Cuando se identificó por primera vez la variante ómicron, el 24 de noviembre de 2021 en Sudáfrica, pocos días después se generó el rumor de que esta podría ser la antesala del fin de la pandemia. ¿Los motivos? Ser una variante con una mayor transmisión pero menos agresiva.
No obstante, la realidad es un poco distinta. El 19 de enero del 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) comunicó que eso es solo un mito.
“Es importante reconocer que aún nos queda camino por recorrer para poner fin a la pandemia. Aunque actualmente estamos informando menos hospitalizaciones y muertes, aún estamos lidiando con un gran aumento en los casos de COVID-19. A pesar de que ómicron está ganando terreno rápidamente en la región europea, la mayoría de los casos actuales de COVID-19 todavía son causados por la variante delta, que se sabe que causa enfermedades graves y el fallecimiento”, cita la oficina regional de la OMS en Europa.
Costa Rica no es la excepción ante ese panorama, pero sí tiene algunas diferencias. Distinto a la situación que vive la región europea, el país registra más hospitalizaciones y fallecimientos por COVID-19.
Un dato del 15 de febrero del 2022, compartido por el Ministerio de Salud, señala que los casos continúan a la baja, pero que los fallecimientos siguen aumentando, así como las hospitalizaciones. Tan solo ese mismo 15 de febrero se contabilizaron 23 fallecimientos y 1 018 personas hospitalizadas.
Al 22 de febrero del presente año, el Ministerio comunicó que las muertes por COVID-19 tan solo presentaron una leve disminución.
Mientras se dan esos picos, la comunidad científica internacional se empieza a plantear la posibilidad de una ‘endemia’.
Especialistas internacionales como Aris Katzourakis, científico de la Universidad de Oxford y experto en evolución y genómica, hablan y aclaran el concepto de ‘endemia’, como la posibilidad de tener un agente infeccioso de forma constante en una población y un área geográfica determinada.
“La palabra 'endémica' se ha convertido en una de las más mal utilizadas de la pandemia y muchas de las suposiciones erróneas fomentan una complacencia fuera de lugar. ‘Endémico’ no significa que el COVID-19 llegará a un final natural”, comentó Katzourakis, en la prestigiosa revista internacional Nature.
Además, Katzourakis agregó que “pensar que la endemicidad es leve e inevitable es más que erróneo, es peligroso: expone a la humanidad a muchos más años de enfermedad, incluidas oleadas impredecibles de brotes”, resaltó.
En medio de una gran ola de información, si algo deja el COVID-19 son más dudas que respuestas y un futuro totalmente impredecible.
Por esa razón, en la siguiente entrega les presentamos las posturas de cinco especialistas de la Universidad de Costa Rica (UCR) sobre los temas de mayor duda, adaptados a la realidad costarricense, como una información que busca orientar a la ciudadanía.
No obstante, desde las palabras del Dr. Jose Arturo Molina Mora, microbiólogo y bioinformático del Centro de Investigación en Enfermedades Tropicales (CIET-UCR), “la ciencia genera conocimiento de forma constante y esta información en cualquier momento puede cambiar”.
¿Qué ocurrió con las primeras variantes identificadas, siguen circulando o ya fueron reemplazadas por ómicron?
Dr. José Arturo Molina Mora (JAMM): “En Costa Rica y el mundo, las diferentes versiones del virus han sido desplazadas por las versiones con más capacidad de transmisión. Esto es un fenómeno normal.
En Costa Rica, esto incluye las variantes alfa, beta y gamma, así como el linaje Costa Rica. En el mundo es similar. En general, se espera que dejen de identificarse esas versiones previas. Un ejemplo es el reporte mundial de beta, el cual indica que no se ha identificado ningún caso en el 2022 (registrado en bases de datos).
Sin embargo, no necesariamente es que se eliminaron en su totalidad, pues el análisis para determinar el tipo de virus se hace a un pequeño porcentaje de casos de COVID-19. Lo que sí podemos estimar son las versiones dominantes, como lo fueron delta en el segundo semestre de 2021 y luego ómicron en enero de 2022”.
¿Alguna variante que ya perdió fuerza, como alfa, podría volver a proliferar?
JAMM: “Nunca podemos descartar esa opción, pues si todavía está circulando (aunque sea en muy baja proporción) es posible que ocurran cambios que le den mayor capacidad de transmisión y vuelva a proliferar.
Sin embargo, en asuntos de probabilidad, el surgimiento de nuevas versiones es más esperable en las variantes que andan circulando más. Estas se replican más (a más replicación, más probablilidad de mutar) y son las que están más sometidas a la presión que le ponemos los humanos (vacunas, medidas, tratamientos, etc.)”.
¿Podemos estar a las puertas de alguna nueva variante?
JAMM: “Si, siempre lo vamos a estar. Esto ocurre con los patógenos o incluso con los organismos en general. La generación de mutaciones, y por tanto de nuevas versiones, es un proceso normal. Un ejemplo de este caso es lo que ya estamos oyendo de subvariantes de ómicron, como la BA.2 (BA.1 es la versión original). Hay otras dos que apenas se están identificando.
Al igual que ocurre con otros patógenos (aunque no todos), se esperaba que a cierto plazo esas mutaciones le dieran características menos agresivas al virus. Ese momento parece haber llegado con ómicron con una enfermedad más leve y, pese a que la tasa de contagios ha sido altísima, el ritmo de hospitalizaciones y fallecimientos dichosamente no crece en la misma forma”.
¿Cuáles son las variantes que en este momento predominan en el país?
JAMM: “Desde el reporte de ómicron en Costa Rica, el desplazamiento de delta fue contundente. El predominio de delta era casi del 100 % en diciembre de 2021, pero a finales de enero de 2022 ese porcentaje lo fue para ómicron.
En resumen, ómicron predomina absolutamente para inicios de febrero de 2022 (de los casos analizados por secuenciación, que son un porcentaje pequeño del total de casos diagnosticados)”.
En enero del 2022, la Casa Presidencial comunicó que la economía costarricense ha seguido creciendo a un ritmo superior a lo previsto. ¿Cómo se podría explicar este panorama en un entorno económico que fue golpeado por la pandemia?
M.Sc. Rudolf Lücke Bolaños (RLB): “El crecimiento de la economía costarricense en el año 2021 se estimó por parte del Banco Central en un 7,6 %. Esa cifra es superior a lo observado anteriormente y mayor a lo previsto al inicio del año.
No obstante, la razón de esto es que al comparar el 2021 con el 2020 (un año golpeado fuertemente por la pandemia), las tasas de crecimiento se magnifican, pues en el 2020 la economía registró una baja de más del 4 %. Inclusive, si analizamos el crecimiento entre el 2019 y el 2020 (crecimiento acumulado de dos años), este apenas es del 3,2 %”.
¿Se podría mantener esa mejora económica en el próximo año?
RLB: “En términos de las tasas de crecimiento, no. Mantener un ritmo de crecimiento del 7 % entre años sin pandemia es considerablemente difícil y poco factible que se dé. No obstante, el ritmo de actividad sí se espera que sea positivo durante este 2022. El Banco Central estima una tasa de crecimiento del 3,9 %. Nosotros, en el Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE-UCR) estimamos que va a ser un poco superior a ese 3,9 %”.
Al tomar como ejemplo los indicadores económicos del 2021 dados por Casa Presidencial, ¿se podría pensar que ante nuevas restricciones la economía del país se mantenga estable?
RLB: “Es claro que la actividad económica se incrementó en el momento que se inició la vacunación y se redujeron las restricciones sanitarias, por lo que es de esperar que ante nuevas restricciones se den nuevamente reducciones en la actividad económica y se comprometa la estabilidad que se observó en la segunda mitad del pasado 2021”.
¿De qué manera golpeó la pandemia la recaudación de impuestos y qué tipo de escenario fiscal tiene el país en la actualidad?
RLB: “Durante el 2020, la reducción de los ingresos totales del Gobierno Central fue de casi el 11 %, cerca de 600 000 millones de colones menos. No obstante, dado que desde mediados del 2019 se aplica el IVA producto de la reforma fiscal, y este ajuste no se pudo percibir en los ingresos del Gobierno durante el 2020 y parte del 2021 de forma completa producto de la pandemia, es de esperar que el escenario fiscal tenga un panorama más favorable en este 2022.
Ante una situación de mayor actividad económica, y dadas las reformas realizadas en años previos a la pandemia, se espera que los ingresos del Gobierno continúen en aumento. Esto, en el entendido de que el Gobierno continúe cumpliendo con la regla fiscal tal y como lo ha hecho hasta el momento. La tendencia creciente del gasto tiende a disminuir con lo que se reduce el déficit y mejora el panorama fiscal”.
Una de las preocupaciones es el número creciente de refuerzos de la inmunización contra el virus que causa el COVID-19. ¿Cómo se puede explicar por qué son necesarios?
ECA: “La premura de estar en medio de una pandemia llevó a informar que el esquema completo son dos dosis hasta el momento. Sin embargo, muchas vacunas contra los virus presentan un esquema de tres dosis espaciadas de la segunda a la tercera, por meses o también por años.
Por ejemplo, la de la hepatitis B se aplica una dosis, al mes la segunda y a los seis meses la tercera; la de MMR tiene dos dosis en el esquema vacunal infantil de Costa Rica, pero en los años 2000 y 2001 hubo un aumento de casos de rubeola en el país, lo cual significó un refuerzo a la población adulta.
Esto responde a la construcción de la evidencia, casi en tiempo real, que hemos tenido durante la pandemia. Es muy probable que el esquema completo sea de tres dosis contra el COVID-19, mientras no aparezca una variante que necesite la modificación en la composición de la vacuna. Esto no es algo antojadizo, nuevamente es lo que la evidencia va demostrando al mismo tiempo que la pandemia va avanzando.
Hay otros virus que tienen una tasa de mutación más alta que el coronavirus, por ejemplo, la influenza, lo que lleva a cambiar la composición de la vacuna anualmente y a su aplicación anual. Es muy pronto para decir que se necesitarán refuerzos generales anuales contra el COVID-19 o si solo en ciertas poblaciones de alto riesgo. Nuevamente, se está construyendo la evidencia de cómo va avanzando la pandemia. Esto ha sido muy difícil de entender para muchas personas y, por eso, surgen las teorías de la conspiración o el desprestigio a profesionales, etc”.
¿Es posible que el mundo cuente con una vacuna anual contra el virus? ¿Qué se requiere para alcanzar la meta?
ECA: “Las vacunas anuales actualmente se aplican en el caso, por ejemplo, del virus de la influenza. Esto sucede ya que el virus tiene la capacidad de mutar rápidamente y de un año al otro hay mucha probabilidad de que el virus circulante sea diferente al que circuló el año anterior.
Esta vacuna, además, se aplica a personas con factores de riesgo o personal de primera línea, no es una vacuna necesaria (aunque aconsejable) para la población en general (excepto en personas que no se pueden aplicar por el tipo de vacuna que es y cómo se produce).
Al igual que la vacuna contra el COVID19, la vacuna de la influenza no previene la infección, sino que disminuye el riesgo de que la persona se complique, requiera hospitalización y muera.
La efectividad de la vacuna contra la influenza no es tan buena como la de la vacuna contra el COVID19, ya que con la vacuna de influenza se hace una predicción de cuáles son los posibles virus que circularán el año siguiente y muchas veces esta predicción no da en el blanco.
Ha habido años en que la efectividad ha sido tan baja, como del 30 % (versus a vacunas aprobadas contra el COVID-19, las cuales en su mayoría tiene más del 70 % de efectividad).
Desde hace muchos años, la comunidad científica ha tratado de producir una vacuna universal contra el virus influenza. Ha habido avances pero aún no se han aprobado y, tal vez, con las nuevas metodologías, se alcance el objetivo más rápidamente.
Para el COVID-19, se tiene la ventaja de que el virus no muta tan rápidamente como el virus influenza y que, además, ya están en investigación algunos candidatos de la vacuna “pan-coronavirus”, que es aquella que tiene efectividad contra muchos coronavirus para que pueda hasta prevenir futuras pandemias y que su protección sea de larga duración.
Las vacunas utilizadas actualmente contra el COVID-19 se basan en el virus original de 2019. Al surgir nuevas variantes, se ha considerado importante “refrescar” esas vacunas y que contenga lo necesario para ser eficaces contra las nuevas variantes. Sin embargo, las observaciones a nivel mundial han demostrado que un esquema de tres dosis (dos iniciales más “refuerzo”) son efectivas contra manifestaciones severas del COVID-19 y han disminuido la mortalidad.
Además, estudios con modelos animales en macacos con una vacuna de refuerzo especial contra la variante omicrón no demostraron mejorar los resultados de efectividad contra un reto puntual con la variante ómicron. Esto ha puesto en duda si de veras se necesita ese refuerzo anual o si se debe hacer una actualización en el esquema de vacunación oficial, ya que hay suficiente evidencia para decir que el esquema pase de ser de dos dosis a uno de tres dosis.
Entonces, la pregunta de si se requiere una vacuna anual dependerá de varios factores:
1. El comportamiento humano para disminuir los contagios y la transmisión y, por tanto, el surgimiento de nuevas variantes.
2. Que alguna de estas variantes se “escape” lo suficiente de la respuesta inmune como para volver a aumentar casos severos y mortalidad.
3. Qué tan duradera sea la respuesta protectora con la severidad del COVID-19.
4. La capacidad de producción, distribución y aplicación rápida. Este punto ha sido acortado en el caso de la producción de vacunas tipo ARNmensajero o de vector viral, versus los métodos tradicionales en la producción de vacunas contra influenza”.
¿En algún momento se podría obtener una vacuna con efectos secundarios todavía menores?
ECA: “Mucho se ha discutido en la comunidad científica. Un punto que se cuestiona es la dosis vacunal (microgramos de ARNmensajero o cantidad de virus vector) que se dio a la población en cada vacuna. Se dice sobre esto, y por estar en el momento de emergencia mundial, uno de los resultados importantes era producir una respuesta inmune muy alta, rápidamente y con dos dosis.
Por lo tanto, la cantidad de antígeno (lo que se requiere para que el sistema inmune se active y monte respuesta), es bastante alta.
Tal vez, al cambiar oficialmente el esquema de dos dosis a tres dosis, esta cantidad de antígeno necesaria sea menor y, por lo tanto, no se tengan tantos efectos secundarios como fiebre, dolor de brazo, mialgias, dolor de cabeza, cansancio, etc.
Aún queda por investigar cómo disminuir la probabilidad de que surjan aquellos efectos secundarios muy poco frecuentes que han sido encontrados: como el desarrollo de trombosis o miocarditis”.
Ante la aparición constante de nuevas variantes, ¿podría ser normal que en un futuro la eficacia de las vacunas disminuya y se tenga que hacer mejoras constantes?
ECA: “Es probable. Sin embargo, lo que se ha observado hasta el momento es que aún con ómicron estas vacunas actuales han tenido el resultado que se esperaba: disminuir la severidad, la hospitalización y la muerte.
Con la cantidad de infectados por ómicron en este momento y sin haber tenido a la población vacunada, la cantidad de muertes hubiese sido exorbitante y el sistema de salud hubiese colapsado aún más.
No se debe olvidar que las vacunas no previenen el infectarse, tener algunos síntomas o hasta requerir hospitalización. Lo que hacen estas vacunas es disminuir el riesgo de complicarse. Pretender que solo con vacunación se va a disminuir los casos o como algunos han dicho “erradicar al virus” es un error.
Por eso, se enfatiza en seguir manteniendo medidas para disminuir contagios hasta que se alcance una vacunación global, que por la inequidad en la distribución de las vacunas en áreas geográficas determinadas, o porque aún hay grupos rezagados en vacunación (por ejemplo menores de 12 años en el caso de Costa Rica), no se ha logrado.
La incertidumbre es si en algún momento llegara a surgir alguna variante que se escape de la efectividad de estas vacunas y que esa variante sea altamente transmisible (como ómicron) y con alta virulencia (como delta).
En ese momento puede ser necesario que se tenga que cambiar la composición de la vacuna. Aún es muy pronto predecir que se necesitará, si se necesitará para la población en general o si solo en algunos grupos (como es el caso de la vacuna contra la influenza), si será anual o cada dos o tres años, etc.
Para esto es muy importante el gran esfuerzo a nivel mundial y nacional en la vigilancia genómica y epidemiológica del virus. Esto, para saber cuándo es que esté surgiendo alguna de estas variantes y si será necesario cambiar la composición de las vacunas”.
¿Qué se sabe sobre las secuelas del COVID-19 prolongado?
Dra. Lizbeth Salazar Sánchez (LSS): “Aún hay aspectos clínicos y patológicos en estudio sobre el COVID-19 prolongado, pero se considera importante primero informar a la comunidad e indicar a qué se refiere dicho término.
El COVID-19 prolongado se emplea para definir la condición posterior a la enfermedad, en la cual personas con antecedentes de infección por SARS-CoV-2 (probable o confirmada), en un período generalmente de tres meses desde el inicio de la enfermedad, continúan con síntomas que duran al menos dos meses. Esta situación no se puede explicar con un diagnóstico alternativo.
Entre los indicios comunes, se incluyen la fatiga, la dificultad para respirar y la disfunción cognitiva, así como otros que, por lo común, tienen un impacto en el funcionamiento diario.
Los síntomas pueden aparecer de nuevo, ya sea después de la recuperación inicial de un episodio agudo de COVID-19, o persistir desde la enfermedad inicial. Además, también pueden fluctuar o recaer con el tiempo.
Aunque el COVID-19 se considere una enfermedad que principalmente afecta a los pulmones, de igual modo puede dañar muchos otros órganos. Por ejemplo, el corazón, los riñones y el cerebro.
Encima, el daño que estos sufren puede ocasionar complicaciones de salud que se mantienen en el COVID-19 prolongado. En algunas personas, de hecho, los efectos persistentes para la salud pueden abarcar problemas respiratorios a largo plazo,complicaciones cardíacas, deterioro renal crónico, accidente cerebrovascular y síndrome de Guillain-Barré (que es una afección que causa parálisis temporal)”.
¿Una persona con COVID-19 prolongado puede volver a contraer el virus y tener una enfermedad más grave?
LSS: “Según investigaciones en otros países, es posible que las personas que han presentado COVID-19 prolongado puedan reinfectarse, aun quienes, en términos generales, revelan un cuadro más favorable. No obstante, en su mayoría, no se descartan los reportes de casos graves e, inclusive, algunos han fallecido”.
¿Qué implicaría para la seguridad social tener un incremento de personas con COVID-19 prolongado? ¿Estamos preparados como país para afrontar un escenario como ese?
LSS: “La COVID-19 seguirá siendo un desafío en el futuro previsible. Nuestro país, con su sistema de seguridad social, lo está enfrentando con los recursos que se cuentan. Sin embargo, quedan muchas respuestas pendientes en torno al COVID-19 y sus secuelas, aparte de que ininterrumpidamente se formulan nuevas preguntas.
En Costa Rica, estamos haciendo frente a la detección de estos casos y hay que atenderlos, mientras que, de manera paralela, se precisa hacer consensos entre los centros de atención de estos pacientes para determinar cuáles son los cuadros que se ven con más frecuencia y cómo se han abordado.
Claro está, todo se ha ejecutado bajo el escenario que se vive en la dinámica de la pandemia en el país.
Por otra parte, las investigaciones actuales y venideras, sin duda, brindarán nuevas evidencias y demandarán nuestra comprensión. Análogamente, permitirán contar con definiciones que ayudarán tanto a dar un mejor diagnóstico como llevar a cabo una mayor prevención y terapias orientadas a las consecuencias de la COVID-19 en los seres humanos”.
¿Ya se conoce de algún tratamiento contra el COVID-19 prolongado?
LSS: “El tratamiento, hasta el momento, es para la afección que presenta la persona en la variedad de los cuadros que se mencionaron. Por otro lado, en cuanto a una terapia específica, en este momento se desconoce, según los estudios e indagaciones que se están realizando mundialmente”.
En el comunicado divulgado por la Universidad de Costa Rica el 16 de diciembre del 2021, se indica que es urgente fortalecer los servicios públicos de atención en salud mental, particularmente para poblaciones más afectadas y vulnerables. ¿Cuáles son las principales alteraciones de la vida cotidiana que encontraron?
MFF: “La necesidad del confinamiento, del distanciamiento físico y de las estrategias específicas de prevención, tales como el uso de la mascarilla y el lavado de manos, obligaron a la población a transformar muchos hábitos y costumbres de su vida cotidiana, al tiempo que modificaron y limitaron la dinámica social.
Por otra parte, el temor al contagio personal o de los seres queridos significó niveles muy altos de ansiedad, situación a la que se aunó una profunda crisis económica, con altos niveles de desempleo o subempleo y el deterioro en las condiciones laborales de muchísima gente.
En condiciones de crisis como esta, la psicología siempre ha identificado las redes de apoyo como instancias idóneas para ayudar a las personas a enfrentar positivamente las situaciones estresantes. Sin embargo, la misma crisis ha afectado considerablemente estas redes de apoyo al debilitar el tejido social mediante el distanciamiento físico y social. Este proceso ha llegado inclusive a afectar las redes dentro de la familia extensa y, más aún, a nivel comunal.
En resumen, una proporción muy importante de la población se ha encontrado expuesta a altos niveles de estrés durante cerca de dos años y no cuenta con opciones de apoyo y orientación para enfrentar las ansiedades y decepciones que sufre sistemáticamente.
Según nuestros estudios, entre un 30 % y un 40 % de la población está teniendo alteraciones en su salud mental”.
¿De qué manera esas alteraciones se presentan para provocar una situación de estrés prolongado, con evidentes síntomas de ansiedad o depresión?
MFF: “Tal y como se indicó más arriba, el temor al contagio, la transformación de la vida cotidiana, el debilitamiento del tejido social y una crisis económica de grandes magnitudes han producido en la población, entre otras cosas, situaciones reiteradas de temor, cansancio, desilusión, inseguridad, soledad y tristeza. La reacción más común ha sido la ansiedad, pero también se observan con bastante frecuencia síntomas de depresión.
Por otra parte, la acumulación de tensión, aunada a altos niveles de decepción e incertidumbre, generan una acumulación de frustración y desesperanza que pueden convertirse fácilmente en un terreno fértil para estallidos de ira.
No es casualidad que se observen aumentos importantes en las muertes violentas e inclusive en los homicidios, así como en la cantidad e intensidad de los accidentes de tránsito. La literatura científica muestra que también estas condiciones culturales facilitan el reforzamiento de la personalidad autoritaria que definiera Teodoro Adorno, en su publicación de 2006, titulada La personalidad autoritaria”.
¿Qué medidas puede tomar el país para atender las necesidades en salud mental vinculadas con la pandemia del COVID-19?
MFF: “Ante esta difícil situación personal, social y cultural, es obvia la necesidad de intervención institucional para brindar apoyo, contención y orientación. Sin embargo, la magnitud y la intensidad del impacto hacen muy difícil la atención individual de cerca de una tercera parte de la población.
Pareciera que lo más factible en este momento sería la atención inmediata de los casos más severos con afectaciones y síntomas más intensos, a través de los servicios de salud institucionales y con una estrategia consensuada sobre los procedimientos idóneos.
Pero, al mismo tiempo, se hace necesario un proceso de multiplicación, mediante la capacitación de personas de organizaciones sociales, para establecer opciones de contención y orientación a nivel de grupos de apoyo comunal, que faciliten la reconstrucción del tejido social y sirvan de espacios de discusión, análisis, desahogo y de construcción grupal de estrategias de enfrentamiento”.
¿Qué efectos ha tenido la pandemia del COVID-19 en la salud de las personas adultas mayores?
MFF: “Al tratarse de la población de mayor riesgo, en un inicio fue el grupo etario más vulnerable. Por ejemplo, era, con mucho, el sector que concentraba la mayor proporción de consultas a la línea de apoyo del Colegio de Profesionales en Psicología.
Sin embargo, con el transcurrir de la pandemia, pareciera que esta situación ha mejorado, posiblemente por el apoyo institucional en el proceso de vacunación, pero también por la experiencia acumulada que permite que las personas de mayor edad tengan mejor acceso. tanto a información pertinente, como a la implementación de estrategias de enfrentamiento y apoyo”.
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