La pandemia evidenció, por un lado que existe muchos hogares que cuentan con equipos conectados a Internet, pero que esto no es suficiente para ofrecer el apoyo necesario para que se den procesos educativos pertinentes y de calidad. Por ello resulta importante observar de manera crítica la implementación de las tecnologías en el campo educativo. Foto Cristian Araya.
La pandemia que golpea a Costa Rica y al resto del mundo desde inicios del 2020, además de hacer estragos en los sistemas de salud y matar a miles de personas, también maximizó varios de los problemas que aquejan a nuestra sociedad, y uno de los sectores más perjudicados fue el de la educación.
La falta de acceso a Internet y no poder contar con dispositivos tecnológicos adecuados para conectarse a las clases virtuales, acrecentaron las desigualdades entre las familias con más recursos y aquellas con menos poder adquisitivo.
Asimismo, se evidenciaron las diferencias entre la región central y las comunidades más alejadas, como las indígenas por ejemplo, lo que dejó a la población estudiantil menos favorecida en clara desventaja, y lo que es peor, con un rezago en su aprendizaje.
Hablamos de la brecha digital y la falta de conectividad como dos de los principales retos por mejorar dentro del sistema educativo nacional, y que deben estar presentes en la agenda de trabajo de las instituciones responsables del correcto desarrollo académico de las y los estudiantes.
Para el Dr. Marcelo Jenkins Coronas, quien fue ministro de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones del 2015 al 2017, además de ser profesor de la Escuela de Ciencias de la Computación e Informática (ECCI) e investigador del Centro de Investigación en Tecnologías de Información y Comunicación (CITIC), la tecnología juega un papel destacado en todos los sectores de nuestra sociedad y como herramienta educativa resulta innegable su valor.
“La tecnología facilita varias cosas: mejora la interacción estudiante-profesor, le permite a los estudiantes ir a su propio ritmo, permite la educación asincrónica e introduce nuevas formas de interactuar”, afirmó Jenkins.
Asimismo, si se plantea la necesidad de rediseñar el sistema educativo nacional, Jenkins le da un gran valor a la conectividad, pues considera que es esencial para replantear el trabajo académico, “por ejemplo, las escuelas deben tener al menos 1 GBits/s de ancho de banda, pero también debe de haber banda ancha disponible para los hogares”, advirtió este especialista.
Para poder brindar algunas soluciones a esta problemática, Jenkins recomienda impulsar la inversión social dirigida a aumentar el ancho de banda en las viviendas de las y los estudiantes con menores ingresos, “además de proveer dispositivos a las familias de los dos deciles inferiores de la población. FONATEL (Fondo Nacional de Telecomunicaciones) lo ha hecho con resultados parciales”, apuntó Jenkins.
En cuanto a cómo integrar dentro de esta conectividad, y de manera eficiente, a las escuelas y colegios de poblaciones indígenas, Jenkins mencionó que se debe retomar la denominada Red del Bicentenario, “este proyecto ha sido un fracaso en su implementación, pero hay que rescatarlo y aplicarlo en su totalidad lo más pronto que se pueda”.
Por su parte, la Dra. Susan Francis Salazar, profesora catedrática e investigadora de la Escuela de Formación Docente de la Facultad de Educación de la UCR, dijo que debemos recordar que el proceso de formación de las personas es amplio por naturaleza y allí se entrelazan diversas dimensiones, como la personal, académica, social, etc.
“Las tecnologías vienen a ser herramientas siempre que estén mediadas por una intención educativa, y por lo tanto, se ligan a la formación del estudiantado para facilitar y potenciar dichos procesos, al permitir interacciones entre las personas, entre los contenidos, y entre las redes. Asimismo, potencian las capacidades y habilidades de indagación, investigación, pensamiento crítico, y procuran la generación de colaboraciones humanas”, comentó Francis.
Pero, antes de pasar a rediseñar la educación por medio del uso de las tecnologías, esta especialista subrayó que el país debe contar con una infraestructura mínima que garantice un adecuado funcionamiento.
“Esto implica que en la fase de diagnóstico de la planificación del rediseño se deben ubicar las principales, diversas y distintas necesidades, proyectando la generación de una infraestructura robusta y el equipamiento necesario, para que las instituciones educativas puedan garantizar procesos educativos adecuados y pertinentes, sobre todo en aquellas comunidades donde la educación es sustantivo como factor de desarrollo”, apuntó Francis.
Hubo otro factor citado por esta experta: la conectividad vista desde la dimensión de la gestión del sistema educativo, la cual vendría a potenciar un flujo entre los sistemas de información en la educación, para fijar procesos expeditos en el apartado de gestión y evitar la burocratización.
“Las brechas digitales generan desigualdad y exclusión, y como consecuencia se da la reducción de oportunidades educativas. Esta situación ya había sido declarada antes de la pandemia, esta última lo que hizo fue agudizar y expresar crudamente las consecuencias de no haber asegurado la conectividad y el papel de las tecnologías, como herramientas coadyuvantes en la democratización de las oportunidades. La desigualdad y exclusión provocan que los estudiantes vean limitadas sus oportunidades de movilidad educativa, social y económica. Sus proyectos de vida se verán obstaculizados por experiencias de fracaso, al intentar seguir a los niveles superiores de formación”, replicó Francis.
Lo fundamental acá es poder garantizar el acceso universal para todas las personas, añadió Francis, y al mismo tiempo formar capacidades para impulsar su uso en procura del bien común y la equidad. Esto permitirá que las instituciones educativas vean la conectividad y la tecnología como herramientas para alcanzar los principios de las políticas educativas vigentes.
Una de las recomendaciones que brindan las y los expertos de la UCR, para mejorar la brecha digital en las escuelas con menos recursos, como las que se ubican en territorios indígenas, es promover aprendizajes mediados por el contexto social, y proyectar estrategias propias y adecuadas al contexto de cada espacio. En la imagen aparece la Escuela Suretka, en Talamanca. Foto Anel Kenjekeeva.
La planificación que exige una correcta implementación de las tecnologías en la educación supone la identificación de los perfiles y las necesidades de quienes participan: el estudiantado, el personal docente, el personal administrativo, y la comunidad educativa en general.
Ante esto la UCR cuenta con especialistas asociados a políticas de desarrollo humano y social, ahondó Francis, quienes pueden elaborar proyectos para la creación de las estrategias dirigidas a la implementación contextualizada de la tecnología en la educación, y las estrategias para perfilar la infraestructura requerida.
Finalmente, el Dr. Guy De Teramond Peralta, ex director del Centro de Informática de la UCR y a quien se le conoce como el “Padre de Internet en Costa Rica”, aseguró que la conectividad de banda ancha es crucial en la educación y que la pandemia lo ha hecho todavía más evidente.
Para este experto, es difícil de entender que en un país que tiene 192 996 kilómetros de fibra óptica instalada, según publicó la SUTEL en el 2021, existe un sector de la población escolar que se ha visto separado temporalmente de sus lecciones.
“Contar con conexión a Internet no garantiza necesariamente una educación de calidad, sin embargo los estudiantes sin acceso a estas nuevas tecnologías estarán en clara desventaja frente a otros jóvenes que sí lo tienen. Esto pone en entredicho sus posibilidades de crecimiento y superación, lo que es precisamente uno de los logros más importantes de una democracia que llega al bicentenario de su independencia por una ruta claramente definida y fundamentada en la educación de todos sus habitantes”, concluyó De Teramond.
Fuentes: Programa Estado de la Nación y Encuesta Nacional de Hogares del 2019
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