El 24 de abril de 1970 se dio el primer movimiento estudiantil que se haya registrado en la historia del país, cuando estudiantes de la única universidad existente en el país por esas fechas, y estudiantes de secundaria, se opusieron, en solidaridad con la población de Pérez Zeledón, a la instalación de la compañía estadounidense Compañía de Aluminios de América (Alcoa por sus siglas en inglés) en dicho lugar con la venia de los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Dicha compañía pretendía explorar y extraer bauxita, mineral que constituye la materia prima del aluminio. Desde que se supo que la iniciativa de ley había sido aprobada por la Asamblea Legislativa, el movimiento manifestante hizo una serie de huelgas y protestas contra la propuesta, y no cejó hasta obtener la revocación del permiso legislativo a ALCOA. Sin embargo, la lucha no inició ni terminó allí.
Dos años antes, una estudiante de Derecho de entonces había estudiado las implicaciones legales del contrato entre el gobierno costarricense, presidido por José Joaquín Trejos Fernández, y la compañía estadounidense, y había advertido de que para el país los perjuicios de dicho acuerdo eran mucho más que los beneficios. Pero después de la conclusión de dicha lucha, comenzó el legado de movimientos estudiantiles, y ya nunca volvieron a un pasado inerte y pasivo. Desde esta fecha, se ha convertido en un agente de lucha por la justicia social muy importante.
Estos fueron parte de los hallazgos del joven historiador e investigador del Centro de Investigaciones Históricas de América Central de la Universidad de Costa Rica (CIHAC-UCR), Randall Chaves Zamora, quien estudió todos estos fenómenos en su tesis de maestría y luego lo convirtió en un libro. Él mismo conversó con esta oficina sobre este acontecimiento.
–¿Cómo fue el abordaje del conflicto de Alcoa más allá de los discursos preexistentes a partir de sus hallazgos sobre el tema?
–Randall Chaves Zamora (RCZ): Mi tesis de maestría se convirtió en un libro, que se publicó en 2021 por la UNED (se levanta, trae una bolsa de libros, saca un ejemplar, lo muestra ante las cámaras y se vuelve a sentar), este libro ¿ves?, se llama Rebeldía de la memoria, nació con una inquietud principal, que era poder explorar más allá de lo que se conocía oficialmente sobre el movimiento estudiantil costarricense de 1970 y yo me enfrenté a tres grandes problemáticas historiográficas: la historia de la juventud de Costa Rica, la historia del movimiento estudiantil y la producción de la memoria, y con eso me refiero a cómo la generación de Alcoa habría recuperado lo que hizo en el pasado y cómo lo recuperaban las nuevas generaciones. Esta suerte de historia oficial que hay sobre las protestas contra Alcoa tiene varios componentes pero uno que me llamó la atención fue el relato masculinizado que existía sobre los hechos de Alcoa versus el silenciamiento de las voces femeninas que habían participado de la protesta. Esto a mí no me llevó a hacer un estudio sobre el género de las protestas pero sí a puntualizar ciertos temas que la memoria recordaba con mayor énfasis: las acciones violentas, las protestas callejeras, los análisis serios... sin embargo habían procesos previos, como un estudio que hizo una joven estudiante, que hablaba sobre que esta protesta no solo tenía una trayectoria política previa que había empezado en 1968, sino que era muy plural en términos políticos (...). También me parece que era un movimiento estudiantil en el que a pesar del calor de la Guerra Fría se escuchaban bastantes voces y existía la posibilidad de discutir entre jóvenes de izquierda y jóvenes no tan o para nada de izquierda. Yo rescataría tres hallazgos de la investigación que hice y convertí en libro: lo primero, las protestas contra Alcoa están enmarcadas en un contexto transnacional donde la juventud a nivel mundial empieza a tener otra importancia. Lo segundo, un floreciente imperialismo que existe en Costa Rica a partir de 1970 y que empieza a hacerse mucho más evidente con las protestas contra Alcoa y el carácter de defensa de soberanía nacional que esto tenía. Otra cosa que me parece relevante es la cantidad de liderazgos estudiantiles que se convierten en autoridades universitarias, y como tales reinventan la Semana Universitaria, originalmente concebida entre 1948 y 1970 como un espacio de recuerdo de esa fecha y permite llenarlo de contenido político el movimiento estudiantil y adaptarlo. El libro no enfrenta a la narrativa oficial, pero sí la contrasta en ponerla en su dimensión histórica y con otras narrativas de otras juventudes.
–Me comentaba sobre liderazgos femeninos invisibilizados y estudiantes que llegaron a ser autoridades universitarias. ¿Podríamos conocer algunos ejemplos?
–RCZ: En este momento yo tenía mi primer capítulo bastante avanzado y me encuentro con una noticia en el periódico Libertad del Partido Vanguardia Popular de 1968 que explica que la primera persona que habló de las implicaciones negativas que Alcoa tenía en Costa Rica era una muchacha llamada Iris Navarrete Murillo. Preguntame si yo había oído de ese nombre ¡Nunca! Entonces ahí surge la pregunta de investigación y como soy un investigador joven (28 años) lo primero que se me ocurre a las 2 am es meterme a Facebook y buscar si existe Iris Navarrete Murillo. La encuentro, nos contactamos por Facebook, le pregunto si es la persona a que se refiere la noticia, me responde que sí, con ella tuve dos entrevistas a profundidad, me cuenta que en 1968 se empezó a discutir el contrato con Alcoa. Me dice que era estudiante de derecho, militante de Liberación Nacional y Juventud Católica, y como ensayo final de curso le propuso a su profesor el análisis del contrato que Alcoa le estaba proponiendo a la Asamblea Legislativa. Se sienta, lo analiza, y este contrato tenía condiciones muy pesadas, como referente histórico se parecía a los contratos que Costa Rica había firmado con las bananeras de principios del siglo XX. Entonces Iris me dijo "esto era un adefesio jurídico y la Asamblea quería firmarlo", y en 1969 ella propone en un congreso universitario hacer una ponencia sobre eso, ella va al Congreso, presenta su ponencia sola con 22 años y terminando su carrera, explica por qué la Universidad debería oponerse, y recomienda al final que el movimiento estudiantil se oponga, la universidad le pida a la Asamblea Legislativa que no analice el contrato, sino que lo rechacen de plano, y que desde que se empiece a discutir ese contrato, el movimiento estudiantil salga a la calle. Esta es una tendencia rupturista, porque antes de 1970 el movimiento estudiantil no era tirado a la calle y pedían permiso al rector para protestar, tomar un aula, dejar la clase y tomar un aula para protestar por algo. Dichas protestas se materializaron en protestas políticas callejeras, cuando ella ya no era estudiante, y ya trabajaba. Su acción política es la cantera del movimiento estudiantil, y llama la atención que con los años no fue recordada. No fue una figura política de izquierda, no fue una comunista reivindicada como tal no era beligerante, simplemente hizo un estudio que impactó. Las personas que se recuerdan a menudo son líderes universitarios, personas reconocidas en la universidad desde que eran estudiantes, presidentes de Asociaciones Estudiantiles o dirigentes de juventudes ajenas a la universidad, y son las que se recuerdan con el paso de los años porque ponen el cuerpo y la cara en las acciones políticas ante la Asamblea Legislativa, se oponen a la represión policial durante las manifestaciones del 24 de abril de 1970 y con el paso de los años ocupan puestos como decanos y directores de la Universidad de Costa Rica. Llama la atención que la generación de Alcoa toma una posición tan preponderante en el movimiento estudiantil que monopoliza la memoria del movimiento estudiantil. Si de algo nos puede servir es para recordar a la juventud que se movilizó en 1970, pero también en las que vinieron después de 1970, las que se movilizaron en esa década, las juventudes que se movilizaron en 1980 y no solo en San José, y las que lo hicieron cuando el Estado cambió de manera definitiva a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, que son juventudes que al igual que la generación de Alcoa tuvieron su importancia en la historia nacional.
Otro actor que me parece que no es recordado con el suficiente énfasis es el Movimiento Estudiantil de Secundaria. Vos ves la portada de este libro (lo acerca a cámaras), y es al propio. Vos ves los rostros y no es por infantilizarlos, pero son en su mayoría niños. Y así son las fotografías de la generación de Alcoa, salen estudiantes de colegio (abre el libro y muestra algunas fotografías de estudiantes de colegio en las marchas). Estos fueron los que llenaron las calles de gente y con los años no quedó suficientemente visibilizado. Este monopolio del recuerdo hizo que el movimiento visibilizado fuera el de la Universidad de Costa Rica sin pensar en las otras universidades públicas y sin pensar en las coyunturas que les tocó vivir a las nuevas generaciones. Yo sí sostengo que no es lo mismo protestar en la Costa Rica de 1970 que en la del Siglo XXI. Son condiciones totalmente distintas, hay muchas más universidades y las juventudes son mucho más plurales.
–Ahora que toca que no había suficientes universidades, tome en cuenta que por esas fechas del 68 y 70 no había otras universidades ni públicas ni privadas, era esta (Universidad de Costa Rica), si acaso se había hecho la Sede de Occidente y ya, eso era todo.
–RCZ: Y en ese momento existía la Normal. A lo que me refiero con esto no es que no se les dio pelota a otras universidades. Me refiero a que conforme pasaron los años las memorias de Alcoa capitalizaron tanto la memoria del movimiento estudiantil en general que la misma Universidad Nacional (UNA) reivindica los movimientos de Alcoa a pesar de que es un recuerdo que en términos institucionales no sucedió ahí. En el TEC entre 1980 y 1982 un grupo de estudiantes protestó por mejores condiciones de la representación estudiantil, sin embargo estas protestas no habían empezado a estudiarse hasta hace muy pocos años, y que aunque ya se estudiaron no ocupan el mismo lugar que la memoria de la generación de Alcoa. Por eso digo esto. En el momento en que recordamos a la generación de Alcoa esto nos debe servir como un catalizador para pensar en las acciones políticas de otras juventudes de otros tiempos históricos, no solo de 1970.
–¿Cuáles diría que son las principales lecciones y desafíos a futuro a partir de un suceso como este encadenado a todos los procesos históricos previos y posteriores?
–RCZ: A mí lo que me parece fundamental de las protestas contra Alcoa y eso hay que reconocerlo con toda la justicia histórica es que la juventud es una antes de las protestas contra Alcoa y otra después. No solamente en la autorrepresentación de la juventud sino también en la forma en que los adultos ven a la gente joven. Eso es fundamental y es un proceso que había empezado antes, desde 1968, con las revueltas juveniles transnacionales. Las políticas y los políticos empezaron a ver a la juventud con otros ojos, a leerla de otra manera y a utilizar un vocabulario diferente cuando se referían a la gente joven. La gente joven pasó de ser una promesa para el futuro a convertirse a veces en una amenaza para la estabilidad política del presente. Yo creo que algo fundamental es pensar en ese antes y este después que permite esta generación que vive estos años convulsos. No digo que sean solamente las protestas contra Alcoa las que marcan este quiebre, sino la generación de gente joven que vive entre 1968 y 1970, y las lecciones aprendidas de esto es que la acción política de la juventud puede generar cambios incluso en políticas públicas. Después de las protestas contra Alcoa y las políticas y los políticos de este país se dieron cuenta de que algo estaba cambiando entre la juventud surgieron procesos que son relevantes: se redujo la mayoría de edad para ejercer el voto, de 21 a 18 años, se crea el Ministerio de Cultura con una oficina importante para atender las problemáticas de la juventud y en vocabulario político hay un cambio muy evidente en esto que te decía anteriormente: la juventud pasa de ser la promesa del futuro a ser lo que nos puede desestabilizar políticamente en la actualidad. Este cambio sí me parece muy importante de recalcar. Hay otras cosas que tienen que ver con patrones de consumo que son muy relevantes pero no les doy tanta importancia en el libro. Empieza a ser común entre hombres jóvenes utilizar barba larga, y sus profesores que la usaban como símbolo de elegancia empiezan a confundirse, y que eso debería llevar a los adultos a cortársela más bien, ya que se estaba convirtiendo en símbolo de rebeldía. Las mujeres empiezan a tomar más espacio en las discusiones públicas. Eso me parece un cambio relevante, y cambia por completo la forma en que la juventud es autorrepresentada en la forma de vestirse. Antes un joven universitario vestía saco y corbata para ir a clases, empieza a haber discusiones por las faldas más cortas de las mujeres y ausencia de los sacos y corbatas.
–¿Cuánto ayudó la formación recibida en la Escuela de Historia y su labor cotidiana en el Centro de Investigaciones Históricas de América Central al abordaje de estos procesos a lo largo de sus trabajos sobre este tema?
–RCZ: Yo siempre rescato que mi formación en la Escuela de Historia como estudiante me permitió acercarme a este tema de investigación, que posteriormente desarrollé en la maestría de historia y tuve un apoyo fundamental del Centro de Investigaciones Históricas de América Central donde soy investigador, y ahí se me dio la oportunidad de inscribir un proyecto siendo estudiante de maestría donde pude discutir con investigadores de trayectoria, y de manera paralela a cuando yo estaba trabajando las protestas contra Alcoa estaban estudiando el tema de la juventud. En 2018 publicamos un libro que editaron David Díaz e Iván Molina que se llama La inolvidable edad , donde yo tengo un capítulo sobre historia de la juventud. Y eso se convirtió para mí como un semillero donde pude tener discusiones sobre la historia de la juventud, que me llevaron a poder hacer esto. En Costa Rica la investigación sobre historia de la juventud ha venido en mucho del CIHAC, y yo me encontré en un ambiente de mucho respeto epistemológico, me permitieron estudiar este tema con mucha libertad dentro de los límites mínimos. Creo que tanto el posgrado como la Escuela y el CIHAC facilitan que sus investigadores vayan por temáticas que les apasionen. Yo creo que cuando a uno le apasiona un tema de investigación, escribir una tesis deja de ser un fastidio (risas) y se convierte en un recreo. Eso para mí fue lindísimo, y sí creo que la posibilidad que permite la unión de estas tres instituciones permite que estudiantes de bachillerato puedan sentarse en una mesa con investigadores de altísima trayectoria a discutir de temáticas en común y este intercambio de ideas es muy valioso para la investigación en este país, y se sigue investigando la juventud. Después de esto, yo como parte de mi trabajo en el CIHAC pude escribir cosas que yo iba encontrando a la hora de hacer la tesis, la visita de unos hippies en 1968, dije 'me encantaría escribir un artículo sobre eso, pero voy a dejar estas fuentes por aquí', y luego retomé estas fuentes y pude escribir sobre los hippies, la forma en que el antiimperialismo caló en la juventud a finales de los 60 y en cómo ha ido valorando de diferentes maneras el nacionalismo costarricense y ha permitido el intercambio de ideas. Tengo conocimiento que otras personas siguen estudiando temáticas sobre el movimiento estudiantil y la juventud.
–¿Cuántos nichos de investigación le ha abierto esta temática, sabiendo que 50 años realmente no es nada para la historia comparado con procesos como las Batallas de Santa Rosa, Rivas?
–RCZ: Yo me encontré que había una bipolaridad ideológica muy marcada entre lo que en ese contexto era la izquierda y la derecha, y ese es el proceso que conocemos como la Guerra Fría, de 1945 a 1991. La agenda de investigación más clara que me dejó estudiar el movimiento estudiantil de 1970 fue un interés muy inquieto por la Guerra Fría, actualmente estoy estudiando las dinámicas intelectuales de la Guerra Fría en la Universidad. Me interesa el financiamiento de los Estados Unidos a los proyectos de investigación a la Universidad, hubo muchos entre 1960 y 1970. Las dinámicas estaban tan cruzadas que cayó en cuenta que la Guerra Fría no era un proceso histórico. En la misma universidad había enfrentamientos ideológicos que solo se explican con los lentes de la Guerra Fría, y yo he empezado a comprender que además de un hecho histórico también es un marco explicativo que nos permite comprender por qué las cosas pasan en un contexto determinado. Hay un historiador de inglés que dice 'al estar en un tema de investigación durante la Guerra Fría hay que preguntarse estas protestas fueron así por la Guerra Fría o pudieron haber sucedido en caso de no haber esta disputa ideológica', y está claro que este conflicto está cruzado ideológicamente por un mundo partido en dos en términos ideológicos y esta fue la agenda de investigación que me dejó a mí las protestas contra ALCOA, analizar la Guerra Fría. En Costa Rica tiene una trayectoria que ha salido del CIHAC, y en 2017 se publicó un libro sobre la Guerra Fría, pero permite pensar en Costa Rica, porque las élites políticas también actuaron y permitieron que pasaran ciertas cosas en este contexto, y en la Universidad de Costa Rica es interesante ver cómo la Guerra Fría moderniza las ciencias sociales, las convierte en una disciplina intelectual de primer orden, son intelectuales combativos, de avanzada, con un pensamiento muy progresista y muchas veces son financiadas por Estados Unidos, y no se pone en margen de investigación la libertad de pensamiento.