Para lograr esta meta, la academia está volviendo la mirada hacia el conocimiento ancestral con miras a recuperar las tradiciones y saberes de pueblos indígenas, afrodescendientes y comunidades campesinas. El objetivo es defender, cuidar y preservar la naturaleza bajo un marco conceptual alternativo, que va más allá de la conservación y la sostenibilidad ambiental.
Como señala el informe Estado de la Nación 2019, donde cita el Vigésimo Informe (2014), "la apuesta por la conservación es una condición necesaria, pero insuficiente, para la sostenibilidad del desarrollo humano. La apuesta por la conservación no evita la persistencia de un uso insostenible de recursos naturales estratégicos, con altos impactos ambientales”.
Por eso, en la Universidad de Costa Rica se crea el Observatorio de los Bienes Comunes: Agua y Tierra, un proyecto que nace a partir del Programa Kioscos Socioambientales. Esta iniciativa apuesta por reivindicar el valor de los saberes y de las formas de relacionarse de nuestros pueblos originarios con la naturaleza, para contribuir a la defensa de los bienes comunes que permiten tejer las redes de vida que nos sustentan.
El Observatorio alerta sobre los procesos de privatización y extractivismo, que amenazan constantemente los recursos naturales como el agua, la tierra, el aire, los bosques y las reservas de peces —es decir, aquellos recursos biológicos de los cuales depende la vida de la humanidad— para convertirlos en simples mercancías y trasladar los altos costos de la explotación a los ecosistemas y a las comunidades rurales.
Este proyecto de investigación y acción social surgió en el 2020 y está adscrito al Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP). Tiene como propósito estudiar, analizar y visibilizar los procesos de privatización y extractivismo de bienes comunes, principalmente aquellos relacionados con el agua (concesiones sobre ríos, proyectos de riego, presas, minería no metálica, proyectos hidroeléctricos, etc.) y la tierra (agronegocio, despojo, tomas de tierra, usos del suelo, entre otros).
Las comunidades de Santa Juana y de Orocú en Punta Morales de Chomes mantienen una lucha constante para proteger el Río Lagartos, donde la asada tiene la bomba que abastece de agua potable a ambas comunidades. Gracias a la organización comunal, han logrado eliminar los botaderos clandestinos, detener actividades como el lavado de carros y motos que contaminan el agua y la construcción de tanques ilegales para ganado y riego de cultivos que benefician a particulares.
“Los indígenas de Térraba me enseñaron de la espiritualidad de la Madre Tierra. Ellos están luchando por hacer que se respete la vida del río, porque el río es un ser vivo, un ser independiente, que nace, crece, reproduce la vida y no muere, porque continúa su ciclo y nos vuelve a bendecir en forma de lluvia”.
Roxana Flores Martínez, secretada de la Asada de Orocú, activista en la defensa de los ríos y miembro de la Liga de Asadas
El Observatorio de Bienes Comunes: Agua y Tierra centra su propuesta en el concepto de bienes comunes. Tal idea nace en Europa, pero en América Latina toma connotaciones muy diferentes al encontrarse con las cosmovisiones de pueblos afrodescendientes y pueblos indígenas, que tienen su construcción propia de la naturaleza, según explica el coordinador del Observatorio, Luis Andrés Sanabria Zaniboni.
“Para muchos de estos pueblos y comunidades, la naturaleza es más que un recurso, es su territorio y es el tejido que construye su identidad. Por eso, muchas de las defensas de los bienes comunes en Costa Rica están relacionadas con los ríos, para muchas de las comunidades el río es parte de su identidad y es hasta la razón de su identidad. Eso trasciende por mucho la visión cosificada de la naturaleza”, acota el investigador.
Los bienes comunes —que incluyen los bienes naturales, los bienes sociales y los bienes culturales o saberes—, cuando se nutren con todas estas cosmovisiones, adquieren otra forma y se entienden como un tejido que sostiene la vida. Entonces, ahí se incluyen no solamente las prácticas de uso compartido, sino también la forma en que se concibe el entorno.
Además, recalca que, sin esas prácticas que los pueblos indígenas han mantenido por cientos de años, los bosques donde ellos viven no existirían. Sin el manejo de las semillas criollas que hacen las poblaciones campesinas, mucho de nuestro paisaje alimentario no existiría, ni muchos de nuestros alimentos, porque estos nacen precisamente del manejo de las semillas y de los cultivos que ellos han hecho por mucho tiempo.
Esta propuesta conceptual surge como una alternativa para superar las limitaciones del concepto de conservación que sigue concibiendo a la naturaleza como un recurso e, incluso, como capital natural. Una de las limitaciones de dicha idea es que no incluye a la gente. Consecuentemente, las comunidades indígenas o campesinas terminan siendo privadas del acceso y disfrute de los bienes comunes que se procura conservar.
Sanabria asegura que el modelo de conservación que ha primado dio lo que tenía que dar. Por ejemplo, en Costa Rica la creación de áreas protegidas en los años setenta logró detener la pérdida de los bosques. Pero es necesario repensar este modelo para empezar a entendernos con la naturaleza en una dimensión donde todos y todas somos sujetos de ese contexto.
El Estado de la Nación (2019) también señala que Costa Rica afronta una importante disyuntiva, ya que "la gestión ambiental ha tenido dos caras: fortalezas en el ámbito de la conservación, especialmente en las áreas protegidas, que conviven con patrones insostenibles en el uso de los recursos y el territorio fuera de estas" (p. 56).
Frente a este dilema, Sanabria recalca que es vital cuestionar la intensidad y la extensión de las actividades que estamos realizando, problematizar el extractivismo como una forma de satisfacer necesidades y, sin duda, volver a mirar esas pequeñas prácticas y saberes ancestrales que han logrado mantener los tejidos de vida por cientos y miles de años.
Desde el Observatorio de los Bienes Comunes: Agua y Tierra se procura abordar las principales problemáticas que afrontan las comunidades en Costa Rica: la expansión del agronegocio a través de la producción de monocultivos (uso de agroquímicos), el despojo de territorios campesinos e indígenas (recuperaciones de tierra), el agua (pH, riego, presas, deforestación, megaturismo) y la extracción a través de quebradores-minería no metálica que pone presión sobre los ríos.
Existe también la preocupación por las expansiones de los territorios y las implicaciones del cultivo de la piña, relacionado con la invasión a riberas de ríos, zonas protegidas, ecosistemas sensibles y afectaciones a la salud de las poblaciones rurales. Pero también llama la atención el manejo de los recursos hídricos, las debilidades en la Administración pública, así como las desigualdades de acceso y consumo, y los riesgos futuros a la disponibilidad y calidad de estos.
A estas problemáticas de larga data en Costa Rica se suma la preocupación sobre el modelo de desarrollo agroindustrial que impulse el país postpandemia, el cual podría profundizar las problemáticas sociales y ambientales asociadas a las grandes agroindustrias de los monocultivos e intensificar los conflictos con los pueblos indígenas.
Con este proyecto de investigación y acción social, se espera poder ampliar paulatinamente las demás dimensiones, con el fin de generar insumos relevantes para las comunidades, para su trabajo organizativo y de incidencia en torno a la defensa y gestión de los bienes comunes. Si desea obtener más información, visite su sitio web: https://bienescomunes.fcs.ucr.ac.cr/.