¿Cómo reinterpretarnos en el contexto de la pandemia del COVID-19? Para ayudarnos a armar el rompecabezas, los filósofos Alexander Jiménez Matarrita, Álvaro Carvajal Villaplana, Camilo Retana Alvarado y Luis Adrián Mora Rodríguez, de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica (UCR), atendieron la solicitud de formular un par de interrogantes y esbozar sus respuestas.
Sus explicaciones nos adelantan la tarea que —como personas, ciudadanos y consumidores— tenemos de reinventarnos y reconstruir esperanzas para los escenarios futuros.
Álvaro Carvajal recuerda que Costa Rica cuenta con una larga tradición filosófica que ha reflexionado sobre el vínculo entre ciencia, tecnología y desarrollo. Se ha estudiado cada una de esas nociones por separado, así como en la relación tríadica de esos conceptos.
Ese razonamiento permite evidenciar que la próxima vez que diseñemos nuestro desarrollo, estaremos obligados a enfatizar el aporte humanista de la filosofía a la ciencia y a la tecnología, ya que estas han de tener como centro de su trabajo al ser humano.
-Alexander Jiménez Matarrita: Las pestes traen consigo la posibilidad de hacer distinciones. En medio de ellas, se distingue a las personas solidarias y generosas, empeñadas en sostener la vida, y a las personas que envilecen la vida humana. También separan y disponen dos formas de pensar: la primera, llamémosla prejuiciosa, inunda nuestras conversaciones diarias y seguirá haciéndolo. La segunda es sistemática, suele permanecer alejada de nuestra experiencia cotidiana. Pero en varios países, incluido el nuestro, esta enfermedad ha efectuado un giro y nos ha acercado a la experiencia de gente que sabe y argumenta, y que puede ofrecer datos y evidencias.
No sé cuánto tiempo pueda sostenerse esta primacía pública del conocimiento, me temo que no durará más allá de la duración de la peste. Quizá, apenas cesen los efectos mortales, esas personas volverán a sus laboratorios, a sus pacientes e investigaciones y, en su lugar, aparecerán en nuestra escena pública los charlatanes de siempre.
-AJM: La hospitalidad es una práctica ética y política ligada a la apertura del espacio a quienes son de otro lugar, de otra familia, de otras creencias. Me gustaría saber cuáles serán los efectos de esta pandemia en las ya de por sí pobres prácticas de hospitalidad en Costa Rica, un país que ya es tan poco dado a abrir la casa. No tengo claro qué pueda ocurrir, pero sé que tenemos que pensar en esto. Quizás el confinamiento será la coartada para seguir cerrando nuestras casas y nuestro país a gente que viene de otras partes.
Álvaro Carvajal Villaplana: La filosofía sabe hacer examen crítico de los prejuicios y las creencias infundadas y tiene cierta capacidad para manejar la incertidumbre, de tal manera que si bien la ciencia y la tecnología logran alcanzar cierta certidumbre, no tienen todavía respuestas definitivas. Hay problemas que son filosóficos e insolubles y allí es donde la filosofía da sentido y comprensión.
Sin embargo, la filosofía tampoco ofrece respuestas precisas ni soluciones definitivas. Pero sí abre vías y posibilidades de acción que amplían nuestro pensamiento, que contribuyen a cambiar el panorama de una época y que nos saca de la “tiranía de la costumbre”. Ahora debe ser momento para la actividad crítica, las preguntas incómodas, el cuestionamiento escéptico (pero provisional) y los intentos por obtener respuestas temporales. Esto es lo que permite abrir caminos de posibilidad, lo cual conforma parte del provecho de la filosofía en tiempos de crisis como la actual. Ella construye —en la imaginación— la estructura de los escenarios futuros.
-ACV: Para Leibniz, filósofo y matemático alemán (1646 - 1716), la salud es un bien común, tan importante como la razón. Ese estado de bienestar es básico para el progreso humano, es uno de esos bienes que tiene que estar distribuido entre toda la población. El cuido de la salud, entonces, es un asunto de responsabilidad ética y, en especial, cuando esta se ve perjudicada por una pandemia, tal deber recae mayormente en los gobernantes.
En nuestras sociedades contemporáneas, considero un fracaso cuando la ciencia y la tecnología no se encuentran orientadas al bien común, sino que siguen una tendencia de la gestión del conocimiento. Sus productos de innovación tecnológica benefician a las nuevas y viejas empresas, y el sistema de distribución de esos materiales marca rutas de apropiación, altos costos, dificultad de acceso y tentativas de apoderarse de patentes, de secreto industrial y farmacéutico, entre otros aspectos. De tal manera, y como lo afirma Leibniz, la salud debe ser entendida como un problema ético.
En Costa Rica, habrá que continuar profundizando el desarrollo del sistema científico y tecnológico, que promueva el desarrollo y el bien común, así como seguir fomentando la inversión en ciencia y tecnología. También habrá que empujar los nuevos horizontes hacia la salud pública y al conocimiento compartido, ya que lo importante —como expone el citado pensador— es la supervivencia colectiva.
-Camilo Retana Alvarado: Una particularidad de esta crisis es que nos ha devuelto a nuestra condición común de seres vulnerables. En tiempos normales, algunos actores nacionales han querido entenderse, ya sea por su poderío económico o por su prestigio social, como sujetos o sectores invulnerables. Sin embargo, la coyuntura actual demuestra la inviabilidad de esas fantasías, pues hoy resulta evidente que todos compartimos la condición de encontrarnos expuestos al dolor, la pérdida y la muerte.
Por supuesto que estos tiempos también revelan que esa fragilidad se administra socialmente y que, dependiendo de su capacidad de acceso a servicios de salud o de su capacidad adquisitiva, algunos están bastante más expuestos a sufrir que otros.
Por eso, me parece que una interrogante fundamental para los tiempos que vienen es qué estará dispuesto a dar cada sector en función del bienestar del resto. Si esta crisis nos ha hecho perder algo a todos (aun cuando es claro que unos han perdido más que otros), el único modo de restituir ese tejido dañado es proporcionándonos alivio unos a otros.
Habrá un sector grande de la población que no tendrá nada para dar, porque lo habrá perdido todo. El resto de nosotros, sin embargo, deberá preguntarse: ¿cómo puedo hacer para ofrecer consuelo y cobijo a ese sector? Estoy pensando en una gama muy amplia de acciones: desde dar compañía y contención a quienes perdieron a alguien que amaban, hasta ofrecer nuestros propios recursos y medios a quienes se quedaron sin empleo y sin comida. Pienso también que es necesario que marquemos muy claramente al sector empresarial y gubernamental la agenda que debe venir; es decir, una agenda en la que debe primar la solidaridad y la justicia social por encima de la codicia y la ruindad.
-CRA: La otra tarea que se impone es la de producir esperanza. La esperanza no es algo que se tiene, sino algo que se produce colectivamente. Debemos ser muy decididos como país en este punto, porque sin esperanza no hay reconstrucción posible. Y acá de nuevo la única vía posible que yo entreveo es estar juntos. Si queremos que haya país en el futuro, deberemos aprender a estar más juntos que nunca.
Luis Adrián Mora Rodríguez: Se ha revelado la importancia y centralidad de la institucionalidad pública, esa misma que ha sido duramente criticada y atacada en los últimos años. Tanto la Caja Costarricense de Seguro Social, como el Ministerio de Salud, así como la Universidad de Costa Rica y sus personas trabajadoras, han demostrado la imprescindible necesidad de contar con un aparato estatal fuerte, solidario y de respuesta centralizada y coordinada. Es una situación que nos ha abierto los ojos frente a la importancia de lo colectivo, por encima de lo individual.
-LAMR: Es sin duda una pregunta evidente pero de difícil respuesta. Hubo que reinventar el contacto, pero siempre se trata de un contacto defectuoso. Hubo que reinventar el tiempo —y eso nos cuestiona sobre la temporalidad— sin descanso, que estábamos llevando. Una temporalidad devoradora, ya sea en el ámbito del trabajo, pero también de los estudios. Es ahora, más que nunca, que se impone no volver a la normalidad, que se demuestra que vivíamos una normalidad enferma, preocupados por alcanzar una serie de metas y "éxitos" que tienen ahora un lugar banal, sin relevancia.
El reto que queda es lograr que esa "normalidad" no nos alcance ahora, precisamente en estos momentos que tratamos de imaginar otra cosa y, sobre todo, que estamos bajo la presión terrible de la incertidumbre. Pedir, por ejemplo, clases "normales", cumplir con objetivos establecidos antes, producir como "antes", es totalmente irrelevante y refleja una incomprensión total de los hechos.
Lo anterior vale, desde luego, para nuestra visión de país: el consumo nacional, local, la valorización de ciertos trabajos y el cuestionamiento de nuestro modelo es fundamental.
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