En el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es fundamental que como Universidad de Costa Rica reflexionemos sobre el grado de violencia que se ejerce contra las mujeres en nuestra casa de estudios. Especialmente aquellas prácticas que perjudican a las personas en mayor grado de vulnerabilidad y en el caso de las mujeres estudiantes todo lo que pueda poner en riesgo la permanencia y graduación por motivos de género.
En colectivo debemos reflexionar sobre el aporte que hacemos para generar espacios para estudiar y trabajar sin acoso, sin violencia y en igualdad de condiciones. Parece fácil pero no lo es. Erradicar la violencia de género, la discriminación y el acoso debe ser una prioridad, debemos tener escucha y apertura para tomar decisiones y trabajar para responder adecuadamente. Sin olvidar que la igualdad es problema de todas las personas y no solamente de aquellas en condiciones vulnerables, los valores humanistas de nuestra universidad convocan a que todas las personas aportemos y trabajemos diariamente en la lucha por la igualdad.
Los últimos años nos han enseñado que el principal problema de género en la UCR es el acoso sexual y debe abordarse desde la perspectiva de género, pues, son principalmente, mujeres las víctimas. De acuerdo con el Instituto Nacional de la Mujer “de los casos que se tramitan en sede 97 % son de mujeres frente a un 3 % de los hombres, este último porcentaje incluye a hombres hostigados por otros hombres” (https://www.inamu.go.cr/acoso-sexual-en-el-trabajo).
De manera general, el nuevo reglamento ataca los problemas de fondo más importantes que han sido develados por los casos de acoso sexual y encubrimiento en la UCR de los últimos años. No obstante, se necesita una política integral que busque erradicar la cultura machista y de encubrimiento sobre el tema de acoso y violencia contra las mujeres y personas que se encuentren en posiciones de desventaja. Se necesita también un cambio territorial necesario para garantizar que todas las sedes y recintos de la universidad sean seguros para todas las personas.
Debemos trabajar en conseguir infraestructura inclusiva para estudiar y trabajar. Las personas necesitan igualdad de condiciones y un espacio seguro, por lo que debemos fortalecer la prevención. Así como, fortalecer las políticas de respeto a la diversidad sexual, religiosa, identitaria, cultural y de saberes en nuestra universidad. Esto implica un acercamiento interseccional a las problemáticas y la construcción de las políticas.
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Otro tema prioritario es la consideración por las necesidades que tienen las estudiantes y compañeras docentes y administrativas en período de lactancia y maternidad. La UCR ha dado pasos iniciales con salas de lactancia y de cuido, pero debemos aspirar a tener un mayor alcance de los programas en todas las sedes y recintos; así como, introducir nuevas propuestas para que sus obligaciones privadas no afecten sus trayectorias académicas. También se debe trabajar con las profesoras y profesores para que comprendan la importancia de adaptar las demandas académicas a las necesidades de cuido y lactancia que tienen las estudiantes con hijos en edades tempranas. En esa misma línea del cambio cultural que debe operar en el personal docente, creemos que se deben reforzar las prácticas pedagógicas que generen espacio de libertad y respeto para que se elimine toda forma de autoritarismo y violencia en las aulas, con esto también contribuimos a ambientes estudiantiles más solidarios y humanistas.
Esa aspiración debe ir acompañada con un currículo más inclusivo y la visibilización del trabajo de las mujeres en cada área del conocimiento y en todos los cursos. También es importante que desde las unidades académicas y la Vicerrectoría de Docencia se promueva una política de reservas de plazas y concursos de antecedentes con visiones de Universidad inclusiva y con igualdad de género. La paridad y el desarrollo académico igualitario debe ser una aspiración en nuestras asambleas de escuelas, facultades y sedes.
Para plantear una ruta de mejora por la igualdad es necesario retomar el diagnóstico en materia de género de la Universidad, tener estos insumos con datos históricos permiten la construcción colectiva de políticas que puedan contribuir a mejorar la desigualdad que existe en nuestra universidad. Visibilizar y caracterizar el problema existente es el primer paso para resolverlo.
Es momento de avanzar en esa aspiración de lograr una universidad segura, libre de violencia y acoso, que permita a estudiantes y académicas desarrollar su potencial y capacidades humanas de forma plena. Es una deuda cuya atención no podemos seguir posponiendo.
La actual administración es consciente de que se han hecho esfuerzos para la movilidad social a través de procesos y servicios ofrecidos por nuestras oficinas, el sistema de becas es esencial, la admisión diferida, todos los servicios y facilidades desarrolladas por las oficinas de orientación, bienestar y salud. No obstante, es fundamental plantear la lucha contra la desigualdad en todas sus extensiones como la ruta primordial para la universidad y a partir de ahí generar las condiciones para lograrlo.
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