Raquel Bone Guzmán, una bióloga de la Universidad de Costa Rica (UCR), inició hace casi tres años una travesía sin precedentes, así como uno de los retos académicos y profesionales más importantes de su vida.
Desde su ingreso a la carrera, se enfocó en el estudio de los felinos, su grupo de mamíferos terrestres favorito. Estos animales suelen ser víctimas de la caza ilegal y del cautiverio, pues los toman como mascotas exóticas. Además, la destrucción de su hábitat los ha llevado a ser una especie amenazada y en peligro de extinción.
Este interés llevó a Bone a ser voluntaria en programas de conservación como “Jaguar”, de la Universidad Nacional (UNA), y “Gente y Fauna”.
A esta investigadora le apasionaba también conocer la interacción presente entre la riqueza natural y la gente en la península de Osa, en el sur del país. Por esto, decidió iniciar un estudio que cambiaría su vida y la de las personas con las que trabajó.
Su primera opción era estudiar los felinos en el Parque Nacional Corcovado, pero ya existía un monitoreo activo en la zona por parte del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).
Con la convicción de que podría contribuir con su trabajo a la conservación de los felinos en nuestro país, Bone escuchó recomendaciones de sus profesores, realizó contactos con personas de la zona sur y así llegó al lugar indicado: la Reserva Forestal Golfo Dulce.
En enero del 2019, dio inicio a la etapa de muestreo de su proyecto de tesis para optar por el grado de maestría en el Posgrado en Biología, de la UCR. Su trabajo se titula “Factores de paisaje y de manejo ligados a la conservación de mamíferos terrestres en la Reserva Forestal Golfo Dulce”.
La Reserva Forestal Golfo Dulce es un área protegida, administrada por el Área de Conservación de Osa (Acosa), en donde coexisten con el bosque varias fincas privadas. Estas son gestionadas por sus propietarios, quienes reciben un incentivo económico por la conservación de la naturaleza.
La gran mayoría de la Reserva es bosque primario o maduro por su alta conservación, belleza ecológica y poco impacto humano en la zona. No obstante, en varias fincas se desarrolla la ganadería de subsistencia y hay plantaciones de palma africana.
“Lo que se busca en golfo Dulce es promover el desarrollo sostenible, que se pueda aprovechar la zona para actividades económicas, como el turismo. Y también que se cuide la Reserva”, señaló Bone.
El objetivo inicial de su estudio era determinar cómo distintos factores del paisaje (elevación del terreno, cobertura forestal, distancias con ríos y parques nacionales), así como de las actividades humanas legales (plantaciones de palma y ecoturismo) e ilegales (cacería y explotación maderera), influyen en la presencia y distribución de los mamíferos terrestres amenazados en la zona.
Para ello, el método de recolección de información planteado fue el uso de cámaras trampa, que son dispositivos de captura automáticos, de imagen o video, y que sirven para registrar la presencia de animales silvestres.
El primer paso fue realizar un recorrido en los territorios seleccionados para buscar rastros de estos mamíferos. Por ejemplo, huellas, heces, marcaje del territorio en los árboles y presencia de sus presas. Si hay huellas de animales como saínos (Pecari tacaju) o dantas (Tapirus bairdii), es sinónimo de que son buenos sitios para colocar las cámaras trampa, porque el felino siempre va a andar detrás de su comida.
Además, las cámaras deben ser colocadas en sitios planos, a la altura de las rodillas y con buena iluminación, para lograr registrar a los animales en la mejor posición posible.
Con gran entusiasmo y motivación, acompañada de una fuerte preparación académica y de experiencias previas en este tipo de investigaciones, Raquel enfrentó su mayor desafío: el desconocimiento de la zona en la que iba a trabajar y el extenso territorio por recorrer.
Más de 45 familias de la península de Osa colaboraron con el estudio para lograr un registro de la presencia de felinos en sus tierras. El mapa muestra la Reserva Forestal Golfo Dulce (en verde), con una extensión aproximada de 620 km2. Los puntos representan las cámaras trampa colocadas para el monitoreo de los felinos y las equis corresponden a las cámaras robadas o destruidas por los cazadores. En la foto se observa un puma (Puma concolor). Fuente: Raquel Bone.
Sin embargo, la bióloga se encontró en una zona con un recurso humano maravilloso. Los finqueros y personas de la comunidad, dispuestas a ayudar en la investigación, formaron un equipo de trabajo que rendiría frutos más adelante.
Los propietarios accedieron a colaborar sin buscar ningún beneficio para ellos, más que el de la conservación de la naturaleza y el registro de las especies de felinos en sus fincas.
Desde líderes comunales conservacionistas hasta personas que fueron cazadoras por muchos años se involucraron en el estudio y han sido aliadas muy importantes para llevar adelante el trabajo de campo.
“Fui cazador furtivo por más de 25 años, cacé y maté felinos, como jaguares y pumas. Mi vida cambió tanto, hasta el punto que tuve la oportunidad de participar en un trabajo de investigación en favor de los felinos y ahora me dedico a programas de conservación y turismo rural”, contó Johnson Villalobos, propietario de la finca Madre Selva. Este es un proyecto de ecoturismo rural donde se registró la presencia de felinos a 100 metros de la zona de acampar.
La cacería y la explotación ilegal de especies de árboles maderables son algunos de los problemas de la península de Osa. También existen conflictos en relación con la tenencia de la tierra y el pago por servicios ambientales.
El resultado inmediato y más importante de la investigación fue la presencia de cinco de las seis especies de felinos de Costa Rica en la Reserva Forestal Golfo Dulce.
El jaguar (Phantera onca), puma (Puma concolor), manigordo u ocelote (Leopardus pardalis), yaguarundi o león breñero (Herpailurus yagouaroundi) y caucel (Leoparduswiedii) fueron las especies de felinos captadas mediante las cámaras trampa. La única especie que no se registró fue el tigrillo o leopardo tigre (Leopardus tigrinus).
A pesar de no contar con los mismos niveles de regulación y de protección como sí los tiene un parque nacional, dicha Reserva posee en la práctica niveles de conservación altos.
“Ellos (los finqueros) son grandes aliados para la conservación, prácticamente hacen el papel de guardaparques. Protegen sus fincas, ven si hay huellas (de animales) y llaman al Sinac ante indicios de caza”, expresó la bióloga.
Para ella, el hecho de identificar un lugar como la Reserva Forestal Golfo Dulce —que significa una opción territorial segura y protegida para la movilización, la alimentación y el apareamiento de las especies de felinos fuera de los parques nacionales— es el aporte más importante de su estudio, el cual contribuirá a la protección de estos mamíferos.
La mayoría de los propietarios de la zona de golfo Dulce no ha recibido capacitación sobre cómo conservar y cuidar su entorno natural. Sin embargo, saber que un felino estuvo presente en sus terrenos es la mejor satisfacción que pueden recibir.
“Como fuimos criados aquí, uno escuchaba al papá decir que había visto la huella de un puma o de un jaguar, entonces uno soñaba con el día que pudiera ver una especie de esas. Y verlos en las fotos y videos que sacaron las cámaras y saber que fue en mi finca es algo bellísimo. No tengo palabras para explicar lo lindo que se siente”, expresó con orgullo Erlin Chávez, vecino de la comunidad de San Juan de Sierpe y pieza clave en la investigación.
Bone plantea en su estudio una serie de recomendaciones para promover la conservación biológica. Algunas de sus ideas son impulsar opciones de desarrollo sostenible, así como pasos de fauna y marcación de carreteras en lugares donde pasan animales.
Además, propone incentivar los proyectos de ecoturismo para beneficiar económicamente a las personas locales que tengan fincas, y así alejarlas de actividades como la caza ilegal y la extracción de madera. Pero, sobre todo, hacerlas partícipes de los esfuerzos de conservación es clave para asegurar un mejor futuro para los humanos y la biodiversidad.
“Todos los finqueros quedamos convencidos de que hay que luchar y trabajar para mantener nuestras fincas lo mejor cuidadas posible. No hay que cortar árboles, hay que valorar que tengamos una montaña virgen y que sea casa de estos animales tan preciosos, no hay cosa que pueda cambiar eso”, relató Hazel Herrera, propietaria de una finca de 200 hectáreas, en la cual se registró la presencia de felinos.
Actualmente, Bone se encuentra procesando y analizando las fotografías y videos que se recolectaron. Esto significa un arduo trabajo para lograr identificar la especie, familia o género. Además, debe realizar un análisis estadístico, cuantificar las variables ambientales y la distribución de las especies, entre otros aspectos.
La investigación contó con el apoyo de diversas entidades públicas y privadas, tanto nacionales como internacionales, entre estas la Sede del Sur y el Programa Institucional Osa - Golfo Dulce, de la UCR.
© 2024 Universidad de Costa Rica - Tel. 2511-4000. Aviso Legal. Última actualización: diciembre, 2024