Johan David Waterhouse Garbanzo no recuerda muy bien cuándo decidió estudiar medicina. Desde pequeño, según dice, ha tenido un deseo inherente de conocer la vasta complejidad del cuerpo humano y ayudar a los demás.
Por eso, con tan solo siete años, ese interés bastó para que este vecino de Calle Fallas, de Desamparados, tomara la decisión de esforzarse en sus estudios. Primero, en la Escuela Joaquín García Monge y luego en el Liceo Monseñor Rubén Odio Herrera; ambas instituciones públicas ubicadas en ese mismo cantón. Pero, como todo anhelo, ese sueño empezó a mostrar algunos retos.
“Al venir de una zona vulnerable, yo pensaba que estudiar Medicina en la Universidad de Costa Rica (UCR) era algo imposible. Sin embargo, gracias a mis padres, a los profesores que creyeron en mí, a la vida y a la admisión diferida, logré este sueño maravilloso. Estoy sumamente agradecido. Si no hubiese sido por la admisión diferida, jamás hubiera entrado a esta universidad, la institución que cambió mi vida por completo”, compartió el Dr. Waterhouse.
En efecto, la admisión diferida es una segunda oportunidad de ingreso, que brinda la UCR desde el 2015 al estudiantado que no fue admitido durante el proceso ordinario.
Esta posibilidad se proporciona mediante la apertura de espacios para aquellas personas procedentes de todos los centros de educación diversificada del país, así como del Bachillerato por Madurez Suficiente (Madurez), Educación Diversificada a Distancia (EDAD) y los colegios del exterior (Exterior), en los que un 15 % o menos del alumnado que realizó la Prueba de Aptitud Académica (PAA) fue admitido.
El objetivo de dicha modalidad es aprovechar el máximo de cupos que tienen las distintas carreras y promover la representación equitativa de la población estudiantil. Del 2015 al 2022, la UCR brindó 5 109 espacios. Este 2023 se ofrecerán 784, informó la Vicerrectoría de Docencia.
Y si bien esos datos son solo cifras, lo significativo aquí es que detrás de cada número hay una persona que, a pesar de diversas brechas económicas y sociales, logró ingresar a una universidad pública para escribir una nueva historia de oportunidad y de transformación social. Johan Waterhouse lo refleja claramente.
Hoy este carismático joven tiene 25 años, y en sus manos no solo sostiene un título como médico general, sino que también sujeta un certificado de reconocimiento dado por la UCR al haberse graduado con honores. Su promedio sobresaliente de 9.51 así lo respalda.
Además, estuvo entre las mejores notas en una de las pruebas de mayor prestigio mundial: el Examen de Ciencias Clínicas (CSE), que aplica la prestigiosa organización International Foundations of Medicine (IFOM) en cuatro continentes: Asia, Europa, América y Oceanía.
De igual forma, a finales del 2022 se le informó que ingresó al Programa de Posgrado en Especialidades Médicas de la UCR, específicamente, a la especialidad de Dermatología, con la segunda mejor nota.
“No tengo palabras para expresar mi eterno agradecimiento por haber tenido esa segunda oportunidad. Los cupos de la admisión diferida cambian vidas. Cambió la mía y probablemente cambie la vida de todas las demás personas que entrarán mediante este sistema. Yo jamás imaginé todo lo maravilloso que iba a vivir. Del colegio donde vengo a uno se le inculca que va a trabajar y a estudiar, que no está mal, pero puede ser diferente y eso es justamente la admisión diferida”, expresó Johan.
Al consultarle al Dr. Waterhouse cuál ha sido su secreto para lograr tantas metas, él no tardó en responder que es la constancia.
“Yo no soy ningún genio, solo soy una persona que se esforzó mucho y que nunca pensó que tantas cosas buenas pudieran ocurrirle. Primero, entrar a la UCR, y luego que todo el empeño y tiempo dedicado al estudio rindieran tantos frutos. Todo ha valido la pena”, manifestó Johan.
La Dra. Victoria Arguedas Astúa, médico especialista en Geriatría y Gerontología del Hospital Raúl Blanco Cervantes, y docente de Johan en sus años de carrera, concuerda. Ella es la primera en confirmar la dedicación y pasión por la medicina que este joven ha entregado a lo largo de la carrera.
“Si algo caracteriza a Johan es la perseverancia, la responsabilidad, lo respetuoso que es y lo carismático. Desde el punto de vista académico, él siempre se destacó porque era muy estudioso, tenía buenas notas y siempre estuvo muy preocupado por aprender más. En el internado, cuando ya los estudiantes tienen más interacción con el paciente y más responsabilidades, Johan continuó destacando a nivel académico y en el trato respetuoso con las personas adultas mayores, que es una población muy vulnerable. Él siempre procuró dar más de lo que se le pedía”, expuso la Dra. Arguedas.
A este joven médico, amante del cine, de la música instrumental, el jazz, el senderismo, la naturaleza, el gimnasio y del spinning, no se le podía dejar ir sin que antes compartiera algunos aspectos de su vida.
De manera muy amable, este profesional decidió dar unos minutos de su tiempo para narrar algunos detalles de su vida, su vínculo con la medicina, qué lo motivó a avanzar y los desafíos que tuvo que superar.
También aprovechó el momento para motivar a todas y todos aquellos jóvenes de colegio que desean construir un futuro profesional, pero que, en ocasiones y por diversos motivos, creen que no podrán lograr sus aspiraciones.
“Realmente, uno puede llegar a ser excelente en cualquier área que uno quiera escoger. Solo necesita una cosa: proponérselo y aprovechar las oportunidades”, enfatizó Johan.
―Dr. Waterhouse, gracias por la oportunidad para realizar esta entrevista. Quiero empezar por lo más básico, ¿cuándo y por qué decidiste estudiar medicina?
―Johan Waterhouse Garbanzo (JWG): “No tengo una respuesta concreta a la pregunta, porque siempre, desde pequeño, he tenido una sensación inherente a estudiar medicina. Entonces, no sabría decirte en qué momento o por qué decidí estudiar Medicina. Solamente ya lo sabía en mí mismo y sabía que quería ayudar a la gente”.
―A ese anhelo profesional que ya traías desde muy pequeño, ¿se le sumó alguna situación personal o familiar que te ayudara a reafirmar esa convicción de estudiar dicha profesión?
―JWG: “Sí, y fue mi tía. Ella fue enfermera y eso me inspiró y reafirmó mi seguridad de estudiar Medicina. Pero no solo ella, sino que en el colegio también tuve muchos profesores que me motivaron.
Con el apoyo que estaba recibiendo, me enfoqué demasiado en 10.º y 11.º para conseguir muy buenas notas. Mis profesores hicieron que yo lograra creer en mí mismo y que podría lograr grandes cosas, pues al venir de una zona vulnerable uno mismo piensa que estudiar Medicina en la Universidad de Costa Rica es algo imposible.
Sin embargo, gracias a todos esos profesores, a mis padres que creyeron en mí, a la vida y a la admisión diferida, logré este sueño maravilloso de estudiar Medicina en la UCR. De mi colegio, yo fui el único de mi generación que entró, y otros dos compañeros más ingresaron a otras carreras: una a Química y la otra a Economía. Los únicos tres de las casi 70 personas que lo intentamos”.
―Cuando supiste que lograste tu gran sueño de entrar a la UCR, específicamente a la carrera de Medicina gracias a la admisión diferida, ¿cómo fue ese momento?, ¿cómo lo recordás?
―JWG: “Fue toda una fiesta. Cuando dieron las notas de la admisión diferida no lo podía creer. Recuerdo que eran las 11:30 de la noche y me llegó un correo que decía que ya estaban las notas. Yo no me imaginé que iba a entrar.
Al principio estuve muy triste porque no había logrado ingresar en el periodo ordinario. Pero, después, no podía creer que fui el afortunado de ingresar a Medicina mediante la admisión diferida. Solamente había un cupo para entrar a esa carrera por medio de tal modalidad.
Recuerdo que ese día fue una gran alegría en mi casa, me convertí en el primero de la familia en estudiar en la Universidad de Costa Rica, y ahora, en el primer médico graduado. También, en mi colegio, hubo una gran fiesta porque nadie nunca había logrado entrar a Medicina. Aún hoy me cuesta creer que fuera tan afortunado”.
―Al inicio, vos me dijiste que la UCR te ha cambiado la vida totalmente. Ya como graduado, ¿cómo podrías describir ese cambio?
―JWG: “Como inimaginable. Cuando uno viene de un colegio vulnerable, jamás cree que se pueda ser capaz de lograr muchas cosas. Yo no me creía capaz de pasar el primer año de Medicina, ni el segundo, ni el tercero, pero resulta que ahora estoy aquí, graduado.
La UCR cambió mi vida por completo y la admisión diferida es el epítome de la movilidad social. Yo no sabría qué hubiese pasado si no hubiera entrado a la Universidad de Costa Rica. Gracias a la UCR hoy soy médico general, con una carrera cuyo costo total fue menor a los 500 000 colones en los siete años que estudié.
Además, me abrió las puertas laborales, y al haber entrado a la UCR y poder graduarme, conseguí una plaza para formarme como médico especialista dentro de la Caja.
Ya pasé los exámenes del posgrado. Actualmente, estoy esperando la inscripción para empezar. Así que, cuando me pongo a pensar, la verdad no creo que todo esto me esté pasando. Estoy muy agradecido por estudiar en una de las mejores universidades de Latinoamérica, así como estar en una de las universidades del país que brinda más oportunidades y que permite la movilidad social. Y, bueno, no solo hablo de medicina, sino de cualquier carrera que se imparte en la UCR”.
―No obstante, supongo que tuviste algún reto. La lógica de la admisión diferida es promover la equidad y para ello se contemplan varios elementos. Uno es la selección de centros educativos en los cuales sus estudiantes alcanzaron una admisión a la UCR de un 15 % o menos en la fase ordinaria. Estamos hablando, básicamente, de centros con pocos estudiantes que logran ingresar a la UCR por distintas razones o brechas de acceso.
En tu caso particular, y ya al haber ingresado a la carrera, ¿sentiste que venías con alguna brecha académica? ¿Cómo la superaste?
―JWG: “¡Uy, sí! ¡Claro que sí! Tuve varios retos académicos. Uno de los principales fue que, al venir de un colegio público, estuve sin recibir clases durante tres meses debido a una huelga de maestros cuando cursaba mi quinto año. Eso hizo que tuviéramos un atraso muy grande en matemática y química, principalmente.
El programa de estudios de Medicina lleva precálculo, cálculo y química intensiva. Entonces, uno de los mayores retos fue justo ese. Recuerdo que yo, totalmente solo, tuve que estudiar muchas cosas por internet, porque cuando uno entra a una carrera que tiene precálculo y cálculo en su plan de estudios, se hace un examen de diagnóstico para ver si le convalidan precálculo.
Yo, sin ayuda, tuve que revisar cómo se hacía lo de precálculo porque no sabía, y en el colegio no habíamos terminado todo el programa. Por lo tanto, procedí a ver muchos videos por internet, y por dicha, logré pasar el examen de precálculo.
El otro desafío fue cuando entré a cálculo uno. El curso fue todo un reto porque tampoco tenía las destrezas matemáticas. Afortunadamente, la Universidad tiene estudiaderos y horas con los profesores. Entonces, logré pasar el curso con una muy buena nota”.
―Superaste esos desafíos y luego entraste a una fase muy importante que es el aprendizaje médico formal. ¿Cuáles fueron tus mejores momentos en la UCR?
―JWG: “El mejor momento fue cuando me dieron las notas del IFOM, que es el examen para hacer el internado en la Caja. En ese examen yo estuve dentro de las mejores notas y eso tampoco me lo podía creer. Ese momento me marcó mucho. Otro momento que me marcó positivamente fue cuando se publicaron las notas finales del examen para optar por la especialidad y quedé en segundo lugar, asegurándome así una plaza para formarme como médico especialista.
Adicional a esos instantes, también ha habido otros grandes momentos, como cuando ya uno tiene al paciente al frente y lo ayuda a salir adelante. Para mí ayudar es muy grato y me embarga una gran felicidad, porque para eso estudié. Son siete años de formación que valieron la pena”.
―Ahora me mencionás el tema de la felicidad, recuerdo que en entrevistas pasadas algunos médicos me han dicho que ese sentimiento es clave para ser un médico de excelencia, porque alimenta una pasión necesaria al momento de ayudar a salvar vidas. ¿Para vos es igual o considerás que debe haber algún otro elemento para ser un médico de excelencia?
―JWG: “Considero que debe haber un elemento más y es la humildad. Un médico de excelencia debe ser una persona humilde, que sabe trabajar bien con los demás y que acepta las críticas constructivas y las no tan constructivas. Es ponerse en los zapatos del paciente y ser empático.
Cuando uno trata bien a la persona, y ella o él está anuente, la relación cambia demasiado. Esto lo he aprendido en mis años como estudiante y como médico en dos escenarios: tanto al lado de las personas enfermas como del lado de los familiares.
Mi tía en estado terminal falleció hace poco y esas situaciones de la vida hacen que uno aprenda a ser todavía más empático y sensible con los pacientes”.
―Ahora que estás a punto de ingresar a la especialidad de Dermatología, me llama mucho la atención que hayas seleccionado esa rama de las 57 que brinda la UCR. ¿Por qué la seleccionaste?
―JWG: “Escogí Dermatología precisamente por mi tía. Ella padecía cáncer de mamá y entró en remisión. Sin embargo, luego empezó con unas manifestaciones en piel que nosotros llamamos fenómenos paraneoplásicos. Esto significa que el cáncer regresó.
Yo le dije que posiblemente podría ser eso. Ella fue en múltiples ocasiones al ebáis y a Emergencias, y cuando consultó conmigo (cuando yo era estudiante), le dije que podría ser algo paraneoplásico y que mejor hablara con su oncólogo. La sospecha que tenía al final resultó certera y desde ahí empezó mi gusto por la dermatología y por las manifestaciones cutáneas que tienen enfermedades sistémicas”.
―Sé que apenas vas a comenzar la especialidad este 2023, pero qué te gustaría aportar. ¿Cuál es esa huellita que te gustaría dejar en el futuro en esta especialidad? ¿Tenés algo en mente?
―JWG: “Sí, y es en el tema del cáncer. A mí me encantaría subespecializarme en Dermatología Inmunológica. La inmunología en el campo de la dermatología me parece fantástica. No obstante, para los próximos cinco años me veo haciendo el servicio social en la Caja, después de concluir los cuatro años de la especialidad. Esa es mi meta más inmediata”.
―Finalmente, doctor, una persona como vos, que ha logrado cumplir tantos anhelos que a los 17 años pensaba imposibles, ¿qué mensaje de cierre les darías a todas esas generaciones que están en el colegio y que aspiran a estudiar Medicina?
―JWG: “El primero es que crean en sí mismos, que sepan que son capaces. Con la confianza uno hace muchas cosas, y si no la tienen, que igual se atrevan, porque uno no sabe de lo que es capaz hasta que ya está ahí. Es vital confiar en sí mismo y creérsela. Esto aplica para todas las carreras. Por eso, este mensaje no es para quienes deseen estudiar Medicina, sino para todas las personas que vienen de zonas vulnerables y deseen entrar a la UCR. Quiero que cada una de esas personas sepa que la Universidad de Costa Rica sí permite estudiar y llegar a cumplir los sueños de uno. Hay que intentarlo, no hay que dejarse llevar por las ideas preconcebidas sobre que una carrera es difícil, o que entrar a la UCR es difícil, o que graduarse es difícil, porque solo con pensar eso uno mismo se sabotea. Lo que hay que hacer es atreverse”.
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