El pasado 7 de octubre realizamos, virtualmente, la mesa redonda: “Pueblos Indígenas e Investigación Arqueológica en Guatemala” como parte del VI Coloquio Internacional Repensar América Latina: Descolonización epistemológica desde “otros” saberes, creaciones y subjetividades. En esta oportunidad, Aura Cumes, Juanita Cabrera, Edgar Esquit, Olivia Navarro-Farr, Ernesto Arredondo, Brent Woodfill y yo, Adriana Linares Palma, quien también fui parte del comité organizador de este coloquio, conversamos sobre la producción del conocimiento arqueológico desde la academia y su relación con los derechos de los pueblos indígenas. Discutimos las dolorosas, pero esperamos prevenibles, vinculaciones entre la arqueología y el despojo de los pueblos indígenas en Guatemala.
La mesa redonda surgió de la necesidad de reflexionar sobre cómo la arqueología incide, directa e indirectamente, en la coyuntura actual de disputa de la Reserva de la Biosfera Maya (RBM), en el norte de Guatemala. En particular, consideramos dos momentos claves:
1. La promoción de la propuesta del Senate Bill 3131 en el Congreso de Estados Unidos (año 2020) y
2. La iniciativa de ley 5923 entregada con carácter de urgencia nacional en el Congreso de la República de Guatemala (año 2021).
Ambas acciones son ejemplos claros de cómo la explotación de los sitios arqueológicos, bajo la bandera del avance de la investigación arqueológica en íntima correspondencia con el desarrollo turístico de la región, se convierte en una herramienta más para la perpetuación de la colonialidad en el país.
En el marco de nuestro diálogo, Aura Cumes reconoció la trascendencia de la carta abierta al arqueólogo Richard Hansen, un pronunciamiento desde el Colectivo Autónomo de Pensamientos y Saberes Mayas Ixb’alamkyej Junajpu Wunaq (CIJW). Esta carta manifiesta el rechazo a la intervención del Mirador y la RBM, al tiempo que demanda el territorio como ancestral y como derecho histórico de los pueblos indígenas en el país. Fue de particular interés, y acá lo menciono como antecedente, la respuesta de colegas de la arqueología, publicada en los medios sociales, la cual fue sintomática de la huella colonial de la disciplina; incluso, el rechazo de la postura de CIJW se unió al reclamo sobre quién (se imagina) tiene la legitimidad académica para investigar los sitios arqueológicos y ofrecer conocimiento científico. La disputa evidencia la gran tarea de frente para transformar nuestra profesión, examinar sus implicaciones en las dinámicas coloniales del país y tomar posicionamientos críticos frente a estas coyunturas.
Precisamente, la mesa redonda reunió a miembros del colectivo Ixb’alamkyej Junajpu Wunaq y a profesionales de la arqueología para conversar acerca de los derechos de los pueblos originarios respecto al denominado “patrimonio cultural” y su estrecha relación con las prácticas de la disciplina. Nuestra pregunta general fue: ¿En qué medida la coyuntura actual de disputa de la RBM y del patrimonio cultural en Guatemala nos mueve a una reexaminación de la colonialidad de la arqueología, especialmente en relación con los derechos de los pueblos originarios sobre el pasado ancestral, y cómo estos derechos se han visto limitados por los discursos nacionales, las leyes del patrimonio arqueológico y la legitimidad académica?
Las contribuciones de esta mesa son varias y quiero resaltar la apertura que tuvimos al diálogo, especialmente a escuchar aquello que nos interpela cuando ejercemos nuestra profesión, lo cual, a su vez, también refleja las intersecciones, los contextos y los sistemas desiguales de nuestra sociedad. A manera de síntesis, la conversación trajo las siguientes temáticas de urgente discusión entre el gremio:
1. La necesidad de reconocer nuestra profesión dentro de una herencia colonial y deshacernos de la idea de que la arqueología es solo para el desarrollo turístico.
2. La importancia de la contemporaneidad de los relatos comunitarios en la producción de conocimiento arqueológico, no como fuente, sino como explicación del pasado desde la contemporaneidad de los pueblos indígenas, contrario a las narrativas nacionalistas predominantes en la disciplina.
3. El reconocimiento de las diversas formas en que las denominaciones como “otredad” descentran a los pueblos indígenas de la producción del conocimiento arqueológico.
4. El examen del despojo derivado de la práctica arqueológica y la falta de una participación real de los pueblos indígenas en la producción del conocimiento del pasado.
5. La vinculación transnacional de la comercialización de piezas arqueológicas, de los conocimientos y de los lugares sagrados.
6. El carácter sagrado de los sitios arqueológicos porque son parte de la cosmovisión del vivir maya.
7. La ausencia de pluralidad de voces que debata y discuta las violencias epistemológicas producidas en el seno de la arqueología, la cuales corren el riesgo de romper con la memoria del pasado.
8. La invisibilización, apropiación y mercantilización del pasado desde la arqueología, así como desde los empresarios y los inversionistas extranjeros.
9. El carácter polémico del “patrimonio cultural”, sus definiciones y su legislación en desconexión con los pueblos indígenas.
10. La revisión de los poderes dentro de la arqueología guatemalteca para visualizar las formas de circulación de las ideologías de las élites coloniales en la producción de conocimiento arqueológico.
Todos estos ejes de discusión nos invitan a situarnos como profesionales, a ver con claridad desde dónde estamos hablando y produciendo conocimiento, a entender las limitaciones de la arqueología cuando la pensamos como una profesión que solo tiene que ver con el pasado, que está aislada en el pasado y desconectada del presente. Igualmente, las reflexiones mencionadas nos conducen a evaluar cómo, desde nuestra profesión y mediante una práctica arqueológica consciente de los procesos históricos, podemos incidir en luchas particulares contrahegemónicas en respuesta a las diferentes problemáticas en el país. En última instancia, nos colocan ante la constante pregunta sobre el impacto de nuestros quehaceres en la comunidad, en la sociedad, fuera de las aulas y fuera de la academia.
Las discusiones de nuestra mesa redonda, además de reflejar las complejidades de nuestra sociedad, también nos hablan de las posibilidades de transformación, tema presente en varios de los paneles del coloquio. Seguimos trazando rutas que inviten al encuentro, la reflexión y el esfuerzo colaborativo; queremos abrir espacios con los diferentes sectores involucrados con el patrimonio cultural y dialogar con la heterogeneidad de epistemologías. La mesa y esta reflexión extienden un llamado, especialmente a colegas de la arqueología guatemalteca, pero también centroamericana, para la descolonización de nuestra práctica profesional.
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