“La historia está hecha de milímetros y milímetros de historia. Yo soy responsable de mi milímetro. Si todo el mundo fuera responsable de su milímetro, por supuesto que haríamos la revolución y cambiaríamos la historia” son las palabras del actor y director italiano Giorgio Strehler, las cuales quedaron grabadas en la mente de María Bonilla Picado, actriz, directora y escritora costarricense, quien las abrazó para contribuir al proceso de darles voz a las mujeres desde su trabajo teatral y literario.
Para Bonilla es de vital importancia que el mundo conozca la manera en la que las mujeres ven y entienden la vida, la muerte, el amor, la salud y un sinfín de temas, así como valorizar algunas cosas que tradicionalmente no se valoran, como los rituales, los rezos, las oraciones y la comida.
Autora de poemarios, novelas y múltiples ensayos, Bonilla comenzó a experimentar la narrativa de ficción a partir de su cuarta década de vida, momento en el que enfrentó el duelo por su padre, quien había fallecido 30 años atrás y por lo que, de manera inconsciente, había bloqueado todos sus recuerdos de infancia y adolescencia.
Al traicionarla su memoria, no logra recordar muchas cosas de su vida, pero sí tiene muy frescos los recuerdos de momentos que nunca vivió. Esta particularidad, lejos de convertirse en un obstáculo para su desarrollo profesional, María la ha explotado como una fuente inagotable de creación artística y literaria, la cual deja patente en su libro Marcas de agua.
A pesar de ser una mujer con amplia formación y trayectoria en teatro, reconoce que no se siente cómoda escribiendo ese género, aunque toda su producción literaria sí está marcada por escenas, imágenes y lenguaje propios del arte dramático.
Enamorada de sentirse enamorada, María considera que el amor es una de las pocas cosas que valen la pena en la vida. Para ello, hay que arriesgarlo todo y estar en disposición de recibir los reveses que implica, apreciando y agradeciendo todas las experiencias.
Al final de una tarde lluviosa, conversamos con María sobre sus características como escritora y ahondamos en 5 de sus obras literarias:
Tomando en cuenta que sos una mujer de teatro, ¿has escrito teatro?
MBP: Curiosamente no. Y digo curiosamente porque siempre me he planteado que yo conozco muy bien la escena, conozco la esencia de la acción dramática y, sin embargo, no logro escribir teatro. Sí he escrito dramaturgias escénicas, pero el texto no es mío. La única obrita de teatro que yo tengo es De cuyo nombre no puedo olvidarme. Pero, no me siento cómoda en la escritura dramatúrgica, sí en la dramaturgia escénica, eso sí me gusta mucho, pero no la dramaturgia como se entiende normalmente. No sé por qué no me gusta, no siento que manejo bien la acción teatral, cosa que en la dramaturgia escénica sí, porque me baso en la sucesión de acciones y en palabras que no son mías o que son escasas frases mías.
Sin embargo, sí podemos decir que el teatro permea tu producción literaria.
MBP: Totalmente. Fundamentalmente a nivel de imágenes. Yo creo que el reto más grande de un escritor es encontrar su lenguaje. Es decir, encontrar el estilo que lo haga a él distinto de todos los demás autores. Que uno tome un libro y diga “¡ah, esto lo escribió fulano!” Al revés de mucha gente que dice “no, yo creo que tendría que justamente uno desdibujarse a través de la historia”, no. Yo creo que los griegos escribieron sobre todo lo que había que escribir: amor, traición, muerte, infidelidad, honor, todo. Entonces, lo que hace la escritura posterior es tocar temas parecidos, pero desde un punto de vista original, personal, que corresponde al momento histórico, a la geografía en la que uno nace. Entonces, a mí sí me ha preocupado mucho el tema del lenguaje. Y, en el tema del lenguaje, creo que es fundamental el teatro, porque el teatro, sobre todo el que yo hago, es un teatro que despliega imágenes fundamentalmente. Yo no lo hago muy tradicional en ese sentido, no tengo escenografía realista, por ejemplo, que la detesto en el escenario. Entonces, se nota mucho en el manejo de ciertas imágenes, desde una cierta parte coreográfica que existe. Se nota mucho, obviamente, en la novela La actriz, que es publicada en México. Empieza con una audición de una actriz para el personaje de Titania y termina el día de la última función y va pasando por todos los procesos. Esa es la más evidente porque es una historia de lo que es una audición para cualquier actriz y lo que ha sido para mí. Pero, además, en diversos otros momentos aparece la representación. Es decir, yo no creo que el teatro, por ejemplo, sea ni imitación, ni copia de la realidad, ni fotografía de la realidad, yo creo que es una representación de la realidad. En ese sentido, esa es la gran magia del teatro, pero de todo el arte en general, debe ser una reescritura de la historia, de la historia propia, de la historia contextual, histórica.
En Augustine, mi otra ficción, por ejemplo, tengo escenas de teatro donde casi no hay texto, sino que hay descripción del movimiento del personaje que entra y de lo que hace. En Hecho de guerra, que parte del asesinato de Federico García Lorca, más bien lo que hago es un recuento de mi relación con Lorca, de todos los espectáculos que he representado, que he dirigido, que he hecho con Federico García Lorca.
Entonces, el teatro es una presencia constante en mi vida. Es mi primer gran amor, el segundo es la literatura y, en ese sentido, todo tiene que ver con el teatro y con la escena, y con la escena en el sentido metafórico del tema y en el sentido físico del tema, porque todos vamos creando escenas en la vida cotidiana y, como yo no concibo que el actor sea ni un mentiroso, ni que finge, sino que es un trabajo de introspección en el cual yo represento a un personaje, yo creo que a lo largo de la vida nosotros representamos personajes como ser hija, ser madre, ser compañera de trabajo, ser amante, ser amiga. Somos un conjunto de cosas, de circunstancias, de pensamientos, de emociones, una ideología. Y, en ese sentido, creo que vivimos en escenas que se construyen en la vida cotidiana y ante las cuales tenemos diversas acciones y reacciones de los demás que nos rodean y me parece que eso permea toda mi obra también.
¿Cuál dirías que es tu estilo, tu marca como escritora?
MBP: Es difícil decirlo porque soy una parte muy involucrada. Pero, sí te puedo decir mis preocupaciones que están en toda mi obra. Me preocupa muchísimo el tema de la mujer, pero no en el sentido del tema femenino como injusticia económica o laboral, que me parece que es fundamental, pero que yo no lo toco en mi obra tanto, sino que es a nivel emocional, cómo ve la mujer el mundo, cómo se ve a sí misma, cómo ve el amor, cómo ve la muerte, cómo ve la vida. Creo que ese es mi tema fundamental. Escriba poesía, novela, teatro o ensayo, ese es un tema que es central en mí.
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Dentro de ese tema y desprendido de ese tema, está el gran tema de la identidad y el exilio porque yo sí creo que los escritores, que los artistas somos una especie de exilados, de transterrados. En ese sentido, me gusta más la palabra el inxilio. El inxilio es cuando vos no has podido salir de una circunstancia de terror de vida, sino que te has quedado adentro sobreviviendo lo que te toca. Por ejemplo, ese término se utiliza por primera vez en la España franquista cuando muchísimos españoles salieron de la España franquista y se refugiaron en todo el mundo. ¿Qué pasa con los que se tuvieron que quedar adentro? Ese es el inxilio. Ese es un tema que a mí me interesa muchísimo porque creo que las mujeres somos ciudadanos de segunda categoría y los artistas ciudadanos de tercera categoría y los teatreros ciudadanos de cuarta categoría. Es decir, que yo uno en mí todas las posibilidades de inxilio, todas las posibilidades de falta de identidad en el sentido de no ser una adaptada o una conformista con la realidad que me tocó vivir, sino al contrario, que uso mi palabra para intentar tener una voz propia. Eso, por ejemplo, aparece en todos mis escritos de todo tipo.
Segundo, me interesa el lenguaje desplegado en imágenes. Yo odio la ilustración, odio los espectáculos donde, por ejemplo, uno dice un poema de Lorca: “el niño come naranjas” y entonces hay un niño en escena pegándole un mordisco a una naranja. Eso, para mí, es ofensivo a nivel artístico. Creo que el gran pecado del arte es ilustrar, ejemplificar con la imagen lo que está diciendo la voz o al revés. Entonces, a mí sí me interesa mucho la imagen en el sentido de despliegue de metáforas, metáforas entendidas como una figura retórica en la cual yo establezco un principio analógico, es decir, hay una analogía, pero apunta a un mundo más allá del que dice la palabra para que, con sonidos, con imagen, con color, con formas, yo pueda tocar otros aspectos de los espectadores que van más allá del niño pegándole un mordisco a la naranja que Lorca puso en el texto “el niño come naranjas”, sino buscar otro tipo de lenguaje, de profundización, de evocación de emociones, de sensaciones, un trabajo más poético si querés, partiendo de que la poesía es esa metáfora sobre la realidad igual que todo el arte.
Entonces, yo diría que esas son como mis características fundamentales en teatro y en literatura. Creo que tendría que ser un crítico literario el que tendría que establecer más allá de eso si es posible que yo haya creado un estilo.
¡Ah, bueno, hay una tercera! Esta yo sí la veo como teórica y como crítica. Al igual que en el teatro, donde me gusta romper las fronteras de las artes, es decir, me gusta que haya danza, flamenco, mimo, música original, imagen visual, fotografía proyectada, además de teatro más “tradicional”, movimiento escénico, eso también lo pretendo en la literatura. Todas mis novelas tienen, en algún momento, poemas atravesados, algunas de mis novelas tienen escenas de teatro atravesadas, muchas tienen imagen publicada como fotografía o imagen del lenguaje porque me interesa borrar esas fronteras tradicionales que existen entre las artes. Eso me encanta. Yo soy protransdisciplinariedad, me interesa mucho la multiculturalidad. Tengo una novela que se llama La mala luz en la que yo me pierdo entre el mismo lenguaje español que existe en toda América Latina y España, que se llaman las cosas de diferente manera y me interesa mucho también con el francés, con el inglés, con el catalán, que son idiomas que me son muy cercanos por razones afectivas y emocionales. Me gusta hacer esas mezclas. Entonces, digamos que todo lo que signifique borrar fronteras, transdisciplinariedad, sería una tercera característica que tengo en el teatro y con la literatura.
¿Por qué es importante abordar el tema de la mujer desde la poesía y desde la narrativa?
MBP: Creo que el tema de la mujer, como el tema de todas las minorías, étnicas, sexuales, históricas, geográficas, raciales, etc., tenemos que tocarlo en el arte porque es un tema fundamental y, en la contemporaneidad, la identidad y el exilio son temas claves. En ese sentido, creo que son los temas que debe tocar el arte y la literatura para tener la función ideológica, estética y ética que para mí tiene el arte.
Ahora bien, yo soy mujer. Entonces, la primera minoría a la que pertenezco es la de género, con el agravante de que somos más del 50 % de la población del mundo, con lo cual no tendríamos por qué presuponer que somos una minoría. Lo que pasa es que hemos sido minoría en el sentido de una clase entera, un género entero invisibilizado por el sistema patriarcal acallado en el sistema cultural. Entonces, para mí es fundamental que las mujeres tengamos voz, que usemos nuestra voz propia, que la encontremos en primer lugar.
Yo tengo un ensayo publicado en el que digo que el problema más grave de las mujeres es que, además de esta historia de invisibilización, somos víctimas, pero cómplices del sistema patriarcal. Entonces, nos ponemos en una situación muy compleja. No basta hablar de la mujer porque, muchas veces, en contra del sistema patriarcal estamos a favor de él, estamos esperando su aprobación, estamos utilizándolo de referente. Yo creo que nosotros, así como tenemos que pasar de ser objetos a ser sujetos de la historia, que es una primera tarea fundamental, la segunda es, Rosario Castellanos lo dice muy lindo: tiene que haber otra manera de ser, otra manera de ser humanas, otra manera de ser libres. Es decir, tenemos que ponernos en otro lugar y no podemos seguir con ese referente en contra del sistema patriarcal muy heroicas, muy valientes y en el fondo estamos reforzándolo, apoyándolo y dándole el lugar de que nos apruebe para ser nosotras.
Entonces, creo que toda esta cosa problemática tan compleja que entra desde la automutilación, las mujeres que se cortan, el desamor, las pérdidas, la mirada para la muerte, para la vida, toda esa problemática hay que cuestionársela, hay que volverla a pensar y eso a mí me gusta muchísimo en los cuatro géneros: en poesía, en teatro, en novela y en ensayo, porque creo que eso es fundamental. He visto tantos espectáculos de gente homosexual, por ejemplo, que le rinde pleitesía a la Iglesia Católica, cosa que es impensable porque la Iglesia Católica no los acepta en pleno siglo XXI. Bueno, yo no quiero que me pase eso como mujer. Odio que me pase eso. Entonces, el pleito no es con los hombres, el pleito es con un sistema patriarcal que hay que empezar a deconstruir y a desmontar en cuanto a todas las mentiras y las manipulaciones que nos han metido en la cabeza: la religión, la educación, la familia y el sistema en general, lo gubernamental digamos, las instituciones que tienen una gran función de ser reforzantes de un sistema que es mentiroso y que es racista y que es clasista y que no nos acepta a las mujeres en la totalidad como iguales.
Pero, como es tan compleja esta problemática, tan rica, tan inconsciente, como es aprendida más allá de tres mil siglos de existencia, da para mucho y es complicada, es controversial, es polémica y es contradictoria, pero es muy rica para explotar desde el punto de vista artístico, literario, teatral.
Hablando de tu característica de transgredir las fronteras de las artes, llama la atención el cuidado que ponés en la estructura de tus escritos. ¿Cuán importante es cuidar no solo el contenido, sino también la forma de lo que decimos?
MBP: Yo soy una de las convencidas de que la forma es una consecuencia del contenido, en todo, en la literatura y en el arte. Yo no planeo la forma en la que voy a escribir, esa es la forma en la que la novela o los poemas piden ser escritos y yo respeto ese impulso creador. Lo mismo hago en teatro. En teatro, cuando yo mezclo los géneros, las artes y todo esto, lo hago por una necesidad. Yo sí creo que la forma es muy importante en el sentido de que es la manera que utilizamos para transmitir el mensaje, pero para mí la forma por la forma misma es inválida. La forma es importante en la medida de que es una consecuencia del contenido. Yo, de hecho, como directora teatral no soy de las que pone fuegos artificiales, ahora una danza y ahora un textito y ahora vamos a hacer un cambio de tal cosa, no. Es decir, cómo se va desarrollando el texto en el sentido de las ideas, de la ideología que va guiando ese espectáculo y cómo lo represento mejor, esta idea me está quedando muy ilustrativa o muy teórica, bueno, entonces, la voy a probar en otro lenguaje a ver cómo funciona y, si ese lenguaje no funciona, lo pruebo en otro lenguaje, porque me parece que es muy importante lo que uno dice. Creo que lo más importante es lo que uno dice y, consecuentemente, cómo lo dice para que lo digás de la mejor manera posible en los límites y las capacidades que tiene uno.
Otro recurso que utilizás mucho es la reiteración. ¿A qué se debe?
La reiteración es otra figura literaria como la metáfora. Yo hago una cosa con las novelas y los poemas que viene del teatro, que yo lo voy escribiendo, pero lo voy oyendo en mi cabeza, como lo oye una directora o una actriz. Entonces, hay una cierta musicalidad que no necesariamente es la que le gusta a todo el mundo, pero que es la que a mí me gusta cuando la voy oyendo. La reiteración surge de allí, surge de la necesidad de enfatizar, de enfocar, de aclarar, pero, sobre todo, de seguir un ritmo y una música que sí viene claramente del teatro en mi caso, que la literatura lo tiene, el lenguaje lo tiene por supuesto, pero que en mi caso viene del teatro y es que a mí me pasa que hay capítulos que yo los veo en un escenario.
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Hecho de guerra es un caso muy evidente. Yo estoy en un lugar, en una madrugada, estoy cambiando de canal en la televisión, con insomnio no encontraba programación que me gustara y caigo en Radio y Televisión Española, que está dando un documental que se llama La maleta de Penón. Y ahí hablan de Agustín Penón. Y digo: “pero, yo tengo un amigo que se llama Agustín Penón, el hermano de Margarita, ¿cómo es posible? ¿por qué no me calzan las fechas?”. Veo todo el documental y le escribo a Margarita un correo y ella me aclara que no es su hermano, sino su tío abuelo y me ofreció darme la maleta de Penón y enseñarme los documentos en los que se basó el programa que había visto. Decidí escribir sobre ese personaje que me encantó y sobre la muerte de Lorca. Pero, ¡nada que ver! La novela se convirtió en una novela sobre los desaparecidos en América Latina porque, claro, Lorca no tiene lápida, no tiene tumba. Entonces, la novela se fue por ahí. Pero, ¿cómo surge la novela? Cuando yo estoy oyendo todo esto, veo a una mujer en un andén de tren. A mí los andenes de tren me encantan y los he usado en Mujeres que beben vodka y en muchos de mis espectáculos. Entonces, yo parto la novela de una mujer contemporánea que está esperando a que llegue el cadáver de su amado que murió en una guerra que ella no sabía que existía y que no sabe tampoco por qué lo mataron. Por supuesto, el cadáver no llega nunca, pero ese es el pretexto para desarrollar toda la novela, porque Lorca muere en vísperas de la Guerra Civil Española, es decir, Lorca es un asesinato, no es un crimen de guerra. La novela se llama Hecho de guerra porque el acta de defunción que encontró Agustín Penón, que es la única que el mundo ha conocido de la muerte de Lorca, un tico, me encanta, dice: “causa de muerte: heridas provocadas por hecho de guerra”. Y yo digo: “perdón, no había guerra”. En agosto de 1936 no había empezado la Guerra Civil Española, o sea, eso no es cierto. Entonces, a partir de ahí desarrollo toda la novela, pero está revuelta mi imagen de esa estación de tren y de esa mujer que, además, siempre soy yo, que está esperando su muerto que viene en un tren, los diarios de Agustín Penón, la historiografía de la Guerra Civil Española, el amor de Marta Osorio por Agustín Penón, mi relación con Federico García Lorca y, para rematar, mi hijo se casó con una catalana y vive en Barcelona. Todo eso está mezclado y el tema de los desaparecidos.
Entonces, como comprenderás, mi mente, mi existencia es fragmentada. Entonces, la estructura de todas mis producciones es fragmentada, teatrales y literarias, porque mi integración existe a nivel emocional y a nivel ideológico, pero en la cotidianidad no. Me parece que la fragmentación es una cosa hermosísima de la contemporaneidad que a mí me gusta explotarla. Ese es uno de los ejemplos más claros de cómo cada historia, cada libro, cada producción teatral y literaria escoge también la manera en la que quiere ser contada.
En torno a Delirio de las horas oscuras, ¿de qué es tu corazón: de aguacate, de chocolate, de pescado, de elote? ¿De qué es tu corazón, María?
MBP: Es de todas, por eso lo puse en todas, porque soy incapaz de decidir. Yo utilizo la imagen del corazón tanto en espectáculos de teatro como en la literatura. Es un corazón que está muy herido, entonces hay que coserlo constantemente. Yo digo en Marcas de agua, que es el libro gemelito de Delirio de las horas oscuras, que yo quisiera tener muchos corazones para que cuando un corazón se rompe y ya no sirve, poder tener uno de tela, uno de encaje, uno de lata. Por eso tengo una gran colección de corazones de artesanías de muchos países.
A mí me gusta mucho el asunto del corazón, el corazón no como órgano físico, sino como ese lugar donde se depositan los amores y los desamores de todo tipo. Creo que la confesión fundamental de ese libro es que yo no sé cocinar y que a mí no me gusta cocinar, lo cual para una mujer es como decir “no quiero tener hijos”, “no me gustan los niños”. Parece mentira, son declaraciones fuertes. Y cómo ella necesita constantemente cocinarle a esa muerte que está en el quicio de la ventana. Esa muerte viene de Hecho de guerra. O sea, es un personaje que se sale de ahí y que llega a Delirio de las horas oscuras a sentarse en la ventana y esta mujer trata de seducirla junto con el insomnio de las mujeres.
El insomnio de las mujeres se ha tocado en teatro de manera interesante como en La tumba de la tía Tencha de Rolando Quesada, pero a mí me encanta porque es la historia también de algunas de mis tías que a las 2 o 3 de la mañana se levantaban a tomarse un licorcito para el acabamiento o un tecito para no sé qué y, en el fondo, es que eran brutalmente insomnes, como lo soy yo, y cómo las mujeres no podemos dormir, usualmente porque los hombres no han llegado, porque están en la guerra, están en algún otro amor, están arriesgando la vida, en sus luchas personales. Y uno está esperando a que lleguen los hijos, los padres, los novios, los maridos para poderse dormir. Esa es una cosa que las mujeres tenemos como una lección familiar. Y esa imagen pasa al poemario Erótica maldita, el cual está publicado por el New York Poetry Press y es mi primer libro bilingüe inglés-español. El poemario parte de estas mujeres que toda la noche caminan dentro de la casa velando y en el fondo son las mismas mujeres. Yo puedo hacerles una guía, una orientación y en todos los libros me contesto a mí misma o desarrollo a otro nivel el mismo personaje, la misma mujer protagonista que soy yo y la misma antagonista que es la muerte y otros más que aparecen. Pero, en este caso la unión de las mujeres entre Delirio de las horas oscuras y Erótica maldita es directo. Yo hago así, me salto un libro y luego, en el otro, aparece otra vez la obsesión. En el fondo es eso, obsesiones que uno tiene, preguntas que se hace uno a sí mismo y que no ha encontrado todavía la totalidad de las respuestas.
¿A la muerte se le puede hacer frente invitándola a comer?
MBP: Obviamente no. En Delirio de las horas oscuras ella no lo consigue, pero es un recurso femenino: la tentación de la comida. Pero, además, yo tengo amigas muy queridas, muy cercanas, mexicanas y costarricenses que son maravillosas cocineras, yo las nombro al principio del libro, a todas, y siempre he tenido una gran admiración por ellas, porque yo soy incapaz de hacer un huevo. El huevo frito se me pega, el arroz me queda masudo, y no es una pose, es que me pasa. Entonces, esa admiración que yo tengo por lo que yo digo: sobrepasar las horas oscuras delirando en una cocina, cosas que uno le va a ofrecer uno a los demás, me parece que es una imagen maravillosa. Yo deliro escribiendo o haciendo teatro, mis horas oscuras las sobrevivo así, pero conozco mujeres que las sobreviven con la cocina. Entonces, este es un homenaje a todas esas mujeres y un intento de relación con esa mujer, esta Catrina que tengo en el quicio de la ventana, que no se decide a entrar y llevarme, sino que está ahí, esperando el momento, la cabrona, diría yo en buen mexicano. Entonces, ella pasa las 24 horas, que son simbólicas, es toda la vida, pero es todo el día completo hasta el final, tratando de convencerla de que venga, hasta que se da cuenta de que es imposible, de que ella no va a venir, que hay que sobrevivir a sus propias horas oscuras como se pueda. Este es otro tema que aparece en todas mis novelas también.
La reiteración que hacés ahí: “estos tiempos terribles de los hombres, que no de Dios”. ¿Es una denuncia contra los hombres en específico o contra la especie humana?
MBP: Tradicionalmente, los que hacen la guerra son los hombres, por una inmensa mayoría del 98 %, entonces es contra el género masculino. La humanidad macho, que llamaría La Loca de Chaillot. Es decir, los que hacen la guerra son los hombres; las mujeres, usualmente, no hacemos la guerra, no sé si porque no tenemos un poder para hacerla, hablo del poder literal, gubernamental, de ejército, militar; o porque al ser el género que da a luz, creo que uno no puede concebir la muerte de la misma manera, porque uno sabe el significado de tener una vida durante 9 meses, darla a luz, con las dificultades que eso implica. Eso ya es especulación, no sé si esa es la razón, pero estoy eliminando también esa creencia injusta de que resulta que Dios es culpable. O sea, lo bueno es de Dios y lo malo es de Dios y no sabemos bien la razón, pero por algo será. No, no. Lo bueno y lo malo lo hacemos los seres humanos. Dios es una necesidad que tenemos de depositar en alguna parte lo que no es posible asumir, como la muerte, como las pérdidas. Entonces, uno ha creado esta figura maravillosa, todomisericordiosa, que nos tranquiliza. Yo soy profundamente creyente, pero no en la Iglesia Católica, sino en Dios, en Jesús, que es un gran hombre, como lo fue Mahoma y Buda, y que nos tranquiliza, nos da paz. La oración nos liga con este pensamiento y es enviar un mensaje al cosmos para que cuide a la gente que amamos, para que nos dé una respuesta. Pero, los tiempos terribles no son de Dios, son de los seres humanos y, específicamente, en el caso de ese libro, de los hombres, que han inventado la guerra, que han inventado que los hombres tienen que irse, que deben dejar sus hogares, básicamente por la guerra, por la violencia en general, que los maten en una esquina para robarles un celular, que establezcan narcotráfico y se den de balazos con gente por narcotráfico, que se sientan con derecho de matar a las mujeres.
En una entrevista, Amelia Rueda me dijo: “María, ¿por qué los hombres matan a las mujeres?” Yo dije: “porque pueden”. Y fue un escándalo. Saltó la central telefónica. Los hombres matan a las mujeres porque pueden, porque tienen ese poder, porque nadie se los ha quitado nunca, porque no les han enseñado que no es una posesión de ellos, que no es objeto de la casa, como un florero. Las matan porque pasionalmente defienden cosas tan absurdas como el honor. La infidelidad es un problema muy complejo, pero el hombre lo vive como una herida narcisista, es decir, ella se atrevió a tracionarME cuando es mía y otro se atrevió a meterSE con una posesión que es mía, por lo tanto, yo elimino esa posesión. Lo hacen porque las leyes están hechas por los hombres y porque hay una gran mayoría de jueces hombres que deciden que, aunque un hombre le haya dado 27 puñaladas a una mujer, no se puede probar que hubo encono, no se puede probar que hubo intencionalidad. Eso me recuerda la película Chicago en que la asesina dice “y él, mi marido, se tropezó 17 veces con mi cuchillo”. Es decir, es una joda que representa lo que sucede con los hombres. Si alguien le da 17 puñaladas a otra persona, ¿cómo no va a haber intencionalidad y encono? Esa impunidad que tienen los hombres les posibilita matar, los hombres tienen la posibilidad de matar. Entonces, matan porque pueden matar.
Otro elemento del libro que llama la atención son las recetas sofisticadas y la modificación que le hacés a cada una. ¿Siempre es posible modificar las recetas que aprendemos de la vida?
MBP: Es correcto, siempre. Incluso, a mí me gusta mucho comer, me encanta. Es un placer de la vida que me encanta y, cuando digo comer, no son platos todos elaborados. El rice and beans con leche de coco me fascina, el gallo pinto sin leche de coco que hacen en mi casa me encanta. Entonces, como me gusta comer, son recetas que me gustan y creo que lo que efectivamente aprendí de mis amigas es que si no hay de esto le podés poner de esto otro y la receta queda deliciosa. Y de la vida aprendí, no que si te da limones hagás limonada, porque esa es una cosa muy complicada. Tengo un amigo que lo dice más lindo: “si la vida te da limones, tomate un tequila”. Eso me parece más interesante. A nosotros se nos da una realidad, infinitas realidades a lo largo de la vida y en uno está qué hace con esa realidad, cómo la vive, cómo la sobrevive, cómo la reescribe. En el caso maravilloso de los que tenemos el don de la vocación artística, tenemos la posibilidad de reescribir nuestra historia y nuestras realidades. Pero, todo el mundo tiene la capacidad de transformarlas, de sobrevivirlas, de trabajar con ellas y de realizarse a pesar de ellas.
Y digo vocación artística porque no es un talento, es un don vocacional, porque el arte solo se resiste con vocación. Es decir, no es posible que en un país que desprecia a los artistas, que no tenemos financiamiento, que no tenemos ministerio que nos represente, que no tenemos medios de comunicación colectiva que les interese lo que hacemos, uno siga clavado en el arte. Eso es porque es una pasión, es un veneno, es una vocación, solo así se resiste. Es muy fácil ser neurocirujano en el sentido, no de que requieren 12 años de estudio, no, sino que está muy bien recompensado, viven muy bien, tienen prestigio social. Nosotros tenemos los mismos 18 años de estudio, las mismas horas de trabajo, no tenemos vacaciones, no tenemos fines de semana, tenemos que dar función sí o sí, pero no podemos pagar la renta, en la familia no gustamos demasiado ni como nueras, ni como yernos, ni como hijos, ni como nada. Y, además, nos critica todo el mundo porque todo el mundo sabe de teatro, entonces todo el mundo sabe si es buen actor, mal actor, buen director, mal director. Entonces, definitivamente tiene que ser una vocación.
A propósito de Marcas de agua, ¿cuán conveniente es olvidar?
MBP: Creo que puede ser una bendición y una maldición. Yo tengo una historia que es muy particular. Mi padre se muere cuando yo tengo 14 años y resulta que yo no lo lloro, yo no lo sufro. Inmediatamente tengo que ayudar a mi mamá a trabajar en cosas, yo estaba quinto año de colegio e iba a entrar a la universidad al año siguiente, obviamente con una beca, y descubro como a los 24 o 25 años que no me acuerdo de mi infancia y de mi adolescencia, del todo no me acuerdo. Y cuando digo que no me acuerdo es que son chispazos, no me acuerdo de amigos, no me acuerdo de noches enteras estudiando para el examen de tal cosa, no me acuerdo de un campamento, no me acuerdo de una fiesta. Y digo: “qué raro, será que todo el mundo debe ser así”.
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Cuando cumplo 40 tengo una crisis muy profunda que me cambia la manera de hacer teatro y empiezo a escribir. Ensayo escribía antes, pero cambio la manera de escribir, entro en la ficción y, a partir de ahí, es otra historia. Pero, ahí descubro que mi padre murió, parece loco, pero así es. Entonces, hago un duelo que no había hecho antes y descubro que mi memoria, mi cuerpo, hace un mecanismo que continúo repitiendo y es que para que la pérdida no sea tan terrible, olvido. Pero, como el olvido es indiscriminado, olvido lo bueno y olvido lo malo. Si me preguntan: ¿qué hizo el lunes pasado? No tengo la menor idea. Mi agenda es una agenda muy detallada, yo apunto todo. Entonces, podría ir a la agenda para ver qué hice, pero yo no me acuerdo.
Entonces, yo he olvidado miles de cosas que no hubiera querido olvidar, he olvidado miles de cosas que sí quería olvidar, pero mi memoria se acuerda de cosas que nunca vivió. Por ejemplo, yo estaba en el ballet de Coralia Romero cuando fuimos invitados a una gira por Centroamérica, yo bailaba dos solos, así que yo tenía que ir. Era el famoso viaje a Choluteca. Pero, mi mamá dijo la noche anterior: “María no va”. Fue un escándalo, fue un drama, no sabían cómo sustituirme, pero mi mamá se emperró y yo no fui. Viene el accidente de Choluteca. Y luego, hablando con algunas de las sobrevivientes les dije: “¡Ay, sí, yo me acuerdo cómo el bus dio dos vueltas y cayó en el guindo y cómo salimos por una ventana y había una cuesta muy grande que había que subir, toda de zacate, pero estaba lloviendo mucho, entonces teníamos que agarrarnos del zacate, para lograr subir para pedir ayuda. Y me acuerdo que tenía las uñas muy llenas de tierra!”. De eso me acuerdo claramente, pero yo no fui en ese viaje. Y no es que es una alucinación.
Entonces, mi memoria recuerda cosas que nunca pasaron. Así que yo tengo una relación maravillosa con mi memoria porque es una fuente interesantísima de material, de contradicciones. Entonces, Marcas de agua obedece a eso. Yo no quisiera tener esta memoria, no es una elección. Me gustaría recordarme de ciertas cosas y olvidarme de otras, como todo el mundo, pero en mi caso no funcionan así, funcionan temperamentalmente, a como se le antoja a ella.
¿Qué considerás importante que olvidemos y qué considerás imprescindible que no olvidemos?
MBP: Yo creo que no se pueden olvidar las experiencias vividas que nos llevaron a aprendizajes y a crecimiento personal y creo que no debiéramos olvidar nada, que lo que tenemos que aprender es a convivir y a sobrevivir esa memoria. Yo, por ejemplo, a los seres amados que han partido no los quiero olvidar, a lo amores que he perdido no los quiero olvidar, quiero aprender a convivir con ellos, quiero aprender a convivir con el dolor, con el tiempo que pasa, con el deterioro físico, con todas esas cosas que son humanas, que hacen que yo sea humana, que me hacen ser la mujer que soy hoy, pero colocando el dolor, el amor, el desamor, la pérdida, la muerte en un lugar con el que yo pueda relacionarme, con el que yo pueda sobrevivir y convivir. Hay veces que eso es imposible, es irremediable, pero la gente dice “es que yo quisiera olvidar”. Yo creo que uno no olvida, en el fondo, creo que lo que hace es aprender a vivir con. Creo que eso también es muy fuerte, es una cosa muy terrible. Ahora, hay que gente que sí logra olvidar y debe ser un don también.
Relacionado con el “no olvido” y el cultivo de la memoria, pasemos al Libro de sombras. ¿Son las mujeres las guardianas de la memoria?
MBP: Yo no me atrevería a afirmar eso. Creo que hay hombres guardianes de la memoria también, todos los escritores y los artistas. Creo que los artistas somos guardianes de la memoria, creo que los escritores somos guardianes de la memoria, entendiendo a los artistas como los y las y a los escritores como a los y las. Creo que el arte es la guardiana de la memoria, porque la historia es guardiana de una memoria falsa, de una memoria que fue escrita por los vencedores, que fue escrita por alguien que quizás la vivió, quizás la oyó, pero que no sé si tendrá toda la autoridad del mundo para defenderla y preservarla. Los escritores y los artistas no guardamos la memoria histórica, guardamos la memoria, pero declaramos cuando es ficción. La historia se hace pasar por verdad absoluta y eso es lo que a mí no me gusta. Nosotros no, asumimos que es ficción, que es la manera en la que yo veo la memoria y la historia.
Ahora, como país, Costa Rica no tiene memoria histórica y eso sí me parece uno de sus mayores problemas políticamente hablando. Es brutal e imperdonable la falta de memoria histórica que tenemos y la estamos pagando cada vez de manera más cara y más dura. Como país sí habría que tener memoria histórica, como colectivo de nacionalidad tendríamos que tener memoria histórica y no la tenemos. El país no la tiene.
Una de las frases recurrentes en el libro es “se instaló un gran silencio”. ¿Viven las mujeres en silencio?
MBP: Sin duda. Esa sí es una verdad absoluta. Creo que uno de los grandes retos de la mujer es romper ese silencio. O sea, escuchar que tiene voz y que la voz sea la personal, la propia, la original. Ahora, romper el silencio no es hablar. Las mujeres hablamos igual que los hombres, aunque los hombres dicen que hablamos más y puede ser que sí, porque puede ser que hablamos y organizamos fiestas y hacemos muchas actividades para tapar el silencio, porque el silencio es terriblemente duro. En el caso nuestro, con nuestros asesinatos, con nuestras pérdidas, porque todo el Libro de sombras son mujeres que han sufrido determinadas características y condiciones. Después de eso se instaló un gran silencio porque es el silencio que acalla la sexualidad, el asesinato, la erótica, la independencia. Entonces sí, las mujeres vivimos, o sea, se nos instala un gran silencio para callarnos y ahí, en ese sentido, hay que romperlo.
Otra frase reiterativa que usás es “una vez tuve tantos años, pero ya no los tengo más”. ¿Por qué es importante despojarse de las limitaciones que imponen las edades?
MBP: Más bien es asumir, como lo dice La Biblia muy lindo, que hay un tiempo para cada cosa, y nosotros no siempre entendemos cuándo es el tiempo de cada cosa, porque somos humanos, somos impacientes, porque hay cosas que son invivibles para el ser humano, como la pérdida, como la muerte, como el desempleo. Es asumir que uno tuvo las experiencias de vida que tuvo en el momento que las tuvo que tener, que no hay que lamentarse. Creo que las cosas llegan cuando uno está preparado para que lleguen. Claro que hay experiencias brutales que uno vive, que no tienen explicación por qué le tocaron a una persona y a otra no, y esa es, quizás, una de las preguntas inexplicables que motivan a la escritura, que motivan al arte, que es lo que no tiene respuesta. Pero, creo que no debiéramos quedarnos ahí. Hemos pasado por momentos distintos, hemos pasado por experiencias distintas, por calidades de vida distintas que nos han hecho ser lo que somos para bien o para mal. O, por lo menos, esa es la experiencia que yo tengo y lo que yo quisiera fijar, entender, asumir, aceptar, porque no siempre lo tengo tan asumido en la vida real, en la cotidianidad.
Hay gente se trauma cuando cumple 30, se trauma cuando cumple 40, se enloquece cuando cumple 50 y empieza a hacer tonteras. Creo que son números. Por más que vos tengás 60 y digás que tenés 50, pues las arruguitas son las arruguitas, las canas son las canas, la experiencia de vida es la experiencia de vida. Y yo creo firmemente eso, la edad importa si uno es un vino o un queso.
En Libro de sombras hay un guiño para tu papá.
MBP: Mi papá está presente en toda mi obra. En Libro de sombras es porque yo tengo la misma enfermedad de mi padre: la enfermedad de Charcot. Él era semiparalítico. Mi padre era muy viejo. Mi padre tendría en este momento 123 años. Fue un hombre que se casó muy tardíamente y yo nací cuando él tenía 58 años. Entonces, mi relación con él fue muy corta. Esa enfermedad es en las extremidades inferiores y uno de los síntomas es el pie cavo. Yo he tenido muchísimas operaciones, muchas rehabilitaciones, como Frida he pasado 8 operaciones con 2 y 3 meses en la cama. Entonces, creo que hay un homenaje a los pies de loto, de geisha, de caracol, cóncavos, ahí hay un homenaje a él. Pero, en general, en toda mi obra está él presente a partir de que descubro que ya no está, que es el momento en que nace la escritura. Constantemente me refiero a él y a lo importante que ha sido en mi vida, a la falta que me ha hecho. Hay también presencia de mi madre, pero menos fuerte.
¿Cómo podemos hacer para que esas frases a favor de las mujeres con las que termina cada segmento se hagan realidad?
MBP: Las oraciones. Son mantras que yo me digo a mí misma y que espero que la gente que las lea tome conciencia, las conozca e incluso se las aprenda y las diga, pero el arte no tiene manera de cambiar radicalmente el mundo, el arte es un granito de arena. Creo que el granito de cada uno es el que importa. Este es el mío. Fui asistente de Giorgio Strehler en un espectáculo cuando estuve estudiando en Europa y él hizo giras por la Italia políticamente beligerante. Él hace una obra y al final hay un foro lleno de gente, de sindicalistas, y le dicen: “¿usted cree que con esa obra va a hacer la revolución y va a cambiar el mundo?” Entonces, él dijo una frase que sí no he olvidado nunca y que la he escrito en muchas partes. Él dice: “la historia está hecha de milímetros y milímetros de historia. Yo soy responsable de mi milímetro. Si todo el mundo fuera responsable de su milímetro, por supuesto que haríamos la revolución y cambiaríamos la historia”. Yo creo lo mismo, yo soy responsable de mi milímetro y lo trato de poner en el escenario, en la escritura, incluso en la vida en la medida de mis posibilidades, como cuando invento que las mujeres directoras sean las que tengan posibilidades de ser contratadas por el Teatro Universitario, que nunca eran contratadas, cosas de ese tipo. Pero, ese es mi milímetro. Yo espero que mi milímetro tal vez se junte con otros milímetros y entonces logremos, en algún momento, se vuelvan realidad.
Hablemos del milímetro de Violín de lata. ¿Creés que la generación que creció escuchando esta historia ha logrado escribir un mejor final para la obra?
MBP: Quisiera decirte que sí, pero no puedo hacerlo. El libro se publica por primera vez en 1980, luego tiene una segunda edición en 2016 y una tercera edición en 2017. Ahora es más fácil saber el eco del libro porque me pasó en una Feria del Libro que un chiquito se llevó el libro y al año siguiente llegó a la misma Feria del Libro y me dijo: “mire, ya lo hice”. Todas las actividades hechas. Esto es maravilloso. Otro chiquito se lo llevó, supongo que se lo leyó porque la mamá me dijo “nosotros vinimos a la Feria del Libro el domingo pasado y tuve que traerlo otra vez hoy porque me exigió venir donde usted” y el niño me dijo “yo quiero que usted me escriba una historia como esta pero con estas imágenes”. Era la baraja de Pokemón, que yo no sabía ni siquiera quién era Pokemón. Y me dijo “yo se la voy a prestar porque es mía, pero es para que usted vea los personajes y escriba otra historia como esta, pero con Pokemón”. Por supuesto que no fui capaz.
Luego, Silvia Arce lo pone en escena y estuvimos en La Aduana y fuimos a giras. De alguna manera, el mensaje en teatro llega más rápido y más directo que en la escritura. Entonces, a mí me encantó que se pusiera en escena, yo la vi, me gustó mucho y ellos han intentado seguirla dando en lugares donde los llamen y en comunidades. Esto me parece muy importante porque creo que en la medida en la que se difunda mucho la historia va a haber más posibilidades de que las generaciones cambien.
Ahora, sí he de decir que en mi época no se hablaba de reciclaje. Mi hijo y toda su generación recicla, va apagando luces, no desperdicia el agua. No diría yo que es la mayoría, pero que sí hay un cambio en la sociedad, no debido a Violín de lata, por supuesto, sino a la conciencia de los problemas climáticos y de los problemas de contaminación de basura, de mal uso de la naturaleza.
¿Tenés esperanza de que el mundo alcance a escuchar ese Violín de lata?
MBP: Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Yo no soy suicida. Yo sí toco mucho el tema del suicidio en mi escritura y en el teatro también, porque es un tema que me ronda la cabeza, pero no soy capaz. Yo soy una ariana y los arianos somos demasiado optimistas como para quitarse la propia vida, lo cual es un don. Entonces, sí he rondado el tema, pero creo que solamente cuando no hay esperanza uno ya no tiene el coraje de seguir viviendo y entonces se suicida, que para mí es de un profundo respeto, porque requiere de un gran valor, que yo no lo tengo.
Entonces, yo sí tengo esperanza. Yo no creo que el tiempo pasado fue mejor, había cosas mejores y había cosas peores, pero creo que sí hay un futuro que sí tenemos que construirlo cada día y que sí tiene algún nivel de esperanza. Por supuesto, no sé cuál, pero creo que hay un nivel de esperanza.
¿Como la esperanza de enamorarse de nuevo?, a propósito de Costura a trasluz.
Por ejemplo. Creo que el amor es una de las pocas cosas que valen la pena en la vida, el amor de todo tipo, pero, por supuesto, el amor pasional es una fuerza que ha movido al mundo y, claro, el amor es una gran esperanza, es de las pocas que nos quedan, la amistad. En el amor yo meto el amor filial, el amor fraternal, la amistad, que para mí es profundamente valiosa e importante. Creo que todos esos amores y el amor con el otro, el amor pasional, que tiene una gran carga de dolor y una gran carga de todo lo que yo hablo en toda mi escritura, también es una gran fuerza que mueve al mundo y me parece maravilloso que la gente se enamore a cualquier edad y que arriesgue y luche por eso.
¿Te enamoraste recientemente?
MBP: Costura a trasluz sale de ahí, sale de un encuentro muy lindo que quedó ahí, en ese encuentro. Por eso, yo al final de Costura a trasluz digo “¿será que esto no pasó en la realidad?”. Sí, claro que pasó, pero creo que lo que me motiva a mí metafóricamente en la vida es esa capacidad de ficcionar, es esa capacidad de autoficcionarse, representarse en otra historia, en la que, a lo mejor, hay un final más feliz. Pero, para mí es válido el hecho en sí. A mí sí me gusta estar enamorada, sí me gusta enamorarme, tal vez tengo corazón de potrero, como decía un amigo mío, no lo sé. Pero, sí me parece que así como es bendecida la gente que tiene un amor para toda la vida, yo, como puse en alguna de mis novelas, yo confieso que hasta ese momento yo he tenido 3 amores de la vida, a mucha honra y me encanta. Y todos son distintos, porque yo creo que uno sí tiene la capacidad de amar a las personas de manera distinta porque las personas también son distintas todas. Entonces, uno no ama igual, ama de manera distinta. Entonces, digamos que en este momento no estoy, pero que sí me gustaría.
¡Este libro es apenas del año pasado!
MBP: Sí, de principios de la pandemia. Yo pongo fecha, marzo de 2019, no es un secreto. Si lo leíste bien, fue un reencuentro después de 20 años, después de 15 años, después de 15 años. O sea, no era un amor nuevo nuevo. Es un amor que me he ido encontrando a lo largo de la vida y que lo olvido hasta que esta vez dije “no lo voy a olvidar” porque no merece ser olvidado. Entonces, por si acaso, escribí un libro antes de que se me olvidara. No, claro, es porque es otro momento. Otro momento de la vida, otra cosa. Entonces, digamos que es viejo, pero es nuevo. Las fechas son exactas como muchas de las pistas que yo doy en los libros, son exactas y los nombres son exactos.
¿Aficionada a la lectura de las cartas?
MBP: Me encanta. Me gusta mucho la astrología en el sentido de que hay un mapa estelar en el momento en el que uno nace y que es un mapa distinto cada día y, entonces, es distinta cada persona, como el mapa estelar. Me gusta el tarot, me gustan las runas, me gustan los huesos africanos, de tarot tengo treinta y pico de barajas porque me gustan mucho los dibujos. Me gustan mucho los saberes no tradicionales, los saberes que apelan a otros lugares de conocimiento, a otras formas de entender el mundo. Eso es lo que me gusta. No creo en el horóscopo, por supuesto, porque el horóscopo es una tontera, que le pagan a alguien para que escriba cualquier cosa cada día. Pero, sí a esas otras formas, como la medicina alternativa, la cual es otra manera de encarar el problema de salud de los seres humanos. Bueno, pues yo los encaro como otras formas esotéricas, en el sentido de que no son racionales, de que no tienen una explicación científicamente comprobable. Pero, cuando los campesinos dicen “tembló, mañana cambia el clima” y resulta que el clima cambia, los científicos dicen que no hay explicación, que eso no es cierto, pero todos hemos vivido que sí es cierto. Entonces, la lección de todas esas cosas en la vida, que no tienen una explicación racional, a mí, que sí me han parecido que son reales, me motivan a tener un respecto por otras formas de entender el mundo de otras civilizaciones ajenas a la mía y de ahí viene ese gusto, ese respeto, esa admiración por esos saberes.
¿Y el amor es un tema que lo rige la suerte o es un juego de estrategia al combinar la lectura de las cartas con el amor?
MBP: No. La lectura de las cartas tiene que ver con un camino de vida, en las cuales uno encuentra si lo mira a uno un dios menor con piedad. Creo que no es una estrategia porque creo que las pasiones no se rigen por estrategias, se rigen por un impulso que uno a veces retiene o no retiene, trata de analizar o no, cuando se le va la vida en eso, porque, si uno está arriesgando la vida, tiene el deber de pensar un poco más racionalmente, sobre todo si tiene un trabajo, padres, hijos, hermanos que también comparten el hecho de que uno esté vivo. No se trata de que, como Romeo y Julieta, vivir en esa adolescencia, que uno se mata por amor. En la adolescencia uno está deseando morirse por algo, entonces el amor es muy lindo para ser usado para eso.
Yo creo que no es suerte tampoco. Creo que son dones, bendiciones que uno recibe en el camino y que en uno está cultivarlas, aceptarlas, desarrollarlas, hacerlas crecer, dejarlas ir cuando hay que dejarlas ir, aceptarlas cuando son desamores que se van, aunque se revuelque uno por los pisos, como me revuelco yo en toda mi escritura por los pisos cuando tengo una pérdida de ese tipo. Pero, son procesos de duelo que hay que hacer.
A propósito de otra de las reiteraciones que hacés en este libro, ¿se puede encontrar, recuperar o recobrar el amor después de todas las experiencias que nos da la vida?
MBP: En mi caso no pasó. Pero, justo por eso están las preguntas. Habrá casos en los que sí se puede, en que no importa los años que pasen, resulta que el amor sí era real, sí existía y sí estaba ahí. En este caso en particular, la pregunta está abierta. Si me lo preguntás en la vida real, no fue recuperado en el sentido tradicional del término, pero bueno, me hizo sobrevivir el año de la pandemia muy contenta y me hizo escribir un libro. Así que, de alguna manera, sí recuperé y sí recobré una parte de mí que se había quedado en el camino y me hizo muy bien recobrarla. Yo, como Ángeles Mastreta, creo lo mismo, el amor para toda la vida se inventó cuando el promedio de vida era de cuarenta años, ahora que es de 70 años, ¿qué se hace con los 30 que sobran? Es decir, hay gente que los tiene, yo creo que es bendecida esa gente, en mi caso no fue así, yo no tuve esa bendición, pero he tenido muchas pequeñas, hermosas y maravillosas bendiciones.
¿Cuál es el poder de la escritura femenina?
MBP: Creo que el poder, en primer lugar, de manera pragmática es darle voz a ese 50 % de la humanidad que no la tiene. Pero, el más importante para mí y llevándolo a un nivel un poco más filosófico, es darle al mundo la posibilidad de tener otra manera de mirar, otra manera de mirar la vida, la muerte, la guerra, el amor, la maternidad, la paternidad, la salud. Es decir, el tener muchas maneras de mirar aquello que vivimos cotidianamente, aquello que abra debate, que abra espacios de discusión sobre la no existencia de verdades absolutas que, si vemos la historia de la humanidad han sido muchas trágicas. Esa es una gran ganancia: dar esa posibilidad, dar ese espacio de existencia, conocer ese otro pensamiento, esa otra manera de ver la vida, esa otra manera de nombrar las cosas, la valorización de cosas que tradicionalmente no se valoran: los rituales, los rezos, las oraciones, la comida, todo eso que es un mundo que no ha entrado como valor en el sistema patriarcal. Creo que ese es el gran aporte de la escritura femenina, aquello que me parece más rescatable.
Una tercera razón, que también es pragmática, es que el porcentaje de mujeres que leen es muchísimo mayor que el de hombres que leen. Entonces, a muchas mujeres les va a gustar solamente la escritura de hombres, pero hay muchas que descubren en la escritura de mujeres, y lo sé porque he tenido los testimonios, escrituras que las conmueven mucho y que les dicen “estoy hablando de su vida”. “Es curioso, es que a mí eso me pasó” me han dicho muchas. Y yo estoy hablando de mi más estricta realidad, pero resulta que no es la mía, resulta que es la de muchas. Ya el gran Chéjov lo decía “describe tu aldea y describirás el mundo”. Creo que es lo mismo y pienso que, a nivel pragmático, el gran boom de la literatura es porque la están comprando la mayor cantidad de lectores, que son mujeres.
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