El 15 de mayo se celebra el Día del Agricultor Costarricense, y la ocasión es propicia para recordarle a nuestra población el aporte que hacen las más de 280.000 personas, hombres y mujeres, dedicados a la producción agropecuaria en nuestro país.
Expresamos por este medio nuestra felicitación y nuestro sincero homenaje a todas estas personas que realizan un trabajo heroico, afectado por fenómenos naturales, por coyunturas internacionales, y a veces, por la injusta falta de reconocimiento por parte de algunos sectores de nuestra población.
Nuestro agro produce el 70% de la canasta básica alimentaria; si en estos meses de pandemia no ha fallado la disponibilidad de alimentos en Costa Rica, ha sido por el trabajo tenaz, y a menudo no reconocido como se debe, de nuestros agricultores y agricultoras.
El sector también genera el 40% de la exportación de bienes. La actividad agroexportadora genera gran cantidad de empleo y divisas. Por su alto grado de encadenamiento con otras actividades más allá de la producción primaria, el agro genera alrededor de 500.000 empleos directos e indirectos. Esto contribuye a la dinamización de la economía, especialmente en las zonas rurales, contribuyendo a la paz social de Costa Rica. Por su importancia estratégica, la producción de alimentos debe ser objeto de políticas agrícolas diferenciadas.
En la situación actual, a nivel mundial la posibilidad de incrementar la producción local de alimentos se vislumbra como condición necesaria para salir de la crisis y para la equidad social poscrisis, porque ayuda a la economía rural local, y porque hay incertidumbre con respecto a la disponibilidad de alimentos en el mercado global, debido a la pandemia.
Si bien producimos alrededor del 70% de la canasta básica alimentaria, este porcentaje incluye prácticamente el 100% de las frutas, hortalizas, carnes y lácteos que consumimos, pero solamente el 20% de los frijoles y 40% del arroz, nuestros dos alimentos de mayor consumo. Esto supone una situación de dependencia alimentaria, causada en gran medida por las políticas de desestímulo a la producción local de alimentos, puestas en práctica desde hace 30 años.
En numerosas publicaciones y otras participaciones públicas, el término “soberanía alimentaria” ha sido confundido con “autoabastecimiento alimentario”, y se han hecho comentarios a partir de esta confusión. En realidad, soberanía alimentaria no significa producir todo lo que comemos, pues claramente eso no es posible, porque no tenemos las condiciones ecológicas para hacerlo.
El concepto se refiere al derecho de los países a definir su propia política agraria y alimentaria. Naciones como Estados Unidos y algunas de Europa lo practican todo el tiempo en su política agrícola, sin temor a promover, apoyar, proteger e incluso subsidiar determinadas actividades agropecuarias que consideran estratégicas. El promover este concepto, significa adoptar un comportamiento de país desarrollado en relación con la política pública agrícola.
En ese sentido, soberanía alimentaria tampoco significa aislarse del mundo, como se ha afirmado equivocadamente. Pero sí significa que el país pueda promover actividades que considera estratégicas, invirtiendo para ello recursos públicos en investigación, extensión, mejoras en infraestructura, mecanismos solidarios de comercialización, promoción de valor agregado y otras políticas que favorezcan diferencialmente esos sectores, como lo hacen los países desarrollados.
Si queremos una soberanía alimentaria de primer mundo, es necesario impulsar un agro competitivo y vigoroso, que dinamice la economía rural y al mismo tiempo garantice una alimentación suficiente, saludable y accesible para nuestra población. Para ello, es fundamental que las instituciones académicas, con los recursos materiales y humanos que poseemos para desarrollar la investigación agropecuaria de punta, apoyemos decididamente la productividad y la sostenibilidad que requiere la agricultura, la ganadería y la agroindustria del Siglo XXI.
Debemos trabajar coordinadamente y aliarnos con el gobierno, el sector productivo y el sector financiero. Entre todos podemos proveer el impulso necesario para que el agro sea, cada vez más, fuente de bienestar para quienes producen y para quienes necesitan de sus productos. Indudablemente, a propósito del Día del Agricultor Costarricense, este es el mejor reconocimiento a quienes hoy nos apoyan produciendo nuestro sustento.
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