Esta es la Biblioteca Carlos Monge Alfaro, no necesita ser presentada a la comunidad universitaria. Todos en algún momento de su vida como estudiantes de esta magna Institución han visitado sus salas de estudio, se han acercado a realizar una consulta o a sacar y devolver un texto que utilizaron para una tarea o una investigación. O simplemente se citaron frente a este edificio para ir a tomar un café, tener una amena conversación de compañeros y compañeras, amigos y amigas o amores.
También es usual ver el imponente edificio en los noticieros cuando van a mencionar a la Universidad de Costa Rica, con la magnífica fuente de Cupido y el Cisne enfrente y el verdor que la rodea, en realidad la Biblioteca es todo un ícono universitario.
Lo que tal vez a veces pasa inadvertido, en las prisas por alcanzar un título académico, es que la Biblioteca Carlos Monge Alfaro es más que una simple edificación. En esta gran casa de tres pisos se alberga una colección de libros de gran valor. Y dentro de tal colección tienen una gran presencia los libros de literatura como novelas, cuentos y poemas, que esperan algún día ser descubiertos y leídos por las personas que recorren las estanterías.
La colección de literatura costarricense que acoge esta Biblioteca es muy completa, ya que es depositaria legal de todo lo que se publica en Costa Rica. Esto quiere decir que cada autor que realiza una publicación debe entregar un ejemplar al Sibdi y, si la publicación es una obra literaria, esta permanece dentro de la colección impresa de la Biblioteca Carlos Monge Alfaro. Algunas veces esto no necesariamente sucede, sin embargo, por lo menos la gran mayoría de escritores sí hacen entrega de sus obras. Vale decir que el hecho de que estas aparezcan en el catálogo público del Sibdi les otorga un prestigio importante.
“Si no te gusta un libro no lo leas; si no te gusta leer no lo hagas. La lectura no es una moda, es una forma de felicidad y no debe obligarse a alguien a ser feliz”.
Jorge Luis Borges
La colección de literatura que encontramos en la Biblioteca Carlos Monge Alfaro es muy completa, contiene diferentes ediciones de obras clásicas, así como obras literarias más modernas, desde Miguel de Cervantes hasta Carlos Ruiz Zafón, Homero, Shakespeare, J. K. Rowling, Yolanda Oreamuno, Carlos Luis Fallas, Rosa Montero, Isabel Allende, Rafael Ángel Herra, Roberto Brenes Mesén y así podríamos enumerar autores y autoras para todos los gustos. La colección, sin temor a equivocarse, es una de las más grandes del país, si no la más grande y de las más importantes a nivel Centroamericano.
Por su valor y relevancia, se pensaría que estos ejemplares son muy usados, tomando en cuenta que hay una numerosa población que tiene acceso a ella y que tiene un nivel intelectual alto y destacado. Definitivamente así es cuando se trata de realizar trabajos de investigación de tipo académico. Sin embargo, cuando se trata de leer por placer, la historia cambia, pues eso no sucede por falta de tiempo, por desconocimiento de lo que hay en estas colecciones o porque no se tiene el hábito de la lectura.
De hecho se lee mucho en la Universidad, pero no necesariamente por placer o por recreación. Esto es preocupante, sobre todo si se enumeran los beneficios que tiene la lectura recreativa.
Las estadísticas de uso de las colecciones indican que sí, sí se usan, pero no tanto como a algunos nos gustaría. Esto no quiere decir que la comunidad universitaria no lea, por supuesto que sí y mucho, pero lee lo que la academia en el día a día exige. Y ese día a día nos roba la oportunidad de leer por placer, de sentarnos unas horas o siquiera minutos al día a disfrutar del bello paisaje que la U ofrece, leer un buen libro y olvidarnos del estrés diario. Por otro lado, el hábito de la lectura pareciera haberse ido diluyendo entre redes sociales, el apego al celular y a otros artefactos electrónicos.
Sin hablar, además, de que cuando queremos comprar una novela, cuentos, poemas o algún otro libro que no sea de texto (que también son costosos por supuesto, pero hay que invertir ese dinero sí o sí para poder llevar el curso), el precio está fuera de nuestro alcance.
Por tales razones a las personas usuarias se les va complicando su vida como lectoras.
Por eso, hará unos 6 años se creó en la Biblioteca Carlos Monge Alfaro un programa que se llama “Llevate un libro de vacaciones”. Este consiste en prestar los libros de literatura y autoayuda por más tiempo durante los períodos de vacaciones. El fin es que las personas puedan llevarse a sus casas todo lo que deseen leer por placer en su tiempo libre, sin pensar en que tienen que venir a la U a devolver el material a los 15 días, que es el período de préstamo habitual.
Dentro de esta campaña, las personas pueden indicar que el libro lo quieren para llevarlo de vacaciones. De esta forma se les presta por el tiempo que se requiera, un mes o dos y a veces más, tomando en cuenta que hay personas que viven en zonas lejanas a la Sede Rodrigo Facio y que se van durante todo el verano. La campaña fue tan exitosa que también se puso en práctica en el receso de medio período. Durante esa primera campaña de diciembre a marzo se prestaron más de 500 libros de literatura bajo esta modalidad. Las personas usuarias estaban muy agradecidas y encantadas, muchas quieren leer, pero el precio de los libros no está a su alcance.
Durante la pandemia, es historia conocida que las personas no han podido acercarse a la U. Por ello, bajo la sombrilla de “Llevate un libro de vacaciones” y siempre con la idea de acercar a las personas a los libros, se desarrollaron otras iniciativas como “Conversaciones para leer” y el Club de Lectura del Sibdi.
Las dos actividades han tenido mucho éxito hasta el momento y no vemos la hora en que podamos algún día realizarlas también de forma presencial, ya que los lectores y lectoras están deseando encontrarse en la Biblioteca para hablar largo y tendido de sus lecturas.
Ya es octubre y pronto, a finales de noviembre, esperamos otra vez poder invitar a nuestra comunidad lectora a “llevarse un libro de vacaciones” o dos o más, e invitarlos a acercarse a la querida biblioteca universitaria.
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