En las últimas semanas, los movimientos antivacunas se han hecho sentir en diferentes foros y sus cuestionamientos han llegado al nivel judicial, no solo por las muchas consultas que han realizado a la Sala Constitucional, sino también por alterar en días pasados el orden en las instalaciones del Hospital San Vicente de Paúl de Heredia. Esto provocó un pronunciamiento de la Rectoría de la Universidad de Costa Rica.
En ese contexto, la Dra. Eugenia Corrales Aguilar, quien tiene experiencia en enfermedades virales (como herpesvirus y citomegalovirus) y que ha sido líder en los aportes académicos necesarios para entender las mejores formas con las cuales la humanidad ha logrado enfrentar y lidiar con la pandemia generada por el COVID-19, de nuevo ayuda con su criterio a poner sobre la mesa los principales cuestionamientos de estos grupos a los procesos de vacunación.
—¿Qué inspira a los grupos antivacunas y cuál es la respuesta de la comunidad científica mundial para ellos?
—Eugenia Corrales Aguilar: Realmente desconozco las razones que los inspiran. Los movimientos antivacunas existen desde que iniciaron las vacunas, pero fueron reforzados erróneamente en los años noventa con las falsas publicaciones de un científico de apellido Wakefield en Inglaterra, en las cuales —con datos falsos y evidencias inventadas por él— relacionó la vacuna MMR (sarampión, paperas, rubeola) con el autismo.
Además, hubo una corriente que indicaba que algún elemento químico incluido en las vacunas, como el aluminio (que sirve como adyuvante, facilita la respuesta inmune) o el mercurio también podían ser dañinos. Sin embargo, la comunidad científica siempre ha buscado la evidencia y ha diseñado estudios para poder comprobar esas supuestas hipótesis o rechazarlas. Muchas de las supuestas evidencias que los movimientos antivacunas presentan como fundamentos son demostradas como falsas. Ha habido algunos problemas con las vacunas, por ejemplo, el incidente Cutter con la vacuna de polio, que no fue correctamente inactivada en el proceso de producción y fue aplicada con virus activo y, por lo tanto, se infectó accidentalmente a niños y niñas. O el más reciente con la vacuna contra el dengue, DEngvaxia, que muchos de los expertos indicábamos que fue aprobada muy pronto y que se necesitaban estudios más prolongados en el tiempo precisamente por la patología inmune que causa el dengue, que es bastante particular.
Probablemente, estos movimientos también surgen de la falta de conocimiento y entendimiento de cómo funciona el sistema inmune.
—¿Qué demuestra la evidencia en el manejo del COVID-19 respecto a los procesos de vacunación global?
—ECA: La evidencia ha sido contundente, las vacunas han alcanzado exitosamente el objetivo para el que fueron producidas: disminuir la severidad de la enfermedad y prevenir la mortalidad, aun en presencia de variantes más transmisibles. Sin embargo, debido a la inequidad en la distribución de las dosis y la diferencia en la accesibilidad a estas, muchos han sido rezagados y han sido fuertemente impactados por las nuevas variantes.
—¿Son las vacunas la razón por la cual existe menor mortalidad y menor severidad de la enfermedad COVID-19?
—ECA: Sí. Además de aprendizajes en el manejo clínico, nuevos terapéuticos y medidas no farmacológicas que disminuyen el riesgo a la infección. Se sospecha también su impacto en la disminución de la virulencia de las nuevas variantes, pero es difícil determinar cuál es la razón más importante.
¿Cuál es el peso de la responsabilidad individual y colectiva en los procesos de vacunación?
—ECA: La vacunación tiene bastante peso individual. Se disminuye el propio riesgo de enfermedad y muerte, pero colectivamente también tiene ventajas: se disminuye el elemento de saturación de servicios de salud, se disminuye indirectamente la transmisión, lo que también baja la probabilidad del surgimiento de nuevas variantes.
¿Cómo valora el efecto de las vacunas en el tránsito de la pandemia en el país?
—ECA: Es un privilegio estar en un país que realizó el esfuerzo de empezar a vacunar prontamente. En este momento de pico de ómicron, uno no podría imaginarse la cantidad de enfermos severos y muertes si el país no estuviese tan vacunado. A pesar de la cantidad de casos, el efecto en los centros de salud ha sido fuerte, pero no ha sido catastrófico, como pudo haber sido si no se hubiese vacunado a las personas vulnerables.
—¿Cuál es el paso que debemos seguir como país?
—ECA: Seguir educando e informando científicamente a la población de la importancia de la vacunación. Seguir promoviendo cualquier medida para disminuir el número de contagios. Costa Rica lo ha hecho bien a pesar de todo. La gente no ha entendido que nos ha ido muy bien. Esperemos que el nuevo Gobierno siga basando sus decisiones en evidencia científica y haga lo mejor para el país.
—Los grupos antivacunas aseguran que no quieren ser "experimento" de empresas farmacéuticas. ¿Cómo contrarrestan esta creencia los procesos de investigación que ha desarrollado la comunidad científica internacional?
—ECA: Todo medicamento lleva una fase experimental preclínica y una fase experimental clínica. Las vacunas que utiliza Costa Rica ya terminaron esas fases: la preclínica y las 3 fases experimentales clínicas. Ellos desconocen mucho del proceso y de la investigación previa. Estas vacunas no fueron resultado de la investigación realizada desde febrero del 2020, sino que desde hace más de 30 años se tiene la alerta de que los coronavirus podían ser potencialmente pandémicos. Por lo tanto, se tenía mucho conocimiento previo de cómo combatir estos virus (cuál podría ser su punto débil, la espícula) y fue rápido tener la vacuna no solo por este conocimiento previo sino por la disponibilidad de fondos y la producción a riesgo, riesgo de que la vacuna no provocara respuesta inmune, no sirviera. Hubo varios candidatos que no sirvieron y que, por lo tanto, no son utilizados. Yo no considero que todas estas personas pertenezcan al grupo de antivacunas per se, sino que muchos esperan a ver si “aparecen efectos a largo plazo” por estas nuevas tecnologías o quieren simple y sencillamente esperar. Es una decisión poco informada que puede traer consecuencias severas si se infectan por este virus y puede significar padecer las secuelas a largo plazo, o COVID-19 prolongado tras la infección.
—Una de las preocupaciones del grupo antivacunas es el número creciente de refuerzos de la inmunización, ¿cómo se les puede explicar el porqué son necesarios?
—ECA: La premura de estar en medio de una pandemia llevó a informar que el esquema completo son dos dosis, hasta el momento. Sin embargo, muchas vacunas contra los virus presentan un esquema de tres dosis espaciadas de la segunda a la tercera, por meses o también por años. Por ejemplo, la de la hepatitis B se aplica una dosis, al mes la segunda y a los 6 meses la tercera; la de MMR tiene dos dosis en el esquema vacunal infantil de Costa Rica, pero en los años 2000-2001 hubo un aumento de casos de rubeola en el país, lo cual significó un resfuerzo a la población adulta. Esto responde a la construcción de la evidencia, casi en tiempo real, que hemos tenido durante la pandemia. Es muy probable que el esquema completo sea aquel de 3 dosis contra el COVID-19, mientras no aparezca una variante que necesite la modificación en la composición de la vacuna. Esto no es algo antojadizo, nuevamente es lo que la evidencia va demostrando al mismo tiempo que va avanzando la pandemia. Hay otros virus que tienen una tasa de mutación más alta que el coronavirus, por ejemplo, la influenza, lo que lleva a cambiar la composición de la vacuna anualmente y a su aplicación anual. Es muy pronto para decir que se necesitarán refuerzos generales anuales contra el COVID-19 o si solo en ciertas poblaciones de alto riesgo. Nuevamente, se está construyendo la evidencia a como va avanzando la pandemia. Esto ha sido muy difícil de entender para muchas personas y, por eso, surgen las teorías de la conspiración o el desprestigio a profesionales, etc.
—¿Cuál hecho histórico usted usaría para recordarles a las personas la importancia de las vacunas?
—ECA: La erradicación de la viruela. El no ver casos de polio infantil. El coronavirus actual no se va a erradicar, la vacunación no tiene ese fin. Pero se disminuirán los casos severos y las muertes. Es un hito en la ciencia y en la ciencia de la vacunación que, a tres años de la aparición del brote por el virus, se tenga una herramienta tan poderosa como la vacuna.
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