“Se lo debo a mis padres (…), todos como familia, éramos muy aventureros, nos gustaba ir a acampar a lugares súper remotos, unos viajes que solo se pueden hacer en lancha. Nos quedábamos acampando dos semanas y nos bañábamos en el río, siempre esa aventura, esa naturaleza. Llegué a amar la naturaleza”.
Con estas palabras describe la Dra. Priscila Chaverri Echandi, profesora de la Escuela de Biología e investigadora del Centro de Investigación en Productos Naturales (Ciprona), de la Universidad de Costa Rica (UCR), su relación con el entorno natural.
Una niñez rodeada de naturaleza y aventura llevó a la Dra. Chaverri a saber, desde los 15 años, que su lugar como profesional estaba en la Ingeniera Forestal, carrera que estudió en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC).
La académica forma parte de cinco científicas y científicos que recientemente fueron incorporados a la Academia Nacional de Ciencias (ANC) después de ser nominada por la Dra. Giselle Tamayo Castillo, el Dr. Jorge Cortés Núñez y la Dra. Odalisca Breedy Shadid, miembros de la Academia, y un posterior riguroso proceso de selección interna que debe llevar la institución.
En el marco de su 30° aniversario, la ceremonia de incorporación se llevó a cabo en el auditorio de la Ciudad de la Investigación de la Sede Rodrigo Facio de la UCR, el pasado 30 de junio.
Junto a la Chaverri se incorporó la Dra. Caterina Guzmán Verri, investigadora del Programa de Investigación en Enfermedades Tropicales y profesora de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional (UNA); la Dra. Catharina Ineke Wesselingel, directora de investigación de La Isla Network y profesora asociada del Instituto Karolinska de Suecia; el Dr. Samuel I.Stupp. director del Simpson Querrey Institute de Bionanotecnología (SQI) y del Center for Bio-Inspired Energy Science de la Universidad Northwestern en Chicago, Estados Unidos de América (EE.UU.) y el Dr. Luko Hilje Quirós, profesor emérito del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE).
El amor a la naturaleza en la familia Chaverri se extendió a una de las hermanas de Priscila, la Dra. Gloriana Chaverri Echandi. “Ella y yo hablamos de ciencia constantemente”, comentó.
Gloriana estudió Biología y labora en la Sede del Sur de la UCR, en Golfito. Su campo de investigación se enfoca en los murciélagos.
La ingeniera forestal explicó que como investigadoras les costó mucho tiempo poder conectar sus áreas de estudio, pero finalmente lo lograron y concretaron un proyecto “muy bonito”, con financiamiento externo, sobre el cual lograron hacer publicaciones científicas.
“Ella es súper activa y súper buena”, expresó la Dra. Chaverri acerca de su hermana.
Una vez en Ingeniería Forestal, Chaverri recordó el curso que la llevó donde se encuentra ahora: la protección forestal. Ella veía plagas y enfermedades de árboles y fue así cómo surgió su pasión por la patología vegetal. La falta de conocimiento en este campo la llevó a estudiar los microhongos.
“Yo dije que yo quería en algún momento ir a estudiar para poder conocer mejor a los hongos y regresar a Costa Rica a ayudar un poco en esta parte”, señaló.
Tras su graduación y su trabajo en el TEC y en Instituto Nacional de Biodiversidad (Inbio), comenzó a sumergirse en el mundo de los hongos y a conocerlos más a profundidad. Su área de especialidad son los microhongos, usualmente asociados a plantas como patógenos y hongos que son parásitos de otros hongos.
La investigadora rememoró que en un viaje que realizó para estudiar hongos en Tailandia, conoció al colega que le ofreció hacer un doctorado en Estados Unidos. A pesar del miedo, aceptó y obtuvo su título en Patología Vegetal con especialidad en Micología en la Universidad Estatal de Pensilvania.
“Yo soy de una familia donde nadie había sacado un título universitario, entonces, un doctorado sonaba a palabras mayores, tenía miedo”, agregó.
Sin embargo, no se detuvo ahí e inmediatamente continuó con un posdoctorado en la Universidad de Cornell, en ese mismo país. En esta etapa complementó sus conocimientos sobre hongos que parasitan insectos.
Durante su paso por Estados Unidos trabajó en la Universidad de Howard y en la Universidad de Maryland, en esta última mientras trabajaba medio tiempo con la UCR. En el 2018 decidió que quería dedicarse a tiempo completo a la UCR y regresó al país a continuar su labor.
En Costa Rica trabaja “con hongos que son bastante diversos en bosques tropicales, pero que también tienen importancia en la agricultura sostenible para controlar plagas y enfermedades”, según Chaverri.
Ella divide su investigación en dos líneas distintas: conocer la diversidad de los hongos e identificarla y luego ver cómo se puede utilizar este nuevo conocimiento.
Su primer objetivo ha sido conocer más sobre la variedad de un grupo específico de hongos en el que ella se especializó: el orden hypocreales, que es uno de los más abundantes, así como describir nuevas especies para la ciencia de Costa Rica, así como de otros países, entre estos Perú, Bolivia, Brasil, México y Honduras.
Posteriormente, sus descubrimientos se han dirigido a su uso para el beneficio de la sociedad.
Uno de sus intereses es sustituir el uso de plaguicidas con esa gran diversidad de hongos, para controlar otros hongos o plagas de insectos en la agricultura y la agroforestería, en la cual se integra árboles, ganado y pastos.
Otra área de trabajo se centra en “conocer el balance natural que tienen los bosques para controlar plagas y enfermedades”. Las plantas, los hongos y los microorganismos interactúan y establecen relaciones de cooperación. A esto se le conoce como simbiosis mutualista. Esta interacción mantiene saludables a los bosques tropicales.
“Conocer la biodiversidad y cómo se puede utilizar el conocimiento en favor de la agricultura sostenible, la agricultura orgánica y, al mismo tiempo, darle un valor a los bosques naturales”, dijo la investigadora sobre el propósito de sus estudios..
A lo largo de su carrera ha creado y trabajado en proyectos en los que ha logrado obtener apoyo económico y apoyo de personas investigadoras de alto calibre.
“He desarrollado proyectos y obtenido financiamientos bastante grandes -indicó-. Me siento orgullosa de que yo he hecho estas cosas, de armar estos equipos de trabajo internacionales, interdisciplinarios, para proyectos grandes”, señaló.
En Estados Unidos, llevó a cabo una iniciativa sobre el árbol de caucho, con la colaboración de colegas de distintos países. Esta experiencia la quiso poner en práctica en Costa Rica. Para esto creó un proyecto “desde 0”, para vender la idea a sus colaboradores, el cual concluyó satisfecha con un trabajo interuniversitario y con financiamiento internacional.
A lo largo de sus años de investigación ha sido reconocida por distintas instituciones, recuerda con especial aprecio el Premio de la Sociedad Micológica de América, en 2013. Ella fue la primera mujer latinoamericana que ganó este reconocimiento.
Uno de sus mayores logros es ser profesora. Los “logros de los estudiantes que he entrenado y que están haciendo un buen trabajo me hacen sentir muy orgullosa”, afirma.
La Academia Nacional de Ciencias tiene como propósito contar con “un foro para la discusión científica de carácter multidisciplinario”. En ese sentido, su objetivo es compartir en este espacio el conocimiento que posee sobre la diversidad de hongos en Costa Rica.
Junto con la Dra. Chaverri, a la ANC ingresó la Dra. Caterina Guzmán Verri, quien es investigadora del Programa de Investigación en Enfermedades Tropicales (PIET) y profesora de la Escuela de Medicina Veterinaria, de la UNA.
La Dra. Guzmán estudió Microbiología en la UCR. Su especialidad son las enfermedades infecciosas, específicamente la bacteriología.
Desde sus ocho años, ella sabía que quería ser científica. Al llegar a la Universidad, la Oficina de Orientación Vocacional de la UCR la guiaron en el proceso de selección de carrera.
“La ciencia siempre me fascinó, siempre esa curiosidad, esa mentalidad de detective, yo era esa chiquita de y por qué, y por qué y por qué, esa soy yo y sigo siéndolo”, comentó Guzmán. Esta pasión más adelante la llevó a ser la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Ciencia Clodomiro Picado Twight 2002.
Sus investigaciones se han centrado en el estudio de la bacteria del género Brucella, que enferma tanto a animales como a humanos, y en entender cómo se produce la infección.
La microbióloga explicó que la brucelosis se conoce muy poco; sin embargo, es muy común. En Costa Rica hay una gran afectación en el ganado con consecuencias económicas fuertes. Esta información se conoce debido a que es una enfermedad de declaración obligatoria, que requiere el sacrificio del animal.
Para Guzmán, el trabajo multidisciplinario y colaborativo es precisamente lo que le genera mayor interés de su ingreso a la ANC. “Siempre he creído que la realidad es muy compleja, es muy difícil que la comprendamos solos y si tenemos distintas perspectivas de distintos lugares podemos intentar comprenderla un poquito mejor”.
Considera además que la Academia la motiva y le ofrece muchas oportunidades. “Parece ser un ambiente con muchas ganas de compartir, de hacer, con gente de muchas otras áreas. Estoy muy emocionada y con muchas ganas de interactuar con las personas y de aprender”, agrega.
Ambas académicas mencionaron las dificultades que han tenido en el camino hasta llegar a este momento.
Chaverri entró a su carrera con 60 personas más y, de estas, solo había cuatro mujeres.
En el curso de Introducción a Ingeniería Forestal, en primer año, el 50 % de la nota recaía en un trabajo de fuerza física. Debían limpiar un terreno para sembrar árboles. A Chaverri se le dificultó esta tarea al ser una mujer de tamaño pequeño y poco peso, contrario a sus compañeros hombres que tenían un mayor tamaño.
Este desbalance entre la cantidad de mujeres y hombres que estudian dicha carrera aún se observa en el área de las ciencias. Por ejemplo, en la ANC del total de 59 miembros, únicamente 14 son mujeres, apenas un 23,7 %.
Ambas científicas recordaron las implicaciones que tuvieron para su carrera el nacimiento de sus hijos.
“Tuve a mi hijo y eso representó un atraso en la productividad durante año y medio o dos, pero yo no quería quedarme atrás, yo trabajaba bastante duro”, contó Chaverri.
Sumado a ese acontecimiento, se enfermó de cáncer de mama, lo cual le impidió trabajar como lo tenía planeado. “No quería retrasarlo, puedo hacerlo, a pesar de tener un hijo y haber estado enferma, yo puedo ser igual de buena que un hombre, entonces yo trabajaba tan duro que al final me dieron la plaza en el tiempo que tenía que ser”, relató.
Destacó que ella pudo concluir su doctorado aún con el embarazo y el nacimiento de su hijo gracias a la red de apoyo que tuvo de parte de su esposo y su madre. Sin embargo, hay muchas mujeres que tienen las mismas circunstancias y que no tienen personas atrás.
“Mi carrera se pospuso, iba más lenta, uno lo acepta, pero la sociedad no lo reconoce (…) Una sociedad que te dice cómo tienes que ser como mamá y uno queriendo hacer más. Es una lucha interna de la que comúnmente no se habla”, concluyó.
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