En cinco meses que llevamos de la pandemia, es posible que el nombre de Eugenia Corrales Aguilar le resulte conocido. Ella es una de las principales científicas costarricenses que se ha encargado de esclarecer los mitos en torno al SARS-CoV-2.
Pero no solo eso. Esta especialista trabaja como docente e investigadora en la Facultad de Microbiología de la Universidad de Costa Rica (UCR) en diversos proyectos para contribuir a contrarrestar los efectos de la pandemia en el país. Uno de ellos es el desarrollo de medios de transporte viral para trasladar las muestras de pacientes sospechosos con COVID-19, así como pruebas para identificar a personas que se recuperaron de esa enfermedad sin saberlo.
Amante del yoga, la lectura, el cine y los viajes, a sus 42 años Corrales no solo ha alcanzado el reconocimiento nacional, sino también el aprecio de muchos de sus colegas internacionales.
Algunas iniciativas mundiales dedicadas al empoderamiento de la mujer, como Ekpa'palek, posicionan a Corrales como una destacada científica en el ámbito latinoamericano y una inspiración para las jóvenes y niñas.
Su amor por la virología le permitió obtener una beca para realizar un doctorado en Alemania y un postdoctorado en España, ambos con honores. Las menciones logradas reflejan su excelencia, la cual se traduce en las investigaciones que efectúa. Tanto así que, en el 2014, ganó el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología “Clodomiro Picado Twight”.
Cuando se le pregunta a la Dra. Corrales Aguilar sobre sus mayores fortalezas, ella no duda en autodefinirse como una persona insistente y curiosa, dos cualidades fundamentales a la hora de investigar. Además de tener un carácter fuerte que impulsa su constante aprendizaje.
De su ajustada agenda, Corrales nos regaló un espacio para hablar sobre su carrera científica y las motivaciones que la impulsan.
-Si yo le preguntara, Dra. Corrales Aguilar, ¿cuál ha sido su mayor crecimiento personal en los últimos cinco años?, ¿qué diría?
Diría que fue ponerme a mí misma como prioridad. Uno es más que su trabajo, sus artículos científicos y premios. De todo eso nada sirve si uno descuida su salud física y mental. La mejor apuesta que he realizado es hacia mí misma.
-Usted ingresó a la Universidad de Costa Rica en 1996. ¿Por qué decidió iniciar la carrera de Microbiología?
-Yo quería ser astronauta y me gustaba ver todos los despegues. En uno de esos vi explotar el Challenger en vivo y se me quitaron las ganas. Entonces surgieron otras cosas que me gustaban mucho. Uno era ver programas de cazadores de microbios, quienes ingresaban a la jungla para buscar si existía algún animal con un virus extraño que estuviera afectando a una población en particular. Eso me gustó y, al analizar las carreras que se podían cursar, solo Microbiología me daba esa oportunidad de trabajar con los virus, ese tipo de microorganismos y la salud humana.
-La microbiología tiene varios campos de especialización. ¿Por qué escogió la virología?
-La verdad siempre me han gustado los virus. Me resultan fascinantes y son hasta un poco “esotéricos”. Como uno no los ve crecer, como un hongo, una bacteria o un parásito, los virus siempre me parecieron interesantes.
-Gracias a una beca otorgada por el Servicio de Intercambio Académico Alemán (DAAD), en el 2002, usted viajó a Alemania a efectuar su doctorado. ¿Cómo fue esa experiencia y cuál fue su mayor aprendizaje?
-Mi doctorado lo realicé en la Universidad Humboldt de Berlín, en Alemania, en el Instituto Robert Koch. Es como decir, el “Inciensa” de Alemania. Me gradué con honores y después del posgrado me fui a Barcelona, al Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB), España.
El PRBB es un programa desarrollado, entre otros, por el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) y la Universidad Pompeu Fabra. Ahí hice un postdoctorado y luego me devolví a Alemania para efectuar otro.
Mi mayor aprendizaje durante esta época de doctorados y postdoctorados fue creer en mí misma, que yo podía. A veces vuelven las dudas, pero eso fue lo que aprendí. Por otro lado, durante la pasantía en Barcelona también aprendí a bajar las revoluciones. La vida más allá del trabajo es más importante.
-¿Cuáles considera como sus mayores logros?
-Primero, el haber entrado a una universidad pública e ingresar a una carrera que escogí desde un inicio. Ya eso es un logro y un reflejo de haber estudiado mucho en la educación secundaria. Luego de eso, graduarme y obtener la beca del DAAD. Alcanzar el doctorado también fue un logro. En ese momento, uno piensa que es la cúspide, pero en realidad es apenas el inicio, tan solo un requisito más para seguir adelante con diferentes metas y objetivos.
-Y cómo docente, ¿cuáles son sus mayores satisfacciones?
-Cuando veo a un estudiante mío obtener alguna de sus metas, gracias a que yo estuve ahí apoyándolo. Cuando a un estudiante mío le dan una beca para irse a realizar una maestría o un doctorado y luego te dice “gracias”, es algo que emociona y conmueve.
-En el 2014, usted también recibió el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología Clodomiro Picado Twight, ¿qué significó este reconocimiento?
-Fue un momento muy importante para mí. Eso me dio impulso para seguir y no tirar la toalla, a pesar de las limitaciones de equipo, personal, dinero, de todo lo que hay o no hay en Costa Rica. Es saber que uno debe seguir esforzándose y logrando cambios pequeños en la ciencia.
El cambio pequeño que yo más añoro siempre es ver a un estudiante evolucionar. Desde que llega a trabajar conmigo hasta cuando sale. Cómo él o ella evolucionó para volverse una persona crítica y rigurosa en la ciencia, lo cual le abre luego muchas puertas en la academia y en otros ambientes.
-¿Hay algo que realmente la seduzca cuando está en el laboratorio?
-Hay algo que me fascina, extraño y hasta lo veo como una terapia relajante: hacer cultivo celular. Los virus necesitan células para entrar y replicarse. También me gusta mucho hacer experimentos y dar clases en el laboratorio. Creo que es lo que uno como docente debe hacer: transmitir el conocimiento de una forma efectiva.
-¿Qué significa para usted ser parte de la UCR?
Ser parte de la UCR es un privilegio. Hay mucha libertad para investigar en temas necesarios. No son líneas que, por ejemplo, te digan: “si usted está aquí, debe trabajar en estos temas”. En la UCR no, si yo deseo investigar otra cosa y si consigo el dinero, puedo hacerlo. Esa libertad me gusta en el ejercicio de la profesión de investigador. Además, me agrada la transferencia de mi conocimiento al estudiantado, cuando este tiene interés.
-¿De qué forma su rol como investigadora cambió a raíz de la pandemia?
-El cambio ha sido bastante fuerte. Casi el 50 % de mi tiempo diario lo dedico a estudiar el virus, con el fin de informar y de tener claro el panorama cuando el Ministerio de Salud me pregunta, alguna otra autoridad o los periodistas.
He forzado algunos cambios, pero en las mañanas voy a la Universidad para trabajar en el laboratorio en los proyectos relacionados con el COVID-19. Lastimosamente, en estos momentos, los demás proyectos que tengo, referentes a los arbovirus, como dengue o zika (que se transmiten por mosquitos), están detenidos.
-¿Cuáles son sus planes profesionales futuros?
-Seguir trabajando en el desarrollo de metodologías en el laboratorio para apoyar durante la pandemia. Esperamos poder retomar los proyectos sobre los arbovirus. Tenemos uno muy interesante, que se atrasó en su inicio, sobre intervenciones educativas y prevención del dengue.
Además, en el 2021, tengo planeado un semestre sabático en Calgary, Canadá, para trabajar con virus respiratorios. Antes iba a ser solo la influenza y el virus respiratorio sincicial. Ahora, obviamente, también se incluye el SARS-CoV-2 y el impacto de las infecciones en la microbiota. Claro, todo si la pandemia lo permite.
© 2024 Universidad de Costa Rica - Tel. 2511-4000. Aviso Legal. Última actualización: noviembre, 2024