Una cuarta parte de la población costarricense está dispuesta a arriesgarse al contagio del COVID-19 para celebrar la Navidad y el Año Nuevo con familiares fuera de su burbuja social. Así lo revela la Encuesta de Actualidades 2020 publicada el 16 de diciembre del presente año.
La Encuesta Actualidades es un esfuerzo realizado cada año por estudiantes de la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica (UCR), la cual consulta la opinión de los y las costarricenses sobre temas cotidianos.
En esta ocasión, la encuesta tuvo un enfoque especial a raíz de la pandemia y abordó un total de 12 temas. Entre ellos está el de las “Tradiciones de fin de año en época de pandemia”, efectuada por Sebastián Duarte Rojas, Sebastián Montero Jiménez y Natalia Núñez Calderón.
Al analizar los datos obtenidos de 1 287 entrevistas, cuya tasa de respuesta fue del 50 %, el equipo de investigación encontró que un 23,6 % piensa compartir las noches del 24 y del 31 de diciembre con otros familiares o amigos que no viven en el hogar; es decir, fuera de su burbuja social.
“Es posible afirmar que, de no tener los cuidados necesarios, aproximadamente una de cada cuatro personas se someterá a riesgo de infección por COVID-19 en las noches del 24 y 31 de diciembre, cifra que es mayor entre quienes han adoptado menos prácticas preventivas que son casi el 33,7 %”, indicó Sebastián Montero.
De acuerdo con Montero, las personas que más están dispuestas a arriesgarse son aquellas con educación universitaria (32,2 %) y entre costarricenses (25,1 %).
De igual forma, ese deseo se da más en aquellas personas que poseen mayores facilidades económicas y cuyos ingresos se vieron poco o nada afectados por el COVID-19.
“Un aspecto importante es que este porcentaje también es más alto entre quienes, por lo general, sostienen prácticas de riesgo (40,2 %) y aquellos que han adoptado menos medidas para prevenir el contagio (33,7 %)”, manifestó Montero.
Para la Dra. Ileana Vargas Ureña, directora de la Escuela de Salud Pública de la UCR, ese comportamiento podría deberse a que las personas con un nivel educativo más alto, y con mayores recursos económicos, podrían tener una sensación de mayor seguridad frente al virus.
“Muy posiblemente las personas con un nivel educativo más alto y con más recursos piensen que tienen un buen manejo de todas las medidas de protección como el protocolo o el distanciamiento. También, que tienen el dinero para comprar todo lo que necesiten, entonces eso les quita un poco el miedo al contagio. Otro aspecto es que tal vez estas personas cuentan con seguros privados adicionales que les podrían permitir recibir una atención más rápida a nivel privado. Por lo tanto, es tan solo una sensación de que, al tener los medios económicos, pueden sobrepasar cualquier problema”, opinó la Dra. Vargas.
Otro aspecto abordado por el grupo fue la cantidad de personas anuentes a preparar tamales. Como resultado, esta costumbre está presente en el 57,3 % de los hogares costarricenses y no se registran cambios con respecto al año 2014.
Sin embargo, si se dan importantes modificaciones en cuanto a la cantidad de hogares que podrán preparar este platillo. En relación con los datos expuestos, solo el 29,1 % de las personas consultadas dijo que los hará.
“Distinto a años anteriores, se espera que para finales del 2020 disminuya el número de hogares en los que se harán tamales. Esa disminución se explica, en parte, porque la tradición de hacerlos es más alta en hogares con grandes dificultades económicas y en los que han sido perjudicados económicamente por el COVID-19”, ahondó Montero.
Por lo tanto, según los estudiantes, no es de extrañar que los hogares que harán tamales sean aquellos que no han visto sus ingresos afectados por la pandemia (un 35,2 %) y los que pueden ahorrar con el ingreso familiar, quienes son cerca del 37,1 %.
De igual forma, la “tamaleada” podría guardar relación con la diseminación del virus. Los resultados sugieren que los hogares que harán tamales tienen la magnitud más alta de riesgo, cuando en estos residen personas que también celebrarán fuera de su burbuja en las noches del 24 y 31, si se compara con los hogares en los que no residen este tipo de personas.
“Aunque se espera que para este año el número de hogares dedicados a hacer tamales se reduzca considerablemente, lo cierto es que hay indicios de que esta actividad, de no tenerse los cuidados debidos, puede contribuir a diseminar el virus”, indicó el equipo en su documento.
En declaraciones anteriores, la Dra. Patricia Sedó Masís, docente de la Escuela de Nutrición de la UCR, manifestó que el tamal es uno de los mayores íconos de la tradición alimentaria costarricense.
Por lo tanto, y si se tiene la posibilidad económica, no hay que dejarlos de hacer. En cambio, hay que buscar formas seguras para preparar este alimento tradicional y emplear recetas más sanas.
“Lo que podemos hacer es innovar. Por ejemplo, que una burbuja de la familia haga los tamales y los reparta, y no esa gran unión familiar que se daba antes. Esto ayuda a evitar los contagios. De igual forma, si hay preocupación de que el alimento lleve el virus, por lo general es muy difícil debido a las altas temperaturas a las cuales está sometido el alimento”, destacó la Dra. Marcela Dumani Echandi, docente de la Escuela de Nutrición de la UCR.
Además, agregó: “Con respecto a la preparación, no hay que olvidar que este alimento se puede elaborar en formas más sanas, como incluir vainicas, zanahorias y, al hacer caldos de las carnes, desgrasarlos para que no sea una añadidura más a la grasa de la masa. También, medirse con la sal y aprovechar los vegetales ya sean crudos o con una cocción mínima previa al tamal”, concluyó la Dra. Dumani.
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