El oficio de quien edita un texto determina el destino de una idea, de un concepto, de un artículo y, por supuesto, de quien lo escribe. La edición es esa mano oculta que agrega una palabra, suprime un nombre o reubica un escrito en el espacio de una página o de una publicación periódica y determina lo que se lee e interpreta sobre un escrito y marca la suerte en el devenir de la historia. Observar los alcances de la edición de textos cuando salió a la luz el concepto de “la generación del Olimpo” (nombre que luego se arraigó en la historia de la literatura nacional costarricense) es el fin de esta nota.
La primera oportunidad en la que se utiliza ese nombre para hacer referencia a un grupo de jóvenes intelectuales fue el 2 de setiembre del año 1900 en El Heraldo de Costa Rica. Diario del Comercio, editado por Rafael Machado Jáuregui. En esa fecha se publicaba por segunda vez un artículo de Ricardo Fernández Guardia que ya había salido a la luz el 24 de mayo de ese mismo año en La República. Sin embargo, entre una publicación y otra se suprimen nombres, se agrega una presentación en la cual se incorporan conceptos e ideas que han definido, durante más de un siglo, lo que entendemos por los inicios de la literatura nacional costarricense.
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Los antecedentes de esa publicación se pueden rastrear en la prensa de la época, particularmente en lo que se ha denominado “La polémica del nacionalismo en literatura”. Se trata de un intercambio de ideas y posiciones mediante un acalorado diálogo epistolar en los periódicos y en las revistas nacionales que se lleva a cabo en dos momentos, el primero en el año 1894 y el segundo en 1900.
Los artículos y las cartas en que se debatían las ideas en torno a una literatura nacional costarricense se publicaron en la Revista Cuartillas, El Heraldo de Costa Rica. Diario del Comercio, La República, La revista y, finalmente, en El Fígaro. Entre los escritores que participaron se encuentran Benjamín de Céspedes, Carlos Gagini, Ricardo Fernández Guardia, Antonio Zambrana, Leónidas Briceño, Jenaro Cardona y Manuel González Zeledón “Magón”; también es necesario incorporar el nombre de Rafael Machado Jáurequi, el redactor de El Heraldo de Costa Rica. Diario del Comercio, quien participó indirectamente en el intercambio de ideas desde su oficio de editor.
En el primer momento son conocidas las ideas que intercambiaron Carlos Gagini y Ricardo Fernández Guardia alrededor de la estética de la Venus de Milo y de la india de Pacaca, y las posibilidades de creación de un motivo y una estética literaria. Sin embargo, en esta oportunidad no precisa entrar en detalles del intercambio epistolar de la primera etapa de la polémica, ya que en aquel momento no se hizo mención al concepto del “Olimpo literario”.
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En el segundo momento, el día 3 de marzo de 1900, Magón publica en La Revista una carta dirigida a Joaquín García Monge en la que le comenta su recién publicada novela El moto y, a su vez, al tomar como pretexto los temas y motivos de la novela de García Monge, aprovecha la oportunidad para provocar a Ricardo Fernández Guardia. Escribía Magón en aquella oportunidad:
“Ya verán don Ricardo Fernández Guardia y los que con él opinan que hay mucho que decir de una india de Pacaca, hoy que usted les ha mostrado tanta belleza, tanta gracia y tanta chispa en la hija de ñor Soledá y que aún resuenan entre las vegas de ‘Damas’ los hondos suspiros del ‘Moto’ y los relinchos del ‘azulejo’”.
Y, para rematar, el escritor recurre a argumentos que se habían esgrimido seis años antes dentro de la polémica alrededor de la modernidad y la tradición, el provincialismo ante el cosmopolitismo:
“Los hijos del país de los encantos y de los cuentos de hadas, los que con abrir los ojos disfrutan de la más cumplida hermosura, los que pueden palpar la desnuda belleza de una tierra siempre virgen, cierran los ojos y esconden la mano para irse con su imaginación tropical a pintar escenas parisienses que nunca han visto y a formar atroces ramos con flores arrancadas de tratado elemental de botánica”.
El descargo del escritor Fernández Guardia, quien residía en París, no se hace esperar y escribe una carta fechada el 28 de marzo de 1900, que se publica el 24 de mayo en La República con el título de “El nacionalismo literario”. Inicialmente se trata de un texto en el que el autor hace mofa de sí mismo y sus obras, pero también es un tratado de crítica, preceptiva y teoría literaria. Particularmente, ante las provocaciones de Magón, defiende la libertad de la inspiración del artista que debe ser absoluta y cada cual debe encontrarla donde le sea posible porque es “caprichosa o variable como ninguna, esta señora no se pliega a la voluntad de nadie”.
Fernández Guardia argumenta que la misma inspiración no admite que la limiten o la circunscriban a una temática particular, es imposible forzar a la creatividad porque le resta esencia misma a su libertad, pues la humanidad, la naturaleza y la fantasía ofrecen un campo vasto para la inspiración. El escritor afirma que:
“Pretender limitar la labor artística, circunscribirla a una esfera de acción determinada equivale a herirla de muerte, favoreciendo el advenimiento de un arte mezquino e incompleto; sería el fin de todas las energías, de todos los grandiosos arrebatos que son la esencia misma del arte; y no conviene poner tan duro freno a las legítimas aspiraciones de una juventud entusiasta, y menos ahora, que si hemos de dar fe a nuestros críticos, nos van saliendo algunos genios a quienes sería lástima cortar los vuelos”.
Esta carta vuelve a publicarse unos pocos meses después, el 2 de setiembre, en El Heraldo de Costa Rica. Diario del Comercio a manera de “Colaboración” como un artículo de fondo. Sin embargo, en esta segunda versión el texto original figura con los respectivos cambios realizados por el editor.
La publicación del escrito de Fernández Guardia en El Heraldo de Costa Rica. Diario del Comercio, el 2 de setiembre, pierde su carácter de alegato ante las provocaciones de Magón y se presenta como una proclama o un manifiesto, se le agrega el título de “Colaboración”, el subtítulo de “Nacionalismo literario” y una presentación, o prólogo, que antecede al texto en el que se le denomina “magna carta de la libertad literaria”.
En esta publicación de setiembre, al escrito de Fernández Guardia se le da un matiz diferente, quien realizara la edición organiza el texto como un artículo de fondo y el carácter y el sentido epistolar ceden paso a la proclama o al manifiesto, se elimina el sentido de alegato para otorgarle el de manifiesto estético.
En el texto previo se indica que “En literatura como en política la simpatía de ideas y la analogía de temperamentos dan origen a las agrupaciones que se ha convenido en llamar escuelas o partidos” con lo cual se plantea que existen bandos diferentes entre sí por la diversidad y divergencia de ideas, continúa la introducción “Algunos creemos que en San José, no contentos con las mil subdivisiones que tenemos al tratar de la cosa pública, se han creado también dos sectas literarias opuestas e irreconciliables. Llamemos a una liberal y a la otra nacionalista”.
A partir de estas diferencias, el texto establece una caracterización de la tendencia “nacionalista” y menciona los ejemplos de Leónidas Briceño, Gregorio Martín y Joaquín García Monge. Luego de estas referencias, a modo de conclusión, se menciona también por vez primera a la idea de un Olimpo. En este prólogo se plantea que “Dedicado a este círculo, que a no dudarlo será llamado pronto por el contrario en son de burla, ‘Olimpo literario’, reproducimos con especial placer la carta que don Ricardo Fernández Guardia envió no ha mucho a uno de nuestros diarios”.
Según se puede observar, entonces, el origen del término “Olimpo”, acuñado a la generación que da origen a la literatura costarricense canónica, proviene de una práctica nacional conocida como “el choteo”. Es conveniente hacer énfasis en el elemento burlesco que se utiliza en esta oportunidad, pues algunos de los textos de la polémica sobre la literatura nacional, así como otros muchos que circularon hacia finales del siglo XIX y principios del XX, echaban mano de la ironía, la sátira, la burla y también de la caricatura; muchos de los escritos que conforman el conjunto de la polémica del nacionalismo en literatura deben ser considerados y leídos desde esta perspectiva.
En este prólogo se utiliza el término “liberal” por vez primera referido al cosmopolitismo y la libertad creativa. La discusión de aquel momento giraba alrededor de la libertad creadora, en un país que comenzaba a forjar su identidad cultural y nacional, y se debatía sobre lo foráneo opuesto a lo autóctono o la modernidad ante la tradición. Sin embargo, el eje sobre el que se mueve la polémica del nacionalismo se ha interpretado desde el liberalismo como doctrina económica y los antagonismos entre aristocracia versus plebe, en lugar de una corriente estética que establecía contrastes entre el exotismo ajeno y lo conocido habitual.
Por otra parte, la mano oculta del editor suprime el nombre de Magón que se mencionaba en tres oportunidades en el escrito original. Este detalle es de suma importancia pues en la historia de la transmisión textual hay una modificación que ha marcado una diferencia. Doce décadas después de esta publicación, es imposible determinar si hubo alguna intención tácita al eliminar estas partes del texto original y también es imposible saber si esta segunda publicación contó con la aprobación de su autor y si el propio Fernández Guardia fue quien suprimió estos fragmentos. Lo que sí es cierto es que el texto original ha sido manipulado, editado y a partir de este momento el nombre de Magón desaparece en los textos, deja de existir ese referente particular, y la posición y el ideario que él representaba se generaliza de tal modo que deja de leerse como un individuo preciso y se asume como una colectividad.
Dos días después de esta segunda publicación, el 4 de setiembre, el mismo diario publica una carta suscrita por el escritor de origen guanacasteco Leónidas Briceño dirigida a Rafael Machado Jáuregui. Briceño había sido citado en la introducción al escrito de Fernández Guardia como ejemplo de quienes se abrían campo en las letras nacionales y como representante de la tendencia nacionalista.
El propósito de esta carta es reforzar las ideas planteadas en torno a los dos bandos que se perfilaban de acuerdo con las diferencias al tratar temas y motivos en las letras nacionales y también hacer eco de las palabras e ideas esgrimidas en el prólogo: “Lo que más me ha llamado la atención de estos modernos tácticos, es cómo ellos por sí y ante sí (y sin poner sus firmas, se entiende), han hecho dos agrupaciones del gremio literario, dos sectas irreconciliables, como ellos dicen, y han llamado a la una liberal y a la otra nacionalista: aristocracia y plebe, se comprende”.
Continúa la carta de Briceño:
“Lo que es yo, no extraño cosa tan original, después de ver que en un país tan pequeño como el nuestro se ha hecho una agrupación de los guanacastecos y se ha pretendido decimos: ‘hasta aquí llegan Uds. y si se atreven ¡ay del puntapié tico!’ ¡Oh si esto es para despertar de sus sepulcros a los mismos héroes del siglo XVI! Pero, les diría yo, vengan acá, señores ocultos, ¿quién les ha metido a Uds. que son el Olimpo literario? ¿En qué cabeza humana caber podrá que Uds. se llamen también liberales?”.
Los argumentos de Briceño también están matizados de ironía y burla a la vez que remarcan la dicotomía aristocracia y plebe, centro y periferia, y refuerzan las ideas que se habían publicado dos días antes en torno al liberalismo y al Olimpo. Esta carta retoma esa ubicación simbólica entre un plano celestial y otro terrenal, y plantea que es propicia para hacer descender mediante el choteo a quienes se supone pertenecen al Olimpo.
En su momento, la publicación de El Heraldo de Costa Rica. Diario del Comercio no pretendía llamar así a un grupo generacional, más bien ese nombre fue utilizado en “son de burla” con el propósito de desprestigiar a Ricardo Fernández Guardia y a quienes propiciaban la libertad creadora y buscaban motivos exóticos en sus escritos, en contraposición a quienes tenían una visión más local y conservadora.
Entre los diversos artículos, cartas, notas, comentarios que conforman el cuerpo textual de esta polémica en la que se funda la literatura nacional costarricense, el nombre del “Olimpo” solamente se utiliza en dos oportunidades a partir de la edición del diario en el cual figuraba como redactor Rafael Machado Jáuregui. La pregunta que se puede plantear es ¿por qué esta idea, si apenas fue mencionada tangencialmente en la polémica, ha permeado tan profunda y significativamente en la manera de comprender e interpretar las letras nacionales?
La historia es conocida, “la generación del Olimpo” es un nombre que se ha arraigado con fuerza en el imaginario de la historiografía de la literatura costarricense y ha determinado las perspectivas mediante las cuales se lee y entiende la literatura nacional. Además, las doctrinas del liberalismo económico entran a formar parte de los referentes literarios mientras que, por su parte, Magón se erige en el símbolo y modelo nacional de cultura.
Ciento veintidós años después, conviene valorar y replantearse si en efecto ese ha sido el término más preciso para designar a esa generación o si, más bien, mediante esa denominación se censura a quienes propiciaban la modernidad y el cosmopolitismo, de manera que también se les coartó mientras se les hacía descender de nivel. El mismo Ricardo Fernández Guardia lo planteó así en otro texto escrito el 19 de octubre, el cual se publicó en el periódico El Fígaro el 10 de noviembre de 1900.
“Esta manera graciosa que tienen los nacionalistas de entender la libertad artística, me hace recordar lo que en cierta época sucedía entre nosotros con la de la prensa. Proclamada ésta con bombo y platillos, algunos incautos descontentos creyeron llegada la ocasión de publicar sus desahogos; y efectivamente, ni la policía ni la milicia intervinieron en el asunto como antes sucedía. Mas hete aquí que ya fuera por singular casualidad o por artes diabólicas, cada vez que salía un articulito de oposición, mano oculta y pesada se encargaba de descalabrar al periodista. Cesaron como por encanto los ataques contra el Gobierno, lo que le hacía decir con cínico gracejo a un personaje de aquellos tiempos: ‘Si no escriben es porque no les da la gana, porque la libertad de la prensa es completa’ [sic]”.
Precisamente, esa mano oculta y pesada es la que “por el contrario en son de burla” designa y le da nombre a la “generación del Olimpo” y, a partir de entonces, escribe la historia de la literatura costarricense y de la cultura nacional.
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