Mesas vacías. La inseguridad y la violencia que experimentan algunas zonas del país infunde temor en los consumidores, lo cual se traduce en una menor visitación de los locales comerciales. Este fenómeno tiende a alejar a los emprendedores o los obliga a incrementar su inversión en mecanismos de seguridad. Foto de la OCI con fines ilustrativos.
De acuerdo con la última encuesta de opinión pública del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica, la población costarricense sigue manifestado que el principal problema del país es la inseguridad y la delincuencia, muy por encima de la corrupción, el desempleo y el costo de la vida.
Para Hugo Vargas González,coordinador de la Cátedra de Seguridad y Convivencia Democrática del Posgrado en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica, este dato no es una mera percepción, sino que tiene un sólido asidero en una realidad estadística que señala que el 2023 es el año en el que se han cometido más homicidios en toda la historia del país.
Este delito se une a los hurtos,robos, asaltos, pago de peajes, tráfico de drogasestafas, entre otros, para crear un ambiente de inseguridad, principal ingrediente para desestimular la inversión nacional y extranjera y desalentar el surgimiento y consolidación de emprendimientos de negocios.
“La reactivación económica depende de factores como la confianza de los emprendedores. Las personas que pretenden realizar algún tipo de actividad económica tienden a analizar el contexto en el que lo realizarán. Si el modelo desarrollista apostó a la inversión extranjera y, con mucha más razón, el actual modelo neoliberal, necesariamente se deben ofrecer condiciones que resulten atractivas para que los inversionistas lleguen”, subrayó el docente e investigador.
Vargas recuerda que, históricamente, Costa Rica ha tenido tres grandes ventajas para el establecimiento de nuevos negocios: el nivel educativo de su población, un clima de seguridad y la estabilidad política que ofrece un Estado social y democrático de derecho. No obstante, estas tres características han sufrido un deterioro acelerado en los últimos años, lo cual pone en riesgo la inversión existente y la creación y sostenimiento de micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), las cuales conforman casi la totalidad del parque empresarial costarricense y generan el 70 % del empleo en el país.
“Un clima de inseguridad altera buena parte de las condiciones para el establecimiento de nuevas empresas, altera evidentemente la estabilidad. Las empresas tienen que invertir más recursos y en mecanismos de seguridad. De hecho, hay algo que se llama economía de seguridad, que es un concepto relativamente reciente, el cual hace referencia a todo el conjunto de inversiones en materia de seguridad de las empresas, incluyendo la ciberseguridad”, agregó Vargas.
Hugo Vargas González,coordinador de la Cátedra de Seguridad y Convivencia Democrática del Posgrado en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica
Al respecto, Kathia Cousin Brenes, profesora de Dirección de Empresas de la Sede del Pacífico de la UCR y coordinadora del Trabajo Comunal “Acompañamiento y fortalecimiento de las pymes de la región Pacífico Central”, ha observado que en su zona de trabajo la desconfianza está a flor de piel por la inseguridad que vive el país, lo cual ha obligado a algunos emprendimientos a incrementar las medidas de seguridad, como el refuerzo de rejas y tener un horario más restringido.
“Se puede mejorar la eficiencia de los Tribunales para que resuelvan los expedientes con mayor celeridad, pero no es esa la vía para eliminar la delincuencia. Hay que atacar los niveles de violencia, desde el núcleo familiar y las comunidades. Si logramos quebrar esos generadores de violencia lograremos disminuir significativamente los niveles de delincuencia y, con ello, obtener mejores condiciones para los entornos empresariales, desde el nivel de las pymes hasta la inversión extranjera”, señaló el docente e investigador.
En este sentido, Manuel Mojica Rojas, docente de la Escuela de Administración de Negocios y profesor colaborador del Trabajo Comunal “Desarrollo empresarial y fomento del emprendimiento”, menciona que el círculo vicioso de la pobreza y la violencia no se rompe solo, sino solo con la fuerza de decisiones políticas y una inversión estratégica.
“Si pensamos en crear una cultura de paz donde las personas no están pasando hambre, donde viven en una infraestructura adecuada y están en un ambiente seguro, de respeto, que no está contaminado y donde pueden hacer deporte, todo eso puede convencer a alguien de iniciar un emprendimiento en su propio lugar de residencia y eso le puede dar empleo a otras personas vecinas, quienes consumirán otros productos del lugar. Con esto, la economía local puede dinamizarse”, enfatizó el especialista.
En un instante, Marco Tulio Abarca Cerdas vio romperse la paz y tranquilidad que ha caracterizado a su negocio durante 17 años.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.“A veces viene gente extraña y ya uno está medio arisco, como la semana pasada que vinieron unos muchachos con bolsos, que eran como cobradores de gota a gota. Entonces, les pregunté ‘¿ustedes qué, no traen cola que les pisen?, ¿nadie los viene buscando?’. Ya uno se pone nervioso al ver gente que no ha venido o que se reconoce que son cobradores de este tipo de préstamos. Uno se pone rejego y cuando pasa una moto muy escandalosa uno se pone alerta”, confesó el dueño del restaurante.
Por otro lado, considera que la confianza es fundamental para todo negocio, pero sobre todo para un restaurante, el cual debe mantener sus puertas abiertas para que la gente se sienta bienvenida. De esta manera, sus opciones se reducen a aprender a vivir y a trabajar con el temor de que ocurra otro hecho parecido, con la fe de que no sea así.
Posterior al ajusticiamiento que se dio en su negocio, el restaurante perdió a parte de su clientela habitual, pero, en su lugar, otras personas se acercaron por curiosidad. Al día de hoy, el nivel de ventas ha logrado recuperarse, pero aún falta por reponer y reparar algunos daños sufridos. En este sentido, Abarca subraya la importancia de la seguridad para el surgimiento y consolidación de un negocio, tal y como ha sucedido con su restaurante a lo largo de 17 años. Sin embargo, reconoce la inexistencia de una organización vecinal que vele por ella y por la recuperación del espacio público para la misma comunidad. “Estoy seguro de que si algo está pasando nadie se va a meter. Puede que ayuden más a un perro o a un niño de una agresión, pero la gente no se mete a defender a otras personas”, acotó.
Un esfuerzo sostenido en el tiempo. En el 2018, la Asociación para la Conservación y el Desarrollo de Barrio Amón cumplió 25 años. Gracias a su trabajo en la recuperación del espacio público, los barrios Amón, Otoya y Aranjuez, en el centro de San José, ahora son más seguros. Esto ha beneficiado al vecindario y a los comercios de la zona. Foto: Fernando Montero Bolaños.
La coordinación vecinal con los cuerpos policiales y la realización permanente de actividades culturales ha redundado en mayor seguridad para este sector de la capital
No. No se trata de que usted vaya a tocarle la puerta al narcotraficante de su barrio para pedirle que deje de vender drogas, pero sí de un trabajo coordinado con todos sus vecinos, con diversas instancias policiales y con otras organizaciones sociales y culturales, para que el ambiente de su comunidad se torne más seguro y le brinde mejores condiciones a los emprendimientos de negocios que deseen instalarse ahí.
Los barrios Amón y Otoya en el centro de San José son un ejemplo de ello. Otrora, este sector de la capital se convirtió en una zona peligrosa por la naturaleza y la cantidad de delitos que ahí se escenificaban. Sin embargo, esa realidad cambió notablemente gracias al trabajo que ha desarrollado la Asociación para la Conservación y el Desarrollo de Barrio Amón en coordinación con la Fuerza Pública y la Policía de la Municipalidad de San José, así como a la realización de múltiples actividades sociales y culturales, las cuales han permitido reconquistar espacios físicos que habían caído en manos de la delincuencia.
Fernando Vega Guillén, presidente de la Asociación, aclara que la organización no es sinónimo de que las amenazas desaparezcan. Los problemas siguen siendo los mismos, lo único que ha cambiado es la forma de enfrentarlos. Esto ha creado un entorno más seguro, lo cual ha contribuido con la consolidación de varios emprendimientos y con la atracción de más turistas a esta zona histórica de San José.
“Siguen siendo los mismos riesgos que tenemos actualmente porque el tema del hampa usted no lo puede eliminar, pero usted sí lo puede desplazar”, asegura Vega, uno de los vecinos de Barrio Amón que más ha trabajado para devolverle a ese sector de la capital el carácter de convivencia y paz que tuvo mientras fue una zona mayoritariamente residencial.
Ante esta realidad, la comunidad se organizó y estableció alianzas estratégicas con empresas e instituciones con dos objetivos fundamentales: por un lado, trabajar de la mano con las autoridades policiales para mejorar la vigilancia del sector, y por otro, desarrollar una agenda de actividades para recuperar el espacio público para el propio vecindario.Ante esta realidad, la comunidad se organizó y estableció alianzas estratégicas con empresas e instituciones con dos objetivos fundamentales: por un lado, trabajar de la mano con las autoridades policiales para mejorar la vigilancia del sector, y por otro, desarrollar una agenda de actividades para recuperar el espacio para el propio vecindario.
Para Carlos Treminio Díaz, asistente administrativo del Hotel Dunn Inn, en Barrio Amón, actividades como las visitas guiadas y el chat entre el vecindario y la Fuerza Pública han contribuido con la seguridad del sector.
Foto: Laura Rodríguez Rodríguez.“Nosotros, como ciudadanos, tenemos que entender que no nos vamos a lanzar a la calle a tomar la ley en nuestras propias manos, pero sí sabemos que los expertos son los servidores policiales y ellos nos han enseñado a cómo actuar sin exponernos, pero sí teniendo una participación activa. La diferencia se debe precisamente a que las instituciones involucradas en el tema de seguridad, sobre todo el Ministerio de Seguridad Pública, tomaron la iniciativa de llevar la seguridad ciudadana a las comunidades”, especificó Vega.
A pesar de que el Plan Cuadrante ya no existe, la organización vecinal espera que sus logros y buenas prácticas se mantengan en la nueva estrategia propuesta por el actual Gobierno, denominada Sembremos Seguridad, la cual convoca a diversas instituciones en mesas de articulación para la toma de decisiones, pero elimina el contacto directo de la comunidad con los oficiales de la policía, uno de los elementos mejor valorados por los vecinos de los barrios Amón, Otoya y Aranjuez.
Pero quienes han llevado adelante estos esfuerzos comunitarios saben muy bien que la vigilancia es tan solo una de las dos alas con las que puede volar la seguridad. La otra consiste en reconquistar los espacios públicos y darles un uso constante para apropiarse de ellos. Es así como, entre muchas otras actividades, la organización comunitaria está efectuando recorridos guiados diurnos y nocturnos por estos barrios llenos de historia y de gran riqueza arquitectónica.
“Cuando hemos tenido recorridos nocturnos, algunos trabajadores del sexo que frecuentan estas calles terminan involucrados con el grupo de 50 personas que es guiado por un historiador. Eso es bueno porque todos necesitamos aprender de la historia de San José, pero ¿qué sucede con la clientela de esos trabajadores?, cuando ven aquel movimiento, se van”, detalló Vega.
Entre las actividades para recuperar el espacio público y fomentar la visitación a la zona, la Asociación para la Conservación y el Desarrollo de Barrio Amón realiza visitas guiadas los sábados por la mañana. Cada semana se ofrece un recorrido diferente a los barrios Amón, Otoya y Aranjuez. Próximamente, la oferta se ampliará a barrio Escalante. Las visitas están dirigidas por el arquitecto y cronista urbano Andrés Fernández (de frente al público). Foto: Fernando Montero Bolaños.
De acuerdo con su experiencia, la apropiación del espacio público se debe medir de acuerdo con las necesidades y la realidad de una comunidad, pero hay que hacerlo para que la gente lo defienda. Es así como se logra desplazar a los delincuentes. “Cuando usted involucra a las personas y forman parte de pintar o de poner un ladrillo, lo van a cuidar. Pero tiene que estar muy bien planeado para que la gente se apropie, porque, si no, le terminamos haciendo un espacio al hampa”, advirtió.
Tampoco se necesita que la comunidad sea numerosa o que sus integrantes trabajen tiempo completo para ella. Basta con una buena organización y con establecer alianzas estratégicas para tener una agenda permanente de actividades que le den vida al barrio y mantengan alejada cualquier amenaza.
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