James Dinarte Arias es estudiante de la carrera de Filosofía.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.La conocida aseveración de Gilles Deleuze en su libro Nietzsche y la filosofía sobre la respuesta a quien demanda que se le explique la utilidad de la filosofía debe ser igual de mordaz que la intención de quien la emite no deja de ser adecuada para plantearse en la actualidad costarricense con una defensa de la disciplina filosófica y su relevancia.
La primacía de la técnica y el mercado en nuestro país lleva el primer lugar en las encuestas sobre la rentabilidad de estudiar alguna carrera en la universidad, eso, junto a la política gubernamental de turno, la cual parece enfocar los esfuerzos en dejar de lado a las disciplinas humanísticas, para convertir en un tema de actualidad el cuestionamiento de en qué se está gastando (es decir, cuánto dinero está dejando) el porcentaje del PIB que recibe la Universidad de Costa Rica.
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El terreno para el debate es claro, pareciera que la defensa de la Filosofía es una tarea que se ve superada y que no tiene sentido ponerse del lado de un área de estudio que pertenece a una época antigua y sin avance tecnológico. En nuestra época parece que no hay lugar para una reflexión sosegada sobre la existencia o las interrogantes que a la mayoría de las personas le aquejan, solo lo que es capaz de garantizar la sobrevivencia material.
Ahora bien, este ejercicio lógico donde se determina qué debe ser más importante parte de unas ciertas premisas con una conclusión que garantizan que este “proceso mental” pueda ser comprendido y considerado como cierto. Si solo merecieran apoyo las disciplinas que garantizan el avance de las tecnologías o la satisfacción de necesidades operativas, no se llegaría a esta conclusión sin tener algún espacio que permita “ejercer” la capacidad argumentativa de las personas.
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La capacidad reflexiva y de argumentación es fundamental para el desarrollo de la sociedad, la educación humanística se destaca como el lugar por excelencia para que estas habilidades puedan ser cultivadas por el costarricense a través del estudio de la literatura y la lengua sin caer en las redes de una obediencia a los poderes políticos o económicos.
Es por esto por lo que la pregunta sobre si la Filosofía es una carrera rentable y útil para la sociedad tiene toda una elaboración que nace gracias a la capacidad humana del cuestionamiento y de buscar razones sobre las cosas, afortunadamente no se ha prohibido de nuevo la indagación y el cuestionamiento hacia lo que se da por sentado y se vuelve de mucho interés en estas líneas defender la tarea de la filosofía como una pregunta constante en la sociedad.
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Quien quiere conciliar orden y
progreso encuentra con toda naturalidad su modelo en una
institución que simboliza su unión: la institución pedagógica,
el lugar —material y simbólico— donde el ejercicio de la
autoridad y la sumisión de los sujetos no tiene otro objetivo
que el de la progresión de esos sujetos hasta alcanzar el límite
de su capacidad: el conocimiento de las materias del programa
para la mayoría; la capacidad de convertirse, llegado
el momento, en maestros, para los mejores.
(el maestro ignorante, p.9)
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“Poniendo los puntos sobre las íes” es una sección del proyecto Esta palabra es mía, un espacio de divulgación lingüística y literaria.