Nació en San José el 1 de mayo de 1957 en el Hospital del Seguro (actualmente Hospital Dr. Calderón Guardia) pero se considera un guanacasteco llevadero, de risa fácil y buen humor. Luis Felipe es el segundo de tres hermanos.
Su padre, el abogado y político nicoyano, Armando Arauz Aguilar, fue quien le inculcó los valores guanacastecos y la militancia en el Partido Liberación Nacional. Su madre, Ligia Cavallini Quirós, fue profesora de Estudios Sociales en el Liceo Mauro Fernández de Tibás y luego impartió cursos de Historia de la Cultura en la Universidad de Costa Rica.
De su infancia recuerda las vacaciones en esa provincia y que la calle frente a su casa en Tibás era de tierra. En el barrio su familia era la única que tenía televisor, así que allí se reunían sus amigos y vecinos para ver la Isla de Gilligan, Bonanza y otros programas de la época, y aunque él y sus dos hermanos estudiaban en el Colegio Saint Francis, asegura que nunca se volvió “pipi”, precisamente por vivir en un barrio humilde.
Proveniente de una familia educada y de clase acomodada, a Luis Felipe no le faltaron oportunidades para desarrollarse académica e intelectualmente en sus años de niñez y juventud, pero tampoco le faltó el contacto con la realidad y el compromiso social que lo han acompañado a lo largo de su vida.
En 1978, con tan solo 21 años, comenzó a dar clases de ciencias, biología y química en la sección nocturna del Colegio Calasanz, mientras aún cursaba sus estudios de bachillerato universitario. Allí enseñaba a otros jóvenes que trabajaban y no habían tenido la oportunidad de terminar la secundaria. Esta labor la realizó de forma voluntaria durante 8 años, hasta 1985.
Biólogo, agrónomo, fitopatólogo, profesor y político en ese orden, Luis Felipe fue definiendo su trayectoria tanto en la esfera nacional como universitaria con un gran sentido de responsabilidad y compromiso social, además de una chispa de buen humor.
Su madre le sugería estudiar medicina, pero Luis, quien amaba las plantas y los animales, se decantó primero por Biología y después por Agronomía, una carrera que tenía muchos cursos en común y ofrecía mayores oportunidades laborales. Agronomía le gustó porque combinaba la Biología con la práctica y la parte más humana y social que también llenaba su vocación de servicio.
Su formación como biólogo le permitió tener una visión holística y ecológica del agroecosistema como un todo, visión que plasmó en un nuevo plan de estudios de la carrera de Agronomía.
Como director de la Escuela de Agronomía, de 1998 al 2005, lideró la elaboración del plan de estudios de la carrera de Agronomía , el cual incorporó la Agroecología y la acercó al resto de las áreas agronómicas, además, bajo su administración se redujo la cantidad de créditos en química y se sumaron otras materias que respondían mejor a las necesidades del país.
Más allá de sus aportes a la malla curricular, que definiría una nueva generación de ingenieros e ingenieras agrónomos menos químicos y más preocupados por lograr el equilibrio entre productividad y protección del medio ambiente. Arauz considera que su mayor aporte durante sus años como docente, ha sido dirigir la tesis de unos 40 estudiantes que hoy son exitosos profesionales.
Gerardina Umaña Rojas fue la primera estudiante a la que Felipe dirigió una tesis, siendo él mismo un joven y exigente profesor que le mandó a reescribir cuatro veces y a máquina su proyecto.
“Finalizando la carrera, matriculé un Seminario en Agronomía, en ese semestre lo impartió un profesor que recién empezaba a trabajar (Felipe), y que dentro de sus enseñanzas lograba transmitir que a partir de conocimientos de biología, ecología, se podía lograr una mejor armonía entre Agricultura y Naturaleza, lo que además comunicaba de una forma muy divertida”, recuerda Gerardina.
Su padre, don Armando Araúz Aguilar, fue dos veces diputado, una vez por Guanacaste y otra por San José, y segundo vicepresidente de la República durante el gobierno liberacionista de Luis Alberto Monge Álvarez (1982-1986) y también fue fundador del Instituto de Fomento y Asesoría Municipal (IFAM).
Luis Felipe militó en la añorada juventud liberacionista en donde se formaban los líderes que dirigirían el país, allí estudió materias como social democracia, economía y sociología. Con el tiempo fue creciendo su desencanto por este partido que, a su parecer, fue alejándose de la ideología socialdemócrata y convirtiéndose cada vez más en un partido neoliberal.
En el año 2000, el encanto que experimentó al escuchar las propuestas del fundador del Partido Acción Ciudadana (PAC), don Ottón Solís, a quien conoció durante una mesa redonda que organizó para analizar los pros y los contras del Combo del ICE, lo llevaría en poco tiempo a renunciar al PLN y a ocupar una silla ministerial con el PAC catorce años después.
Del 2014 al 2018 fungió como jerarca del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), junto al presidente y también profesor universitario, Luis Guillermo Solís, durante el primer gobierno del PAC que rompió con la tradición bipartidista en el país.
En la Universidad de Costa Rica le tocó estar en posiciones de liderazgo dentro de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias como director de escuela y decano, pero también pudo ver las cosas desde afuera cuando estuvo en el Gobierno. Desde ambas posiciones, asegura, que siempre impulsó que la Universidad se relacionara más con el entorno desde el punto de vista tecnológico, ecológico, de sostenibilidad y de productividad.
A lo largo de su carrera se comprometió con grandes temas como la agroecología, la seguridad alimentaria y el cambio climático. Tanto desde la academia y la investigación interdisciplinaria, como desde la función pública, se dedicó a impulsar las transformaciones que requería el país en estas áreas.
Como universitario y como ministro, ha sido enérgico en defender el lugar que se merece el productor nacional, especialmente en el caso de los frijoleros que se llevan la peor parte en el negocio de los granos básicos, o al implementar una impopular medida fitosanitaria que detuvo la importación de aguacate mexicano durante 7 años y dio la oportunidad al sector aguacatero nacional de desarrollarse sin el peligro de que la enfermedad "mancha de sol" del aguacate contaminara sus cultivos.
Se enfrentó a situaciones difíciles y también se ganó el calificativo de enemigo del ambiente por su posición de apoyo a los pescadores frente al tema de la pesca de arrastre. Él asegura que buscaba una solución intermedia entre la protección del medio ambiente y la subsistencia de la gente que dependía de la pesca artesanal de camarón pero esto no llegó a funcionar. La pesca de arrastre quedaría totalmente prohibida en el país.
“No me diga que mire a los ojos a esas señoras y que ellas vean un ministro que no tuvo la valentía de hacer lo correcto, aunque no fuera políticamente popular”, recuerda que eso le dijo a un periodista en aquellos días de gran tensión.
Reconoce, que defender sus ideas, valores y sus actuaciones en la política le hicieron ganar algunos enemigos. Sin embargo, al preguntarle si se arrepiente de algo… hace una pausa, mira al suelo como buscando entre los recuerdos de las situaciones conflictivas que enfrentó y finalmente dice con toda certeza que no.
No se arrepiente, pero sí reconoce que faltó haberle puesto más energía a la productividad de granos básicos y se quedó con la frustración de no haber logrado superar el conflicto entre productividad y ambiente. Aún hoy conserva la esperanza de que eso poco a poco va a ir cambiando, cree que es una transformación que ya ha ido ocurriendo y que ha impulsado la Universidad.
El Dr. Luis Felipe Arauz, autor de decenas de artículos científicos, capítulos de libros y conferencias, fue galardonado con el “Premio al Investigador 2012” que otorga la Universidad de Costa Rica a aquellos académicos cuya sensibilidad moral y capacidad de reflexión ética estimulan proyectos de investigación fuertemente relacionados con el desarrollo social.
En dicha ocasión, la Universidad lo reconoció por su innovadora línea investigativa en el campo de la Fitopatología, con la cual hizo valiosas contribuciones para avanzar en el control biológico de plagas y por sus diversos proyectos en el Instituto de Investigaciones Agrícolas donde también gestó importantes trabajos colaborativos en torno a temas de relevancia global, como seguridad alimentaria y cambio climático.
A pesar de sus múltiples logros, él se define como un hombre indisciplinado porque, aunque tiene muy buen oído musical, nunca aprendió a tocar el piano con las dos manos y tampoco a mecanografiar por pereza de practicar. Prefiere las matemáticas, el cálculo y la comunicación, por lo que a sus 65 años se ha planteado la posibilidad de aprender a hacer videos de Política y Agronomía o empezar otra carrera como Ingeniería en Biosistemas.
Sus cualidades de responsabilidad y compromiso son las que le han llevado a cumplir todo lo que se propone, desde nadar 2 000 metros como ejercicio o iniciar con mucho esfuerzo y pocos recursos un intercambio estudiantil entre Costa Rica y Estados Unidos, hasta levantar el Programa de Abastecimiento Institucional (PAI) del Consejo Nacional de Producción (CNP) que dio a los agricultores un mercado justo, aunque no perfecto, para vender su producto.
Mauricio Serrano Porras fue de los primeros estudiantes que participaron en ese intercambio y a raíz de esa experiencia realizó su doctorado en la Universidad de Iowa. El recuerda la picardía del profesor en diferentes situaciones y su creatividad a la hora de plantear los exámenes.
“Los exámenes del curso de Fitopatología tenían cierta dosis de humor. Recuerdo un apartado de preguntas de "completar" que trataba sobre "La reunión anual de las enfermedades de plantas, en donde cada uno llegó disfrazado para impresionar a sus amigos". En la conversación, los patógenos murmuraban y se criticaban entre ellos; y el estudiante tenía que indicar de cual enfermedad o patógeno se estaba hablando”, así lo recuerda Mauricio.
Es difícil atrapar la mirada esquiva de este hombre de decisiones firmes y de imponente estatura ya sea embutido en un pupitre de un aula universitaria o en una recepción luego de una conferencia. Acepta que su timidez es un defecto que le ha traído dificultades, especialmente durante su etapa como ministro cuando debía asistir a eventos con diplomáticos en los que le costaba entablar conversación. Pero que no se confunda timidez con falta de seguridad.
Al leer su más reciente artículo de opinión titulado “Mal ejemplo señora ministra” vemos que el ex decano es firme y directo al increpar a las autoridades del nuevo Gobierno para defender a la universidad pública de la cual formó parte durante cuatro décadas. Su defensa también la ha dado desde las aulas universitarias formando profesionales, desde el campo junto a los productores y en las revistas científicas aportando conocimiento.
Ha sido estudiante, profesor e investigador (1981-2022), director de la Escuela de Agronomía (1997-2005), director del Instituto de Investigaciones Agrícolas (2005-2009) y decano de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias (2009 a 2014 y 2018 a 2022), y en su currículum, ya figura un nuevo cargo: el de Profesor Ad honorem pensionado de la Universidad de Costa Rica.
Para él la Universidad es mucho más que un lugar para sacar una carrera, es un centro de generación de pensamiento crítico, de generación de cultura y de conocimiento (ya sea más abstracto o aplicado) que se debe a la sociedad costarricense: “La Universidad hay que defenderla como institución y como concepto” dice con total convencimiento.
En esta ocasión el tiempo no fue suficiente para hablar con mayor profundidad sobre frijoles, café, mango, piña, agroecología, plaguicidas y adaptación al cambio climático. Por suerte, a menudo don Luis Felipe regresa a la Universidad. Aún quedan cosas por hacer y otros capítulos por escribir en su caminar por la Universidad de Costa Rica.