En febrero de 1952, en las faldas del volcán Irazú, se descubrió de forma accidental el Sitio Arqueológico Retes en la hacienda que lleva el mismo nombre.
Muy cerca de un afluente de la quebrada Pavas, al parecer producto de un deslizamiento, quedaron al descubierto numerosos objetos de piedra y también orgánicos, como tambores y bastones de madera, y un fragmento de tejido de algodón.
Al cumplirse este año siete décadas de este excepcional hallazgo, un estudio interinstitucional e interdisciplinario sale a la luz y aporta nueva evidencia científica de este lugar, que ha marcado la historia precolombina de nuestro país.
La Universidad de Costa Rica (UCR), el Museo Nacional de Costa Rica y el Centro de Información para el Desarrollo (CID), de Turrialba, unieron esfuerzos para asignarle a Retes “una ubicación más precisa y un contexto geológico y arqueológico moderno”, según la publicación científica de la investigación.
El artículo fue publicado en la revista Cuadernos de Antropología de la UCR, en el 2021.
“Hicimos una revisión de la localización geográfica de Retes, porque había diferentes posiciones sobre su ubicación exacta. Aunque es un sitio extremadamente importante desde el punto de vista arqueológico, existían dudas al respecto”, comenta Guillermo Alvarado Induni, coordinador del estudio e investigador del Centro de Investigación en Ciencias Geológicas (CICG), de la UCR.
El vulcanólogo destaca la visión multidisciplinaria del trabajo, en el cual participaron especialistas en geología, vulcanología, arqueología y geografía.
Los investigadores fueron Guillermo E. Alvarado, Carolina Cavallini Morales, Javier Fallas Fallas, Luis Hurtado de Mendoza y Sebastián Granados Bolaños.
Al respecto, el arqueólogo del Museo Nacional, Javier Fallas, comenta que “es el trabajo de varias miradas a este patrimonio, combinando técnicas, métodos de investigación, que es lo que se pretende en la construcción del conocimiento”.
El Sitio Arqueológico Retes fue hallado por trabajadores de la finca, que era propiedad del ingeniero agrónomo Alfredo Volio Mata y que todavía sigue siendo un patrimonio familiar.
La primera investigación con carácter científico fue realizada por Carlos Aguilar Piedra, el primer arqueólogo del país, quien realizó una excavación en el lugar. Así logró recuperar 175 piezas nuevas y más de una decena que los lugareños habían saqueado antes de su llegada. Estos artefactos están resguardados por ley en el Museo Nacional.
Actualmente, en la zona predominan potreros, algunos parches de bosque y áreas de interés turístico. Además, en el sitio afloran coladas antiguas de lava del volcán Irazú y los terrenos están cubiertos de una espesa cubierta de cenizas volcánicas, señalan los investigadores.
Para la georreferenciación del lugar, se visitó el lugar, se entrevistó al único testigo y sobreviviente de la excavación de Aguilar en la década de 1950, Rodrigo Alvarado Guzmán, de 86 años, quien en ese momento era peón de la finca, y se comparó lo descrito desde el punto de vista paisajístico, geológico, geomorfológico y estratigráfico.
Asimismo, se elaboraron productos cartográficos e, incluso, se utilizó un vehículo aéreo no tripulado (dron).
Alvarado explica que se aplicaron en el campo técnicas geológicas para el análisis y descripción de las capas del suelo, específicamente se hizo una excavación cerca del lugar donde aparecieron los restos arqueológicos.
De esta forma se lograron identificar los distintos niveles de ceniza emanada por el Irazú, lo que permitió que los objetos de madera se preservaran a lo largo del tiempo, tal y como lo señaló Aguilar en su estudio. “Las cenizas volcánicas fueron el factor que preservó ese lugar tan excepcional”, confirma Alvarado.
Estos suelos ácidos ayudaron a proteger la madera de agentes como bacterias, hongos e insectos, así como del ambiente y de otras acciones químicas. Además, algunas maderas son duras y muy resistentes a la intemperie, como el cocobolo, o a los insectos, por ejemplo, el laurel.
Según la arqueóloga Carolina Cavallini, curadora del Laboratorio de Arqueología Carlos Aguilar Piedra y otra de las participantes en la investigación, no es común encontrar objetos de madera en una excavación arqueológica, debido a que es difícil su preservación.
Ese es el gran valor y particularidad que presenta el Sitio Arqueológico Retes, al haberse encontrado una gran cantidad de objetos de madera en muy buen estado.
Entre las piezas de madera se rescataron bastones, tambores, mesas circulares, asientos, cabezas trofeo (representaciones guerreras), metates y esculturas con figuras humanas y de animales.
Los artefactos de piedra se encontraron intactos y están constituidos por rocas volcánicas. Sus fuentes de materia prima podrían provenir de los terrenos volcánicos en los alrededores de Tierra Blanca y del cerro Alto Grande de Cartago, apuntan los autores del artículo.
Llama la atención la poca presencia de cerámica en el hallazgo, solo se recuperaron algunas vasijas y ollas trípodes. Esto pudo deberse a un deslizamiento que movió las piezas, según los científicos.
“Para nosotros es muy importante, a la hora de excavar, que tengamos las cosas lo más intactas posibles, para poder estudiar las relaciones de los objetos con el entorno”, explica Cavallini.
Situado a más de 2700 m s. n. m., Retes es uno de los pocos sitios arqueológicos registrados a esa altitud y cercano a un volcán.
Esos aspectos despiertan gran interés en los científicos por ahondar en el conocimiento del sitio y así determinar su relevancia prehispánica.
La zona alta al norte de Cartago era una ruta de paso hacia y desde el Caribe, a través de un camino precolombino que pasa muy cerca de Retes y atraviesa el volcán Irazú.
En opinión de Cavallini, es muy probable que existiera conexión entre Retes con el Alto del Cardal, otro sitio arqueológico descubierto a un kilómetro en línea recta del primero, y con Aguacaliente, en el valle de Cartago.
Gracias a las evidencias encontradas, se sabe que existía comunicación constante e intercambio de productos entre diferentes regiones. “Eran pueblos muy dinámicos e interconectados”, detalla la arqueóloga, quien realizó su tesis de maestría en el Alto del Cardal.
Fallas sostiene que un punto pendiente de investigar es la posible relación de Retes con otros sitios cercanos, sobre los cuales ahora hay información, como el Alto del Cardal. “Aunque todavía no hay clara evidencia de esto, se pueden generar hipótesis de investigación. Por ejemplo, las esculturas de Retes guardan cierta similitud con las encontradas en el monumento Alto del Cardal”, expresa.
Tampoco se sabe si existía población que habitaba en el lugar. “Lo que sabemos hasta el momento es que tenían destinado un lugar para actividades colectivas, pero no sabemos si vivían allí mismo o solo iban a realizar esas actividades”, aclara.
El Sitio Arqueológico Retes se desarrolló durante el período tardío de la época precolombina (800 d. C. a 1500 d. C.), es contemporáneo a Guayabo de Turrialba y a otros sitios del Caribe.
También es el primer sitio que se fechó con radiocarbono. Originalmente se calculó su edad en 960 d. C., pero esta fecha fue calibrada por el grupo de investigadores y se estima que la edad más exacta es 1090 d. C.
El estudio, titulado “El sitio arqueológico Retes (C-378 Re), un hallazgo excepcional en la falda WSW del volcán Irazú durante la fase Cartago (ca. 1080 d. C.): contextualización geológica, geográfica, cronológica y cultural” señala una serie de interrogantes que se recomiendan abordar en futuras investigaciones.
La hacienda Retes, ubicada en Llano Grande de Cartago, no solo es un lugar de importancia arqueológica, sino que también con la llegada de los españoles su historia está marcada por una serie de acontecimientos.
El nombre a la zona se le adjudica al capitán Jerónimo de Retes y López de Ortega, quien nació en Cartago, entre los años 1597 a 1664, y desempeñó varios cargos, entre ellos Alguacil Mayor y Regidor Perpetuo de Cartago (1639). También fue fundador de la Cofradía de San Nicolás.
La hacienda Retes fue utilizada por él como punto de partida para efectuar algunas expediciones. Se casó con María Vázquez de Coronado y tuvo seis hijas.
Uno de los patrimonios de la finca es una casona construida por el Dr. Eusebio Figueroa Oreamuno, abogado y político, alrededor de 1870.
La casa fue hecha de madera de roble extraída de la finca, elaborada a mano con suela y hacha, sin clavos en la estructura principal, el techo original era de teja de barro, y posee un empedrado y una lechería de esa época.
En 1910, la propiedad es comprada por Alfredo Volio Jiménez, destacado político, fundador del Partido Reformista en 1923 y quien lucha contra la dictadura de los hermanos Tinoco.
La finca luego pasa a manos del Ing. Agrónomo Alfredo Volio Mata (1903-1963), también político y quien fue gestor de la Cooperativa de Lecheros (hoy Dos Pinos).
En 1992 se crea la empresa familiar El Encinal, S. A. para mantener unificada la finca y darle un manejo conjunto. Actualmente, es manejada por la cuarta y quinta generación de la familia Chavarría González.
La hacienda está dedicada al desarrollo de ganado de leche y de doble propósito, la cría y venta de ovejas y al turismo rural sostenible.