Aunque la violencia ha tocado gran cantidad de zonas en el país, incrementada por la vulnerabilidad asociada a las escasas oportunidades de trabajo, deserción educativa y vivienda digna y delincuencia, un grupo de personas de las comunidades del Pacífico costarricense se proponen cambiar el rumbo de sus barrios.
Mediante el proyecto “Consultorio comunitario: Un abordaje preventivo desde la construcción del vínculo” (TC-704), de la Sede Regional del Pacífico Arnoldo Ferreto Segura (SRP-UCR) apoya a personas líderes e instituciones que han identificado problemáticas comunitarias asociadas con formas de violencia social que afectan a sus poblaciones.
La idea de este proyecto es trabajar desde la prevención, y transformar la idea tradicional de la atención individual de ciertos comportamientos en acciones “que llevamos a cabo, destacando el valor de lo comunitario, trabajando en frases que tengan que ver con las ventajas de hacer comunidad, promover ese sentido tan importante de sentir que "somos comunidad", explicó la magister Marietta Villalobos Barrantes, coordinadora de esta iniciativa.
La profesora Villalobos explicó que el concepto asociado a consultorio alude a un desequilibrio en el supuesto ideal de salud, “de una normatividad donde supuestamente todos cabemos, cuando en realidad eso es un mito”. Esta idea incide especialmente en la población joven que carece de opciones de crecimiento personal, dado el bajo Índice de Desarrollo Humano, que ubica los cantones del Pacífico entre los más rezagados del país.
Entre las ventajas del proyecto está la posibilidad de articular entre distintas personas con las capacidades personales y profesionales de estudiantes de diversas disciplinas que participan en este Trabajo Comunal. “Esta interdisciplinariedad le da un gran valor, los y las estudiantes de TCU valoran y conocen las comunidades, conocen otras visiones y otras formas de vida e historias”, acotó Villalobos.
La docente reiteró que la población meta del proyecto son las personas menores de edad, y mujeres adultas del centro de Puntarenas, las islas y sus alrededores, donde se emprenden acciones preventivas, construyendo espacios de “producción de palabra” sobre temas educativos, psicoemocionales, recreativos y salud integral.
Hasta marzo del 2020 el proyecto TC-704 trabajó en las comunidades de manera presencial, pero las limitaciones impuestas por el COVID-19 hizo que el ritmo de actividades mermara mientras se rediseñaba una estrategia para continuar.
Entre los años 2017 y 2020 se realizaron gran cantidad de sesiones grupales orientadas a la prevención, con el apoyo de instituciones educativas. Algunas tenían el objetivo de que las personas jóvenes hicieran un mapeo de las situaciones de riesgo en sus comunidades, mediante técnicas como el dibujo, ferias comunitarias, actividades grupales.
Además, con el trabajo entre universidad y comunidades se hizo el esfuerzo de embellecer espacios públicos, como parques y áreas infantiles.
Entre las comunidades a las que ha llegado el TC-704 están Orotina, Esparzol, Jacó, Chacarita, Barranca y Caldera y otras. Entre las actividades más concurridas estuvieron los talleres de percusión, con apoyo de la Etapa Básica de Música de la SRP. Además, se impartieron cursos de cómputo e inglés, con gran asistencia de niños, niñas y jóvenes, aunque también asistieron personas adultas.
“Las actividades exitosas han sido aquellas en colaboración con agentes comunitarios, en donde hemos podido sentarnos y reunirnos con ellos y ellas a conversar sobre las múltiples necesidades y expectativas y sueños que tienen para mejorar sus comunidades. Los espacios callejeros de convivencias han sido muy exitosos, donde niños y niñas de las comunidades juegan y se divierten en sus propios parques de manera segura. Durante estos espacios de convivencia, los mismos habitantes, identifican necesidades entre ellos, hablan de estas necesidades entre vecinos y procuran ayuda mutua”, añadió la docente Villalobos.
Como parte del rediseño del proyecto en tiempos de pandemia, estuvo la articulación con asociaciones de desarrollo, bibliotecas públicas, Ministerio de Educación Pública, Instituto Mixto de Ayuda Social y el Patronato Nacional de la Infancia. Durante año y medio de pandemia las acciones se han enfocado esencialmente hacia lo psicoeducativo, en Puntarenas centro, Esparzol, Esparza, Chacarita, El Roble, Barranca, isla Venado y escuelas públicas cercanas a Caldera.
Uno de los obstáculos durante la pandemia sanitaria es que se evidenciaron las brechas tecnológicas, como las pocas habilidades en el uso de computadoras, herramientas digitales para la interacción en línea y la baja conectividad de las regiones. No obstante, se ha logrado continuar dando tutorías en inglés, plataformas virtuales, computación y talleres de cuentos para niños y niñas.
Para Rigoberto Marín Moscoso, uno de los líderes de la Asociación de Integral Chacarita, la inserción de personas estudiantes universitarias y docentes en las comunidades es una tarea ineludible de las universidades públicas. “Para mi todo ha sido muy bueno, todo el mundo quedó muy contento con los cursos. Yo siento que si son universidades tienen que salir a las comunidades con problemáticas, prestando servicios como estos”, aseguró.
Sin embargo, Marín espera que pronto pase la pandemia porque la mayoría de personas no tienen computadoras para ingresar a la virtualidad, y afirmó que “esperando que en el año 2022 retomemos las actividades presenciales de taekwondo, música, inglés y cómputo”.
En otra comunidad, Elena Manzanarez Juarez, lideresa de Esparzol coincidió con Marín en que las universidades tienen el llamado de apoyar los procesos de organización comunitaria. En ese sitio, con la participación estudiantil se hizo un censo virtual para un posible proyecto de vivienda, cuyo informe ya está en manos del Banco Hipotecario de la Vivienda. También se hizo un mapeo de personas artesanas, talleres sobre violencia doméstica, inglés y cómputo.
“Como somos una comunidad vulnerable, hay muchas posibilidades que muchos se aprovechen de nosotros. La inclusión de la UCR se hace por el hecho de que otras instituciones estatales no entraban, y gracias a los trabajos comunales, la universidad ha sido un pilar fundamental para llegar al grado de organización que tenemos porque la gente no permitía el ingreso de otras instituciones como Dinadeco. Cuando se ve a gente de la universidad sentimos confianza de que nadie se va a aprovechar o sacarnos recursos”.
Finalmente, la profesora Villalobos tiene el deseo de regresar con sus estudiantes a recorrer las calles del Pacífico costarricense y para “el 2022 esperamos retomar la presencialidad y reanudar las ferias callejeras comunitarias, continuar con tutorías y talleres psicoeducativos y de prevención”.
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