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'Memorias de la luna oscura' combina los cuentos con grabados de Hernán Arévalo

Amanuense de quienes no han tenido voz en las historias

Ana Lucía Fonseca Ramírez, ganadora del Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría en la categoría de Cuento
10 mar 2022Artes y Letras

Ana Lucía Fonseca Ramírez, docente de la Escuela de Filosofía.

Ana Lucía Fonseca se declara apasionada por la docencia, labor que ha ejercido por muchos años en la Facultad de Filosofía.

Karla Richmond

Alrededor de 3 500 años tuvo que esperar Caín para levantar su voz y dar su versión de los hechos que narra el libro del Génesis acerca de la muerte de su hermano Abel. Al igual que él, otros 12 personajes de la tradición judeocristiana famosos por ser “los malos de la película” encontraron en Ana Lucía Fonseca Ramírez, docente de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, una amanuense para expresar su interpretación de los acontecimientos en los que se vieron involucrados.

Estos relatos forman parte del libro Memorias de la luna oscura, con el cual Fonseca ganó el Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría en la categoría de Cuento. El jurado calificador le otorgó el reconocimiento “por el trabajo extraordinario en la reescritura del relato bíblico, la elección y reconstrucción de los personajes y la síntesis del drama humano existencial”.

Al nacer y crecer en una familia y en una comunidad con fuertes creencias y prácticas católicas, pero en las que estaba prohibida la lectura de La Biblia, Ana Lucía sintió gran curiosidad por conocer los textos bíblicos de primera mano y aclarar muchas dudas en torno a las historias que escuchaba de boca de los sacerdotes. Sin embargo, las respuestas que le daban nunca satisficieron su razonamiento.

Es así como Fonseca decide darle voz a algunos personajes bíblicos que fueron acallados por la ortodoxia sin el ánimo de ofender o menospreciar las convicciones religiosas de sus lectores. Según relata la escritora, durante el proceso de creación de las historias hubo momentos en los que sintió que el mismo personaje le hablaba al oído y ella solamente atendía al dictado.

De la misma manera como Memorias de la luna oscura revela el otro lado de algunas historias bíblicas y de la tradición católica, Fonseca considera que es necesario abrir espacios en la sociedad para escuchar a aquellos sectores que no suelen tener voz, como es el caso de la niñez. En este sentido, adelantó que está trabajando en una obra sobre los dolores que experimentan los niños y las niñas, a los cuales no se les presta mayor atención, pero que dejan marcas permanentes en la vida de las personas.

Si usted considera que su voz también ha sido acallada por la ‘historia oficial’ de su familia, de su comunidad, de su país o del mundo, este libro puede ser de su interés. Pero si, de forma honesta, cree que se identifica con quienes han acallado las voces de los desplazados, perseguidos y marginados, esta obra podría generarle un desasosiego que, a criterio de su autora, sería un efecto muy positivo porque la vida no es sinónimo de comodidad.

Conversamos con Ana Lucía Fonseca sobre algunos temas que resaltan de su libro y que nos ayudan a leer y a cuestionar la realidad de nuestro mundo. A continuación, un extracto de la entrevista:

¿Qué significa ganar este premio con este libro específicamente?

ALF: El premio es una confirmación de que lo que se escribió tiene algún sentido para un cierto público, tiene un cierto valor, le da un plus, eso es indiscutible. Pero mi hijo estaba más convencido que yo de que esto podía tener un premio, él tenía más expectativas en relación con el texto. No obstante, sin duda, el premio agrega un elemento de conocimiento y de difusión muy importante y así lo recibo.

Me llamó la atención la dedicatoria del libro a su padre y la alusión que hace a la oración del Padre Nuestro. ¿Por qué lo eligió a él y por qué escogió esta forma?

ALF: Mi papá murió en el 2017 y realmente me dejó un gran vacío. Mi papá fue un hombre que hizo lo imposible por que mi hermano y yo tuviéramos una educación y una educación universitaria. Mi papá fue un obrero, pero con un corazón enorme dedicado a sus hijos, con un empeño para que lográramos tener lo que él consideraba que era su legado. Con él siempre tuvimos una comunicación muy cercana y por eso decidí decicárselo.

La dedicatoria tiene el formato del Padre Nuestro, pero no al Padre Nuestro del cristianismo, de la religión, el padre del cielo, sino a mi padre de la Tierra. Entonces, por eso la versión del Padre Nuestro es una versión más terrestre, es más inmanente y es mi papá, no es Dios, es mi papá.

¿De qué forma contribuyó él en su lectura crítica del entorno?

ALF: Yo me crié en una casa modesta y sin libros. Solo en la casa de mi abuela había dos: El Quijote y La Biblia, y esta en versión gigante. Mi papá, con todo y que le gustaba leer, no fue una persona de libros, pero sí una persona que estaba muy decidida a que nosotros no nos perdiéramos lo que él no pudo tener. Entonces, creo que por ese lado nos invitó siempre a que leyéramos y frecuentemente me preguntaba qué estaba leyendo yo.

Él no leía lo que yo leía, pero sí se mostraba interesado por lo que yo estaba leyendo. Entonces, fue como un lector de segunda mano en el sentido de que conforme yo iba leyendo él iba también interesándose. Mi papá no fue un intelectual, pero sí propició en mí el interés (quizás por el entusiasmo con que me preguntaba) de seguir y seguir leyendo más y sabiendo más. Tal vez eso fue: no que me pusiera un libro en la mano, sino el entusiasmo para que le contara qué era lo que decían los textos.

Portada de 'Memorias de la luna oscura'
El libro puede adquirirse en la Librería Universitaria tanto en su versión impresa como digital.

¿Desde qué lugar escribe como vocera de esas voces acalladas en los márgenes de la historia oficial: desde la observación distante o desde una experiencia participante?

ALF: Como casi toda la gente en este país, creo que todos tenemos una historia religiosa detrás. Yo me crié en una familia católica, en un pueblo católico, muy católico, Santo Domingo de Heredia, casi contrarreformista más que católico, con el sello de una tradición muy añeja, colonial, y esto hizo que yo, desde muy pequeña, tuviera un acercamiento a la religión, pero también un gran disgusto porque yo tengo, no sé si será una virtud o un vicio, no sé si es bueno o es malo, pero siempre le he puesto mucha atención a lo que escucho, a lo que me dicen.

Entonces, hubo cosas en mi historia religiosa que me llamaron poderosamente la atención en las misas, con grupos de gente que llegaban a mi casa invitados por mi mamá. Mi mamá era muy religiosa y me quedaban unas dudas tan grandes, por ejemplo, algo que nombro allí en uno de los textos, las historias que se conocen como los milagros destructivos de Jesús en el evangelio, aquellos que uno no espera: maldecir a una higuera porque no dio higos y no era el tiempo de higos, tratar mal a una mujer solo porque no era cercana, tirar unos demonios a un grupo de cerdos. Estas cosas siempre me llamaban la atención y me inquietaban mucho, aparte de un montón de leyendas, entre ellas la del judío errante, la cual en uno de mis cuentos la reflejo, para mí fue muy inquietante.

Pero también muy inquietante algunos sinsentidos, por ejemplo, ¿cómo puede ser que si Adán, Eva y sus hijos eran una sola familia, de acuerdo con lo que nos contaba el sacerdote desde el púlpito, y destierran a Caín cuando mata a Abel, pueda haber encontrado una ciudad con gente que la poblaba? Sobre esto mucha gente ha especulado que se trataba de esto, de lo otro, que los tiempos, que vivieron más años. A mí eso no me lo explicó nunca nadie y, además, creo que no me hubieran convencido y no me convence todavía. Pero estas cosas me inquietaron mucho.

Volviendo a lo que decía, leía los dos libros que tenía mi abuela, por un lado El Quijote y por otro lado La Biblia. Eso sí, La Biblia la leía a hurtadillas porque en el catolicismo no era recomendable leerla, estaba vedado. Entonces, yo me iba a escondidas a leerla y vi cosas que me dejaron pasmada, me sorprendieron, como la forma en que Judith le corta la cabeza a Holofernes. Entonces, todo eso fue creando, al lado de una tradición religiosa, una forma de reaccionar frente a esa tradición y a tratar de buscar más allá de lo que oía, ya que me inquietaba lo que oía, tratar de buscar más allá, con las limitaciones que tenía entonces de muy chiquilla, de muy joven, pero ya en la universidad fue otra cosa.

Todos los cuentos son una relectura de historias de La Biblia o sagradas, es la otra cara de la moneda o la versión de los perdedores. ¿Por qué considera importante hacer estas relecturas?

ALF: Precisamente porque la ortodoxia presenta una sola cara y es una cara muy pulida por las mismas necesidades de la ortodoxia de mantener la única verdad o la única moral. Entonces, creo que una mirada al destierro, a la herejía, a la persecución, a esa parte oscura, que por eso en parte se llama Memorias de la luna oscura, esa parte oscura desde la supuesta luminosidad de la ortodoxia, eso me llamó poderosamente la atención y decir: “bueno, ¿y por qué no dejar hablar a estos personajes?, ¿por qué no darles una voz”.

En realidad, yo a veces no supe si era autora o amanuense porque hay un momento que uno siente que en realidad el personaje le habla y uno solo toma apuntes. En muchos casos creo que fue así. Por ejemplo, ¿por qué no dejar hablar al hereje arrio? Tenemos la versión de la ortodoxia y, de hecho, es muy curioso que conocemos las herejías por las críticas de la ortodoxia, pero las conocemos desde la ortodoxia. Entonces, desde la herejía misma, hasta donde se puede con algunos escritos o con algunas tradiciones apócrifas incluso, se puede reconstruir la herejía.

A mí me parece que esto es grandioso porque podés ver las cosas desde otra perspectiva. Así, por ejemplo, ya no la herejía, sino el fraticidio en Caín o la historia que es más legendaria que histórica hasta donde sabemos, de la papisa Juana o leyendas ya propiamente dichas, como la que te mencionaba del judío errante. ¿Por qué no dejar que desde el destierro mismo o desde la persecución o desde la rebeldía o desde la herejía se hable? Entonces, ese fue mi reto que se plasma en este texto.

Lilit (Dos mujeres) de Hernán Arévalo

"¿Por qué no dejar que desde el destierro mismo o desde la persecución o desde la rebeldía o desde la herejía se hable?"

Lilit (Dos mujeres) de Hernán Arévalo.

¿Cuáles otras historias considera que necesitan ser contadas desde otras voces en nuestra sociedad, en nuestro contexto?

ALF: Hay algo que me ha inquietado en los últimos tiempos también. Estoy trabajando en eso, pero estoy lejos de acabar con una obra: los dolores de niños y niñas que, quizás, ante los ojos de la gente son dolores muy pequeños o insignificantes, pero que son muy significativos para vos en la niñez y siguen siéndolo en la adultez. Entonces, que desde la adultez se cuenten esos dolores me parece que hace falta también un empuje o un amanuense que le dé también campo a eso. Estoy trabajando en otro texto que hasta el momento se mantiene el título, creo que se va a titular Alas heridas y ya tengo como 13 cuentos, pero yo espero tener un poco más.

¿Su público son esas voces acalladas a lo largo de la historia o quienes han avalado ese acallamiento?

ALF: Yo esperaría que estos últimos puedan asomarse tal vez no sin disgusto, pero aspiro a que quien lo lea, no importa si ha avalado esa historia o ha sido víctima de esa historia, pueda decir “no lo había pensado de esa manera”. En realidad, son voces de víctimas, no importa qué lugar ocupen en la historia, pero cuidado y si tal vez alguien que ha avalado la historia desde la oficialidad, desde la tradición, desde la ortodoxia, a lo mejor pueda decir “¡ah, caramba, no lo había visto de esta manera!”.

Yo no tengo un afán redentor, yo creo que el texto no pretende ser redentor y que la gente cambie esto, no. Me encanta una expresión de Saramago cuando le preguntan ¿por qué o para qué escribe? y él responde que para agradar no, para desagradar tampoco, sino para desasosegar, para provocar desasosiego. Si reparamos en qué significa sosiego, fijate que si sosiego es estar cómodamente sentado ¡qué maravilla que algo que podás leer o te cuentan te incomode, te desasosiegue, podás decir “estoy muy cómodo, pero la vida no es así”! La ortodoxia siempre es muy cómoda incomodando a otros siempre, entonces no es un afán redentor, es un afán de mostrar otra forma, otra arista, otra perspectiva. No es LA perspectiva, no es LA visión principal, es otra.

A propósito de Ucrania, ¿quién tiene la razón en todo esto?, ¿los ucranianos, su presidente, la OTAN, la Comunidad Europea, los medios de comunicación? Yo creo que ninguno porque aquí hay unas víctimas que nadie está viendo o que, si se ven, se ven como parte del folclor de la guerra, esos que quedan en el camino muertos y me estoy refiriendo a animales humanos y a animales no humanos, porque hay muchos animales que han quedado víctimas de esta guerra, animales no humanos, y los humanos por supuesto. ¿Quién le da voz a estos?, ¿dónde están sus historias? Mientras otros están planeando el paso siguiente en este ajedrez de locos en el que estamos metidos hay mucha gente que sufre, no importa si es rusa, ucraniana, qué religión practique, si no practica religión, si es joven o vieja, eso no importa, pero ¿las voces de estos? Este es, tal vez, el punto, haciendo una comparación en relación con mi texto, esas voces de las víctimas que se quedaron perdidas en la historia, eso es lo que a mí me interesa.

¿Por qué es importante despojarse de los privilegios, de las alas de libélula?

ALF: La libélula se arranca sus propias alas, el ángel caído se arranca sus propias alas porque no quiere volar siguiendo el mapa divino. Cae y sabe que va cayendo, pero creo que escoge caer porque ya no soporta ser un emisario con un plan con el que no puede transigir.

Cortarse las alas es muy doloroso y creo que en el relato del ángel caído vemos eso, un ser que nace alado se arranca las alas para despeñarse. Queda muy claro en el grabado de Hernán Arévalo en el que se aprecia cómo se va despeñando a una especie de montañas de rocas y picos. Así han caído todos los ángeles caídos porque no es la historia de uno solo, sino que todos en estos relatos son ángeles caídos.

El ángel caído de Hernán Arévalo

"El ángel caído se arranca sus propias alas porque no quiere volar siguiendo el mapa divino".

El ángel caído de Hernán Arévalo.

¿Es más fácil proponer este tipo de relecturas en la sociedad que vivimos hoy que en la de nuestros antepasados, en esa en la que usted se crió en Santo Domingo?

ALF: Siempre ha habido irreverencias. Si echamos mano de la historia, siempre ha habido alguien, como dice nuestro pueblo, con un domingo siete, o sea, con algo que la comunidad, la normalidad o la tradición no acepte.

No sé realmente si hubiera sido más fácil. Tal vez en el sentido de que no me van a linchar en media plaza o me van a quemar perseguida por la Inquisición, sí es mucho más fácil. Pero hubo gente que desafió a la Inquisición también. No es que ahora por ser tiempos más modernos entonces es el momento en el que esto se puede decir. Muchas víctimas también lo han dicho antes: Giordano Bruno, por ejemplo, las mujeres que fueron culpadas por brujería. La historia está llena de esas sombras también, porque son más sombras que personajes a la luz de la tradición, pero que están ahí desafiando, diciendo e, incluso, escribiendo. ¡Claro! Acabaron mal. Yo espero no acabar tan mal, tampoco quiero que me celebren así como si hubiera triunfado, no es eso. Pero, en ese sentido, no correr tantos riesgos, por lo menos aquí, en este país, todavía, todavía subrayado, porque en otros regímenes ya sabemos que la expresión les cuesta cárcel a muchos por una simple crítica.

Tengo muy poca esperanza de que vaya a haber un cambio muy importante para fortalecer algunos derechos en este país, sin embargo todavía tengo una esperanza, una cierta esperanza de que en algún momento nos va a dar un ataque de sensatez, pero no estamos en la situación tan desastrosa, y lo voy a decir abiertamente, como puede estar, por ejemplo, Nicaragua en este momento con la persecución porque simplemente se habla.

En un sentido sí puede ser más fácil escribir ahora, en otro sentido siempre ha habido quien desafíe, tal vez fueron más valientes que yo porque se enfrentaron a una situación mucho más comprometida, su vida estaba comprometida, la mía en este momento no.

¿Cómo “cultivar nuestro propio jardín” a partir de una mente descolonizada sin caer en una exacerbación de los fanatismos y del individualismo?

ALF: La frase es de Cándido de Voltaire y cultivar el propio jardín tiene que ver más con una visión, no digamos desesperada, sino realista, si se quiere, desesperanzada eso sí, “apuéstele a lo posible, aunque lo posible sea localísimo, sea mínimo. No le apueste a los grandes sueños, sobre todo a ciertas edades”. No es derrotismo, pero, por ejemplo, yo no aspiro a cambiar el mundo desde el punto de vista ecológico con toda la catástrofe que tenemos, pero sí que en mi jardín poder reciclar, comprar menos plásticos, tratar mejor a los animales. O sea, en un sector muy restringido de la vida, hacer lo que se puede y no lanzarse como Juana de Arco, en todo caso ya no tengo edad para eso, para poder arreglar cosas mayores. Es, si se quiere, aplicar aquel viejo lema de la ecología de pensar globalmente y actuar localmente. No sé si esto será individualismo. Creo que tiene algo de individualista, pero el individualismo por sí mismo no es malo, un individualismo puede no ser egoísta, se puede actuar individualmente sin ser egoísta necesariamente. En fin, son especulaciones de filósofa con muchos años de dar clases y me atrevo a decirlo así con cierta franqueza, pero no con certeza.

Fernando Montero Bolaños
Fernando Montero Bolaños
Periodista, Oficina de Divulgación e Información
fernando.mobizanterobolanos  @ucrwyhz.ac.cr
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