La Universidad de Costa Rica es un proyecto educativo y constitucional de Estado. Es el más importante y de mayor incidencia en el desarrollo económico y cultural del país. Es por ello que las artes y las letras juegan un papel fundamental en la sociedad costarricense en general y en la UCR en particular, ya sea como disciplinas de trabajo propiamente dichas, ya sea como elementos de formación transversal en el proceso de construcción de la persona y del profesional en cualquier disciplina que sea.
En honor al verdadero estatus de una universidad, la UCR estudia y cultiva todas las artes, del mismo modo que comprende la lingüística, la literatura, las lenguas nacionales y extranjeras, antiguas y modernas, y también el pensamiento. Referirse a las artes y las letras es entonces referirse a la vida misma del ser humano, su quehacer y su relación con el mundo, con las personas, la manera en que lo percibe y da elementos de respuesta mediante el acto performativo de la (re)creación. Su fondo de trabajo, su quehacer, es la cultura propiamente dicha, en todas sus formas y manifestaciones, es decir toda elaboración tangible e intangible de la que es capaz y que informa a la vez de sus dimensiones intelectual, física, espiritual, psicológica y afectiva. Las artes y las letras se abocan entonces al estudio, promoción y producción de la cultura, desde lo interno en plena interacción con lo externo, en un intercambio constante de saberes, experiencias, sensibilidades, prácticas y conocimientos.
La cultura lo abarca todo, y es por ello que el área de Artes y Letras en la Universidad de Costa Rica es transversal a todas las disciplinas que alberga y de las que es catalizadora y potenciadora. En efecto, a través de la docencia, la investigación y la acción social, esta área contribuye con el enriquecimiento de la cultura, como una de las misiones que le encomienda explícitamente la Constitución y que secunda el Estatuto Orgánico. Además, las disciplinas humanistas por excelencia que cubre esta área incluyen el estudio y el desarrollo del pensamiento humano, la elaboración discursiva de sus visiones del mundo y el lenguaje como expresión de esa narrativa o de la forma en que narra al ser humano en sus múltiples contextos, pero también cómo interpreta al otro, tanto en nuestro contexto nacional como internacional, a lo largo de su historia y en la actualidad. En estas disciplinas se cultiva el pensamiento crítico creador, que busca entender el funcionamiento de nuestros espacios y territorios, y aportar así elementos de respuesta para una mejora de la calidad de vida de las personas y una búsqueda de soluciones y alternativas a las distintas problemáticas que enfrenta el ser humano, todas en función del contexto y de sus necesidades.
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La importancia de las artes y las letras se mide entonces en proporción al desarrollo humano que adquiere una sociedad, del reconocimiento del valor intrínseco que otorga al ser humano y al medio en que evoluciona, pero también de su capacidad creadora, siempre pensando en una mejora sustancial de su calidad de vida, para la convivencia, la paz social y la exaltación del espíritu, ya sea en la vida cotidiana, ya sea en el ejercicio profesional.
Las artes y las letras, como disciplinas humanistas en la Universidad de Costa Rica, buscan entonces operar ese cambio de percepción del ser humano, sobre la consciencia de sí y del otro, promover el respeto de la alteridad y, sobre todo, preparar y dotar de una perspectiva integral del mundo en que evoluciona a las personas profesionales que forma en sus diferentes sedes universitarias, a lo largo y ancho del país. Se trata en definitiva de formar ciudadanos comprometidos y responsables en el ejercicio de la profesión.
En este sentido, hablar de las STEM como un ente de formación aislado y per se constituye un sesgo y un profundo error de análisis, sobre todo cuando son promocionadas como un fin en sí mismo y como la panacea del desarrollo económico de un país, cuyas problemáticas sociales son mucho más complejas y requieren de soluciones integrales y estructurales, pero sobre todo inclusivas y realmente sostenibles en el tiempo y en armonía con el medio ambiente, puesto que es necesaria una perspectiva contextual, histórica y a futuro.
“Ciencia sin consciencia es ruina del alma” (Rabelais, 1532) advierte ya Pantagruel desde los albores del Renacimiento, es decir el saber sin perspectiva humana es parcial y peligroso, e incluso puede llegar a ser envilecedor y degradante. El conocimiento no reflexivo no le permite a la persona apropiárselo en aras del bien común y por tanto progresar; quiere decir que por mucho que avance el conocimiento, éste no debe estar desprovisto de una ética que marque la intención y la acción en la aplicación, pues si avance hay, debe ser puesto al servicio del bien común, del bienestar humano, y crear un sentido de la responsabilidad en cuanto a los procesos de adquisición en paralelo con una práctica y un ejercicio profesional responsables. No se trata de reducir, coartar o envilecer el espíritu humano, se trata de exaltarlo y generar el deseo de dar lo mejor de sí, de lo que es capaz y valorizar a las personas. Se trata en definitiva de evitar las derivas de la acción humana cuando el conocimiento no es puesto en esta perspectiva ética.
Así las cosas, la misión de la Universidad de Costa Rica es formar profesionales con visión integral del contexto en que evoluciona, en un proceso interactivo con la sociedad frente a la complejidad de su evolución y desarrollo, y dar respuestas adaptadas al contexto. No se trata de formar tecnócratas para una maquila económica autómata y temporal, localizada en ciertos espacios, donde el ser humano es solo una parte del engranaje y fácilmente reemplazable cuando los recursos se han agotado o los objetivos han cambiado. Por el contrario, se trata de formar personas libres, autónomas, con espíritu crítico, creadoras, innovadoras e identificadas con su entorno para aportar, desde su área del saber, elementos de respuesta para una mejor calidad de vida para sí y de sus congéneres.
Que las artes y las letras se intersequen en las STEM, o más bien que éstas últimas se diluyan con otras disciplinas o no en el ámbito universitario, es a la vez una decisión académica y política, tomada en función del modelo de universidad, de país y de Estado que queremos. Sabiendo que a algunos promotores de las STEM les interesa solo una parte de ellas, la que es inmediata y práctica para la satisfacción de un mercado laboral transnacional insaciable y masivo al que el desarrollo y exaltación del espíritu crítico y humano no le interesa, urge recordar que el saber, el conocimiento, las experiencias surgen de la sinergia interdisciplinaria y del aporte simultáneo de saberes adquiridos. Solo así se construyen estructuras robustas, durables y sostenibles en el tiempo. La tecnología no puede ser un fin en sí mismo si no convoca a la ciencia que le sirve de base, pero también a la filosofía que da cuenta de sus profundos resortes, y a las artes y las letras para resignificar el valor que se les puede dar, desde el punto de vista espiritual, cuando son puestas al servicio de la cultura, de las necesidades de las personas y de las legítimas aspiraciones humanas de placer, bienestar, calidad de vida y paz social.
Frente a esta intersección de caminos, el futuro de las artes y las letras es el que la voluntad política de nuestros tomadores de decisiones le quieran dar. El Constituyente de 1949 tenía clarísima la incidencia que tendrían en el desarrollo de nuestro país, porque “¿para qué tractores sin violines?” El genio de un pueblo, de una cultura, su permanencia y su cohesión social dependen de una educación integral, donde todos los saberes tienen un lugar y papel importante que desempeñar en una interacción de conjunto. Entonces hay que interrogarse sobre el contenido ético, epistemológico y cultural que poseen nuestros tomadores de decisiones, pero sobre todo sobre su inteligencia y sensibilidad para tener la voluntad política de (re)pensar un país en función del conjunto de sus habitantes, de manera que cuenten con una visión y una formación sólida, integral y ética, en el que las artes y las letras forman parte de la ecuación como disciplinas humanistas que dan cuenta de sus raíces y cultura, en aras de la construcción de una sociedad más equitativa, justa, realizada, feliz y consciente de sí y del entorno en que evoluciona. Si es así, el futuro se puede pensar más promisorio y esperanzador.
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En fin, dado que las humanidades se enfocan en las realidades humanas, las cuales están en perpetuo cambio, aquellas evolucionan en función de éstas. Frente a un substrato inmanente (el ser humano), el estudio de estas realidades no puede más que adaptarse. Entonces si innovación hay, es recurriendo justamente a las bondades de la tecnología y de las ciencias para obtener mejores resultados. Revertiendo el (falso) paradigma, se podría decir que las STEM deberían ser puestas al servicio de la cultura porque el interés no debería ser crear calculadoras humanas sino seres humanos libres, felices y reflexivos. Estudiar la cultura frente a las aporías que enfrenta el ser humano siempre es un desafío en cuanto al enfoque que se aborda para obtener una comprensión más amplia y lo más certera posible de la vida humana. Por ejemplo, en la era de la posverdad, de la información falsa y sesgada relevada por redes sociales y medios de comunicación a sueldo de grandes intereses empresariales, que debilitan las instituciones y la cohesión social, se hace más necesario que nunca recurrir a métodos y formas de investigación que den cuenta de estas derivas a fin de aportar respuestas y posibles soluciones. Más allá de esto, las artes y letras serán siempre el refugio de la verdad, porque parten de lo más profundo, auténtico, irreemplazable y único del espíritu creador del ser humano, de aquello que cultiva sus aspiraciones de trascendencia, plenitud y perpetuidad, de aquello que busca su exaltación y realización a través del estudio y de los procesos de creación. No se trata pues de decir en qué innovan las artes y las letras, sino cómo facilitan y llevan a cabo esa constante labor de creación y renovación a lo interno de sus propias disciplinas y de incidencia en todas las demás.
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