Nuestro día a día, en circunstancias normales, está lleno de interacciones sociales. Algunos de estos encuentros son breves, como cuando nos topamos de casualidad a alguien en la calle, mientras que otras veces nos reunimos con amistades o familiares con quienes compartimos vínculos afectivos importantes. En otras ocasiones, nuestros intercambios sociales no dejan de ser meramente transaccionales, como en el supermercado o en el banco, por ejemplo.
Sin importar cuán significativos sean estos eventos, lo cierto es que difícilmente podemos imaginarnos que ocurran sin decir cuando menos un hola o un adiós. Saludar a alguien forma parte de nuestras convenciones sociales; más allá de eso, es un acto de habla relacionado con un comportamiento cortés en el cual manifestamos verbalmente el reconocimiento de otra persona.
Estas expresiones, como las fórmulas de saludo y los agradecimientos, son objeto de estudio de la pragmática, un área de la lingüística que se encarga de explicar cómo usamos el lenguaje. Dentro de estos usos, incluimos las llamadas fórmulas de cortesía, formas verbales de carácter rutinario y repetitivo que derivan de una serie de normas en el trato social, las cuales en la comunicación verbal se realizan por medio de diversos recursos lingüísticos.
Dado que estas fórmulas de cortesía, entre ellas las expresiones de saludos, agradecimientos o disculpas, guardan una estrecha relación con las prácticas sociales propias de determinadas comunidades de hablantes, no es de extrañar que estas formas lingüísticas presenten variación cultural. Por cuanto las sociedades y las convenciones establecidas en ellas cambian a través del tiempo, es de suponer que las formas de cortesía estén sujetas no solo a la variabilidad social y cultural, sino también a los cambios diacrónicos. Con el fin de comprender los usos y las estructuras discursivas del lenguaje en el pasado, surge la pragmática histórica, una rama de la lingüística relacionada con el estudio de la historia de la lengua y con la pragmática, como su nombre lo dice.
Para darnos una idea de esta variación, podemos voltear la mirada hacia atrás y explorar las diferentes formas de saludar en el español de la Edad Media. Eso sí, debemos tener en mente que las únicas fuentes disponibles para hacer una investigación de este tipo son los textos escritos, por lo cual no podemos asumir que los datos obtenidos en ellos sean una reproducción fiel de la lengua hablada. No obstante, podemos recurrir a textos literarios con pasajes dialógicos que, con las debidas reservas del caso en cuanto a las convenciones retóricas, permiten trazar pistas de la expresión verbal de la cortesía.
Por ejemplo, en los textos literarios medievales he recopilado desde fórmulas de saludos mediante las que el hablante simplemente reconoce la presencia del destinatario (“¡venides, Álbar Fáñez!”, Cantar de mio Cid) hasta la formulación de deseos de bienestar y de protección divina. En los saludos, la expresión de buenos deseos hacia la otra persona es un mecanismo usual, que no solo se da en español, sino también en otras lenguas medievales, como en francés y en inglés antiguos. Así, una fórmula de saludo y de despedida que aparece al inicio y al final de las escenas dialógicas en obras medievales consiste en encomendar a Dios a la interlocutora o al destinatario en frases como “Dios te salve” (Libro de Apolonio), “Acomiéndovos a Dios” (Libro del caballero Zifar) o “Dios vos bendiga” (El caballero Plácidas).
Como podemos ver, estos saludos difieren de los que usamos actualmente, pero esta idea de protección divina aún la conservamos en la expresión adiós, a pesar de que el sentido religioso original se haya perdido. Esta fórmula proviene del deseo de protección divina dirigido a Dios en frases de despedida como “a Dios vos encomiendo”, “a Dios quedés” o “a Dios seas”, pero que con el paso del tiempo se ha convertido en una sola palabra. Esto se llama un proceso de lexicalización. Un ejemplo del uso de “adiós” como fórmula de despedida lo he obtenido de una obra española del siglo XV: “Adiós, amigo; Él haga salvos los dos” (Auto de la Huida a Egipto).
Pero no todos los fenómenos de cortesía verbal son formulaicos y rutinarios, pues como hablantes también usamos mecanismos corteses más estratégicos cuando solicitamos algo. Al dirigirnos a alguien en estos términos, nuestro objetivo es que la otra persona actúe de cierta manera, pero sin ofender, por lo cual tendemos a expresarnos de manera indirecta y sin imponer nuestra voluntad. Una de estas técnicas es pedir un favor con una pregunta (¿podría traerme agua, por favor?) en vez de decirlo directamente (tráigame agua). Estos modos de hablar se usan en otros idiomas, como en francés, en italiano, en inglés y en alemán contemporáneos, pues son rutinas comunicativas que trascienden lo particular de una lengua y forman parte del conocimiento discursivo de ciertas comunidades lingüísticas.
Una vez más, la exploración de textos del pasado nos confirma el carácter cultural de estas peticiones corteses. En efecto, he determinado que las preguntas del tipo ¿podrías traerme agua? como formas indirectas de peticiones no existían en la época medieval. Esto no quiere decir que las sociedades del pasado fueran menos corteses, sino que las formas comunicativas se regían por otros principios. De esta manera, en los pasajes dialógicos de obras medievales he encontrado el uso de formas directas con verbos en imperativo, pero seguidas inmediatamente de promesas de recompensa (“muéstragelo e avrás buen gualardón”, Sendebar), de cumplidos y de alusiones a la voluntad del interlocutor con frases que continuamos usando hoy día, como “si quiere”. Por ello, no se trata de solicitudes descorteses.
En este breve repaso, si bien he apuntado algunas diferencias con respecto a las técnicas de cortesía en español medieval, también ha sido posible ver su continuidad en el español actual. Al revisar las prácticas discursivas desde una perspectiva histórica y cultural, no solo conocemos más profundamente nuestra propia lengua, sino también la sociedad a la que pertenece. En definitiva, la historia de la lengua no está completa si no examinamos los diferentes usos que hacemos de ella, como la enunciación de actos de habla y las formas de cortesía relacionadas. Por medio del estudio histórico de nuestras formas de interacción lingüística, entendemos mejor los usos comunicativos del presente.
Referencias para conocer más acerca de la historia de la cortesía verbal:
Cruz Volio, G. (2017). Actos de habla y modulación discursiva en español medieval. Representaciones de (des)cortesía verbal histórica. Peter Lang.
Iglesias Recuero, S. (2010). Aportación a la historia de la (des)cortesía: las peticiones en el siglo XVI. En F. Orletti y L. Mariottini (Eds.), (Des)cortesía en español: Espacios teóricos y metodológicos para su estudio. (pp. 369-396). Università degli Studi Roma Tre-EDICE.
Schrott, Á. (2017). Cortesía verbal y competencia lingüística: la petición cortés como tradición discursiva. Normas 7(1), 188-203.
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