Este 2022 Costa Rica ha experimentado un crecimiento sustantivo del tránsito sur-norte de personas migrantes por el país, principalmente de personas venezolanas. Según los datos del Servicio Nacional de Migración del Gobierno de Panamá, entre enero y septiembre de 2022 se identificaron un total 107 692 personas migrantes venezolanas, que han cruzado el Tapón del Darién con el fin de atravesar América Central y llegar a los EUA. Comparativamente, el año anterior (2021) esta cifra alcanzaba para todo el año apenas el 2,7% de la cifra actual (2819) de personas venezolanas, caracterizando a este 2022 por ser un escenario de crecimiento sustantivo y acelerado del flujo migratorio venezolano, que alcanzó sus picos de tránsito entre julio y septiembre del presente año.
A esta cifra se suman otras nacionalidades en tránsito por la región, entre enero y septiembre de 2022 se identificaron en el tránsito por el Darién a 43 890 personas, provenientes de países tan diversos como Haití, Angola, Camerún, India, Nepal, Tayikistán, Senegal, Sierra Leona, Siria, etc., en total 37 diferentes nacionalidades identificadas, que en estos meses han sumado un total de 151 582 personas migrantes en tránsito, que encuentran su camino por América Central y por Costa Rica.
Aunque parezca un fenómeno reciente, lo cierto es que la identificación de estos flujos migratorios cultural y geográficamente diversos, así como socialmente heterogéneos, no son un fenómeno novedoso en la región, desde la década de 1990 y particularmente desde la primera década del 2000, estos flujos han transitado las rutas migratorias que cruzan Suramérica, la peligrosa selva del Darién, el territorio panameño, Costa Rica y el resto de América Central y México.
Generando diversas coyunturas a lo largo de este periodo, caracterizadas por transformaciones en los sistemas de atención, y control migratorio nacional y regional, así como complejos fenómenos migratorios que van desde las condiciones de inmovilidad y atrapamiento de personas migrantes en contextos centroamericanos, el establecimiento campamentos urbanos, la creación de centros y estaciones de atención migratoria, y profundas transformaciones culturales en las comunidades de recepción temporal (la mayoría situadas fuera de las capitales), etc.
Estas coyunturas y tránsitos migratorios han variado también de protagonistas, siempre caracterizados por la diversidad y la heterogeneidad, cada año y cada mes la presencia mayoritaria de nacionalidades varía, entre 2013 y 2015 el principal grupo en tránsito por Costa Rica fue el de personas migrantes cubanas, en 2016 haitianos, congoleños tanto de la República del Congo como de la República Democrática del Congo y somalíes, y así sucesivamente hasta llegar a la coyuntura actual. Y aunque se tienda a poner el foco en los principales grupos en tránsito, lo más importante del tránsito por América Central y Costa Rica, es que cada año el tránsito migratorio se conforma por personas migrantes provenientes de muy diversos orígenes y trayectorias.
Estas trayectorias no obedecen al clásico patrón migratorio unidireccional, del punto de origen al punto de recepción, sino que ellas se conforman por complejos trayectos, redes y motivos, que generan estancias migratorias variadas en África, Europa, Medio Oriente y Suramérica, antes de su tránsito por América Central, trayectorias sustentadas en vidas que se conforman en tránsitos permanentes. Esta condición constituye un complejo sistema migratorio global, al que América Central ha entrado como una trayectoria más dentro de un sistema mundo migratorio.
En términos de motivaciones la heterogeneidad es la pauta, la diversidad y el catálogo de motivaciones escapan a la síntesis generalizante de supuestas “migraciones por razones económicas”, el tránsito, orígenes y motivos de estas migraciones son multidimensionales y escapan a esta “razón” o salida fácil. Sin embargo, algunas tendencias nos pueden sugerir procesos globales que han motivado o más bien, estructurado estos complejos sistemas migratorios, razones compartidas de forma transregional y transcontinental:
Aunque estas razones no son suficientes para captar la heterogeneidad de los procesos y las motivaciones migratorias que contienen estos tránsitos, estas condiciones se encuentra repetitivamente a lo largo de los testimonios de personas migrantes, problematizando a su vez las propias categorías jurídicas de atención migratoria, tales como refugio.
La respuesta de Costa Rica a esta realidad ha sido variada, en las primeras etapas de identificación de estos flujos migratorios el país no adoptó una política de atención, adoptó la ambivalente perspectiva de la irregularización del tránsito migratorio y la permisividad del tránsito, hasta que en 2015 con el cierre de frontera de Nicaragua, las condiciones de inmovilidad de estos flujos migratorios generó una situación de concentración en el país, tanto en el Pacífico Sur como en el Norte, esto se llamó la “crisis de los cubanos”, pues la mayoría de personas migrantes era de origen cubano.
Una vez resuelta esta coyuntura con atención de emergencia y la agencia diplomática del gobierno, trasladando a las personas cubanas por avión a México para que continuaran su trayecto, en 2016 se experimenta otra coyuntura de inmovilidad y atrapamiento, igualmente relacionado al cierre de fronteras en Nicaragua, esta vez con mayoría de migrantes haitianos y de diversos orígenes africanos.
Esta coyuntura, de nuevo titulada como “crisis”, articuló dos soluciones, la atención humanitaria y el control migratorio, y la apuesta por la continuidad autónoma del tránsito migratorio de los diversos grupos. En el primero de los casos se estableció un sistema de atención de flujos mixtos, que contempló un flujo controlado de personas migrantes pactado entre Panamá y Costa Rica, el establecimiento de albergues, posteriormente, dos Centros de Atención temporal para Migrantes (CATEM) en La Cruz de Guanacaste y Golfito, un permiso de tránsito temporal de 25 días, y atención en salud, alimentación etc. Este sistema operó entre 2016-2020, en donde los flujos migratorios sostuvieron su tránsito, con un mejor registro, control y atención.
Entre 2020-2021, en el contexto de la pandemia y con el cierre de fronteras terrestres de Costa Rica dicho sistema fue desmantelado, dando paso a dos años de flujos migratorios en tránsito en condición irregular o irregularizada, paralelamente con el desarrollo de esfuerzos Estatales por el establecimiento de un Plan Integral para la Atención de los flujos migratorios mixtos, esfuerzo que permitió la construcción de la Estación Migratoria Bicentenaria Sur (EMBISUR) situada en el cantón de Corredores, y la planificación de la Estación Migratoria Bicentenaria (Norte) situada en La Cruz de Guanacaste, actualmente en proceso de construcción.
Este contexto reciente ha generado, entre 2020 y 2022, un vaciamiento y ausencia de la atención migratoria por parte del Estado a estos flujos migratorios, una irregularización de los flujos migratorios en tránsito, los cuales han establecido sus estancias temporales en diversos pueblos y ciudades a los largo del Pacífico Sur, San José y el Norte de Costa Rica, implicando el establecimiento de nuevas dinámicas de tránsito, las cuales se han visto marcadas por un acelerado crecimiento del tránsito migratorio por Panamá y Costa Rica entre 2021 y 2022, como explicamos al inicio, identificándose mayores flujos migratorios en estos dos años que en todos los años anteriores a 2020.
El tránsito global de personas migrantes por América Central y Costa Rica es más que una realidad y un patrón, constituye hoy un complejo sistema global, al cual es necesario abocarse en su acompañamiento y del cual aún estamos por conocer sus dimensiones. Este sistema ha implicado complejas transformaciones en las políticas migratorias de las Américas en general, las cuales han registrado su continuidad, heterogeneidad y consistencia a través de estos periodos.
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