Desde el 2008, el geógrafo y actual director de la Escuela de Geografía de la Universidad de Costa Rica (UCR), ha participado en 14 conferencias consecutivas de las Naciones Unidas sobre el cambio climático.
Él ha formado parte, como negociador, de las delegaciones costarricenses oficiales. Además, en dos ocasiones participó como observador en representación de organismos de la sociedad civil.
“Soy un optimista incurable. Creo en el multilateralismo, a diferencia de la posición dominante de muchos Gobiernos populistas, que defienden posturas nacionalistas muy exacerbadas. Si los países ignoran los acuerdos de 195 Estados, como el Acuerdo de París, vamos a tener enormes problemas para poder enfrentar la crisis climática”, argumentó.
Sin embargo, Girot no participará en la COP 27, debido a que no fue convocado por el actual Gobierno de Rodrigo Chaves.
A propósito de dicha conferencia, el C+T conversó con él. Este es un resumen de la entrevista.
—A menudo se escuchan comentarios de personas que piensan que de estas reuniones diplomáticas no hay resultados concretos, ¿cuál es su opinión al respecto?
—Pascal Girot: Esta es una pregunta recurrente, pues los resultados aparentan ser muy limitados en relación con el número de conferencias. Vivimos en un mundo profundamente fracturado y dividido y, ante esta división con intereses nacionales divergentes, las negociaciones han seguido ciertas estrategias por bloques y por afiliación regional. En el caso de América Latina, hemos tenido enormes dificultades históricas para tener un solo bloque.
Costa Rica pertenece desde el 2014 a la Alianza Independiente de América Latina y el Caribe (Ailac), que agrupa a Chile, Colombia, Perú, Paraguay, Panamá, Costa Rica, Honduras y Guatemala. Es muy frustrante cuando se siente que las negociaciones no avanzan, pero cuando 191 países logran ponerse de acuerdo tiene un enorme peso, porque para llegar a eso se requiere mucha paciencia, determinación y compromiso. Costa Rica siempre ha jugado un rol conciliador y de lograr los consensos necesarios para avanzar, pero no es fácil.
—Pareciera que el tema de la crisis climática no constituye aún una prioridad para la población de nuestros países, ¿cuáles factores han incidido en la escasa comprensión y apropiación ciudadanas de este tema?
—PG: Son resultados difíciles de comunicar y quizás para el ciudadano de a pie no tienen mayor significado. Me parece muy importante tener claro que la acción climática no se puede dividir; es decir, no podemos dejar de hacer algo sobre mitigación y priorizar la adaptación. Son dos pilares de acción climática, según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. De repente no podemos decir que no queremos reducir las emisiones, tal vez esto no constituye la prioridad para el actual Gobierno y la gente lo ve como un costo prohibitivo en un contexto de crisis económica y fiscal.
El asunto es cómo actuar para sostener la credibilidad de Costa Rica que lleva más de 30 años con un rol protagónico en este tema y no veo por qué debemos dejar de tenerlo. Además, hay suficiente capacidad instalada en el país y acciones en el sector privado, el cual ya inició la transición hacia una economía baja en emisiones. Hay cada vez más vehículos eléctricos e inversiones. El país se está alistando para que quien quiera comprarse un vehículo eléctrico pueda hacerlo sin problemas y así reducir su huella y su factura de la gasolina y el diésel. Esto tiene un sentido económico, no es porque lo impone un Gobierno de turno o un acuerdo internacional.
—¿Qué se puede hacer para cerrar esa brecha de conocimiento entre los líderes políticos y los expertos y el resto de la población?
—PG: Yo creo que la clave es comunicar. En ese sentido, tenemos una enorme responsabilidad de comunicar mejor qué hacemos y cómo lo hacemos. Desde la Escuela de Geografía, hemos tratado de incidir más en espacios mediáticos para elevar la sensibilidad sobre la necesidad de trabajar en la adaptación al cambio climático y en la gestión del riesgo de desastres. También sobre lo que se nos viene con un cambio climático acelerado, si no logramos reducir las emisiones de aquí al año 2040. Vamos a estar en una situación sumamente peligrosa con el aumento en el nivel del mar, con comunidades y ciudades costeras inundadas, con enormes impactos en el sector agropecuario y en la comunicación vial.
¿Qué se debe hacer para construir infraestructura vial resiliente, cómo se pueden manejar mejor nuestras cuencas hidrográficas para evitar los deslizamientos, cómo se debe convivir con un río a la par y cómo podemos adquirir conciencia de que hay que cambiar la forma de construir las ciudades y de desarrollar la agricultura para poder adaptarse? En esto la educación y la formación se vuelven supercríticas. Se ha trabajado con municipalidades en la planificación territorial, pero falta mucho por hacer.
—¿Cuáles serán los temas prioritarios que se discutirán en la COP 27 sobre el cambio climático?
—PG El financiamiento es uno de los temas importantes que se ha quedado rezagado desde el Acuerdo de París. Estamos muy lejos de lograr el objetivo propuesto de financiar hasta USD 100 000 millones anuales para la acción climática.
Al respecto, uno de los ítems de la agenda de la COP 27 es un diálogo ministerial de alto nivel sobre el financiamiento con el fin de avanzar en los compromisos financieros, que todos sabemos vienen de los países desarrollados, muchos de ellos con crisis económica estructural y energética.
Este contexto geopolítico pesa en la negociación, porque obviamente hay países en desarrollo, sobre todo de África, que van a reclamar por qué no hay más ambición en temas de financiamiento. Sobre todo porque vemos que la carrera armamentista va a toda velocidad, pero no hay fondos para luchar contra el cambio climático.
El tema de la gobernanza del Mecanismo Internacional de Varsovia de Pérdidas y Daños también va a ser álgido en esta COP. ¿Qué se debe hacer para manejar las pérdidas que ocasiona el cambio climático? Esto tiene que ver con recursos y cómo estos se van a distribuir. Hay una responsabilidad ética y moral de los países responsables del cambio climático, es un problema causado por la inacción a nivel mundial y hay que empezar a ponerle el cascabel al gato.
—¿Qué significado y repercusiones políticas tiene el hecho de que la COP 27 se vaya a realizar en Egipto, un país africano que juega un rol fundamental en la geopolítica del Medio Oriente?
-PG: A lo largo de las COP ha habido un principio de rotación regional. La última COP africana fue la 22 en Marruecos. En esta ocasión le tocaba de nuevo a esa región, y Egipto se propuso como país anfitrión. Entonces, el hacerla en Egipto no va a traer consecuencias a la COP por el conflicto en el Medio Oriente, esta es una variable constante. Es importante mencionar que la COP se va a realizar en Sharm el Sheij, un balneario turístico a la orilla del mar Rojo, lo cual tiene consecuencias en los costos del transporte y de los hoteles. Esto ha ocasionado que algunas ONG y representaciones de la sociedad civil han tenido problemas para participar en la conferencia. Yo preveo que va a haber una menor participación que en conferencias anteriores.
—¿Podría ampliar con cuáles expectativas llegan los africanos a esta conferencia y cuáles diferencias e intereses podría haber entre ellos?
—PG: El grupo africano es el bloque negociador que ha logrado la hazaña de agrupar a decenas de países de este continente, con una gran diversidad de posiciones políticas, de niveles económicos, de lenguas y con intereses divergentes. Sin embargo, han podido forjar posiciones en común como bloque y negociar, desde el 2008, las circunstancias especiales del continente africano, para tener un estatus preferencial, en el momento de pedir recursos por sus condiciones históricas de marginación y explotación. Esto provocó la reacción de algunos países latinoamericanos que argumentan que ellos también son altamente vulnerables y tienen condiciones especiales. Pero los reclamos no han tenido resultados por el peso de los países africanos en las negociaciones, son más de 50 y representan casi un tercio de los países participantes. A mi juicio, tienen un frente común muy exitoso.
—En vista de que Latinoamérica ha sido particularmente golpeada por los efectos del cambio climático (sequías, huracanes, inundaciones, aumento en el nivel del mar, etc.), ¿podríamos suponer que existe una agenda común en la región para buscar soluciones que mermen este impacto?
—PG: Lamentablemente no hemos logrado idear una posición común de la totalidad de los países latinoamericanos y del Caribe. Somos la región más dividida en materia de negociaciones, a pesar de que somos altamente vulnerables y hemos sido golpeados seriamente por el cambio climático.
Tenemos un enorme acervo en materia de adaptación y de mitigación, y somos uno de los sumideros más importantes de carbono del mundo. A pesar de estas potencialidades naturales increíbles, no logramos ponernos de acuerdo desde el punto de vista político.
—Con los nuevos presidentes latinoamericanos, específicamente en Colombia, en Chile y en Brasil, ¿se vislumbra un nuevo liderazgo ambiental de nuestro continente en la COP 27?
—PG: Me parecería magnífico que Colombia, Chile y Brasil puedan tener un liderazgo para tratar de llegar a acuerdos regionales. Es una coyuntura esperanzadora por la posibilidad de revertir la división y alcanzar posiciones comunes. También en cuanto a ver si se puede cambiar la lógica negociadora con países como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, que permita reflejar el peso de nuestra región en temas energéticos y de sumideros naturales. Somos también la solución a la crisis climática y no solamente las víctimas del impacto del cambio climático.
—¿Cabe la posibilidad de que la región tenga acceso a recursos económicos adicionales para atender estos impactos?
—PG: Hemos visto la competencia por los recursos entre las regiones y estos son cada vez más escasos. Se reduce la cooperación de los países ricos debido a que tienen que enfrentar internamente grandes problemas. Por otro lado, uno ve que sí hay recursos. Estados Unidos acaba de crear un enorme fondo de acción climática, sin precedentes, que va a acelerar la transición hacia una economía baja en emisiones.
Yo creo más en crear iniciativas grandes en América Latina para mejorar la inversión pública y privada sobre energías renovables, solar y otras alternativas no convencionales. Hay también enormes potenciales para la acción en adaptación, y la región podría beneficiarse mucho más y trabajar en forma más articulada la gestión del riesgo con el Caribe.
—¿Cuál será la política ambiental de Costa Rica en el conjunto de países latinoamericanos? ¿Mantenemos la misma autoridad en este tema a nivel internacional?
—PG: Desde el inicio de las negociaciones, cuando se firmó la Convención Marco, en 1992, en la Cumbre de Río, Costa Rica ha tenido un rol muy protagónico en las negociaciones ambientales. Incluso, desde antes, el país tenía una serie de proyectos sobre reducción de emisiones. El actual ministro del Ambiente y Energía, Franz Tattenbach Capra, formó parte de la junta directiva del Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kioto. Sin hablar obviamente de Cristiana Figueres, que fue secretaria ejecutiva del Secretariado de la Convención del Cambio Climático.
También en las COP pasadas, la ministra del Ambiente Andrea Meza Murillo fungió como la mano derecha de Alok Sharma, el presidente de la COP 26, en Glasgow, Escocia, para acercar a las partes y lograr acuerdos.
—¿Se conoce la propuesta que nuestro país llevará a Egipto?
—PG: No he visto una posición del Gobierno actual o de la delegación que va para Egipto. Entiendo que la delegación será muy reducida. Estamos con una limitación seria de recursos frente a la crisis fiscal y presupuestaria.
Lo que hay que recordar es que muchos recursos dirigidos a la acción climática venían de la cooperación y el país ha sido sumamente exitoso en movilizar recursos económicos para su programa ambicioso en materia de mitigación y adaptación.
A mi juicio, la delegación costarricense debe velar por sostener esa capacidad de movilización de recursos. Tenemos una política y un plan nacional de adaptación y una fantástica oportunidad de buscar financiamiento en esta COP 27 para implementar ese plan, lo cual urge.
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