Costa Rica (y el mundo en general) están viviendo dos fenómenos al mismo tiempo, que los mismos economistas describen como “algo extraño”: por un lado, hay vientos favorables para una reactivación económica producto de una “postpandemia” en la producción de bienes y servicios. Pero, por otro lado, la inflación está alcanzando niveles que no se veían en más de 10 años y que amenazan con el crecimiento económico local.
Para el docente de la Escuela de Administración de Negocios (EAN) de la Universidad de Costa Rica (UCR), Ernesto Orlich, entre las explicaciones del buen momento económico que vive el sector externo del país destaca la inyección por $1,9 billones por parte del Sistema de Reserva Federal de Estados Unidos el año pasado, por decisión del presidente de ese país, Joe Biden. Esto está beneficiando a sectores ligados a la primer potencia económica mundial: turismo, exportaciones e inversión extranjera directa.
El especialista calcula que esta bonanza podría durar entre tres y cuatro años más, aunque su aprovechamiento dependerá de cuáles políticas económicas emplee el país para captar esos recursos.
Pero frente a este panorama tan esperanzador, se levanta otro que llena de incógnitas: en mayo, la inflación llegó a su punto interanual más alto desde junio del 2009 (8,71%), producto de la reactivación del consumo en el mercado, pero también de la devaluación del colón con respecto al dólar y del aumento en los precios del crudo, fertilizantes y granos en el mercado internacional (provocado sobre todo por la guerra entre Rusia y Ucrania). Todo lo anterior incide directamente en una ralentización de la economía interna, sobre todo ante el incremento de las tazas de interés tanto dentro como fuera del país, que pretende frenar la inflación.
Pese a lo anterior, las oportunidades de atracción de recursos que se ofrecen en “hacia afuera” no se vería afectadas en mayor medida por el encarecimiento de precios a lo interno. Esto, en parte, porque los costos de producción se ven compensados por el ingreso de recursos frescos y; también en parte, porque el país ha generado la confianza suficiente en medio de un panorama de inestabilidad que no es únicamente doméstico, sino también internacional, tal como lo comenta Orlich:
Es evidente que las entradas de recursos en dólares del turismo, de las inversiones extranjeras y del sector exportador tienen en este momento una evidente ventaja comparativa con respecto a las transacciones hechas en moneda nacional.
El sector turismo experimenta un alza importante con respecto a los dos últimos años. Esto ha beneficiado a la hotelería y a los servicios de restauración, puntos de recreación y aventuras. El experto pronosticó que, como máximo en el 2024, el país estaría recibiendo la misma cantidad de turistas que llegaban antes de la pandemia (casi 3 140 000 personas en 2019).
Específicamente sobre las exportaciones, Orlich recordó que son muchos los sectores productivos que se han visto beneficiados con la reactivación económica y con el fortalecimiento del dólar, aunque con sus excepciones. En este último apartado citó al agro como un ejemplo, ya que para productos como la piña o el banano ha sido difícil incrementar sus ventas en el extranjero, sobre todo a Europa.
Con respecto a la inversión extranjera directa, la inyección de dinero mencionada al inicio desde el Gobierno de Estados Unidos propició el fortalecimiento económico de muchas de sus grandes empresas o incluso a nivel individual, lo que ha permitido una mayor posibilidad de atracción de ese tipo de inversiones desde nuestro país o la compra de casas o terrenos por parte estadounidenses en el país. Así lo reseñó el académico de la EAN.
Todo esto se conjuga con un saneamiento, lento pero efectivo, de las finanzas públicas nacionales, lo que genera un clima de inversión mucho más estable y agradable, lo cual además produce una disminución importante en el desempleo.
Pero para Orlich, el país debe ir más allá y traducir estos signos de positivismo económico externo en réditos a lo interno. Pero esto depende, en gran medida, de las decisiones que tome el Gobierno y los proyectos de ley que pueda aprobar la Asamblea Legislativa.
Específicamente, el experto señaló la urgencia de captar estos recursos provenientes de la bonanza externa y convertirlos en inversiones en temas como salud, empleo o educación. En este último punto, insistió en la necesidad de impulsar la formación de estudiantes en carreras con salarios competitivos. Además indicó la urgencia de invertir en infraestructura vial que reduzca los costos del transporte.
En términos generales, Orlich insistió en que el balance es positivo, aunque afirmó que le preocupa el que la población esté pagando caro el costo de vida. Comentó que el despegue en el turismo y la inversión extranjera directa, así como el ingreso de dólares producto de los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, deberían hacer descender el tipo de cambio del dólar en el corto o mediano plazo. También se mostró esperanzado en que el “shock” global que vive la economía mundial producto de la guerra y el alza en combustibles, granos y fertilizantes no se extienda por mucho tiempo.
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