“Tengo un video de don José María, con 104 años, andando en bicicleta en una calle de lastre y sosteniéndose solo con una mano. En otro video hay un señor centenario subiéndose a un caballo para ir a trabajar a la finca, a una altura de casi dos metros desde el suelo hasta la montura”, relata Juan José Cordero Solís, docente e investigador de la Escuela de Medicina, de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Historias como estas se suelen encontrar en la zona azul de Costa Rica, un sitio en donde pareciera que la vida se detiene. Allí viven cerca de 43 personas centenarias, de 100 años o más, según datos del Centro Centroamericano de Población (CCP), de esa misma universidad.
La longevidad de los cinco cantones de la Península de Nicoya es mucho mayor que en el resto de los lugares de nuestro país, según lo han podido determinar algunos estudios. A las regiones en donde existen más casos de longevidad se les denomina zonas azules. En el mundo se han identificado cinco zonas azules con características específicas locales. Una de ellas es la Península de Nicoya.
La calidad de vida que se observa en esta región guanacasteca es mayor a la de otras zonas azules del planeta. Por eso, a juicio de los especialistas, se trata de “un fenómeno antropológicamente extraordinario”, como lo expresa Cordero. En el siguiente abordaje interactivo, usted podrá explorar más sobre los secretos de esta zona, el gran reto y los aportes que realiza la UCR.
El secreto de la larga vida en Nicoya se atribuye a factores del entorno y a las prácticas que esas personas han tenido. Las personas centenarias crecieron antes de la construcción de la carretera Interamericana, en un ambiente rural, muy aislado y con un estilo de vida muy diferente al actual.
Desde el 2019, un grupo de investigadores de diversas disciplinas de la UCR inició el estudio de las claves de la longevidad en la zona azul costarricense. Diversos estudios se centran tanto en las personas centenarias como en sus hijos y sus nietos, desde la perspectiva social, ambiental, nutricional y de la salud.
Los científicos buscan identificar algunos indicadores de longevidad que se traducen en la funcionalidad de estos centenarios. Al mismo tiempo, se procura compararlos con los de adultos mayores del Valle Central.
Dormir bien, no comer en exceso, hacer ejercicio, vivir en casas bien ventiladas, participar en actividades comunitarias y de carácter espiritual forman la ecuación de una vida longeva.
Estas personas “tienen un motivo para vivir, son activas física y psicológicamente”, señala el especialista en medicina.
Los centenarios de la Península de Nicoya nunca están solos. Cuentan con redes de apoyo familiares, comunitarias e institucionales que inciden en su bienestar mental y físico.
“Ellos siempre están acompañados. La familia está muy involucrada, los acompañan a comer, a la iglesia, a las citas médicas. Además, en sus casas tienen esos grandes patios donde comparten con sus familiares y los vecinos. Se ha visto la importancia de estas redes sociales en otras zonas azules del mundo”, explica Adrián Pinto Tomás, otro de los investigadores del equipo de la Escuela de Medicina de la UCR.
La nutricionista Georgina Gómez Salas analiza la parte nutricional de esta población para conocer cómo la dieta influye en el envejecimiento y la longevidad.
La especialista considera que la alimentación que las personas centenarias tuvieron durante su infancia y juventud es un factor determinante en su larga vida.
“Lo más importante era lo que ellos comían cuando eran jóvenes. Ellos antes comían lo que cazaban, pescaban, sembraban o recolectaban”, afirma Gómez.
El gran reto consiste en lograr que la zona azul no se convierta en una zona celeste. Pero, la pregunta que surge es ¿por cuánto tiempo se podrá mantener la zona azul de Costa Rica?
“Estamos viendo que las generaciones más jóvenes no están alcanzando la misma longevidad que sus antecesores”, explica Adrián Pinto Tomás, microbiólogo ambiental.
Cordero subraya que “la esperanza de vida global del grupo va reduciéndose” y uno de los indicadores que muestran esta realidad es que los centenarios de la Península de Nicoya no están llegando a edades que sobrepasan los 110 años (llamados supercentenarios), como ocurrió en el pasado.
Hubo momentos en los que existían hasta 12 personas con ese rango de edad. Ahora, el número es muy reducido.
Luis Rosero Bixby, profesor jubilado del CCP y uno de los científicos que en los años noventa confirmó científicamente que Nicoya es una zona de alta longevidad, considera que la zona azul será sostenible “mientras queden sobrevivientes de las generaciones nacidas antes de 1940”.Las personas nacidas después de esa década "ya no presentan indicadores de una excepcional longevidad”, enfatiza el demógrafo.
Rosero se muestra cauteloso al referirse a los factores que influyen en estos cambios: “no lo sabemos. Se puede especular que fueron cambios intergeneracionales en los estilos de vida, incluyendo la alimentación y la actividad física”, manifiesta.
Lo que se sabe es que la ventaja de los nicoyanos centenarios la adquirieron cuando eran jóvenes o a mediana edad. Entonces, “habría que buscar factores que influyeron hace varias décadas atrás”, asegura Rosero.
Cordero conserva la esperanza de que la Península de Nicoya siga siendo un lugar excepcional por la gran cantidad de personas con vidas más largas. “La tarea ahora es hacer ver a los nicoyanos que pueden seguir siendo una zona azul; es decir, que pueden conservar en el tiempo ese hecho antropológico extraordinario. Si no lo hacen, la zona azul va a desaparecer y quedar como una leyenda”, finaliza el investigador de la Escuela de Medicina de la UCR.
El fenómeno relacionado con el envejecimiento y la longevidad en la Península de Nicoya de Costa Rica despierta gran interés por parte de la ciencia, tanto a nivel nacional como internacional.
Uno de los estudios novedosos emprendidos por la UCR en la zona azul tiene el objetivo de conocer el microbioma intestinal de las personas longevas y sus descendientes, y compararlo con el de personas longevas del Valle Central.
Las bacterias del intestino desempeñan un papel importante para el buen funcionamiento del organismo. Por ejemplo, “ellas entrenan al sistema inmune y, cuando estamos colonizados por bacterias buenas, tienen un efecto antiinflamatorio”, explica Pinto.
El científico comenta que en otros países se ha investigado la relación entre la microbiota y el envejecimiento, y se ha visto que hay microbios benéficos que tienen propiedades antiinflamatorias. A estos se les llama probióticos y pueden ayudar a recuperar los microbios en personas que han tomado antibióticos, por ejemplo.
Para el estudio se recogieron 160 muestras de heces en 100 personas de más de 80 años, incluyendo 30 centenarios, 30 hijos y 30 nietos de estos últimos. En el Área Metropolitana, el trabajo se efectuó en el 2020, antes de la pandemia. Se recolectaron 75 muestras de heces de personas mayores de 80 años en algunos centros diurnos de adultos mayores.
Por medio del análisis del ADN, se busca entender la composición de la comunidad microbiana, así como caracterizar los posibles probióticos y evaluar su potencial uso en productos alimentarios, cosméticos, farmacéuticos y en el trasplante de microbiota fecal.
"Estamos encontrando bacterias benéficas asociadas con efectos antiinflamatorios y con longevidad. Una que nos interesa mucho se llama Akkermansia. Necesitamos aislarlas para confirmar, por ejemplo, si se trata de nuevas especies y así evaluar su potencial probiótico”, explica Pinto.
Los alimentos pueden alterar la microbiota intestinal, pues es posible que algunos causen que las bacterias benéficas permanezcan en el intestino. De allí que este es otro indicador de longevidad que se estudia en la zona azul de Nicoya. Para ello, en la UCR se analiza cómo estas personas se alimentaron durante su infancia y juventud, y cómo se alimentan en la actualidad.
Gómez se ha dedicado a medir el índice de la diversidad de la dieta en el momento actual. “Entre más diversos sean los alimentos que consumimos, más probabilidad hay de estar consumiendo todos los nutrientes y micronutrientes que necesitamos”, enfatiza.
Se ha constatado en otras poblaciones que entre más variada es la dieta, mejor es la microbiota intestinal. “Uno debe comer de 10 grupos distintos de alimentos, al menos de cinco grupos al día”, apunta. Los centenarios consumen diariamente en promedio productos de seis grupos diferentes. En la población urbana este promedio es de un poco más de cuatro.
Esto no significa que esta población coma mucha cantidad. Tampoco existen los productos “mágicos”, sino que la clave está en comer de diversas fuentes. A partir de tal conocimiento, subraya la nutricionista, se le podría recomendar a la población del país una alimentación que beneficie su microbiota, para que en el futuro pueda tener una vejez más saludable.
Sin embargo, la especialista llama la atención sobre el hecho de que dichos hábitos han ido cambiando con el tipo de vida actual. “Vemos restaurantes de comidas rápidas a nivel local, ahora todo está globalizado”, advierte.
Los adultos centenarios de Nicoya tienen un mejor perfil clínico que las siguientes dos generaciones analizadas, destaca Cordero. Esto se observó tras la medición de diferentes variables bioquímicas y de laboratorio y la valoración médica efectuadas durante las visitas a la zona.
Se evaluaron lípidos, los cuales se pueden relacionar con otras patologías; se hicieron exámenes de sangre para detectar anemia o diabetes y también se realizaron pruebas de función hepática y función renal. Al comparar la media de todos los valores de las personas longevas, sus hijos y sus nietos, el resultado es que en todos los parámetros están mejor los centenarios.
Entre el 60 % y el 70 % de ellos, no toman tratamientos para enfermedades crónicas, narra el especialista en medicina. Hay personas centenarias que nunca han ido a un hospital ni han tomado un medicamento. Algunas utilizan la tradición herbaria. “Literalmente han sido sanas toda su vida”, resalta.
Cordero también evalúa los marcadores inflamatorios en los centenarios de la zona azul, que son un indicador del proceso de envejecimiento celular. Los estudios científicos han determinado que la inflamación crónica es la causa de muchas enfermedades y del envejecimiento. Esto se conoce como inflammaging.
“Ya contamos con resultados sobre los marcadores del tejido adiposo de las personas centenarias, como la leptina, una proteína que promueve la reducción de la ingesta energética por medio de la señal de saciedad en el cerebro”, explica Cordero.
Cuando engordamos —continúa — se liberan ciertas hormonas del tejido adiposo que se relacionan con algunos procesos, como la resistencia a la insulina, la diabetes mellitus o el infarto al miocardio. En el caso de los pobladores longevos de Nicoya, los valores de leptina son mayores que en sus hijos y en sus nietos.
La mayoría de los adultos centenarios de Nicoya son personas delgadas. Esto influye, según Cordero, en todos los aspectos de su vida. “Una persona delgada se desplaza más, tiene más fuerza para levantarse en la mañana e ir a trabajar a su huerta, tiene menos estado inflamatorio. Todo eso acumulado es uno de los determinantes para la longevidad de esas personas”, finaliza el científico.
La UCR desarrolla diversas investigaciones en la Península de Nicoya por medio del Espacio Universitario de Estudios Avanzados (Ucrea), con la participación de la Escuela de Medicina, el Centro Nacional de Ciencia y Tecnología de Alimentos (CITA), la Escuela de Ingeniería Mecánica y la Escuela de Trabajo Social, entre otras instancias universitarias.
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