Cuando el reloj marcó las 5:31 de la tarde, un joven desconectó la energía y dejó a oscuras a los diputados que estaban dentro de la Asamblea Legislativa. Diez minutos después otros se armaron con piedras y destrozaron los vidrios del edificio y a las 6:01 los policías tiraron el primer gas lacrimógeno. Hicieron falta quince minutos más para que otros muchachos escabullidos entre la multitud incendiaran las cortinas y su piromanía alcanzó para quemar un automóvil estacionado cerca de los manifestantes. Humo, fuego, piedras y gases volando por los aires interrumpieron la mítica tranquilidad de San José durante ese viernes 24 de abril e hicieron de esa tarde el momento más recordado por el movimiento estudiantil costarricense.
En la Costa Rica de 1970, ese era un escenario inédito: una juventud rebelde, cientos de detenidos y ventanales destrozados por las piedras que los muchachos lanzaron en su escape. Ese mismo escenario puso fin a una cadena de movilizaciones iniciada en marzo y que terminó al caer la tarde de ese viernes, cuando la fuerza policial reprimió la protesta de unos treinta mil estudiantes, luego de conocer la aprobación legislativa del último debate sobre la empresa Aluminum Company of America (Alcoa).
Lo más recordado por quienes estaban ahí es el rostro juvenil que protagonizó las acciones: miles de jóvenes de secundaria y muchos estudiantes de la Universidad de Costa Rica (UCR), todos acusados por sus mayores de conspirar contra el Estado y de ser vehículos del comunismo por su afrenta en contra de una transnacional que buscaba explotar un amplio terreno de Pérez Zeledón para producir aluminio. Pero con el paso de los años, ese Estado nunca lograría garantizar las exigencias de Alcoa y el resultado de aquellas protestas fue una efeméride estudiantil que ahora acumula medio siglo desde su creación.
Inmediatamente después de sus acciones y conscientes de su carácter disruptivo, las personas que protagonizaron esas protestas crearon una efeméride que aseguró la permanencia de ese momento en la memoria: cada año, el 24 de abril sería recordado como “El Día del Estudiante Universitario Costarricense”. Poco tiempo después, esa juventud empezó a ser reconocida como “la generación de Alcoa”, pero cuando bautizaron una explanada en el corazón de la UCR como “Plaza 24 de abril” y cuando la Semana Universitaria se trasladó para la tercera semana de abril, la memoria encontró otros lugares para alojarse y perpetuarse.
Luego de cincuenta años, miles de personas han caminado por la Plaza 24 de abril y muchas han sido parte del movimiento estudiantil de Costa Rica. Después de 1970, las juventudes universitarias del país acumularon una cantidad sobresaliente de acciones políticas, pero “la generación de Alcoa” y sus protestas nunca han dejado de ser un referente en la memoria.
Pero ¿qué había sucedido antes para que la oposición a esa transnacional resultara tan significativa? Ciertamente, lo más novedoso de aquellos días fue el componente juvenil. Hasta 1970, muy pocas protestas habían sido organizadas por la juventud universitaria y en general, su cultura política era recatada y conservadora. Pocas veces las manifestaciones se extendían fuera del campus de la UCR y las agrupaciones más radicales tenían un papel marginal dentro del movimiento estudiantil.
En medio de la Guerra Fría, en un país con una única Universidad y con una sola juventud universitaria, todo lo que sucedía en San Pedro era rápidamente posicionado en el centro de la opinión pública. Por eso, el prestigio de la UCR era celosamente resguardado por sus estudiantes y autoridades y las acciones contra Alcoa fueron un resultado de esa cultura política y de un antiimperialismo germinal.
Iniciaron a finales de 1968 con debates universitarios organizados por la Federación de Estudiantes Universitarios de Costa Rica (Feucr). Salieron de la Universidad en forma de campos pagados en la prensa y de marchas por las calles de la capital durante algunos días. El movimiento estudiantil logró generar una oposición amplia a la que se unieron organizaciones gremiales, partidos políticos y algunos diputados.
A lo largo de los años, aquellos días fueron recordados como “las jornadas de Alcoa” y de ellas quedó el recuerdo de quienes se valoraron como sus protagonistas: jóvenes que más tarde fueron miembros de partidos políticos, legisladores y que trabajaron como autoridades y profesores de las universidades públicas de Costa Rica, desde donde actualizaron su pasado y se encargaron de que las nuevas generaciones conocieran sus experiencias juveniles.
Como todo trabajo de la memoria, el de “la generación de Alcoa” requería de una selección de los momentos, personas y grupos más sobresalientes de 1970 y ciertamente, la composición juvenil y las acciones disruptivas de esa juventud fue lo más rememorado, pero de esa memoria también sobresalen liderazgos predominantemente masculinos y acciones de rebeldía expresadas en las calles.
Medio siglo después, lo más valioso de “las jornadas de Alcoa” sigue siendo la actividad política de la juventud y la organización de un movimiento estudiantil cuyas acciones movilizaron a un amplio sector de la población costarricense. Tras cinco décadas, los elementos más sobresalientes de la memoria indudablemente son los menos mencionados: el papel de tantas personas que no sobresalen entre las más recordadas, las mujeres del movimiento estudiantil que todavía son desconocidas, aquellos muchachos y aquellas muchachas que alzaron la voz por primera vez y que nacieron políticamente en esos días pero que no tomaron papeles protagónicos en el movimiento. Luego de cincuenta años, recordar el 24 de abril de 1970 es un momento ideal para dimensionar qué vino después y qué movimientos juveniles quedaron entre la memoria y el olvido.
Públicamente, el espacio de la memoria para las movilizaciones juveniles posteriores a1 24 de abril de 1970 ha sido limitado. Es por eso que la conmemoración de esa acción debe funcionar como un espacio propicio para el recuerdo de otros movimientos estudiantiles que también actuaron y que siguen actuando desde la particularidad de sus contextos históricos, porque si la década de 1970 fue inaugurada con protestas universitarias, lo cierto es que los decenios de 1980, 1990 y el 2000 también nacieron escuchando voces de protesta juvenil. No se trata de juzgar la agencia de las juventudes como ya se ha hecho en otros momentos. Se trata de comprender el signo de cada generación, los desafíos de cada contexto y tomar consciencia del largo camino existente entre la generación de Alcoa y la generación del Covid.
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