, saneamiento y acceso igualitario, condiciones que se replican en muchas comunidades costarricenses.
En Costa Rica la excesiva importación de agroquímicos, la sobreexplotación de las fuentes acuíferas y su contaminación, y su desigual distribución se favorecen por un marco jurídico que no responde a los desafíos actuales y la falta de claridad a las competencias de las instituciones del Estado en el resguardo de este bien común.
Desde las universidades públicas múltiples iniciativas están llevando a cabo tareas socioeducativas, de protección, fortalecimiento de liderazgos ambientales y acompañamiento en las soluciones comunitarias.
En la Universidad de Costa Rica (UCR), de los 700 proyectos de la Vicerrectoría de Acción Social (VAS) unos 115 abordan esta problemática desde sus distintas modalidades de vinculación universidad-sociedad, a saber: el trabajo comunal universitario, la gestión cultural, la educación permanente y las iniciativas estudiantiles.
Según la líder caribeña, Erlinda Quesada, el trabajo comunal es importante porque “muchos estudiantes de diferentes universidades no tienen la oportunidad de involucrarse con las luchas de las comunidades que defienden los recursos naturales, así cuando sean profesionales comprenderán mejor la realidad de nuestro país”. Foto cortesía Erlinda Quesada.
Cada esfuerzo suma en la protección del patrimonio natural, y para aportar a esta lucha mundial el proyecto de Acción Social denominado “Agua, lucha y justicia ambiental en el Caribe Norte” (TC-743) se propone “fortalecer las capacidades locales para la protección de zonas de alto valor socio-ecológico en el Caribe Norte, mediante la creación de espacios educativos y el apoyo a plataformas de diálogo y acción comunitaria que fomenten la justicia ambiental y la sostenibilidad a escala regional”.
El proyecto, coordinado por la investigadora Lilliana Monge Sánchez, “surgió a partir de la necesidad de proteger los territorios frente a las amenazas latentes, por lo que actualmente estamos trabajando al sur de la ruta 32 donde existen gran cantidad de nacientes. En esta zona existen amenazas históricas y la idea es impulsar acciones para su protección”, explicó.
El TC-743, ejecutado desde la Escuela de Trabajo Social (ETS-UCR), enfoca las acciones en distritos de los cantones de Pococí, Siquirres y Guácimo, en zonas de alto valor ecológico. Por un lado, el proyecto propone acciones formativas, mediante campamentos socioambientales en los centros educativos circundantes del corredor biológico Acuíferos-Pococí-Guácimo, y que los estudiantes aprendan sobre lo que implica vivir en él y porqué es importante su conservación.
Otro enfoque es la promoción de espacios de análisis comunitarios sobre los principales desafíos y soluciones a los principales problemas ambientales. “Procuramos que las personas tengan información sobre cómo y dónde denunciar, cómo funciona la institucionalidad en materia ambiental y aprendan sobre temas relacionados como el cambio climático, entre otros”, explicó Monge.
Finalmente, el TC-743 potencia las capacidades entre los liderazgos comunitarios en la gestión de los corredores biológicos, acompañando a organizaciones que están vinculadas a bienes naturales. “Le hemos acompañado en la recuperación de la memoria histórica de las luchas de su comunidad hasta lograr el acueducto, capacitación en gestión administrativa, y mediante capacitaciones, estudiantes de Ingeniería Civil han dado herramientas para interpretación de planos, otros apoyaron en un manual para denuncia ambiental, y algunos más colaboraron en el diseño de un mapeo de emprendimientos turísticos en este corredor biológico para apoyar actividades de subsistencia como una forma alterna al empleo en los monocultivos”, añadió la investigadora.
De acuerdo con Monge Sánchez, en todas las actividades se parte de una reflexión de que el “vínculo sociedad-naturaleza debe considerar la centralidad de las relaciones de poder. En tal sentido, apunta desde un trabajo fundamentalmente socio-educativo a develar junto a las poblaciones locales la dimensión política del riesgo socioambiental y evidenciar la articulación entre degradación ambiental y desigualdad social”.
“No tenemos con qué pagar tanta ayuda a todos los profesores y alumnos. Que Dios los siga bendiciendo”, expresó Ana Quirós Obando, vecina de La Argentina, en Pocora, e integrante de la Asociación Agroecoturística La Argentina.
Quirós considera que la participación de estudiantes y la profesora Monge fue “muy importante porque sentimos un gran apoyo, empezaron ayudando a nuestra finca, hicimos un campamento con niños, fue algo inolvidable al verlos tan felices aprendiendo cómo cuidar los animales; y también la capacitación para la asociación. Con los niños se habló sobre cómo cuidar el medio ambiente, en las fincas se sembraron árboles en partes que no había reforestación y así cuidar las nacientes porque ese es uno de los problemas:¡ falta de reforestar”.
Al igual que ella, Erlinda Quesada Ángulo, Presidenta de la Asociación de Mujeres Unidas para el Desarrollo de África (AMUDA), organización que coordina una finca agroecológica y de turismo comunitario fundada en 1997, amplió “que los problemas con el agua en la zona se han generado por la producción agrícola de monocultivos, la deforestación y el uso constante de agrovenenos en la producción; así como mala o nula planificación de los gobiernos locales para diseñar un plan regulador”.
Quesada, quien lidera una organización ambiental que ha enfrentado luchas para conservar los recursos ambientales en el Caribe y capacita a mujeres en los conceptos de la ecología feminista, se sumó al agradecimiento a la UCR porque “nos permiten conocer tecnologías nuevas así, como medios para el trabajo de la organización, para la educación ambiental con los niños y la comunidad. Hemos elaborado herramientas de gestión de manera conjunta entre la organización y la UCR para apropiarnos de los conocimientos que genera la academia y de la misma manera de la experiencia de las mujeres lideresas, siendo así un aprendizaje de todos: estudiantes, comunidad y organización”, continuó Quesada.
Si alguna persona o grupo están interesados en conocer el trabajo de AMUDA o solicitar una visita guiada debe escribir a los correos electrónicos amudaafrica@gmail.com o erlinda_quesada@yahoo.es.
Desde el año 2020 unos 70 estudiantes de diversas carreras han hecho su trabajo comunal en este proyecto, quienes han cursado sus carreras en las sedes Rodrigo Facio, Golfito, Caribe y los recintos Paraíso y Tacares, entre otros
Sus aportes se han complementado porque cursan carreras diversas como Turismo Ecológico, Trabajo Social, Ingeniería Civil, Educación Física, Inglés, Geografía, Biología, Comunicación Colectiva, por mencionar algunas.
En el caso de la estudiante Melissa Rivera Marín, viajaba desde Golfito para ir al Caribe Norte como parte de su trabajo comunal. “Esta experiencia me dio la oportunidad de compartir conocimientos, ya que soy de la carrera de Turismo Ecológico de la Sede del Sur, y hemos aprendido a cuidar, manejar y respetar a la naturaleza”, recalcó.
Entre sus labores, la joven Rivera Marín recuerda que apoyó a personas emprendedoras en distintas ferias realizadas, tanto en la organización de las mismas como en el diseño de materiales digitales para sus empresas. Entre las actividades que destacó está su participación en los campamentos escolares, que se “enfocaron en que estos conocieran la importancia del cuido y el manejo los recursos naturales, en especial el agua, aprendían sobre las especies que se pueden encontrar en la zona, e impartimos talleres de reciclaje de papel y plástico”, agregó.
Por su parte, Francisco Padilla Campos, quien vive en Acosta y cursa el cuarto año de Ingeniería Civil en la sede Rodrigo Facio, también se sumó a los campamentos infantiles; pero destacó que los talleres impartidos para la interpretación de planos constructivos dirigido a personal de acueductos comunitarios, fueron una oportunidad para lograr un acercamiento con las personas, sus intereses personales, sus responsabilidades con el recurso hídrico y su compromiso por la comunidad.
Para Padilla, este proyecto de trabajo comunal no se trató solo de cumplir un requisito académico más, fue una oportunidad de crecimiento. “Aprendí sobre la realidad y experiencia de las personas, tanto como conocimiento en el ámbito laboral, como sus necesidades encontradas en sus trabajos. Este acercamiento con las Asadas, grandes y pequeñas de la zona, nos ayuda a reflexionar sobre nuestra profesión y nos recuerda que la Ingeniería Civil es una profesión que debe escuchar a las comunidades y trabajar en equipo para brindar las mejores soluciones posibles”, remarcó.
El Informe Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible 2022, citó una evaluación del Laboratorio Nacional de Aguas y reveló que si bien entre los años 2001 y 2021, los reportes de contaminación por causas naturales y humanas han disminuido, en el 2021 se detectaron en unos 500 acueductos con presencia de coliformes fecales debido a su cercanía a fuentes de contaminación y deficiencias en los sistemas de cloración.
Por otra parte, en Siquirres sigue presente en las aguas subterráneas y nacientes el agroquímico bromacil, cuya importación es prohibida desde 2017, utilizado por mucho tiempo en plantaciones de piña. No obstante, sus moléculas permanecen por largos periodos en el ambiente y se mueven fácilmente por las corrientes de agua lo que provoca graves problemas a los ecosistemas y a la salud humana.
Adicionalmente, un estudio de Aresep encontró que del total de acueductos nacionales un 66% presentan capacidad hídrica reducida y un 34% exhiben algún nivel de estrés hídrico, especialmente en el centro del país y las costas. El acceso al agua potable es desigual entre regiones; en la Central menos del 2% no dispone del líquido, y el 14% de los habitantes de la Huetar Caribe carecen de suministro.
En 2021, el país alcanzó el nivel más alto de cobertura de agua potable, el 95,7%; pero solo el 77% se ha sometido a controles de calidad.
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