La paz se ha naturalizado como una etiqueta de la identidad costarricense, respecto a la que la mayoría de las personas desconoce su origen y en pocas ocasiones cuestiona si sigue vigente en la dinámica social actual.
Una investigación desarrollada en la Universidad de Costa Rica (UCR), por el historiador Vicente Gómez Murillo, señala aspectos relevantes sobre la forma en que la comprensión de este concepto puede guiar hoy día las decisiones del país.
Costa Rica recibió la noticia de su independencia el 13 de octubre de 1821, 29 días después de que se declarara en la Ciudad de Guatemala. Según Gómez, con este acontecimiento dio inicio un proceso de cambio irreversible.
Hasta entonces, Costa Rica había pertenecido al Imperio Español y esta condición la había hecho entenderse a sí misma como una provincia pequeña y pobre, conformada por personas trabajadoras, sencillas y leales a la corona.
Pese a que la desvinculación del Imperio Español se había dado de forma pacífica, poco tiempo después las provincias que conformaban el Reino de Guatemala, excepto Costa Rica, empezaron a vivir diversos conflictos armados.
El historiador explica que la sociedad de la época se percató de que solo la independencia costarricense seguía siendo pacífica y esta particularidad fue asumida como cualidad por un pueblo que buscaba nuevos rasgos identitarios.
“Ya no hay corona, ya no hay rey y, por lo tanto, esos rasgos con los que Costa Rica se reconocía a sí misma ya no tienen sentido. Entonces, surge entre los miembros de la comunidad política el concepto de paz entendida como la ausencia de guerra”, afirmó Gómez.
Poco tiempo después, la paz que existía en Costa Rica empieza a ser reconocida internacionalmente e, incluso, aparecen referencias en publicaciones regionales como La Gaceta de Guatemala, donde se habla de lo admirable que es este rasgo costarricense.
Aunque la consolidación de la paz como parte de la identidad nacional se da a partir de una constante comparación con la región, la historia evidencia que Costa Rica no estuvo exenta de conflictos y que fue la toma de decisiones para enfrentarlos lo que marcó el futuro del país.
El proceso que experimentaba Costa Rica también generó tensiones internas, como el hecho de que Cartago quisiera sumarse al Imperio Mexicano, mientras San José apostaba por el proyecto autónomo que proponía Guatemala.
Las diferencias respecto al futuro de la provincia dieron lugar a un enfrentamiento bélico el 5 de abril de 1823 conocido como la Batalla de Ochomogo. Y, más tarde, en 1835 ocurrió la Guerra de la Liga, pues las ciudades reclamaban la posición de liderazgo que empezaba a tener San José.
“Pese a estos conflictos, las élites acuerdan que la provincia debe permanecer unida y evitar la desintegración. Se establece el Pacto de Concordia para definir que Costa Rica es una sola y que va a tener un gobierno central”, explica Gómez.
El experto afirma que Costa Rica experimentó un proceso de carácter acumulativo que, aunque enfrenta ciertas crisis y tensiones, las diferencias nunca fueron suficientes para acabar con el proyecto que estaba en curso.
La priorización del diálogo, la capacidad de negociación y el apego a las vías institucionales se convierten en rasgos relevantes construidos durante este periodo que, a criterio de Gómez, plantea principios que deben volver a cobrar vigencia en el presente.
El responsable de esta investigación afirma que, mientras que la paz del siglo XIX se construyó desde el reconocimiento de la ausencia de guerra y del intento por construir un proyecto común, el concepto demanda hoy día sumar nuevas nociones propias del siglo XX.
A criterio del experto, la sociedad actual debe reconocer la importancia de la redistribución de la riqueza y del reconocimiento de la desigualdad como generadora de violencia estructural que, por tanto, vuelve la realidad diametralmente opuesta a la paz.
“Yo creo que ese concepto de paz en el que entendemos que no hay soldados marchando por la calle es una careta, porque detrás de eso hay contradicciones que destruyen la paz y el proyecto político costarricense que viene desarrollándose desde el siglo XIX”, enfatiza.
Gómez afirma que la historia permite entender que los procesos políticos siempre han tenido contradicciones frente a las que debe apelarse a una tradición de diálogo y negociación, la cual permita construir un proyecto en el que haya campo para todas las personas.