“Las mujeres rurales tenemos muchas necesidades, entre ellas la creación de una ventanilla única que nos ayudaría porque tenemos poco acceso a las instituciones, muchas viven en lejanías y se enfrentan a la tramitología y algunas tienen temor a desplazarse de un sitio a otro. Hay una gran deuda con la mujer rural de parte del Estado”, dijo Matilde Monge Bolaños, presidenta de RESCAMUR, un proyecto agropecuario de la Zona Norte que reúne a mujeres productoras de la región.
Como ellas, miles de personas se levantan al amanecer para cultivar, cosechar y llevar los productos a los mercados, un trabajo cotidiano en la agricultura costarricense poco reconocido. Y aunque este domingo 15 de mayo, Día de la Persona Agricultora, el país les rendirá homenaje, los desafíos para sobrevivir ante el abandono de las políticas públicas marcarán este día.
Aunque desde 1968 mediante la ley #4096 a lo largo de todo el territorio se realizan actividades alusivas, la agricultura es uno de los sectores productivos más desatendidos por las políticas públicas en las últimas décadas, pese a que llevan sobre sus hombros la enorme responsabilidad de llevar alimentos a las mesas costarricenses.
La Encuesta Nacional de Microempresas de los Hogares 2021, presentada en enero pasado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), menciona que en Costa Rica de las 455 mil microempresas del país, la agricultura, silvicultura y la pesca representan 13% de las emprendimientos productivos, solo precedido por el comercio y los servicios.
Según esa encuesta las microempresas generan 740 mil puestos de trabajo, lo que representa un 37% del total nacional; de los cuales el 78% están vinculados a las actividades agropecuarias.
De la encuesta se desprende que el 38% de los emprendimientos agrícolas son unipersonales, el 21% lo lideran dos personas y el restante 40% al menos tres responsables. El 33% son mujeres con una edad promedio de 45 años que se iniciaron en esta actividad como fruto de una necesidad familiar.
Las necesidades de este sector son múltiples, pero las principales mencionadas por la muestra de esta encuesta son las dificultades para obtener créditos productivos y la poca capacitación, así como la compleja tramitología para gestionar sus empresas. Según el INEC el sector agrícola independiente se caracteriza porque el 57% de las personas que laboran en él lo hacen de manera ocasional y predomina la informalidad laboral.
“En Costa Rica existen comunidades rurales que se dedican a la producción y consumo de sus propios alimentos como método de subsistencia. En algunas ocasiones, cuando hay excedente del producto obtenido, intentan comercializarlo en el mercado nacional cuando cumple con los estándares de calidad establecidos por ley. También hay otras comunidades que adicionalmente contribuyen a la conservación del medio ambiente mediante la reforestación. Independientemente del sistema productivo, su establecimiento requiere de conocimientos e insumos para garantizar eficiencia, inocuidad, rentabilidad y sostenibilidad”, aseguró el Dr. Andrés Monge Vargas, coordinador del proyecto “Granos y semillas de calidad, seguridad alimentaria para la comunidad proyecto” (ED-3603).
El ED-3603 es un proyecto de Acción Social del Centro de Investigaciones en Granos y Semillas (Cigras-UCR), adscrito a la Escuela de Agronomía, que “surgió producto de capacitaciones y talleres que realizamos en el 2021 en algunas comunidades rurales del país sobre el uso de semillas de calidad en las plantaciones. Vimos muchas necesidades de capacitaciones de los grupos organizados rurales, específicamente en cuatro temas: a) manejo de cultivos, b) manejo y conservación de semillas, c) manejo poscosecha de granos y d) valor agregado a los productos. Fue planteado para que a los grupos seleccionados se les impartan talleres en el orden citado, para que de esta forma se logre un encadenamiento de los procesos hasta obtener un producto inocuo y de calidad para su uso propio (autoconsumo) o eventualmente que ellos piensen en vender alguna parte”, explicó Monge.
Tras ganar financiamiento de Fondos Concursables, una convocatoria anual de la Vicerrectoría de Acción Social (VAS), en enero del año en curso iniciaron una serie de encuentros para facilitar procesos de capacitación. Durante su ejecución el proyecto ED-3603 llevará sus actividades a comunidades de todas las provincias, y ya cuenta con el apoyo de organizaciones como la Red Sancarleña de Mujeres Rurales (RESCAMUR), la Asociación de Productores de Comunidades Unidas en Veracruz, de Pérez Zeledón; y en Guanacaste con el grupo denominado Reservas Comunitarias de Semillas. Además, en su programa incluye a centros educativos, entre ellos las escuelas Huétar y Flor de Bahía, en Limón y Puntarenas respectivamente. Así como los colegios Técnico Profesional de Pacayas y el de Pococí, en Cartago y Limón.
Para Matilde Monge Bolaños, presidenta de RESCAMUR, sus expectativas son muy alentadoras. “Nuestras afiliadas se sintieron muy motivadas cuando surgió este vínculo con la universidad, porque no es lo mismo el trabajo que hacemos solas que tener el apoyo de la UCR”.
RESCAMUR es una organización comunitaria que realiza un trabajo de resguardo e intercambio de semillas de variedades de musáceas (plátanos y bananos), variedades de frijol y otras autóctonas. “Son semillas heredadas de nuestros ancestros, las resguardamos e intercambiamos con mujeres de nuestra región y otras zonas. Como decimos nosotras, si la mujer está bien, la familia está bien”, recalcó la dirigente comunitaria.
Aunque cada día hay menos espacios en las ciudades, el proyecto de Trabajo Comunal “Agricultura orgánica urbana” (TC-468) promueve las actividades agrícolas dentro de los límites urbanos y sus alrededores a partir de “procesos biológicos naturales con el fin de mantener saludables los suelos, las plantas, los animales y el ambiente en general. Los conceptos ecológicos aplicados en la agricultura dan como resultado una producción agrícola más sana y consciente de su impacto ecológico”, explicó la científica Natalia Zúñiga Serrano, coordinadora de esta propuesta de Acción Social.
El TC-468 inició en el año 2001 como una propuesta del Centro de Investigaciones Agronómicas (CIA), y desde entonces ha llevado su iniciativa a escuelas, hogares de personas menores de edad y adultos mayores, fincas de pequeños agricultores y proyectos comunales.
Con el apoyo de estudiantes de las carreras impartidas por las facultades de Ciencias Agroalimentarias, de Ciencias Básicas, de Microbiología y la Escuela de Nutrición se han impartido talleres sobre huertas orgánicas, charlas de capacitación y actividades lúdicas a estudiantes de escuelas, jóvenes, adultos y adultos mayores.
“El TCU 468 trabaja además con proyectos de desarrollo comunal apoyando iniciativas de huertas comunales, jardín de plantas medicinales, reciclaje, reforestación y capacitación de niños, jóvenes, adultos y adultos mayores y mantenimiento de áreas verdes. La participación del estudiantado permite colaborar en actividades que van a beneficiar a la comunidad”, aseguró Zúñiga.
Este proyecto ha acompañado a varias instituciones, como la Fundación Salomón, Parque La Libertad, Centro Diurno Gotitas de Esperanza, Fundación Soy Capaz y Casa Jaguar, del Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia. Para sus intervenciones mediante este trabajo comunal se han producido videos educativos, materiales gráficos e informativos, manuales y fichas técnicas, entre otras.
“El TC-468 ha demostrado que cultivar en las ciudad sí es posible; y que mediante éste se ha abordado aspectos como el liderazgo, la conciencia ambiental, la ética profesional y la conexión cercana con los problemas comunitarios”, concluyó la científica.
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